Written by 3:30 am Crítica, Ensayo

Aby Warburg. La imagen, fósil en movimiento

María Cecilia Salas Guerra

 

 

Aby Warburg fue uno de los pensadores y críticos de la cultura más destacados del siglo XX. Solía presentarse como «judío de sangre, hamburgués de corazón y florentino de alma». A Warburg podríamos describirlo como el paciente aprendiz de las imágenes, el filólogo con muchos ojos y el psicohistoriador que percibe en el mundo figurativo la esquizofrenia de Occidente.

…..El principal tema de sus investigaciones fue la supervivencia del paganismo en el Renacimiento italiano, y su obra culmen fue el inagotable Atlas Mnemosyne, donde plantea un dinámico procedimiento de montaje de imágenes que permite descubrir relaciones no evidentes.

…..El presente libro es fruto de una investigación rigurosa que viene a ofrecer en Latinoamérica un recorrido por las nociones claves de la obra de Warburg; este conjunto de ensayos, escritos en una prosa cercana y profunda, nos introduce en una nueva compresión de la imagen. María Cecilia Salas Guerra, académica y docente de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín, nos conduce por derivas en las que el trabajo de Warburg se aproxima al de Sigmund Freud.

…..En Abisinia Review compartimos el capitulo Adenda: El sueño, teoría de la imagen como un abrebocas de este preciado material publicado en la colección de Ensayo El país que nos habla, en henaje a la poeta y ensayista Ivonne Bordelois.

 

 

…imagen es el soplo del tiempo en cuanto nos toca, nos alcanza, nos afecta (incluso nos infecta)

DIDI-HUBERMAN
2017ª: 87

 

La Pathosformel, en su condición de imagen síntoma, es un gesto de aire, un soplo que deviene vehículo de supervivencia. Gestos de consistencia fluida que se elevan desde las profundidades del tiempo, y que «experimentamos cada vez que reaccionamos corporalmente a una situación crucial de deseo o de pavor, de duelo o desesperación, en esos momentos, nuestros gestos poseen una antigüedad que nosotros mismos no podemos sino ignorar» (Didi-Huberman, 2017ª: 43). Así lo constatan Warburg en su psicohistoria de la expresión del pathos, y Freud cuando plantea que la temporalidad del síntoma es paradójica, hecha de represión, repetición, retroactividad.

…..El aire, fluido y volátil, es el material por excelencia «en el que se modula la respiración del tiempo, es decir, el intercambio incesante de la vida del pasado y la vida por venir, de la supervivencia y del gesto que nace de él» (Didi-Huberman, 2017ª: 43). Quizá por ello Walter Benjamin considera que el historiador ha de oler el pasado, como si se tratara de un perfume:

…..El pasado lleva consigo un índice secreto que no deja de remitirlo a la redención. ¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes? ¿Acaso en las voces a las que prestamos oído no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar? (…) Si es así, un secreto compromiso de encuentro [Verabredung] está entonces vigente entre las generaciones del pasado y la nuestra. Es decir: éramos esperados sobre la tierra. (Benjamin, 2008: 36-37 s.n)

…..Warburg, Benjamin y Freud escuchan los variados matices de ese índice secreto que envuelve las cosas de ayer y de hoy como un soplo, porque el pasado «inventó gestos de los que somos, a menudo sin saberlo, aún los actores. Y esos gestos no se les ha figurado mejor que en la piedra de las tumbas, ni mejor descritas que en los textos de las tragedias o de las epopeyas» (Didi-Huberman, 2017ª: 44). En tales figuraciones y textos, se instauran y se transmiten los gestos, las gestas y los soplos de la memoria sensorial. Por tanto, el aire no solo da su consistencia fluida a la imagen, sino que también es vehículo de la palabra, del lamento y del canto.

…..En «El soplo indistinto de la imagen», Pierre Fédida atiende a la consideración freudiana según la cual el sueño piensa de manera predominante, aunque no exclusiva, por imágenes visuales. Trabaja además con imágenes auditivas y, en menor medida, con las impresiones de los otros sentidos. (…) Lo único característico del sueño son esos elementos de contenido que se comportan como imágenes, vale decir, se asemejan más a percepciones que a representaciones mnémicas (…) el sueño alucina, reemplaza pensamientos por alucinaciones. En este sentido, no hay diferencia alguna entre representaciones visuales y acústicas. (…) Mediante esas imágenes, el sueño crea una situación, figura algo como presente, dramatiza una idea… (Freud, 1979, vol. IV: 73-4 s.n)

