Aloysius Bertrand
Considerado como uno de los fundadores del género del poema en prosa, compartimos seis textos de «Gaspar de la noche» del poeta Aloysius Bertrand (Ceva, Piamonte, Italia, 1807-París, 1841), cuyo reconocimiento se lo debemos a Charles Baudelaire, quien lo menciona como una influencia directa en su dedicatoria del «Spleen de París». La traducción se la agradecemos al poeta y editor colombiano Federico Cóndor e invitamos a adquirir el libro, publicado en 2017, en nuestra hermana Editorial Domingo Atrasado.
II
El albañil
El maestro albañil. —Mirad esos baluartes, esos contrafuertes: parecen construidos para la eternidad.
Schiller. Guillermo Tell
El albañil Abraham Knupfer canta con la espátula en la mano montado en un andamio tan alto allá en los aires que, mientras lee los versos góticos de la campana mayor, nivela con los pies la iglesia de los treinta arcos y la ciudad de las treinta iglesias.
……Ve como los monstruos de piedra vomitan el agua de las pizarras en el abismo confuso de las galerías, ventanas, pechinas, campaniles, torrecillas, tejados y andamiajes, a los que mancha como un punto gris el ala recortada e inmóvil del halcón.
……Ve las fortificaciones recortadas en forma de estrella, la ciudadela que presume como una gallina en un pastel, los patios de los palacios donde el sol seca las fuentes y los claustros de los monasterios donde va girando la sombra en torno a los pilares.
……Las trompas imperiales se han alojado en el barrio. Por allá va un caballero tocando el tambor. Abraham Knupfer distingue su sombrero de tres picos, sus cordones de medida incierta en lana roja, su escarapela atravesada por una trencilla y su faldón atado con un lazo.
……Ve, a sí mismo, a unos ladrones que, en el parque engalanado con gigantescos ramajes, sobre amplios cuadros de hierba color esmeralda, acribillan con los disparos de sus arcabuces a un pájaro de madera ensartado en la punta de un árbol de mayo.
……Y por la noche se durmió la nave de la catedral, acostada con los brazos en cruz, él vislumbro desde la escalera, allá en el horizonte, un pueblo incendiado por los guerreros, que rutilaba como una cometa en el azul del cielo.
V
El vendedor de tulipanes
El tulipán es, entre las flores, lo
que es el pavo real entre los pájaros.
El uno carece de perfume el
otro, de voz; el uno se enorgullece
de su atuendo, el otro, de su cola.
El jardín de las flores raras y curiosas
No se oía ningún ruido a no ser el que hacían las páginas de vitela al arrugarse entre los dedos del doctor Huylten, que no apartaba los ojos de su Biblia sembrada de miniaturas góticas, sino para admirar el oro y la púrpura de dos peces cautivos entre los húmedos blancos de una pecera.
……Se abrió la puerta: era un vendedor de flores, que traía los brazos cargados de macetas de tulipanes, y que se disculpó por interrumpir la lectura de tan sabio personaje.
……«Maestro—le dijo—, traigo aquí el más preciado de los tesoros, la maravilla de las maravillas: ¡Una cebolla de las que sólo florecen una por siglo en el serrallo del emperador de Constantinopla!
……— ¡Un tulipán! —exclamó el anciano enfadado—. ¡Un tulipán! ¡Ese símbolo del orgullo y la lujuria, que engendraron en la desdichada ciudad de Wittemberg las detestables herejías de Lutero y de Melanchton…!»
……Maese Huylten cerró el broche de su Biblia, metió los lentes dentro de su estuche y corrió la cortina de la ventana, lo que permitió ver, a la luz del sol, una flor de pasión con su corona de espinas, su esponja, su látigo, sus clavos y las cinco llagas de Nuestro Señor.
……El vendedor de tulipanes se inclinó con respeto y en silencio, desconcertado por una mirada inquisitiva del duque de Alba, cuyo retrato, obra maestra de Holbein, estaba colgado en la pared.
VII
La viola de gamba
Reconoció sin vacilar el descolorido rostro de su íntimo amigo Jean Gaspard Debrau, el gran payaso de los funámbulos, que lo miraba con expresión indefinida, entre maliciosa y bonachona.
Théophile Gautier. Onuphrius
Al claro de luna,
Amigo Pierrot,
Préstame tu pluma
Para escribir yo.
Se apagó mi vela
La lumbre murió
Ábreme tu puerta
por amor de Dios
Cancioncilla popular
Apenas el maestro de capilla hubo interrogado con el arco a la viola profunda, ella le respondió con un borboteo burlesco de bromas y trinos, como si llevará en el vientre una indigestión de comedia italiana.
……Primero fue la dueña Bárbara, que reñía al imbécil de Pierrot por haber dejado caer — ¡El muy torpe!— La caja que contenía las pelucas del señor Casandro, con lo cual todo el polvo se vació en el piso.
……Casandro tuvo que recoger su peluca, y Arlequín aprovechó la ocasión para darle un puntapié en el trasero al papanatas y Colombina tuvo que limpiarse las lágrimas: lloraba de tanto reír; y Pierrot ensanchó la boca hasta las orejas, con una mueca enharinada.
……Más pronto, a la luz de la luna, Arlequín, cuya vela se había apagado, suplicó a su amigo Pierrot que descorriera los cerrojos para encendérsela de nuevo, tanto es así que el traidor raptó a la joven junto con el cofrecito del viejo.
……— ¡Que Job Hans, el fabricante que me vendió esta cuerda se vaya al diablo!, —exclamó el maestro de capilla recostando la polvorienta viola dentro de su raído estuche. —La cuerda se había roto.
