Written by 3:49 am Crítica, Ensayo

Hablemos de la poesía de Darío Lemos

Stefhany Rojas Wagner

 

Abisinia Review le dedica el dossier de su edición No. 16 al poeta colombiano Darío Lemos. Presentamos a continuación el ensayo Hablemos de la poesía de Darío Lemos, escrito por la poeta y editora Stefhany Rojas Wagner, y publicado en su resiente obra rescatada Sinfonías para máquina de escribir. Edición Homenaje: Obra completa, cartas, testimonios, videoteca y manifiesto (2023), publicado por Abisinia Editorial. El lector hallará al final las rutas para acceder a todo el contenido del dossier.

 

 

 

No se puede concebir ninguna obra de arte
que tenga una existencia separada de la vida misma.
ARTAUD

El voz a voz literario ha puesto sobre la mesa la marginalidad, la extravagancia y los excesos en la vida de Darío Lemos; su paso por el Nadaísmo y su apropiación íntima de esta corriente artística y filosófica contracultural de los años 50 en Colombia. El malditismo es el fenómeno que se menciona y que se referencia cuando se habla de la figura de «el más Nadaísta de todos», aunque me atrevo a decir, el más desconocido.
…..¿Pero, por qué hablan de Darío Lemos y no de su poesía? ¿Qué hay detrás del poeta más allá de su figura de poeta? Sinfonías para máquina de escribir (Colcultura, Bogotá, 1985), su único libro publicado en vida, dividido en cinco estancias y un apéndice, compilado por el poeta Jotamario Arbeláez, recopila poemas y correspondencias escritas desde los 20 años del poeta. Dicho libro logra dar un panorama del crecimiento de una escritura autorreferencial sobre un yo poético que se desmiembra a sí mismo.
…..Si damos una mirada a la Estancia primera. Sinfonías para máquina de escribir, desde los poemas iniciales presentimos una poesía que se desmigaja, que da cuenta de unestado del alma devastado, pero sensible. Este es el inicio de la desnudez de un yo poético desencarnado, lúcido en su interrogación sobre su propio ser, que se nombra, se reconoce y se reinventa usando los recursos de la ironía y el humor, como podríamos ver en el poema Yo soy Dariolemos: «Yo soy de nombre y  apellido dariolemos. Todo el mundo cree que dice una gran verdad cuando declara que existe. Yo digo para contrariar la verdad que yo no existo». Una poesía que establece su juego con el lenguaje al fracturar el sentido de los versos y su coherencia, su temporalidad, igualmente presente en Poema de mi idiotez: «Me duelen los kilómetros que anduve cuando viejo», y posteriormente en las Sinfonías. Allí encontramos un lenguaje que pretende ser y sostenerse desde la dislocación de la imagen y la metáfora, desde el absurdo y la subjetividad, recursos muy propios del surrealismo, que evidentemente tiene que ver con los postulados de la estética Nadaísta frente a la poesía. Con esto último recordemos la siguiente cita del tercer pasaje «El Nadaísmo y la Poesía», del Primer Manifiesto Nadaísta (1958) escrito por Gonzalo Arango: «La poesía Nadaísta es la libertad que desordena lo que ha organizado la razón, o sea, la creación inversa del orden universal y de la Naturaleza»1.
…..Un desorden, o mejor, un propio orden de las palabras obedientes a un movimiento contracultural que le hacía frente a la tradición literaria colombiana. Una «guerrilla» que convulsionaba la literatura y desde allí irradiaba la cultura y el pensamiento del país. Lemos ocupó esos espacios de la poesía que se revolucionaban y los hizo propios, modeló la palabra en la búsqueda de una belleza visceral y purificadora; rechazó en su creación realidad y razón, y contempló la honda fisura que hay en el lenguaje.
…..En la Estancia segunda. Los cantares del cantor, estas imágenes persisten y la lectura de Maiakovski se advierte en sus formas y su propuesta disruptiva. La poesía de Lemos comienza a verse acompasada por un hilito de luz triste que la atraviesa y la entibia. Es, en esta segunda parte, donde inicia la aparición de Boris, una presencia espiritual en la obra de Lemos que cumplirá el papel de aquel que acompaña y da esperanza en el paso del poeta a través del infierno. Vemos a una voz que se erotiza y que reflexiona sobre la muerte con la que, por medio de su hijo, e incluso de la blasfemia, lava su cuerpo para prepararlo al «vientre exterior».
…..En todo el libro presenciamos el desdoblamiento del poeta que anhela y que «peregrina» a la montaña, y vemos a la montaña como un personaje, un símbolo del ascenso hacia la claridad. Con esto el lector puede traer la presencia de la montaña en Así habló Zaratustra de Nietzsche; La montaña mágica de Thomas Mann; Animal de invierno, poema de José Watanabe, e incluso la montaña de Tabor, en la cual, según los relatos bíblicos, es donde Jesucristo se transfigura. En todos estos referentes está la elevación del pensamiento, ya sea en la iluminación, la «falsa resurrección» o la locura. En la creencia de los antiguos egipcios, para llegar al mundo de los muertos había que emprender un ascenso a la montaña. Y es este símbolo, precisamente, donde el yo poético de Lemos se transforma y ve los mundos que colapsan, como sucede en el poema Aries como el apocalipsis: «Estoy muy alto en la montaña, y no me equivoco./ El estallido de Marte el 10 de septiembre me quemó/ todo el cuerpo/ y me llenó de luz».
…..A medida que transitamos el libro, nos adentramos en una oscuridad íntima, bélica, violenta. En estos poemas palpita una fuerza creativa que explota, asistimos a la fragmentación y al recogimiento de un ser que colisiona en su interior. La locura, el encierro, la soledad y la enfermedad son protagonistas principales.
…..En la Estancia tercera. El recluso perpetuo, los poemas se hilan con un lenguaje más objetivo, pese a que la transgresión del mismo persista; la poesía adquiere un tono narrativo y se enriquece la percepción de los sentidos con la descripción del ambiente denso y cruel del hacinamiento. El yo poético siempre está al borde, el dolor asoma su cabeza espesa y frondosa por los resquicios de los poemas. Si se concibe la poesía de Lemos como autorreferencial, aquí este carácter adquiere más intensidad, se poetiza un yo, un santo delincuente, un «espíritu [que] está extraviado en una selva muy oscura/ del África», y con él el lector deambula en «cárceles menores,/ patios de leprocomios,/ ciudadelas de Dios,/ esas casas de locos de solos corredores/ por donde se pierde la conciencia más lúcida» y hasta en el propio cuerpo del poeta.
…..Vemos cómo, gracias a la poesía, Lemos traspasa los límites de lo posible y le crecen unos aparatos extravagantes a los que bautiza alas. Como diría él mismo en el documental Darío Lemos, un retrato dirigido por Víctor Gaviria: «es que cuando a uno le amputan las piernas, le crecen las alas». En esta estancia aparece Carta al juez, primera correspondencia que compone Sinfonías para máquina de escribir y con la cual, a través de un discurso tejido con inteligencia y reflexión, consigue su salida de la cárcel: «¡Yo tengo demasiada conciencia para vivir limitado por muros! Mi espíritu tiene alas muy largas y la vida me parece bella. ¡Merezco vivir señor juez! Estos delincuentes que caminan y duermen conmigo en este infierno me hacen comprender que la sociedad está enferma». Hay en el libro un poeta que observa las fisuras de la sociedad, que es consciente del malestar y la descomposición del sistema, y que, al analizar sus formas y su comportamiento, decide su renuncia definitiva.
…..Al adentrarnos a la Estancia cuarta. El valle de la permanencia, nos encontramos con la célebre frase «espero llegar a cero ceremoniosamente» en el primer poema. Y es que se comienza a advertir que la poesía de Lemos está cargada de rito, de una luz oscura que gotea de las páginas. Vimos en este tránsito una ida a la montaña y acá experimentamos al ermitaño que crítica la vida moderna y se desprende de ella totalmente como un caparazón. El poeta adquiere una segunda inocencia y entendemos que, parafraseando a Rilke: «la verdadera patria del hombre es la «locura»». La estancia tiene un intimismo que nos invita a permanecer y sentir.
…..En estos parajes sus autores medulares asoman la cabeza como en el poema Las manos heridas: «Yo estuve con Genet en la cárcel y con Artaud/ en el sanatorio,/ yo ayudé a despegar la oreja que cercenó Van Gogh/ vilmente»; es la capacidad de acompañar que tiene la poesía y el arte, aquello que florece en estos versos. El yo poético transita la soledad con las manos del hijo adoloridas, con sus propias manos colmadas de cólera. Sin embargo, pese al cuerpo mutilado que retrata, pese a la víscera enferma y besada por las moscas, el anhelo y la esperanza palpitan en la poesía de Lemos, el poeta escarba en su condición humana, purifica su alma en el «agua estancada de la pena» para emerger fresco con un espíritu de Santo nuevo y brillante.
…..El poeta en todo el libro declara yo soy con una conciencia firme, y en su prisma del ser se concibe salvaje y crudo como un ángel marginado, como el rey de su propio infierno; paga a Caronte su libertad con la negra moneda del ostracismo. En este sentido la escritura de Lemos es orgánica, vital, cruel en su sinceridad, con inclinaciones a la ternura, el absurdo y la melancolía; retrata con fidelidad una guerra que se cuece vivamente en el interior.
…..Lemos es un poeta que navegaba en el mundo de la representación, del símbolo y de la metáfora; esta búsqueda y este existir marítimo lo encontramos en la Estancia quinta. Ángel de la tierra, allí el autor viaja, tanto imaginaria como físicamente, hacia el mar. Un peregrinaje al centro acuático, ya sea de la infancia, ya sea de la memoria. Recordemos los arquetipos de Jung, donde el mar toma la forma del inconsciente, el descenso a la oscuridad profunda del ser para luego reflotar en la luminosidad del agua, las emociones que se desbordan en el sueño y el misterio. En este viaje el movimiento no cesa: «Voy hacia el mar./ El tren me mueve y no puedo escribir./ Pero ALELUYA». Hay gozo en el camino, está la sal, el Sol y el hastío; pero también está la angustia del poeta que sopesa un lenguaje que no alcanza a nombrar la cosa, en contracorriente, a una palabra que en sí misma encierra más belleza que lo nombrado.
…..En esta misma estancia Lemos reflexiona sobre el Nadaísmo y su generación en Carta del sanatorio: «qué es eso de «retirarse» del Nadaísmo,/ «dejar de ser nadaísta», el nadaísmo no es institución, es un «estado mental», el espíritu desahogado». Y posteriormente en Carta del más anónimo nadaísta a los menos: «la vivencia nadaísta ―el camino que yo elegí― es doloroso como un beso bajo un diluvio de salmuera». Hay conciencia de haber sobrepuesto la estética nadaísta a una vida de escritura, y de hacer del propio cuerpo un material moldeable para transmutarlo en la palabra.
…..En la correspondencia presente en Apéndice. Las naves quemadas leemos a un Darío Lemos que, si bien, deambula en las habitaciones del poema para conjurar la oscuridad y la luz, en dicha correspondencia el poeta reafirma la hondura cotidiana de su pensamiento. Hay cartas que tejen con belleza una sensibilidad contemplativa muy particular, líneas que tienen la capacidad de conmover y de ser memorables como: «Mis dientes se quebraron contra las puertas del sol», o «mi pie está podrido, pero mi alma es la mejor uva de cualquier viñedo», o «porque los poemas cuando se publican son como hijos que se van».
…..Aquí se enfatiza nuevamente en el mundo interior minado por la guerra contra el cuerpo, un cuerpo que, a medida que se pudre, es atravesado por la poesía: «Yo escribo un poema cada año, van saliendo por el recto las letras doloridas». Lemos el brujo, Lemos el santo, hunde las mano en la oscuridad para sacar su espíritu incendiado. Cuando Lemos dice que continúa «fielmente los pasos de Rimbaud», no significa que él imitaba al poeta francés, sino que su propuesta poética era su forma de hacer presencia en la existencia, en el ser, inventado o no, siempre al borde del lenguaje. De allí la mítica frase: «Poesía es mi vida, lo demás son papelitos».
En estas cartas entramos a otra dimensión íntima de Lemos, ya no con la palabra empuñada, sino con la voz del poeta que deshuesa su lenguaje e indaga: «¿De qué sirve la poesía? Ni siquiera de apoyo cuando te falta un pie. […] La poesía debía servir para algo. Trataré de no escribir nada bello». ¿Cómo es que el poeta, padeciéndose a sí mismo, fue capaz de hablar de lo bello y lo vital?
…..La literatura de Darío Lemos es visceral, notablemente autobiográfica y ficticia, pero a la vez mitificada, porque su tránsito convierte al marginado en Santo. Dicho santo es, en Lemos, quien rechaza los valores y las estructuras morales para desarraigarse voluntariamente de la sociedad; quien da importancia, sobre todo, a la belleza que se encuentra en la miseria, en la sordidez y en la libertad del espíritu. Hay fealdad, provocación y ternura en la obra de Darío Lemos, y es la fuerza interna y esencial de su poesía lo que mantiene al poeta vivo entre nosotros.

Tópaga – Bogotá, 2023

 

  1. Arango, Gonzalo. Primer Manifiesto Nadaísta. Medellín, Tipografía y Papelería AMISTAD Ltda., 1958.

 

 

Stefhany Rojas Wagner nació en Bogotá, Colombia, en 1994. Es poeta, artista, editora y gestora cultural. Es co-fundadora y directora de Abisinia Editorial y de la revista argentina Abisinia Review. Fue ganadora de la convocatoria de Pasantías en Bibliotecas Públicas del Programa Nacional de Estímulos, Ministerio de Cultura de Colombia, 2019, con el libro-objeto de entrevistas a mujeres que han sufrido la violencia en el municipio de Guatapé Mi cuerpo como un río (Medellín, 2019).  Breve tratado de la melancolía es su primer libro de poesía el cual fue uno de los ganadores del VIII Premio Nacional de Poesía Obra Inédita (2020), publicado con Valparaíso Ediciones (2021).

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre

 

año 3 ǀ núm. 16 ǀ abril – mayo – junio  2023
Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , Last modified: julio 2, 2023

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