Philippe Jaccottet
Delicadeza y desnudez vibran en la palabra del poeta suizo Philippe Jaccottet (1925-2021). Su obra, llena de un lirismo tan íntimo como misterioso, celebra la soledad, la vida, el paisaje y la naturaleza, el sueño y el amor. Agradecemos, en exclusiva para Abisinia Review, la traducción del francés al poeta colombiano Pablo Montoya, quien a su vez agradece los consejos, siempre atinados, de su amigo el escritor argentino, Christophe Barnabé, para esta versión.
La siembra
I
Quisiéramos conservar la pureza,
aunque el mal fuese una realidad.
Y no cargar el odio
a pesar de que la tormenta aturda los granos.
Quien sabe la levedad de los granos
temería adorar el trueno.
II
Sigo la línea indecisa de los árboles
donde los palomos del aire son un batir de alas:
tú a quien acaricio donde nacen los cabellos…
Pero bajo los dedos engañados por la distancia
el dulce sol se quiebra como una paja.
III
Aquí la tierra muestra su cansancio. Pero si llueve
un solo día, desde su humedad se adivina
un desorden del cual se sabe que saldrá renovada.
Por un instante, la muerte posee el aire fresco
de la campanilla de invierno…
IV
El día se alza en mí como un toro:
y quisiera creer en su fortaleza…
¡Si se pudiera extenuar al torero
y detener su ansia de matar!
V
El invierno, el árbol se recoge.
Luego un día la risa zumba
y el murmullo de las hojas,
ornamento de nuestros jardines.
Para quien no ama más a nadie,
la vida siempre está más lejos.
VI
¡Oh, primeros días de la primavera
jugando en el patio de la escuela
entre dos clases de viento!
VII
Me impaciento y me desasosiego:
¿quién conoce las heridas y quién los tesoros
que trae otra vida? Una primavera puede
brotar en medio de la alegría o soplar hacia la muerte.
–Y aquí está la mirla. Una muchacha tímida
sale de su casa. El alba palpita en la húmeda hierba.
VIII
A una gran distancia
veo la calle con sus árboles, sus casas,
y el viento fresco de la estación
que cambia a menudo de sentido.
Una carreta pasa con muebles blancos
entre la maleza de las sombras.
Los días se precipitan adelante,
lo que me queda, lo cuento en poco tiempo.
IX
Los mil insectos de la lluvia han trabajado
toda la noche; los árboles están florecidos de gotas,
el aguacero hace el ruido de un látigo lejano.
El cielo, sin embargo, ha permanecido claro; en los jardines,
la campana de las herramientas toca los maitines.
X
Este aire invisible
trae un pájaro distante
y los granos sin peso
de donde germinarán mañana
las lindes de los bosques.
¡Oh, el curso de la vida
obstinado hacia abajo!
XI
(El Sena, 14 de marzo de 1947)
El río se resquebraja y se enturbia. Las aguas suben
y lavan los adoquines de las orillas. Y el viento
como una barca oscura y alta ha descendido
del océano, cargado con un flete de granos amarillos.
Flota un olor de agua, lejano e insulso… Se tiembla,
con solo haber sorprendido unos párpados que se abren.
(Había un canal reluciente que seguíamos,
el canal de la fábrica, lanzábamos una flor
a la fuente, para encontrarla después en la ciudad…)
Recuerdo de infancia. Las aguas que nunca son las mismas,
ni los días: aquel que tomase el agua entre sus manos…
Alguien prende en la ribera un fuego de ramas.
XII
Todo este verde no se amontona, pero tiembla y brilla,
como la cortina rutilante de las fuentes
sensible a la menor corriente de aire; y en lo más alto
del árbol, parece que un enjambre de abejas rumorosas
se ha posado; paisaje leve
donde los pájaros invisibles nos llaman,
voces, desraizadas como granos, y tú,
con tu cabello cayendo sobre ojos claros.
XIII
De este domingo un solo instante nos convoca,
cuando los vientos y nuestra fiebre han caído:
y bajo la lámpara de la calle, escarabajos
se encienden para después apagarse. Como pequeños faroles
lejanos en el fondo de un parque, tal vez quieren festejarte…
Yo también había creído en ti, y tu luz
me ha quemado y luego se ha ido. Su cascarón seco
cruje al caer en el polvo. Otros ascienden en el aire,
otros resplandecen, y yo he permanecido en la sombra.
XIV
Todo dialoga conmigo: las lilas ansiosas de vivir
y los niños que extravían sus pelotas en
los parques. Luego las baldosas que volteábamos muy cerca,
desnudando raíz tras raíz, el olor
de la mujer en el trabajo… El aire tejiendo de sus pequeñeces
una tela temblorosa. Y yo la desgarraba,
a fuerza de estar solo y de buscar huellas.
XV
Las lilas una vez más se han abierto
(pero ya no sosiegan a nadie),
los colirrojos fulguran, y la voz de la sirvienta
se suaviza cuando habla a los perros. Las abejas
laboran en el peral. Y siempre queda,
al fondo del aire, esta vibración de máquinas…
De La seconde semaison: carnets 1980-1994, Gallimard, 1996.
La semaison
I
Nous voudrions garder la pureté,
le mal eût-il plus de réalité.
Nous voudrions ne pas porter de haine,
bien que l’orage étourdisse les graines.
Qui sait combien les graines sont légères,
redouterait d’adorer le tonnerre.
II
Je suis la ligne indécise des arbres
où les pigeons de l’air battent des ailes :
toi qu’on caresse où naissent les cheveux…
Mais sous les doigts déçus par la distance,
le soleil doux se casse comme paille.
