Alejandro Cortés González
«En «Lo que queda entre las manos. Antología poética 2012 – 2023», Alejandro Cortés González reúne lo más representativo de su labor creadora en lo que va corrido de la segunda década del siglo XXI. Además de ser un lector juicioso y minucioso desde que se inició en este noble oficio literario, llama la atención la asiduidad con la que elabora su construcción poética a través de un lenguaje coloquial muy suyo, que en ocasiones asalta los más audaces andamios experimentales, rasgo poco común en la tradición lírica colombiana», nos comenta el poeta José Luis Díaz-Granados. Compartimos cinco poemas inéditos de Alejandro Cortés González pertenecientes al libro «Lo que queda entre las manos. Antología poética 2012 – 2023» (Abisinia Editorial, Bogotá, 2023) publicado en su colección de poesía Concierto Animal, Homenaje a Blanca Varela.
Lo que queda entre las manos
He pasado más de diez años escribiendo debajo del agua
tratando de escuchar mis respiraciones
de no asfixiarme con el aliento del mundo
y de hacer que me alcance el aire
Escribir en piedras y paredes de algas
Las mareas se encargan de despegar las letras
y llevarlas a no sé qué lugar
Como un tiburón blanco que escucha con la piel
recibo ecos
mares lejanos desde donde vibra el latido de alguna palabra
La década se diluye en instantes
120 meses
3600 cuadritos para guardar la gota de un día
Secuencia líquida desde un monstruo de mar hasta una noche púrpura
La superficie del océano es cálida
Quiero quitarme el frío de las profundidades que arrastro en los pies
Oigo risas de niños en la playa
Henry, Diana, Hellman, Jorge, Fede y los demás amigos de una década
deben estar allá arriba nadando y tomándose fotografías
No teman
No soy el señor Burns
No soy esa clase de monstruo
En verdad les traigo paz
Les traigo amor
Saco las manos del agua llenas de poemas
pero en la vida todo se diluye
El tiempo existe para pasar por nosotros
y dejarnos únicamente las huellas de su paso
Así que disculpen
Después de diez años sólo puedo entregarles
lo que queda entre las manos.
Hay quejas de que en Colombia se levanta una piedra y aparece un poeta
Lo mismo dicen de México
de Perú
de Chile
y de otros lugares
Las piedras no engendran poetas
las heridas sí
Y no tienen que ser propias
Un poeta puede
—debe poder—
cantar los ultrajes de otros como suyos
porque entiende la gran cicatriz de ser parte de todos
Cantar hasta las llagas de las cosas
con tonadillas alegres satíricas épicas melancólicas
Darles el registro tonal
para que sean dignas de un antro o de una matiné
Y todas son lesiones
Incluso la felicidad deja una marca
Entonces no se quejen de la proliferación de poetas en ciertas tierras
Si les desagrada la profundidad de las heridas
traten de caminar sin remover las piedras.
Antología natural
El río no se mide ante otro río por el caudal y sus tilapias
El árbol no se mide ante otro árbol por la frondosidad y sus guacamayas
Lo natural es ser
sin carrera
sin medida
Ni río
ni árbol
ni tilapias
ni guacamayas
tienen nada que demostrar.
Inventario de la fiesta
Salta el entusiasmo de estar a punto de terminar el colegio
Quizá eso celebramos
El haber llegado al festejo como se llega a la vida
Solos y despiertos
Nuestros padres ya están lejos
Los chicos bromean con los chicos
las chicas murmuran con las chicas
hasta que el licor y las miradas extienden sus precipicios
Se forman las primeras parejas
y las segundas
y las terceras
Todos bailan ritmos movidos hasta quedar exhaustos
Después vienen las canciones lentas
Las parejas buscan una sombra donde sembrar los besos
La madrugada brumosa cobija por igual la carne de las esquinas
la risa de los bebedores
y el sueño de los exhaustos
hasta que casi todos se marchan con un saldo a favor en la memoria:
quienes vinieron a beber, bebieron
quienes vinieron a estar con alguien, estuvieron
pero hubo algunos que no supimos bien a qué vinimos
Por mi parte bebí, reí, conversé y volví a reír
Bailé pocos ritmos movidos y canté muchas canciones lentas
Estuve en la sombra de los besos y en las esquinas de la carne
Visité la risa de los bebedores y el sueño de los exhaustos
No me decidí por nada porque no vine a nada
o tal vez por un poco de todo
Salgo de la fiesta pensando en eso
y camino por el callejón oscuro
¿Pero cuál fiesta si casi todos se han ido?
¿Y cuál callejón oscuro si ya está saliendo el sol?
La mañana me reconforta como una línea de meta:
Ya veo con claridad
A esto vine y no lo sabía
No lo podía decir con palabras porque vine para lo indecible
para cruzar la noche y remar hasta la mañana
para ser testigo de lo que pasa cuando cerramos los ojos
No me basta amanecer con alguien
Vine para ser alguien con el amanecer
No es suficiente alojarse en una casa
Vine para que las casas se alojaran en mí
No estuve aquí para pasar la noche
Vine a que la noche pasará conmigo
El sol se eleva por mi cara como una bandera de alpinista
que la madrugada clavó en el pico del cielo
Y yo
ahora sí
pleno del sueño de los exhaustos
sonrío en un bostezo
Esta fue la fiesta
Esta fue la vida.
La coleccionista de tarros
Lo maravilloso de Mathilde es que nunca sufre. Como si un día hubiera decidido disfrutar tranquilamente de las cosas agradables. Transcurren los días, uno tras otro, como por encanto.
PATRICE LECONTE
De El marido de la peluquera
Ella tiene un tarro para el cilantro picado, otro para las medialunas de limón, otro para la cebolla partida, otro para los medios aguacates y hasta tiene un tarro para guardar otros tarros que se han quedado sin tapa. Le encanta abrir la nevera y encontrar todo ordenado en tarritos apilables y coloridos, como si coleccionara pedazos de cosas en recipientes que las hacen ver completas. El medio aguacate pareciera no temer a podrirse ahora que le falta el otro medio. Dentro de esos tarros tan vistosos y modernos, uno no se imagina que la cebolla partida fuera capaz de extraer las lágrimas de alguien. Qué suerte tiene lo que se queda incompleto en casa de mi mamá. Ella encontrará un tarro donde ponernos y olvidarnos de todo, si es que nos falta un pedazo.
Alejandro Cortés González. Bogotá, 1977. Poeta, narrador, músico, editor, gestor cultural y director de talleres literarios. Es autor de las novelas Notas de inframundo (2010) y Del relámpago nacerán luciérnagas (2018); del libro de cuentos, Todos los diablos tienen sed (2022); y los poemarios, Pero la sangre sigue fría (2012), Sustancias que nos sobreviven (2015), Instantáneas dominicales (2019), Almanaque Bristol 1987 (2019) y El álbum púrpura (2021). Ha sido invitado a encuentros literarios en Latinoamérica, Francia y Canadá. Ha obtenido múltiples reconocimientos por su obra. Es músico de Grave Compañía, director de la Fundación Trilce, coordinador del espacio cultural Trilce en La Galería y del Café literario de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá. Lo que queda entre las manos celebra más de diez años de su obra poética.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista colombiano © Fercho Yela