Samuel Vásquez
Lucidez, agudeza y sabiduría tienen estos fragmentos, casi aforísticos, de Diálogos del Véspero que reflexionan, a manera de poética, sobre la libertad, el tiempo, el arte, el silencio, la mirada, la escritura y la imaginación entre otros temas. El maestro Samuel Vásquez es poeta y ensayista, y posee, a nuestra consideración, una obra profunda, intensa y llena de alumbramientos.
…..Al final de este artículo podrá acceder al «Apartado 1» publicado en nuestro No. 18 de Abisinia Review.
Diálogos del Véspero
(a los 56 años de «Arte Nuevo para Medellín»)
Apartado 2
Villagrande, 11 de octubre de 2023
24.
La tierra no es redonda para el caminante.
El caminante escribe de pie. No sentado.
Él sólo tiene ojos y piernas.
El tiempo nos inflige una herida que el rostro delata.
Sólo el humor nos preserva del temblor del conocimiento. El humor, en su entereza, no enmascara el temor.
Permanezco joven porque he perdido muchos días.
25.
Agazapadas, las palabras nos asechan desde su silencio. Pacientes esperan morder nuestro cerebro.
En mi casa soy sabio. En la calle, torpe. En la noche soy un violinista que toca un trombón.
Afuera está todo. Las conversaciones y las muchachas. Gritos y susurros. El baile y los amigos. La música y el miedo.
El miedo añade turbación a la belleza que nos mira.
En la casa está el espíritu como atrezo, el fuego incorruptible y los lares.
26.
¿Es la escritura un canto de libertad o la declaración de un compromiso?
La escritura no determina la lectura. El libro que se leerá será otro. Así, la libertad será otra, y el compromiso sería otro.
Lo escrito aquieta su canto en el papel. Lo dicho anida en el oído y su imprenta invisible será el recuerdo.
Cada libro guarda un canto callado.
La escritura y el lector se hacen cómplices en el tiempo que inventan ahora.
27.
Se escribe en presente sobre una pasado que se leerá en el futuro.
El libro habla al ojo, no al oído.
El lector tiene que aprender a meditar con los ojos abiertos.
El escritor labra la palabra: el lector disfruta el fruto.
28.
Si ves huellas en el desierto, no las sigas, son de alguien que está perdido.
El desierto es un laberinto sin paredes donde apoyarse. Sin muros que nos guíen.
Así, la poesía.
Para el nómada todo camino es contravía.
Así la poesía.
En el desierto no hay sitio, y no se hace camino al andar.
29.
Lo impensado no es libertad, es abandono.
Lo impensado no es la semilla, es el fruto que se niega.
A lo impensado se le niegan las palabras.
La palabra poética se rebela contra lo impensado.
Hay que dejar escritas las primeras palabras del próximo libro, para que no se piense que la poesía se retiró, abandonando su posibilidad.
30.
Todo lo que no tenemos lo ubicamos en el futuro. El futuro es lo que no tenemos.
Estas palabras son restos de un naufragio. No vienen de atrás ni de adelante, vienen de la profundidad.
La historia es un mandato que busca servidumbre.
El presente es todo duda, y duele. Es el único tiempo en el que se siente dolor.
El tiempo todo lo cura.
El tiempo es demorado en curar y sus enfermos se mueren.
El presente busca su voz que se le escapa.
El presente va por el día arrastrando sus momentos como un rey derrotado, el rostro cubierto de ceniza, temiendo el fin de la historia. (Lo tengo en mis manos.)
Los necios aplauden.
Es preferible el error que la indolencia.
La bestia del día da una patada al balde lácteo: cae la guillotina de la noche.
Devuelvo mis palabras al naufragio del que querían escapar. Pero el agua está enferma.
31.
El secreto no olvida las palabras para seguir siendo secreto.
El secreto sabe para callar. Sin saber no hay secreto.
La verdad interroga en silencio al secreto.
El vértigo de la verdad del secreto es lo que nos conmociona. No su silencio.
32.
Cuando el ser humano alcanzó a conocer lo micro y lo macroscópico, el ojo se especializó como instrumento de sensibilidad estética y espiritual.
Ahora lo invisible puede ser evidente, y lo visible puede ser cuestionable.
Lo importante no es el ojo sino la mirada. El ojo es espectador, la mirada es autora.
La mirada no es el registro instantáneo del lomo de las cosas, sino construcción compleja del laboratorio íntimo.
El ojo olvida, la mirada recauda memoria.
Mirar es crear.
33.
Se nos muestra para ocultar. Entre más cosas están al alcance de la vista, más cosas se arrastran a la oscuridad.
Todo libro es falible.
Está desquiciado el pueblo que tiene por dios a un libro. Así como el que tiene por dios a una piedra.
34.
El olvido nunca tiene límites precisos. El olvido es líquido.
El olvido siempre se desborda hacia la frase siguiente anegando sus primeras palabras.
La sangre es líquida. No tiene límites precisos. Se desborda hacia los próximos hijos.
La sangre tiene memoria. Indeleble.
35.
Voy detrás de las palabras, sin lograr darles alcance. Entre ellas y yo hay un trecho que no acabo de salvar. Las palabras cansadas… yo exhausto. No hay disidencia ni concilio para el reposo.
Las palabras llegan al reglón sin aliento. No soportan la maratón del relato.
No alcanzo a leer los labios de la palabra jadeante.
Escribo desde el olvido.
Samuel Vásquez es co-fundador y curador de la Bienal de Arte de Medellín. Comisario de la Bienal de Pintura de Montevideo. Invitado a inaugurar el Museo de Arte Moderno de Cartagena con teatro, y el Museo de Arte Moderno de Medellín con pintura. Cincuenta Años de Pintura y Escultura en Antioquia, Museo de Arte Moderno. Fundador y director del Taller de Artes de Medellín que congrega Teatro, Música y Artes Plásticas. Algunos de sus premios son: Premio Nacional de Dramaturgia por su obra El sol negro (1992). Premio en el Concurso Internacional de dramaturgia Ciudad de Bogotá, por su obra Raquel, historia de un grito silencioso. Premio de Ensayo Ciudad de Medellín, por su obra El abrazo de la mirada —5 tomos— (2005). El Museo de Antioquia le otorgó una distinción especial «por su labor para el desarrollo del Arte Contemporáneo en la Ciudad» (2007). La Universidad de Antioquia le concede el Premio Nacional de Cultura por Reconocimiento (2011).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obraBarcazas en el Támesis, 1906,
del pintor, ilustrador y escenógrafo francés© André Derain