III
La terre ici montre la corde. Mais qu’il pleuve
un seul jour, on devine à son humidité
un trouble dont on sait qu’elle reviendra neuve.
La mort, pour un instant, a cet air de fraîcheur
de la fleur perce-neige…
IV
Le jour se carre en moi comme un taureau :
on serait près de croire qu’il e§t fort…
Si l’on pouvait lasser le torero
et retarder un peu la mise à mort !
V
L’hiver, l’arbre se recueille.
Puis le rire un jour bourdonne
et le murmure des feuilles,
ornement de nos jardins.
Pour qui n’aime plus personne,
La vie est toujours plus loin.
VI
Ô premiers jours de printemps
jouant dans la cour d’école
entre deux classes de vent !
VII
Je m’impatiente et je suis soucieux :
qui sait les plaies et qui sait les trésors
qu’apporte une autre vie ? Un printemps peut
jaillir en joie ou souffler vers la mort.
— Voici le merle. Une fille timide
sort de chez soi. L’aube est dans l’herbe humide.
VIII
À très grande distance,
je vois la rue avec ses arbres, ses maisons,
et le vent frais pour la saison
qui souvent change de sens.
Une charrette passe avec des meubles blancs
dans le sous-bois des ombres.
Les jours s’en vont devant,
ce qui me reste, en peu de temps je le dénombre.
IX
Les mille insec´tes de la pluie ont travaillé
toute la nuit ; les arbres sont fleuris de gouttes,
l’averse fait le bruit d’un fouet lointain.
Le ciel est pourtant resté clair; dans les jardins,
la cloche des outils sonne matines.
X
Cet air qu’on ne voit pas
porte un oiseau lointain
et les graines sans poids
dont germera demain
la lisière des bois.
Oh ! le cours de la vie
entêté vers en bas !
XI
(La Seine le 14 mars 1947)
Le fleuve craquelé se trouble. Les eaux montent
et lavent les pavés des berges. Car le vent
comme une barque sombre et haute est descendu
de l’Océan, chargé d’un fret de graines jaunes.
Il flotte une odeur d’eau, lointaine et fade… On tremble,
rien que d’avoir surpris des paupières qui s’ouvrent.
(II y avait un canal miroitant qu’on suivait,
le canal de l’usine, on jetait one fleur
à la source, pour la retrouver clans la ville…)
Souvenir de l’enfance. Les eaux jarnais les mêmes,
ni les jours: celui qui prendrait: l’eau dans ses mains…
Quelqu’un allume on feu de branches sur la rive.
XII
Tout ce vert ne s’amasse pas, mais tremble et brille,
comme on voit le rideau ruisselant des fontaines
sensible au moindre courant d’ air ; et tout en haut
de l’arbre, il semble qu’un essaim se soit posé
d’abeilles bourdonnant ; paysage léger
où des oiseaux jamais visibles nous appellent,
des voix, déracinées comme des graines, et toi,
avec tes mèches retombant sur des yeux clairs.
XIII
De ce dimanche un seul moment nous a rejoints,
quand les vents avec notre fièvre sont tombés :
et sous la lampe de la rue, les hannetons
s’allument, puis s’éteignent. On dirait des lampions
lointains au fond d’un parc, peut-être pour ta fête…
Moi aussi j’avais cru en toi, et ta lumière
m’a fait brûler, puis m’a quitté. Leur coque sèche
craque en tombant dans la poussièie. D’autres montent,
d’autres flamboient, et moi je suis resté dans l’ombre.
XIV
Tout m’a fait signe : les lilas pressés de vivre
et les enfants qui égaraient leurs balles dans
les parcs. Puis, des carreaux qu’on retournait tout près,
en dénudant racine après racine, l’odeur
de femme travaillée… L’air tissait de ces riens
une toile tremblante. Et je la déchirais,
à force d’être seul et de chercher des traces.
XV
Les lilas une fois de plus se sont ouverts
(mais ce n’est plus une assurance pour personne),
des rouges-queues fulgurent, et la voix de la bonne
quand elle parle aux chiens s’adoucit. Les abeilles
travaillent dans le poirier. Et toujours demeure,
au fond de l’air, cette vibration de machines…
Philippe Jaccottet (Moudon, Suiza, 1925-Grignan, Francia, 2021) es una de las grandes voces de la poesía en lengua francesa. Su obra, llena de un lirismo tan íntimo como misterioso, celebra la soledad, la vida, el paisaje y la naturaleza, el sueño y el amor. Casi la totalidad de su obra (la poesía, los ensayos, sus notas de diario) ha sido publicada en la prestigiosa colección La Pléiade, en 2014. Entre sus libros más importantes están Paseo bajo los árboles, El ignorante, Aires, La oscuridad, Elementos de un sueño, Paisajes con figuras ausentes, Pensamientos bajo las nubes, Cuaderno de verdor y sus Carnets contenidos en La siembra. Jaccottet, igualmente, se desempeñó como un traductor eminente. Tradujo al francés autores como Goethe, Hölderlin, Rilke, Robert Musil y Thomas Mann.
Pablo Montoya nació en Barrancabermeja, Colombia en 1963. Es poeta, novelista, ensayista y docente. Doctor en Literatura de la Universidad de La Sorbonne. Premio Rómulo Gallegos 2015 y Premio Casa de las Américas-José María Arguedas 2017 por su novela Tríptico de la infamia. En el año 2016 obtuvo el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra. Actualmente, es profesor titular de literatura de la Universidad de Antioquia.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra:
Conair
100x150cm
De la artista mexicana © Ninfa Torres