Written by 3:34 am Latinoamericana, Poesía

Lluvia de hombres / Une pluie d’hommes

Jennifer García Acevedo

Del libro Incertidumbre del nombrar (2021) de la poeta colombiana Jennifer García Acevedo (Medellín, 1995) compartimos en edición bilingüe español-francés un puñado de poemas en prosa. Agradecemos la traducción al francés de Antoine Barral. García Acevedo es además gestora cultural y tallerista. Sobre su libro dice Juan Manuel Roca: «Como todos somos extranjeros en el mundo, pasajeros o transeúntes de cuna a tumba, a la poesía de Jennifer García la rondan severas, duras preguntas que parecen dichas en las fronteras del mundo».

 

 

 

 

Lluvia de hombres

Pienso en una pintura de René Magritte en la que un grupo de hombres vestidos con trajes idénticos permanecen suspendidos en el aire, sin que sea posible reconocer en sus formas un indicio de ascensión o caída. Pienso en sus pies separados de Dios y de la tierra, en sus voces reveladas a otros e incomprensibles para mí. Pienso que más allá de ese paisaje, donde nadie lanza un grito y todos asumen su destino de animal misterioso, estamos nosotros, tratando de develar el enigma, parados frente a la lluvia de hombres que nos desconoce, preguntándonos si como aquí, allí también las banderas se levantan y ondean sobre un campo de animales heridos.

 

 

Une pluie d’hommes

Je pense à un tableau de René Magritte dans lequel un groupe d’hommes vêtus de costumes identiques restent suspendus en l’air, sans qu’il soit possible de trouver dans leur forme un indice de chute ou d’ascencion. Je pense à leurs pieds séparés de Dieu et de la terre, à leurs voix révélées à d’autres et incompréhensibles pour moi. Je pense que nous nous trouvons au-delà de ce paysage, là où personne ne crie et chacun accepte son destin d’animal mystérieux, essayant de résoudre l’énigme, debout face à la pluie d’hommes qui nous ignore, et nous demandant si comme ici, là-bas aussi les bannières s’élèvent et ondulent sur un champ d’animaux blessés.

 

 

 

El centro de la fiesta

A Daniel

La infancia es una casa sin huésped, dices. Y tu palabra ahuyenta a los que cantan. Basta un gesto para saber que permanecen ciegos a la sombra de la orquesta, detenidos en la madera del oboe, indiferentes al lenguaje secreto del mundo. La infancia es una casa sin huésped, insistes, pero nadie responde. Extraviados, tocan las cuerdas invisibles del aire, mientras sus voces se agolpan, cercanas y diferentes como letras de un mismo alfabeto. La infancia es una casa sin huésped, te oigo decir tantas veces, pero el sonido del timbal es todo cuanto existe, más allá de eso, poco importan tus cavilaciones, tu condición de asmático en la habitación cerrada, tu memoria atravesada por la herida. Esto es lo que temen. Escuchar a un hombre hablar desde la orilla oscura cuando las puertas de la fiesta se abren y Dios baila en su centro.

 

 

Le centre de la fête

Á Daniel

L’enfance est une maison sans hôte, dis tu. Et ta parole effraie ceux qui chantent. Un geste suffit pour savoir qu’ils restent aveugles à l’ombre de l’orquestre, prisonniers de la matière du hautbois, indifférents au langage secret du monde. L’enfance est une maison sans hôte, redis tu, mais personne ne répond. Egarés, ils jouent des cordes invisibles de l’air, tandis que leurs voix se heurtent, proches et différentes comme des lettres d’un même alphabet. L’enfance est une maison sans hôte, je te l’entends dire tant de fois, mais le son de la timbale est tout ce qui existe, au delà de ça, peu importent les inquiétudes, ta condition d’asthmatique dans une chambre fermée, ta mémoire transpern cée par la blessure. C’est de cela qu’ils ont peur. Entendre un homme parler depuis le rivage obscur quand s’ouvrent les portes de la fête et que Dieu danse au milieu.

