Nicolás Peña Posada
Presentamos un puñado de poemas de Tardes de domingo (Bogotá, 2022), la reciente novedad de Nicolás Peña Posada (Bogotá, Colombia. 1991), quien es Literato y Maestro en Arte de la Universidad de los Andes y Magíster en Creación Literaria de la Universidad Central. Según Federico Díaz-Granados: “Tardes de domingo recupera la mirada poética de una ciudad llena de caos y rabia, de confusiones y desencantos. (…) Nicolás Peña quien tiene limpia no solo la mirada del niño inocente sino la visión del poeta que encuentra lo bello y el asombro en la calle, los seres anónimos, y todo aquello que puede rodear un “picadito” de domingo”.
1
Sobre el pollo asado hace nido el sol
regadas en bolsas plásticas las arepas brillan en grasa
domingo olor a fruta picada y salpicón con helado
domingo bicicleta y torneo de microfútbol
El balón es un dios vestido de blanco y negro
su cuerpo raspado recuerda a los huérfanos que en la esquina
apuestan monedas de cien y se queman los hombros
El balón es un niño sin padres que sonríe con los dientes ahuecados.
2
Grita la madre cuidado, cuidado
porque corre el hijo loma arriba y los carros y las motos pasan en violencia desenfrenados y los buses sueltan sus vapores y salen los pasajeros vomitados por la máquina de cuatro llantas
y el hijo ríe de amor por la tarde
ríe labios gruesos de sal mango y miel
ríe mientras persigue al amigo que le robó su juguete favorito y cinco canicas
La madre grita y luego deja de gritar y luego olvida un poco al hijo y mira la cancha, ansiosa, esperando el partido mientras en los asadores corre el rumor del humo y el chillido de las rellenas y los chorizos que se asan a dos mil.
3
Algunos borrachos sentados en la tienda se derriten en nostalgia
y piensan en el pasado recostados contra el muro
y miran el balón en la cancha mientras rememoran otras épocas
cuando eran ellos los que jugaban y apostaban el petaco
pero ahora no:
los años
el volumen de las barrigas
el dolor de espalda
los vellos y los hijos
tantas cosas que crecen y pasan y nacen y mueren y el cuerpo se va volviendo pesado de piedras en el riñón, colesterol y carbohidratos
Entonces miran de reojo y escuchan algo de Vicente Fernández
y fuman y beben botella tras botella mientras los equipos calientan, se alistan
barren de recuerdos las calles bombeadas de grafitis y consignas.
5
El último día de la semana antes de que se activen las fábricas
antes de que vuelvan los obreros al pega cemento y cal
antes de que las oficinas y los bancos abran de nuevo las puertas
al infierno financiero
antes de que las carnicerías vuelvan otra vez a la fiesta
de cuchillos y sangre
antes de que los corrientazos alisten de principio pasta
el cerdo en salsa BBQ el jugo de guayaba y el postre
Domingo en el aro suelto de basquetbol y en el bazuco caliente que se fuman detrás de la cancha dos amigos con la piel llena de costras, alucinados
domingo en el rostro de los novios que van por helado y más tarde harán el amor en el techo de la casa entre la ropa húmeda y el maullido de un gato sin nombre mientras miran desde el cerro la sabana alargarse en luces y nubes chonchas de marrano.
7
Sigue llegando la gente que toma puesto entre silbidos y papel periódico:
Orlando, el panadero, con su hija de ojos achinados
Miriam, la peluquera, que cada semana tiene el capul de un nuevo color
Javier, el mecánico, que estornuda y hace que se levanten las hojas y vuelen las palomas y se asuste el niño, acunado en los brazos de la madre, que comienza a llorar y hacer pataleta
También llegan las pandillas con gorras, cadenas y un pisquero largo a marihuana, sangre y trasnocho
y los policías parquean las motos verdes en la calle, se quitan los cascos, fuman y esperan a que empiece el partido
le pican el ojo a los jíbaros, a la distancia se saludan los amigos, cómplices de delincuencias
Dos inválidos se abrazan, dos ciegos hablan del cielo y el ladrido agudo de los perros
las madres cabeza de familia, los chinches, los hombres de la calle hacen parte del bullicio dominguero, la fiesta, el agite de las manos que aplauden, los dedos que se hunden en la boca y hacen que el aire vibre entre los labios
Ya en el centro está el balón:
ese globo terráqueo de caucho
esa perla golpeada por el cemento
la pecosa, la caprichosa, la esférica
esa fruta madura e hinchada de agua y patadas
y los cuerpos como volcanes vibran y se cuecen por dentro llenos de fuegos y vapores
de agua llenos, de miedo y capas y minerales llenos
esos cuerpos borrachos que tiemblan y esperan el pitazo inicial.