…..Siguiendo esta comprensión freudiana de la imagen onírica, Pierre Fédida emprende una elaboración acerca de la imagen misma, hasta afirmar que el sueño es la teoría de la imagen, partiendo del «comportamiento mudo, casi autístico» de la imagen, puesto que ella no refleja ni reflexiona, sino que es «pantalla de una visión que está privada de la palabra, está desprovista de mirada» (Fédida, 2006: 192). En el «brusco ensordecimiento» del lenguaje, surge la imagen como efecto directo. De donde cabe inferir que, «en la crítica estética tanto como en el psicoanálisis, la imagen está suspendida sobre el lenguaje, es el instante abismal de la palabra. La voz puede pronunciar la palabra pero la palabra impone silencio al lenguaje. (…) Las imágenes extraen sin duda su aspecto plástico visual de un material sensorial de procedencia mnémica y con destino narrativo» (Fédida, 2006: 193). En cuanto es un comportamiento de los elementos del contenido del sueño, la imagen tiene el poder de convencer al soñante respecto de la situación creada, de la dramatización de la(s) idea(s) en juego.

…..Con tal apariencia de nitidez plástica las imágenes representarían el papel de un señuelo psicológico. Mientras que otras imágenes —a veces en el mismo sueño— parecen al soñador no tener otro soporte y consistencia de material que su aparecer fantasmal. Quizá tales imágenes, ‘fantasmales como un soplo indistinto’, son coextensivas respecto de las voces de los muertos. Y la voz impotente para describirlas y narrarlas prueba su presencia oscura sin poder discernir su forma plástica. Así como lo sería el cuerpo fantasmal de una escritura imposible de leer, el material de tales imágenes pertenecería al rostro y a la voz de la palabra reminiscente, palabra cuyo pasado es anacrónico, sustraído a todo horizonte de interioridad del presente consciente. En el curso de una sesión, el analista sabe que tales seres fantásticos trastornan el curso de un relato y perturban lo representable: su único soporte —el destinatario desaparecido— es el vacío de la voz abierto sobre su respiración. (…) La voz en el análisis aleja y desliga las imágenes plásticas. Por lo menos el silencio, si escucha, tiende a volverse el material interlocutor de la imagen y a dar voz a su oscuridad. Tal oscuridad es la de una ilegibilidad de la memoria. (Fédida, 2006: 194)

…..En el sueño, gracias al trabajo de figurabilidad, lo imaginado es traspuesto en imagen, lo abstracto es capaz de figura. Dicho trabajo requiere luego del lenguaje, de la voz que «reencuentre la condición de existencia y de supervivencia de las palabras —como lo sabe el trabajo del poeta— en ese estado de la lengua común en que la potencialidad del sentido (semántica) es potencialidad del sentido (sensorial). (…) Apelar a los poetas es inevitable desde el momento que se trata de comprender la visualidad» (Fédida, 2006: 195). No es concebible, entonces, la puesta en imagen por fuera de la lengua, no hay imagen sin el ensordecimiento de ésta. Y por esta confluencia de elementos tan diversos, el trabajo de figuración llevado a cabo en el sueño —trabajo agramático que no está hecho para ser comprendido— ofrece dificultades similares a las que se enfrenta quien se acerca a escrituras jeroglíficas. En el sueño, la figurabilidad sensible (alógica, agramática) es posible gracias a la convergencia de diferentes significados en palabras cuyos sonidos coinciden. O sea que la plástica de la imagen del sueño obedece a leyes fonológicas. De ahí que «el sueño —en la medida en que se convierte aquí en una teoría de la imagen (de la imaginación)— decide en cierto modo acerca de los criterios de la lectura oscura de la imagen» (Fédida, 2006:196).

…..Acercarse a los poetas y los artistas permite, en efecto, comprender (algo de) la visualidad y del carácter hermético de la imagen, cuya blancura, luminosidad o claridad visual impide, paradójicamente, su lectura, pues, en esta perspectiva la imagen no es un código semiológico, ni una contextualidad semántica. No se trata de una representación, sino del despliegue a partir de un punto gris en medio del caos. Punto gris originario, cosmogenético, donde la imagen se concentra, se condensa: «punto fatídico entre lo que deviene y lo que muere. Ese punto es gris porque no es ni blanco ni negro o porque es tanto blanco como negro. Es gris porque no está arriba ni abajo o porque está tanto arriba como abajo. Gris porque no es cálido ni frío. Gris en tanto punto no-dimensional, punto entre las dimensiones y en su intersección, en el entrecruzamiento de los caminos» (Klee, 2015: 55). En el corazón de la imagen, el punto gris que escapa a toda determinación como la misma fuerza creadora: misterio inexpresable, pese a que conduce a lo visible. «El arte no reproduce lo visible, hace visible» (Klee, 2015:35).