 

 

 

Sobre la necesidad del sueño

«Tal vez sería dulce reconquistar ahora una música antigua,
profunda y persistente como el eco de un grito entre los sueños»
Olga Orozco

Más allá de estos muros atravesados por un desfile de formas, secuencia de irrevocables seres cuyos nombres no sabremos jamás, está el otro lado del mundo, ese que nos es revelado demasiado tarde. En su centro permanecen todas las cosas perdidas y recobradas en alguna de las estancias del sueño: la voz del hijo muerto antes de nacer, los nombres que amamos ocultos bajo un friso de máscaras, el hilo que sostiene el propio cuerpo. El resto, son gestos inútiles, palabras conocidas, una ráfaga de veloces visiones para anunciar lo bello y lo terrible. Verdades siempre nuestras en cualquier estación del universo. Jugamos a escondernos en este reino creado a nuestro modo, esta casa de todos y de nadie donde la vigilia siempre espera. Negamos lo otro, el reino oculto detrás de los párpados, el pálpito invisible de la casa donde arde una tristeza inmortal. Mientras aquí los ahogados asumen su condición de animales inmóviles brillando en el fondo del estanque y los vivos desconocen la complejidad del sueño y sus ramificaciones. A ese lado del mundo dos hombres se debaten a dentelladas. El que abre los ojos se convierte en prisionero del día. El que los cierra se asoma a la vida lo mismo que a una palabra por primera vez.

 

 

De la necessité du rêve

«Tal vez sería dulce reconquistar ahora una música antigua,
profunda y persistente como el eco de un grito entre los sueños»

Olga Orozco

Au-delà de ces murs traversés par un défilé de silhouettes, succession d’êtres irrévocables dont nous ne connaîtrons jamais les noms, se trouve l’autre face du monde, celui qui nous est révélé trop tard. En son centre persistent toutes les choses perdues et retrouvées au cours d’une étape du rêve: la voix de l’enfant mort avant de naître, les noms que nous aimons cachés par une frise de masques, le fil qui soutient notre propre corps. Le reste n’est que gestes inutiles, discours connus, une rafale de fugaces visions qui annonce le beau et le terrible. Des vérités qui sont toujours les nôtres, en toute saison de l’univers. Nous jouons à cache-cache dans ce royaume créé à notre mesure, cette maison qui est à tous et à personne, où l’éveil attend toujours. Nous nions l’autre royaume, caché par les paupières, la palpitation invisible de la maison où brûle une tristesse immortelle. Pendant qu’ici les noyés assument leur condition d’animaux immobiles brillant au fond des étangs et les vivants ignorent la complexité du rêve et ses ramifications. De ce côté du monde deux hommes se disputent à coups de dents. Celui qui ouvre les yeux se retrouve emprisonné par le jour. Celui qui les ferme contemple la vie comme s’il découvrait un mot pour la première fois.

 

 

 

Sobre las jaulas

Allí donde el animal atiende la urgencia de huir, donde la luz desaparece y el grito se hace carne en un lenguaje incomprensible, ningún Dios habla. Todos saben de esas prisiones detenidas en el tiempo, con sus voces huérfanas y sus formas laberínticas. Pasan de largo como por un puerto destruido, tocan sus barrotes como si tocaran los utensilios cotidianos, y en el rostro del tigre cansado advierten una ruina que no es la suya. La permanencia del animal en la jaula semeja la caída del hombre hacia un mundo que lo desconoce, el cuerpo que se precipita, ciego, resistente a los hilos que cortan los dedos. Cada descenso trae consigo una sentencia de huesos y ceniza trazada sobre la frente, una pulsación del índice sobre la región oscura, un ojo que despierta cuando todo se ha ido. Tarde reconocemos que en la boca del tigre también se revela nuestra herida abierta.