IX
El aquelarre
Ella se levantó por la noche y, tras encender la vela,
tomó una raba y la ungió; luego, con sólo
decir unas palabras, fue transportada al aquelarre.
Jean Bodin. Sobre la demonomanía de las brujas
Había allí una docena de brujos que comían sopa de cerveza, y cada uno de ellos manejaba el hueso del antebrazo de un muerto a modo de cuchara.
……La chimenea estaba roja de brasas, las velas eran como setas entre el humo y los platos exhalaban un olor a fosa en primavera.
……Y cuando Maribas reía o lloraba, se veía como si un arco gimiese rascando las tres cuerdas del violín desvencijado. Entre tanto, el soldado extendió diabólicamente sobre la mesa, a la luz de una vela de cebo, un grimorio en el que vino a caer una mosca achicharrada.
……La mosca aún zumbaba, cuando con su vientre enorme y peludo una araña trepó por los bordes del mágico volumen. Pero ya brujos y brujas habían emprendido el vuelo por la chimenea, unos a caballo en una escoba, otros en unas tenazas y Maribas en el rabo de una sartén.
II
Los mendigos de la noche
Soporto
Heladas
Durísimas
La canción del pobre diablo
— ¡Eh! ¡Deja sitio, que nos calentemos!— ¡No te falta más que montarte a caballo encima de la lumbre! ¡Este sinvergüenza tiene unas piernas que parecen tenazas!
……— ¡La una! — ¡El cierzo arrecia! — ¿Saben acaso, autillos míos, por qué está tan clara la luna? Es por los cuernos de los cornudos que en ella arden.
……— ¡La roja brasa que asar podría la carbonada! — ¡Cómo baila la llama azul en los tizones! ¡Eh! ¿Quién fue el bribón que azotó a su bribona?
……— Tengo la nariz helada. —Me arden los labios. — ¿No ves nada en el fuego, Choupille?
……— Sí, una puya. — ¿Y tú, Jeanpoil? — Un ojo. — Dejen pasar, hagan lugar para el señor de la Chousserie. — ¡Bien calientito y enguantado va el señor Procurador, para soportar el invierno! — ¡Pues claro está! Los gatos malandrines no tienen sabañones…
……— ¡Ah! ¡Ya están aquí los de la ronda!
……—Sus botas echan humo. — ¿Y los ladrones de capas?— Matamos a dos de un disparo de arcabuz; los otros escaparon atravesando el río.
*
……Y fue así como se confabularon, ante una lumbre de astillas, con los mendigos de la noche, un procurador del parlamento que andaba de picos pardos y los muchachos de la ronda, que contaban sin reírse las hazañas de sus estropeados arcabuces.
V
El cursi
Un fanfarrón, un cursi.
Scarron. Poesías
Mis colmillos afilados se parecen al rabo de la tarasca, mi ropa interior está tan blanca como el mantel de un cafetín, y mi jubón no es más viejo que los tapices de la corona.
……¿Podrá alguien imaginarse, al ver mi pimpante garbo, que el hambre se aloja en mi vientre y tira, ¡la muy cernícala!, de una cuerda que me estrangula como a un ahorcado?
……¡Ah! ¡Si al menos desde esa ventana en donde chisporrotea la luz hubiera caído una alondra asada en el pico de mi sombrero de fieltro, en lugar de esta flor marchita!
……La plaza real luce esta noche, al resplandor de los faroles, tan clara como una capilla.
……— ¡Cuidado con la litera! — ¡Limonada fresca! — ¡Dulces de Nápoles! — A ver eso, pequeño, que pruebe yo con el dedo esta trucha con salsa. ¡Sinvergüenza! ¡Le faltan especias a tu pescado para Inocentes!
……¿No es aquella Marion Delorme, del brazo del duque de Longueville? Tres perrillos falderos van tras ella ladrando. ¡La joven cortesana tiene hermosos diamantes en los ojos!
……— ¡Y el viejo cortesano tiene hermosos rubíes en la nariz! Y el presumido se pavonea con la mano puesta en la cintura, codeándose con los hombres que por allí pasaban y sonriendo a las mujeres. No tenía con qué comer; compró un ramito de violetas.
Louis Jacques Napoléon Bertrand llamado artísticamente Aloysius Bertrand (n. 20 de abril de 1807 en Ceva, Piamonte, Italia – f. 29 de abril de 1841 en París), fue un poeta francés del Romanticismo. Escribió una colección de poemas titulados Gaspard de la nuit sobre la que el compositor Maurice Ravel escribió una suite del mismo nombre basada en los poemas, Scarbo, Ondine y Le Gibet. Introdujo el género literario conocido como el poema en prosa e inspiró a Charles Baudelaire, como el mismo autor lo indica en el prólogo de la obra al escribir Spleen de París, con la finalidad de describir la vida moderna de modo tan pintoresco como Gaspard de la Nuit lo hace con la vida medieval.
……Bertrand nació en Ceva, Piamonte, Italia y su familia se estableció en Dijon en 1814. Allí desarrolló un interés en la capital de Borgoña. Sus contribuciones a un diario local le llevaron al reconocimiento por Víctor Hugo y Charles Augustin Sainte-Beuve. Vivió en París brevemente con poco éxito. Regresó a Dijon y continuó escribiendo para los periódicos locales. Gaspard de la nuit fue vendido en 1836 pero no fue publicado hasta 1842 después de su muerte por tuberculosis. El libro fue redescubierto por Charles Baudelaire y Stéphane Mallarmé. Hoy se considera una obra clásica de la poesía y literatura fantástica.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre