Samuel Vásquez
Estos textos fueron escritos en 1990. Son apuntes rápidos que trataban de atrapar unas palabras que se iban, que se escapaban. Alguien dijo que eran aforismos. (Entonces no sabía qué eran los aforismos: yo era pintor, músico, dramaturgo). No creo que se trate de aforismos. Los aforismos son concluyentes. Son presuntos veredictos. Tratan de imponer una «verdad». Demasiadas veces son efectistas y buscan el aplauso.
…..Estas palabras, en cambio, son textos en tránsito para mí mismo. Escritos de afán con lápiz sobre el papel más a la mano. No se pensó en su posible publicación. Eran para uso interno. Palabras que buscan oírse. Que procuran esa «distancia íntima» de la que hablara Maurice Blanchot. Textos secretos escritos para el olvido. Secretos guardados en un cofre de silencio. Aquí la palabra todavía duda. Todavía tiembla. Lo que dice lo dice como un momento, el momento presente: no busca ser el índice que señala e indica. Son apenas sombras recogidas del suelo, que escaparon al reflector del espectáculo.
El arte dona doblemente: da la escultura y el ojo, da la música y el oído.
…..Es el secreto por el cual se mantiene el hilo, a veces débil, entre la obra y el espectador.
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El arte y su capacidad de detener el río para que el espectador se bañe en él más de dos veces.
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La auténtica vanguardia arrastra el futuro hasta nuestro presente, nombrándolo. Su misión es profética. Participamos de ella cuando decidimos acercarnos a las cosas, no como son, sino como serán.
…..Pero la vanguardia siempre se determina a posteriori: En Cezanne vemos una anticipación del Cubismo, en Van Gogh una anticipación del Expresionismo. La profecía que no se cumple, no es profecía. La vanguardia que no se continúa en el futuro, no es vanguardia.
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El artista no es un mago
que usa el truco preciso
para sorprender al espectador
y obtener el aplauso previsto.
El artista añade luz
cuando la oscuridad
iguala la falacia a la verdad. La escritura es una forma de la esperanza
Añade sombra cuando
el reflector del espectáculo
cubre el acontecimiento.
Añade transparencia
cuando duda del diagnóstico,
cuando duda de los remedios,
cuando duda de la salud del hombre
…..…..…..…..…..…..…..…..de su tiempo.
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La transparencia no es el brillo.
La mejor de las veces la transparencia es mate.
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Hoy, la relación del artista con la realidad cultural es mucho más intensa y frecuente, que su relación con la realidad natural. El músico escucha con más interés la música de otros compositores que el canto de los pájaros, el pintor mira con más atención la obra de otros pintores que un atardecer.
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Cuando un hombre común se equivoca, corrige.
Cuando un artista se equivoca, se pierde.
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Aunque las verdades del artista no construyen una iglesia, toda verdad debe tener una forma bella para que pueda ser amada.
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Ver es hacer.
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La invención está siempre en el terreno de lo posible.
La creación es un asalto a lo imposible.
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Los ojos son poetas.
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Tristes artistas que prefieren embalsamar la momia, a construir la pirámide.
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Todo arte es contemporáneo.
De ahí la inutilidad de la Historia del Arte.
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Lo bello, aunque verdadero, conserva un alto grado de irrealidad.
De allí el asombro incesante que emana.
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«Tenemos el arte para que la verdad no nos mate»
(Nietzsche)
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No se pinta para mostrar arte,
se pinta para ver.
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El arte es una provocación.
El espectador una amenaza.
Y así debe ser.
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El arte nos proporciona el disfrute público de una fantasía personal, sin vergüenza alguna.
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La verdadera crítica es el momento del artista frente al papel en blanco.
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Terrible contradicción que el dibujo no vea.
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Al copiar reproducimos la realidad prolongando lo instituido, lo que nos ha sido dado.
Al crear añadimos algo nuevo a la realidad.
Al desear rompemos con lo dado social estableciendo una fisura entre lo dado (pasado) y su continuidad (futuro), introduciendo un presente performado.
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La agilidad del mico no lo hace mejor que el árbol.
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A pesar de sus «defectos» la obra de arte es, siempre, imperfectible.
No podemos «mejorar» la técnica de Van Gogh sin atentar contra su expresión.
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«Esta especie de extravío que nos es propio, debe insertarse en nuestro trabajo»
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El «juicio artístico» no es un juicio de perfección sino de existencia.
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Entre los griegos el color era considerado un sofisma demasiado contaminado por operaciones técnicas y artificiales que buscaban producir efectos de seducción, fascinación, deseo y posesión.