 

 

A propos des cages

Là où l’animal répond à l’urgence de la fuite, là où la lumière disparaît et le cri se fait chair dans un langage incompréhensible, aucun Dieu ne parle. Tout le monde connait ces prisons suspendues dans le temps, leurs voix orphelines et leurs formes labyrhintiques. Ils passent sans s’arrêter comme par un port détruit, touchent leurs barreaux comme s’ils touchaient des ustensiles quotidiens, et dans le visage du tigre fatigué, ils remarquent une dévastation qui n’est pas la leur. Le séjour de l’animal dans la cage ressemble à la chute de l’homme vers un monde qui l’ignore, le corps qui se précipite, aveugle, résistant aux fils qui coupent les doigts. Chaque descente apporte avec elle une sentence d’os et de cendres tracée sur le front, une pulsation de l’index sur la région obscure, un oeil qui s’éveille quand tout s’est enfui. Nous comprenons bien tard que dans la gueule du tigre se révèle notre blessure ouverte.

 

 

 

Sobre un cuadro de Caspar David Friedrich

Un barco se multiplica frente a nuestros ojos, de sus velas penden las espadas que aniquilarán a los hombres. Ningún ángel podrá salvarlos, ahora que los animales duermen lejos y el paisaje se revela en una caligrafía extraña. Caminan hacia él impulsados por un gesto ciego, extraen la sal de la ola para cubrir su herida, mientras la tarde se cierra y la sangre fluye hacia otros lugares. Nadie es lo suficientemente viejo para morir o lo suficientemente joven para salvarse. En todos se revela la sombra y la intemperie. Ahí surge el misterio, bajo los signos secretos del aire, en el vértigo que no distingue de nombres, en la universalidad de la muerte y de la luz. Aquellos que vagan por la vida como por una estancia del sueño, comienzan a desconocer su destino, observan el incendio en el río y no temen, escuchan el canto de los ahogados, tocan las puntas de las lanzas, y cuando el asesino señala con su rifle, cierran los ojos y esperan. Eso que los lleva a su descenso, los acerca también al origen, en el que extraviados, con la plena ignorancia del mundo, se arrojan al mar y ven sus manos salir a la superficie. A diferencia de ellos, poco puede decirse de los que conocen la inmolación y la niegan, esos que nunca aprendieron de la mosca y su fugacidad o recibieron con humildad los estragos del invierno, para ellos la muerte es una casa lejana, repleta de huéspedes y campanarios, donde nadie más debe entrar. Al final del día no habrá que insistir en la permanencia y esconderse. La tierra siempre abre su pecho para encontrarnos.

 

 

A propos d’un tableau de Caspar David Friedrich

Un navire se multiplie devant nos yeux, à ses voiles pendent les épées qui anéantiront l’humanité. Aucun ange ne pourra la sauver, à présent que les animaux dorment loin et le paysage se révèle dans une étrange calligraphie. Ils marchent vers lui entrainés par un geste aveugle, extraient le sel de la vague pour en couvrir leur blessure, tandis que le soir tombe et le sang s’écoule vers d’autres lieux. Personne n’est assez vieux pour mourir, ni assez jeune pour se sauver. En chacun se révèlent l’ombre et la tourmente. C’est là que surgit le mystère,sous les signes secrets de l’air, dans le vertige où se mêlent les noms, dans l’universalité de la mort et de la lumière. Ceux qui errent dans la vie comme séjournant dans le rêve, commencent à ignorer leur destin, observent l’incendie sur le fleuve et n’ont pas peur, ils entendent le chant des noyés, touchent les pointes des lances, et quand l’assassin pointe son fusil, ils ferment les yeux et attendent. Ce qui les mène à leur chute, les rapproche aussi du début, quand égarés, en pleine ignorance du monde, ils se jetent à la mer et voient leurs mains apparaître à la surface. Contrairement à ceux-là, il n’y guère à dire de ceux qui connaissent l’immolation et la renient, ceux qui n’ont jamais rien appris de la mouche fugace, ou ont subi humblement les ravages de l’hiver, pour eux la mort est une maison lointaine, remplie d’hôtes et de clochers, où personne d’autre ne doit entrer. À la fin du jour il faudra renoncer à durer et se cacher. La terre ouvre toujours sa poitrine pour nous retrouver.