…..Fuerza creadora que obedece al impulso de poner un punto gris en el caos, y a partir de allí, adviene la forma, discurre la obra. Pero: «Finalmente toda cosa es perecedera. Y lo que ha quedado del pasado, lo que permanece de la vida, es el espíritu. Lo Espiritual en el arte: lo que en el arte es artístico» (Klee, 2015: 61).

 

Dejar ser lo indistinto del blanco

Espíritu: soplo indistinto de la imagen, principio vital, aliento, impulso, chispa que brota del misterio como punto gris, como trazo, de donde, escribir y dibujar son, en el fondo, una misma cosa. Por eso, «toda imagen debería ser vista en el linde de la voz; la vista de toda imagen es ese franqueamiento del silencio del ‘aire hablante’» (Fédida, 2006: 202).

…..Blanco, luz, silencio: momento decisivo del soplo, advierte Paul Celan. Soplo: materia sobre la cual reposan la imagen y los signos. Soplo: indominable, invisible, vacío sin el cual no es posible la voz y lo visible.

…..El blanco no deja por consiguiente de estar en el trasfondo del silencio de lo indistinto. O incluso podría decirse que el blanco es la indeterminación de silencio del lenguaje que debería imponer una imagen. Dejar ser a lo indefinido, lo indistinto del blanco o el silencio de la imagen, ¿no es acaso la única rectitud posible del lenguaje para reservarla, para que la voz no esté en falta? (Fédida, 2006: 204)

…..Tan indeterminado e inconsistente es el soplo o fondo blanco de la imagen, como lo es el «aire de la foné, esa cualidad múltiple del material bruto de la voz, sin la cual sus palabras no tendrían sensación de su posible figura (…) y que las deshace o las transforma según la fuerza y la tonalidad del soplo» (Fédida, 2006: 208). En este sentido, el psicoanalista francés encuentra que la poética de André du Bouchet es un espacio privilegiado donde acontece el encuentro o la «juntura del material soporte blanco y del aire, tanto en lugar de la imagen como para que ella no se fije ni siquiera se descargue al servicio de esa ceguera de las palabras y las imágenes» (Fédida, 2006: 211). Encuentro que se potencia, especialmente, en la colaboración del poeta con el artista Alberto Giacometti, quien realiza algunos grabados para el poema «Lo inhabitado»:

Nos detendremos,
por la altura, en el viento que no drena
la lejanía, sobre el
empedrado en pie.
Descansa nuestro apoyo. El cielo está
colmado y de nuevo
se abre.

(Du Bouchet, 2104: s.p)

…..Poética de la materialidad indeterminada del aire, aire imposible de captar, esa «nada para la mirada», que sin embargo da claridad y soporte, da emplazamiento a la figura y el trazo. En el aire nada del hombre, salvo la voz que vuela y acompaña otra voz, otro soplo vital intangible.

Vivo solo en esta casa
blanca

donde nada se opone al viento

si somos lo que ha gritado
y el grito

que abre este cielo
de hielo

este techo blanco
nos hemos amado bajo este techo.
Veo casi,
En la blancura de la tormenta, lo que se hará sin mi.

No aminoro. Respiro al pie de la árida luz

Si no existiera la fuerza
del polvo
que corta piernas y brazos

sino sólo el blanco
que se vuelca

yo sostendría
el cielo

profunda rodada
en la que giramos

y que golpea contra el aire.

(Du Bouchet, 2014: s.p)

…..Si, como lo muestra du Bouchet, en el soplo se condensa la imagen, entonces lo que se denomina imagen no sería representación ni mera presencia, sino «el estado del material producido por el soplo de la voz en ese instante de la palabra escrita/dibujada en un lugar del espacio blanco del soporte, trabajando la hoja blanca en la escritura de lenguaje de la voz» (Fédida, 2006: 213).

