Moncef Ouhaibi
A las caravanas de los árabes, sarracenos, amazighs,
africanos, soninkés gitanos de la era en las puertas
de cada ciudad o castillo.
Rastreando sus días, recibiendo sus palabras. Desde
la casa de Al-Kindi, y de las ruinas de Khawla.
Tengo un palo reflector, para que no interfiera la arena
entre nuestras ruinas y las suyas.
En el sol la estoy cosiendo y en un viento igual que
el viento de un horno y sobre ella proyecto
mi sombra. Con ella
salto el agua, y muevo las palabras como brasas.
La estaba librando de su promesa,
y oriento mi ritmo al compás del ritmo de su métrica,
hasta la última palmera en el agua malograda.
El cielo gira en los pliegues de su azul y de sus espejos
verdes (y las cosas
Son tan hermosas cuando se corrompen o se cambian)
ahí donde la sal en el desierto era nieve,
Tal vez se me confundan los senderos y los desfiladeros,
si no tuviera mi lengua, tengo las palabras
como yeguas.
Solía decir esta es la imagen de la tierra cercana
y la lejana era tierra ajena. Del libro de su Ptolomeo
hasta Ibn Hawqal
en “Los senderos y los reinos, los desiertos y
las perdiciones”, ya que se derrumba en los países
de los Romanos y del Cáucaso.
Traspasar desde las caminatas nocturnas de Bagdad, el
singular de sus soles, hasta Prolegómenos de
Ibn Jaldun.
Escribiendo la Historia del Crepúsculo, asomándose
desde Taghazut. Y solo las estepas, estepas de Orán,
a los mercados de Biskra y Mequinez. Y las puertas
africanas, incluso
las pistas de carrera que hay ahí en los mercados de
Cádiz. Por encima,
todos llevábamos los títulos de nobleza,
todos los títulos de esclavitud eran nuestros caballos.
hasta el País de Gales y Grecia,
hasta “Giorgione” velando en el lienzo de
la Gitana / el Soldado
en Roma, y la música y de “Scarlatti y su órgano”,
las melodías adornadas como nuestras mujeres.
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Moray cristianos
Arroz de cristianos somos habas de los musulmanes,
juntos nacemos o naceremos detrás de los muros
de la ciudad,
estamos en carros de paja,
en tren o en barco (el Arca de Noé),
o barcas que atraviesan las cumbres de las olas
del mar de los
Romanos. Quiero decir que somos los mercaderes
de maletas,
las escobas, las cucharas y de los percheros.
Somos los vendedores de los caballos, los adiestradores
de los caballos
y los mozos de sus cuadras, somos los cuidadores
de las medicinas
y del forraje, nosotros somos los fabricantes de las palas,
y fabricantes de las mesas, de las sillas y de las mantas
somos nosotros,
los cesteros y los recolectores de uvas, vinicultores
de vinos reales
y los lavanderos del oro de los reyes.
En las carreteras rápidas, tenemos bares y ventas,
tenemos pescado y frutas.
Tenemos tinajas de vino envejecido en la piel de cabras,
o huevos de caviar salado,
rebanadas de jamón con especias. Tenemos heno
y cebada
para los caballos, los nuestros… Somos los creadores
de los juegos de osos, los guardianes de las genealogías,
nosotros
y nuestra madre es una cierva de Abraham.
De los hijos del río Nilo, de los árabes de Najd,
los descendientes
de Qahtan, y de los Munadhiridas de Irak, y de los
Gasánidas del Sham,
los musulmanes de Granada, conversos y bautizados
(y en pantalones
de seda agujereados esconden la seña de sus peines)
mercaderes
en el valle del río en Senegal, y somos bandoleros
en los caminos,
saqueamos a los peregrinos en los mercados de La Meca.