 

 

 

El círculo de la espera

Sobre el centro de esa región extranjera una voz antigua y sutil, como el lenguaje de los árboles, nos llama. La inmensa claridad del día atraviesa las cosas hasta romperlas, y junto a los muros las siluetas de los hombres se prolongan impulsadas por el movimiento del aire. Es la hora de lo terrible, de las palabras que no llegan a su destino, de la escritura que se detiene en el fondo de la sangre, de todo lo impronunciable y oscuro. Hemos ido demasiado lejos tras esquivar las abejas muertas que se cruzan a nuestro paso y reconocer un indicio de piedad en los ojos del asesino. Hemos iniciado un camino sin retorno, guiados únicamente por las imágenes del sueño y el rumor de la sombra que tarde o temprano nos llega. Es así como todo avanza. Nunca comprendemos la belleza de las cosas cercanas hasta que atravesamos una frontera invisible en el mundo. La línea que nos separa del origen, el espacio que no conoce la luz. Cuando el círculo de la espera se cierra y el jardín desconocido simula la casa de la infancia, asumimos nuestra condición de extranjeros. Sentados sobre una piedra, vemos los animales correr hacia las calles, como si nada sucediera, como si sus huesos fueran inmunes al disparo de Dios.

 

 

Le cercle de l’attente

Au centre de cette région étrangère une voix ancienne et subtile, comme le langage des arbres, nous appelle. L’immense clarté du jour transperce les choses jusqu’à ce qu’elle les brise, et rasant les murs les silhouettes des hommes s’allongent, sous la poussée de l’air en mouvement. C’est l’heure des choses terribles, des paroles qui n’arrivent pas à destination, de l’écriture qui s’arrête dans les profondeurs du sang, de tout ce qui est imprononçable et obscur. Nous sommes allés trop loin après avoir esquivé les abeilles mortes qui croisent notre chemin et reconnu une trace de pitié dans les yeux de l’assassin. Nous avons pris un chemin sans retour, guidés seulement par les images du rêve et la rumeur de l’ombre qui tôt ou tard nous atteint. C’est ainsi que tout avance. Nous ne comprenons jamais la beauté des choses qui nous entourent avant de traverser une frontière en ce monde. La ligne qui nous sépare des origines, l’espace qui ne connait pas la lumière. Quand le cercle de l’attente se referme et le jardin inconnu ressemble à la maison de l’enfance, nous assumons notre condition d’étrangers. Assis sur une pierre, nous voyons les animaux courir vers les rues, comme si de rien n’était, comme si leurs os étaient insensibles au feu de Dieu.

 

Traducción al francés de Antoine Barral.
De Incertidumbre del nombrar, edición trilingüe, Colombia, 2021.

 

 


Jennifer García Acevedo. Medellín, Colombia, 1995. Poeta, gestora cultural y tallerista. Sus poemas han sido publicados en diversas revistas, periódicos y antologías nacionales e internacionales. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Santos Soto (2019) y el Premio Internacional IFLAC WORLD Emprendimiento y Poesía, Argentina (2022). Participó en festivales internacionales de cine y literatura. Ha publicado Estaciones de lo invisible (Sakura ediciones, 2019), Escribir lo invisible (antología personal, nuevas voces editores, 2021) e Incertidumbre del nombrar (Sakura ediciones, 2021). Sus poemas han sido traducidos al inglés, vietnamita, árabe, francés y creole haitiano. Es directora del Festival internacional de Poesía Fredonia.

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia, a manera de homenaje, fue realizada a partir de la obra «Esmeralderos» del artista © Fernando Botero

 

año 3 ǀ núm. 15 ǀ enero – febrero – marzo  2023
Etiquetas: , , , , , , , , , Last modified: abril 19, 2023

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