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El Barroco se expresa (se construye) en función del placer, la despreocupación, el juego, la inspiración, el erotismo, la prodigalidad, la apertura, el delirio, lo huidizo, lo inestable, lo móvil, en contraposición a la construcción (expresión) Clásica hecha en función de la eficacia, la continencia, el juicio, el equilibrio, la economía, la gravedad, la reflexión, la lógica, la clausura, lo estático.
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El arte no progresa.
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Los signos que emplea el artista de hoy no son cerrados, son indeterminados.
Aunque parta de estímulos concretos, las señales que emite son variables, abiertas, inestables.
Hay en la obra de arte contemporánea un nomadismo del sentido, una movilidad de la sintaxis de las formas. No existe aquí un sistema estable, una metodología que garantice una decodificación segura de los signos que emana.
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El buen burgués que compra una obra de arte adquiere el valor de cambio de ella. Su valor de uso aún le queda por descubrir.
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El acceso obligatorio e insustituible a una obra de arte es la intuición artística. Por mucho que se compren obras o que se lea sobre arte, sin ésta intuición el arte no se entregará. Es la paradoja trágica de muchos burgueses de buena conciencia.
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Mejor callar que expresarse débilmente.
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Así como la palabra luna regresa al silencio después de nombrarla, y ahora desde el silencio sigue modificando la noche, así el arte puede entrar en el silencio, pero la realidad ya no será la misma.
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«La imagen como la última de las historias posibles».
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Imponer nuestras ignorancias a los demás desde la ventajosa posición del poder, es fascismo.
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La pedagogía, ese momento religioso (tradición viviente) en que se ofrendan directamente las experiencias, los conocimientos, las intuiciones de la vida, del arte, de la ciencia, a través del medio más cálido posible de comunicación, el ser humano.
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El crítico está tan alejado del artista como el historiador del guerrero.
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La ideología siempre ha tratado de reconvertir toda realidad, social o artística, a lenguaje verbal (más fácil de manipular) en un proceso de reciclaje que degrada el arte para alimentar la ideología, forzando reducir toda expresión a comunicación.
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La falta de pureza y transparencia de la ideología no alcanza a entender la rica contradicción de conocimiento e inocencia que entraña un acto poético.
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No son obras ni artistas lo que, con su presupuesto, las entidades culturales patrocinan y suscitan, sino admiradores y diletantes. Más les importa el que aplaude apoltronado, que quien arriesga su vida en la cuerda floja del arte. No reclaman hacia las obras de arte amor, sino reverencia. Su eclecticismo sin criterio simula universalidad.
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El crítico, el historiador y el intelectual padecen el deber de leer y por eso leen todo. En cambio, el artista y el lector común sólo leen lo que les gusta, viven la alegría de leer y disfrutan un invencible «orgullo de cámara».
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La ciencia como el arte habita el umbral del misterio. La esencia del conocimiento es el asombro. El conocimiento adquirido por disciplina es estéril. La disciplina es una forma de sumisión del todo ajena a la dignidad del conocimiento. Tenemos que avivar el fuego diario de la pasión con el leño seco de la disciplina. La disciplina, expresión militar de dominio, es la más cobarde de las virtudes.
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Toda imparcialidad es un principio de sentencia,
actividad de jueces.
Toda parcialidad es un embrión de pasión,
actividad amorosa.
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La inspiración somete al silencio.
Samuel Vásquez es co-fundador y curador de la Bienal de Arte de Medellín. Comisario de la Bienal de Pintura de Montevideo. Invitado a inaugurar el Museo de Arte Moderno de Cartagena con teatro, y el Museo de Arte Moderno de Medellín con pintura. Cincuenta Años de Pintura y Escultura en Antioquia, Museo de Arte Moderno. Fundador y director del Taller de Artes de Medellín que congrega Teatro, Música y Artes Plásticas. Algunos de sus premios son: Premio Nacional de Dramaturgia por su obra El sol negro (1992). Premio en el Concurso Internacional de dramaturgia Ciudad de Bogotá, por su obra Raquel, historia de un grito silencioso. Premio de Ensayo Ciudad de Medellín, por su obra El abrazo de la mirada —5 tomos— (2005). El Museo de Antioquia le otorgó una distinción especial «por su labor para el desarrollo del Arte Contemporáneo en la Ciudad» (2007). La Universidad de Antioquia le concede el Premio Nacional de Cultura por Reconocimiento (2011).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la fotografía «Agosto» del artista © Juan Sebastián
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