…..Pensar la imagen en su fondo blanco, contando para ello con los poetas y artistas, y, muy especialmente con el reino del sueño, esa es la apuesta metapsicológica y crítica de Fédida y Didi-Huberman. En primer lugar, el sueño no habla, es afásico[1], y sin embargo es apertura a la palabra, al lenguaje, de donde el análisis comporta el arte de hacer trabajar al sueño. Y, en segundo lugar, en el análisis, la palabra —cargada de soplos y ahogos— vale en cuanto se dirige a un tiempo cuyo guardián es el sueño y cuyo material es la imagen. En términos de Lacan, solo la palabra da testimonio de esa parte de los poderes del pasado que ha sido apartada en cada encrucijada en que el acontecimiento ha escogido. (…) El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte. A saber:

 

…..—en los monumentos: y eso es mi cuerpo, es decir el núcleo histérico de la neurosis donde el síntoma histérico la estructura de un lenguaje y se descifra como una inscripción que, una vez recogida, puede sin pérdida grave ser destruida;

…..—en los documentos de archivo también; y son los recuerdos de mi infancia, impenetrables tanto como ellos, cuando no conozco su proveniencia;

…..—en la evolución semántica; y esto responde al stock y a las acepciones del vocabulario que me es particular, como al estilo de mi vida y mi carácter;

…..—en la tradición también, y aún en las leyendas que bajo una forma heroificada vehiculan mi historia;

…..—en los rastros, finalmente, que conservan inevitablemente las distorsiones, necesitadas para la conexión del capítulo adulterado con los capítulos que lo enmarcan, y cuyo sentido restablecerá mi exégesis.  (Lacan, 2005: 249 s.n)

 

El sueño, «guardián de los poderes del pasado», es la laboriosa puesta en acto, en imagen, de ese capítulo censurado de la propia historia, vivido como en blanco, como un embuste, y cuya verdad retorna una y otra vez, al modo de cuerpo-monumento, recuerdo-documento, enunciación-estilo, leyenda-historia, rastros-distorsión…

…..Sueño: reino de la imagen, guardián de un tiempo otro, «pasado-presente que se llama lo memorable» (Fédida, cita Didi-Huberman, 2017ª: 60); espacio donde la imagen no solo toca lo real, sino que es apertura a la palabra y al lenguaje. Existe pues una correspondencia entre el soplo de la palabra en vigilia y el soplo de la imagen onírica:

…..Así pues, la palabra apela a la imagen para fundar su memorable, porque la imagen misma es ‘sensorialmente —estéticamente— reminiscente de la cosa’. Lo que también quiere decir que la imagen es ‘imagen vidente, visualmente hecha para ver lo memorable en las palabras de la lengua. La videncia de la imagen es el tiempo de su memorabilidad. La imagen ha visto. […] La visualidad de la imagen es una categoría ana-crónica de la temporalidad’» (Didi-Huberman, 2017ª: 60 con citas a Fédida)

…..Que la imagen es soplo, por tanto intensidad, es algo en lo que también coinciden Pierre Fédida y Samuel Beckett en su minimalista pieza de teatro de 1987, «Aliento», en la que se escucha una fuerte inhalación acompasada visualmente con la luz —que se intensifica sobre la basura esparcida por el suelo—, y retenida en silencio por unos instantes. Luego, se escucha la exhalación acompasada con la disminución de la luz, que se hace cada vez más tenue. Es suficiente esta sincronización de luz y aliento, esta «respiración iluminada, para que, a partir de unos segundos, se cree una imagen» de donde, «imagen-soplo e imagen síntoma van a la par» (Didi-Huberman, 2017ª: 61).

[1]. Pero la afasia no es pensada aquí como la «pérdida de la voz ni tampoco de la representación de las palabras: es más bien esa depresión estética que parece dejar a las palabras privadas de las cosas que nombran» (Fédida, 2006: 108).

 

 

 

María Cecilia Salas Guerra es autora de La escritura del desasosiego, una poética del pensar en Fernando Pessoa (Editorial Universidad de Antioquia, 2009) y Marguerite Duras, Escribir la parte de sombra (Shangrila, 2022). Coautora de Del saber de la genealogía a la moral del poder (L Vieco, 2008), El ensayo latinoamericano, revisiones, balances y proyecciones (Universidad Nacional de Cuyo, 2010), De la imagen y la literatura. Una comprensión estética (Universidad Nacional de Colombia, 2013), Pensar el arte hoy, el cuerpo (Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2015), La omnipresencia de la imagen, Estudios interdisciplinares de la cultura visual (Global Knowledge Academics, 2017) y Arte, imagen y experiencia. Perspectivas estéticas (Universidad Nacional de Colombia, 2021). Escribir, olvidar y regresar. Historias en borrador (Universidad Nacional de Colombia y UPB, 2022). Sobrellevar la porción de noche (Abisinia Editorial, 2022).

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del poeta, pintor y crítico de arte venezolano Juan Calzadilla ©

 

año 5 ǀ núm. 22 ǀ enero – febrero marzo  2025
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