Antonio Trujillo
Este dossier lo creamos para ir a la caza de joyas de la literatura y para rendirle un pequeño homenaje al lector de poesía. Le preguntamos al poeta Antonio Trujillo «¿Cuáles son tus tres poemas venezolanos esenciales desde tu experiencia como lector y desde tu sensibilidad como creador?». Y, sin solicitarle argumentaciones, esta fue su respuesta:
Antonio Trujillo nació en San Antonio de los Altos, Venezuela, en 1954. Artesano y poeta, Cronista Oficial del Municipio Los Salias, San Antonio de los Altos, estado Miranda, Director-fundador de la revista literaria Trapos y Helechos. Ha publicado los poemarios De cuando vivían los pájaros, 1984; De cuando vivían los pájaros y otros poemas, 1990, Premio Municipal de Poesía del Municipio Guaicaipuro estado Miranda, Vientre de árboles, 1996; Taller de cedro, 1998; Alto de las yeguas, 2002, Premio Municipal de Literatura en el Municipio Libertador de Caracas 2003; Blanco de orilla, 2003; Unos árboles después, 2005, Premio Ramón Palomares del Ateneo de Escuque, 2005; Parte del aire Antología Poética, 2008; Ballestía, 2009. También es autor del Cuaderno de Historia Regional «Gulima, San Antonio de los Altos», 1992, y de Testimonios de la niebla, voces de los altos mirandinos, 2001.

Ramón Palomares
(Escuque, Trujillo, 1935 – Mérida, 2016)
El sol
Andaba el sol muy alto como un gallo
brillando, brillando
y caminando sobre nosotros.
Echaba sus plumas a un lado, mordía con sus espuelas al cielo.
Corrí y estuve con él
allá donde están las cabras, donde está la gran casa.
Yo estaba muy alto entre unas telas rojas
con el sol que hablaba conmigo
y nos estuvimos sobre un río
y con el sol tomé agua mientras andábamos
y veíamos campos y montañas y tierras sembradas
y flores
cantando y riéndonos.
Allí andaba el sol
entre aquellas casas, entre aquellos naranjos,
como una enorme gallina azul, como un gran patio de rosas;
caminando, caminando, saludaba a uno y a otro lado;
hasta que me dijo:
Mi amigo que has venido de tan abajo
vamos a beber
y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.
De Poesía, Monte Ávila Editores, 1977.
Luis Alberto Crespo
(Carora, Venezuela, 1941)
Vi a José Ignacio Artaona
alzarle la mano
tutearlo frente a los ruciomoros de ojos sucios
secretos que se protegen con el olvido
y a los castaños del otro mundo que nos observan con desaire
Tenía la marca del hierro en el anca como un epitafio
y su orina fue el único resplandor en el quemado
Artaona le amarró la falseta más espinosa en el pescuezo
le enloqueció la mirada con un trapo
y lo obligó a salir a lo más fiero de la Trinidad de Arauca
Le lanzó la silla encima como un animal sin entrañas
La boca de la cincha le mordía al lado del espíritu
Cuando Artaona subió al caballo
y lo golpeó duro para que fuera
se puso viejo y murió y volvió a nacer
Estuvo arriba noches y noches
estrellado
y estuvo aquí en sus huesos
calcinándose
Era un caballo para jinetearlo de perfil
darle por tierra la desmesura
donde el sur da la vuelta
y comienza el destino
Vi después a Artaona bajarse del caballo
Venía sobre sí mismo
destruido desollado místico
De Señores de la distancia, Editorial Mandorla, 1988.
Reynaldo Pérez Só
(Caracas, Venezuela, 1945)
esta es una silla
sólo una silla
en ella
se sentó mi padre
mis hermanos
todos
mis mejores amigos
ahora
está sola
sin nadie
una silla.
De Para morirnos de otro Sueño. Monte Ávila Editores, 1971.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra
«El almuerzo del domingo», obra ganadora a nivel Nacional del Salón Juego de Damas, 2021.
Dibujo a lápices acuarelables sobre papel.
de la artista © Alejandra Carabante