11
Entonces respira y se levanta el cuerpo
el cuerpo hermoso de los futbolistas
las piernas fuertes que se estrechan y vuelven a estirarse
los muslos quemados como llantas, sudorosos en los poros, calientes
calientes de cremas de caballo y Voltaren
las barrigas algo pronunciadas de los veteranos por la cerveza y el chicharrón
los torsos que se doblan y hacen giros imposibles para poder darle a ese balón duro en la cumbamba y abrir el marcador 1 a 0
los codos que se estrellan, los nudillos reventados
la palma de las manos negras por el Golty
las orejas, los cuellos, las cabezas marcadas
esos cuerpos deformes y rectos y encorvados y fulgurantes
imperfectos y gruesos y delgados, excitados
excitados en cada vértebra
en cada llaga
en cada hueso fracturado
en cada orificio del llanto
cuerpos con espasmos, llamas, nudos, contracciones
cuerpos heridos y violentados en el peligro de la noche
cuerpos obreros
cuerpos mecánicos
envejecidos, achacados, con callos y cortadas
cuerpos de luz y sombra
cuerpos de celadores, arrugados, flácidos
cuerpos de cicatrices y queloides
brillantes cuerpos en las tardes de domingo.
15
El árbitro llama: cambio de balón sonido de lata de cerveza
un segundo dice uno de los capitanes
hacen un círculo, se miran, repiten: esto es de huevas
se agarran la mano, cierran los ojos
uno, dos, tres: Furia, Furia, Furia
afuera los aplauden y emocionados cada uno a su puesto
Los Rastrojos igual: uno, dos, tres Rastrojos, Rastrojos, Rastrojos
tres el tiempo institucionalizado: Lotto, AS y Munich
también aplauden a Los Rastrojos y la tarde es un coladero y vuelan moscas alrededor de los dulces botados, la melcocha de la tarde que cae dulce de jugo sobre las cabezas
y en el potrero de enfrente sale el humo de los olvidados que se concentran en mirar el paisaje húmedo y colorado frente a la olla del barrio llena de ilusiones y papeletas, agujas y cuerpos heridos de sal
10 minutos y otra vez en el centro el nuevo balón
listo a la espera de la primer patada
el árbitro pone el reloj, pregunta: arquero y el arquero levanta el dedo gordo
pregunta al otro arquero y el otro arquero aplaude y grita vamos y comienza el partido
2-0 abajo Furia tu papá que siga el domingo antes de que se acabe el fin de semana y comience otra vez a girar el mundo de caucho.
24
Entonces los segundos se vuelven una cosa inestable, abstracta, un hechizo, un encanto y así como avanza el tiempo también retrocede y da vueltas y gira y se para y se estrecha y se alarga y se vuelve hondo, humo
un hueco
un tumor maligno
un silencio implacable
un griterío
El tiempo: ese enemigo de los perdedores
ese aliado de los que reciben una falta
ese desertor de los impacientes
Los que van abajo no paran y los que van arriba le dan toque y ahí empieza realmente el cuerpo a traicionar al cuerpo
y ahí empieza realmente la mente a traicionar la mente
y el que se salga por un momento roja y chao, pa la casa te vi
y también el que ofenda si va ganando con un túnel, una bicicleta se llevará su buen costalazo
La vulnerabilidad es el centro del juego
sentirse mínimo y no poder hacer nada
sentir el quiebre como un gusano que corre entre el páncreas
sentir el dolor y el cansancio y la derrota pesada de quilates sobre el pecho
El que es frágil tiende a desesperar y el público también sufre y también siente el cuerpo agotado y piensa que el domingo es un día hermoso porque no se trabaja, hermoso porque no se sale del barrio a otro barrio lejos
lejos
un día de estar con la familia y ver el balón rodar
pero podría ser más hermoso si se gana
siempre más hermoso si el balón entra y el equipo después de una remontada pasa a la final y se van de copas en la noche.
De Tardes de domingo, Editorial Totuma, Bogotá, 2022.
Nicolás Peña Posada (Bogotá, Colombia. 1991). Literato y Maestro en Arte de la Universidad de los Andes. Magíster en Creación Literaria de la Universidad Central. Actualmente es docente universitario en la Fundación Universitaria Konrad Lorenz donde dirige la revista Suma Cultural. Ha publicado los libros: Mi madre es la única que lee mis poemas (2017), Cocinar no es para todos los poetas (2018), su tesis de maestría titulada: La abuela nunca llora cuando corta las cebollas (2020) y Tardes de domingo (2022). Es co editor y cofundador de Ruido ediciones. Su libro Los desiertos del hambre obtuvo mención de honor en el Concurso de Poesía Tomás Vargas Osoario, y será prontamente publicado.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la fotografía «Bailando en voz baja» del artista © Juan Sebastián