Comerciantes de cubos en cuero y somos atlas de pozos
en los desiertos,
En Chingueti, comerciantes de esclavos, secuestradores
de mujeres
de las tierras de bananas, ninfas de Ualata: oro, dinero,
plata,
en el cabello, en el pecho o en la nariz.
En las fiestas de los cuerpos de las soninkés, robamos
los bordes
de las pestañas de las mujeres.
Convertimos las moras en manzanas. Tenemos
de la alquimia un fuego,
un mercurio del perfume de cuyo maligno metal
elaboramos pulseras y
pendientes para ellas. Somos falsificantes de devisas
en Madrid o en Roma, cambistas, y corredores,
y nuestras bolsas son las calles y las callejuelas.
No tenemos lugar, ladrones de noche, usurpadores
de día:
(Mi padre llama a mi hermano cerca del granero:
«Cierra bien el pestillo de la puerta, hijo del gran perro,
no lo olvides.»
Se extiende la oscuridad. Pero el hombre de las lámparas
no nos llevó el aceite en la jarra aquella noche,
y no nos iluminó las plazuelas de la aldea).
*****
Vencidos por las mujeres hermosas, por el vino y el
cáñamo.
Con los zorros y los lobos estamos
con las cigüeñas y las grullas.
Brindamos y tragamos las copas,
a veces igual que ellas lloramos, e igualmente cantamos
los cantos
de las cabras lechosas de Alepo,
y a veces igual nos reímos.
Nuestras son las viñas, las huertas de guisantes y
sus mujeres,
Y aquellas paradas en el camino y en la acera,
son nuestras mujeres
siguen leyéndonos nuestro destino en los astros.
*****
La noche me es estrecha en “Galera”, y el vestido
era la sombra
de su desnudez. El vestido es el peso de la sombra,
de la cual tenía los labios semejantes a la negrura,
y de la que tuve
crías de pájaros cuando todavía eran pequeños
y cambiaban de plumas,
y los deseaba, yo estaba casi, pero…
En Granada debajo del muro crecían los higos, cuando
yo era pequeño,
bajaba, los recogía lentamente y volvía trepando el muro,
en mi boca
había toda su leche que tengo para ti
oh mi señora reina. Eras mía, y las plumas latían debajo
de tu piel.
Tengo la saliva de sus hierbas cubiertas de pelusa,
Y el pájaro de Miriam excitado en un retazo de cuero,
en la puerta de su mezquita,
Y yo tengo este canto, el amor después de la muerte
es como la muerte
después del amor. Era la regla de tres,
¿Quién es, entonces, este extraño soninkés? ¿Yo?
(Mi nombre es Mamada Safid Kone. Yo me enamoré
en Ouagadugu de la
hermosa Yatabaré,
Su dote era la serpiente Python. Cada año la más bella
de las mujeres soninkés se le entrega como ofrenda,
dos ojos blancos
se encienden en sus ojos. ¿Díselo o serán dos huevos?
Me olvidé, tenía siete cabezas, y se las corté. Me olvidé
de eso si no fuera por mis enigmas en Bambara
tenemos un campo de melones cosechado por
las estrellas)
Nosotros en el “caleidoscopio” somos libres y miserables.
Piratas y
reclutas, herejes y una mezcla de la chusma, de híbridos
y de nobles,
poetas y bastardos somos, bienhechores, generosos
y enamorados.
Podemos amar, y no amar, inocentes la inocencia
de los muertos somos.
Y asesinos, puede que vuelvan los asesinos al lugar,
y nosotros no
volvemos, nosotros en Madrid o en Cataluña somos
fantasmas, bidanes y
sudaneses, griegos y árabes. Barberos, sastres y tejedores.
Cocheros, laminadores, constructores, cobreros,
herreros, escultores,
y poetas de zéjeles…
Pirata en el mar de los romanos, era con la edad
de veinte años,
encadenado al remo a los cincuenta, día y noche,
en la flota, en
Iberia, en el Atlántico, y frotando las tablas con fibra.
