Rómulo Bustos Aguirre
Este dossier le rinde un pequeño homenaje al lector de poesía. Le preguntamos al poeta Rómulo Bustos Aguirre: “¿Cuáles son tus tres poemas colombianos esenciales desde tu experiencia como lector y desde tu sensibilidad como creador?”. Y, sin solicitarle argumentaciones, nos obsequió estas tres guacamayas.
Rómulo Bustos Aguirre nació en Santa Catalina, Bolívar el 5 de septiembre de 1954. Es poeta y ensayista. Realizó estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Cartagena, Literatura hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo y estudios doctorales en Ciencias de las religiones en la Universidad complutense de Madrid. En 1993 le concedieron el Premio Nacional de Poesía del Instituto Nacional de Cultura. Se desempeña en la actualidad como profesor de literatura en la Universidad de Cartagena. Ha publicado en poesía, entre muchos otros, La pupila incesante, Obra poética: 1988-2013 (2013, 2016) y Casa en el aire (Pre-Textos, España, 2017).
Jaime Jaramillo Escobar
La llaga incurable
El día es infinito
J. W. Goethe
Hay un animal que tiene que estar siempre con el día. Si lo alcanza la noche, muere.
Este animal corre con el sol, para él es siempre medio día y no conoce la oscuridad.
Le da la vuelta a la tierra con el sol; corre, vuela, nada; está hecho así a su necesidad de luz.
Atraviesa las selvas, las montañas, los mares, siempre con el sol.
En las islas es fácil verlo cuando pasa siguiendo al día. Va siempre debajo del sol.
En el último eclipse se precipitó en el mar como un paracaídas del sol. Estuvo a punto de morir.
Asimismo hay otro animal que tiene que estar siempre con la noche. El día no le puede tocar la punta de la cola, porque muere.
Este animal va siguiendo la noche, por continentes, islas y mares; pero no es fácil verlo. Sólo una vez estuvo a punto de ser atrapado sobre el Océano Índico.
No conoce el día, y si por algún acaso se llegara a encontrar con el animal que va siguiendo al día, la pelea de ambos levantaría olas de cien metros en la mar, y trombas capaces de derribar un navío.
Cuando niño, solía yo quedarme despierto toda la noche en el zaguán esperando que pasara este animal para verlo, pero quizás no pasaba por mi aldea.
Yo pensaba que él comería estrellas, pues ¿quién no sabe que las estrellas suben y bajan? Pero tal vez no se alimentara más que de luciérnagas.
Este animal no tiene un nombre fijo porque en cada país lo llaman de un modo distinto.
Nunca quiere salir de las tinieblas, y si el dedo de la luz lo toca en la espalda le abre una llaga incurable.
De Los poemas de la ofensa (1968)
José Manuel Arango
Momentos
I
Los carboneros sobre el río
Los troncos negros brotan retorciéndose
y avanzan desde las orillas
Un insecto de plata raya el agua
2
Mide un jeme tal vez
Ese cuerpo de forma de cuchillo
de cuarzo
Toda ella está hecha
para predar: la boca
el ojo vivo
La sabaleta: un ágil coletazo
3
Entonces hay un vuelo
(brusco, rasante)
como un tijeretazo sobre el agua
Un martín pescador
Sólo veo su dorso azul oscuro
cuando se va
4
Soy un intruso en este reino de crueldad inocente
De Cantiga (1987)
Héctor Rojas Herazo
Un agujero
Le pregunto al tendero gordo,
con toda seriedad:
– ¿Usted es Dios, señor?
Y él me responde,
mientras corta trocitos de jamón,
mientras mueren
poco a poco sus ojos:
– No, no soy Dios, pero sí lo conozco.
–¿Cómo es él? – le pregunto.
Y el me responde: – Es así.
Y me da su tamaño, su peso, sus medidas.
De Las úlceras de Adán (1995)
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una fotografía del artista Mark Hearld