Me esposaron las manos a la espalda
Tratto di corda
Y llevado sobre las muñecas en las plazas de Milano
y Turín. El cielo
estaba tan lejano,
Estoy en Transilvania György Dózsa el rebelde campesino
Giorgy Dozsa
y mi gente, los gitanos de Timisoara, ellos nos crearon
un trono, una corona, y un cetro de hierro
luego avivaron el fuego en el fuelle de sus fraguas,
y saborearon con gusto
mi carne al ritmo que se desvanecerá.
En Andalucía soy
El Tuzani de la Alpujarra
«El señor de la Alpujarra», tengo Berja y Gabia.
En las colinas de plata está nuestra alta tapia
y tengo Castilla / Granada y los llanos verdes
de la Vega entre ellas.
Soy de un tragaluz en la torre de Boabdil en la Alhambra.
Veía Castilla y sus jinetes en la puerta esperando,
y veo el trigo que estaba madurando en las llanuras,
y en el brillo del sol estaba el zumbido de las abejas
entre dos luces
que cabalgaban del norte al sur y del sur al norte.
Como nosotros todos los moriscos
yo estoy en “la obra de Garcilaso”
y en “el cerco de la ciudad de Santafé” me vestía sus trajes,
y en los juegos de máscaras vi mi cabeza en la punta
de las lanzas
de mi gente.
En Valencia, sobre la punta de los dedos, solía bailar
en algún bordado de lana nuestro,
En Évora, en el Atlántico, cuántas veces he cantado
en la comedia
de la Generación de Vicente.
Ofrecía nuestros caballos para la venta con arrogancia
al compás de un fado en las teclas blancas del piano.
En Granada al ritmo del martillo y de la fragua estábamos.
Despertábamos a nuestros antepasados reunidos
en la cueva hueca de los que comen piedras en las
afueras de “Sacromonte”.
cerca de los hornos de ladrillos en ruinas, generosos
y maliciosos.
Para nosotros este flamenco es “la voz de la sangre
derramada”,
mi canción triste cante jondo
y cuando sus alcázares se iluminaban –los Nazaríes–,
nosotros
cruzábamos el río Darro
en casas de corteza, cáñamo y mimbre, yendo y detrás
de ellas
caminábamos, tirando de los toros y las mujeres.
1492: Colón se va hacia su Nuevo Mundo (Nuestro Dios
posicional
América)
y nosotros íbamos hacia África.
Todavía no vino nuestro tiempo, nos hemos envejecido
y muerto
Despertamos las palabras de una lengua pesada
que duerme en la gracia del olvido,
de su cadáver todavía se levanta la voz de la casa de Al-Kindi,
y de las ruinas de Khawla.
Y que así sea
tenemos sarracenos, amazighs, africanos, soninkés
en las puertas de cada ciudad o castillo, en cada mar
o desierto
La égloga
tenemos siete artes, y la muerte su octava y su domesticista.
Ahora, hasta en el arca de Noé, estamos anclados
en “Ayn Warda”
rompemos el arca y bajamos
nosotros y los animales
sudaneses y bidanes
juntos y cogidos de las manos,
de cada especie un par,
nos enfrentamos a las montañas de olas,
y desnudos salimos a la vida.
Traducción de Khalid Raissouni
Del libro Con la penúltima copa (Editorial Mesqueliani, 2019)
Moncef Ouhaibi. Nació en Hajeb El Ayoun en 1949. Poeta, periodista, guionista documental y de ficción y profesor emérito de lengua y literatura árabes en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Susa, miembro de la Academia Tunecina de Ciencias, Letras y Artes. Sus últimos poemarios publicados son Metafísica de la rosa de arena (1999) y Libro del Índice de Palos y Animales (2007) y la novela La amante de Adán (2012). Recibió el Premio Sherga en 2023, entre otros reconocimientos.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del poeta, pintor y crítico de arte venezolano Juan Calzadilla ©