Samuel Vásquez
Estos textos fueron escritos en 1990. Son apuntes rápidos que trataban de atrapar unas palabras que se iban, que se escapaban. Alguien dijo que eran aforismos. (Entonces no sabía qué eran los aforismos: yo era pintor, músico, dramaturgo). No creo que se trate de aforismos. Los aforismos son concluyentes. Son presuntos veredictos. Tratan de imponer una «verdad». Demasiadas veces son efectistas y buscan el aplauso.
…..Estas palabras, en cambio, son textos en tránsito para mí mismo. Escritos de afán con lápiz sobre el papel más a la mano. No se pensó en su posible publicación. Eran para uso interno. Palabras que buscan oírse. Que procuran esa «distancia íntima» de la que hablara Maurice Blanchot. Textos secretos escritos para el olvido. Secretos guardados en un cofre de silencio. Aquí la palabra todavía duda. Todavía tiembla. Lo que dice lo dice como un momento, el momento presente: no busca ser el índice que señala e indica. Son apenas sombras recogidas del suelo, que escaparon al reflector del espectáculo.
La lengua es construida para afirmar, no para dudar.
La lengua es cómplice del poder.
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—¿Cómo liberar al lenguaje del fascismo de la lengua?
—A través de la poesía.
La poesía no sólo abre ventanas al lenguaje, sino que abre la palabra misma, abriendo la lengua. Y esta ventana no sólo nos posibilita ver otros paisajes y otros cielos, sino que deja entrar nuevos vientos. Como sabemos, ventana viene de viento.
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La novela histórica es una contradicción, porque novela viene de novus, nuevo.
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Hablar, leer y escribir hacen parte de un mismo ciclo vital.
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Cuatro posibilidades:
—Es otro que habla
—Es de lo otro que habla
—Es que hablamos otro
—Es que hablamos de lo otro
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Es el incontenible murmullo interior el que hace que la palabra se desborde.
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El silencio todo oye.
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La escritura desea al lector y le propone vivir juntos esa aventura.
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La escritura no sólo introduce un nuevo tipo de conocimiento, sino que posibilita una disciplina nueva: el estudio. Y, además, permite que a través de la escritura conozcamos y estudiemos la palabra misma. La escritura permitió distanciar la palabra del autor para que este pudiera objetivarla y estudiarla, es decir, permitió al lenguaje mirarse a sí mismo.
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Escribimos para oír mejor. Esto hace parte de la generosidad de la escritura, de la inmolación del yo en otro: siempre se escribe para otro.
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El lenguaje se mueve entre el regreso río arriba, a sus fuentes etimológicas, y la necesidad de pluralizarse, de aparearse, de amalgamarse para nombrar otras cosas, o la propensión a deslizarse, a designificarse y a tri-vial-izarse como «la puta que se para en la intersección de tres vías».
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La palabra poética es una de las formas más bellas de la intuición. La inteligencia toca; la intuición ve. Pero la vista tiene mayor alcance que los brazos.
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La poesía, conocimiento e inocencia del mundo.
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La palabra poética no sólo es capaz de reproducir el mundo,
es capaz de producir un mundo.
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En el suceso poético no hay antes y después: es el momento del ser, el momento de la imagen. El arte es la noche y el relámpago, la forma y el tacto.
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Mientras el poeta escribe algo, el ideólogo escribe sobre algo.
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La invención está siempre en el terreno de lo posible.
La creación es un asalto al imposible.
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La palabra que pretende mostrar la realidad,
crea otra realidad.
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La palabra, esa esperanza de la verdad.
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Por imperfecta que sea la palabra árbol
con respecto al propio árbol,
es la mejor manera de traerlo ahora, ante ustedes.
Ir hasta el árbol mismo sin la palabra árbol,
es aceptar esa verdad analfabeta de la naturaleza.
Consentir la mediación de la palabra
que abraza esa verdad,
es tomar un sendero honesto hacia esa verdad.
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La poesía agrega deseo a la palabra.
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Frente al inevitable sendero del vacío,
la esperanza inventa ingeniosas travesías.
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«La poesía es nuestra sabiduría del porvenir»
(tú me lo dijiste)
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El poeta abandona la autoría para ser el lector primigenio de su propia palabra.
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La palabra poética hiberna hasta que la estación le sea propicia.
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Que tenso vacío el que creamos cuando callamos una palabra necesaria.
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Cómo nos molesta aquel hombre cuya palabra no le pertenece,
y va acompañado por ella como dos pasajeros que se recelan.
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La palabra se recluta en el pensamiento, pero se amotina en el sentimiento.
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La poesía habita sin hábito el lenguaje.
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La poesía es ruta y memoria del camino:
nos precede y nos relata a la vez.
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El poema no es lo que piensa el poeta. El poema está más acá que el poeta, y más allá que su pensamiento.
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La imagen poética es tan completa que no exige un saber.
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«Toda obra de arte corre el riesgo de carecer de sentido
y no sería nada sin ese riesgo».
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Le decimos a un «tú»
algo que es dicho para todos.
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Hacer que en la obra que es la forma de una búsqueda, coincidan la búsqueda de la forma con la forma del tema.
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Si las ideas están en el aire,
necesitamos la complicidad del aire.
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Una obra auténtica no puede nacer más que de la duda.
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Rescatar al espectador de arte de la cotidiana humillación a que es sometido por el poder.
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La poesía, que es instante,
……habita el poema como perennidad.
La poesía, que es fragmento,
……está en el poema como totalidad.
La poesía, que es rompimiento de la continuidad,
……vive en el poema como continuidad incesante.
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En poesía nunca se alcanza una orilla. Siempre se está en alta mar, aterrado.
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En mi desierto, tu palabra es de agua.
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Hay quienes, en vez de cultivar la voz, cultivan el eco.
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«El mundo se exilia en la palabra» (un amigo en un bar)
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En el azogue de la palabra el objeto se reconoce.
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Escribo con el miedo de quien transporta un barril de pólvora.
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En las ruinas de mi interior
no hay lugar para decorados.
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Yo soy el reo,
la víctima y
el testigo.
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Tú que me espías,
déjate ver
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El mundo no cambia con el arte, pero sí con la vida de los hombres que el arte cambia. Porque el arte no es el fruto de la vida, pero sí su flor, su memoria.
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Un verdadero estilo contiene una unidad profunda, tanto que cada parte guarda una correspondencia indisoluble con la totalidad, revelando una conformidad interior, así como un ligado principio composicional. Aún en el trozo está claro el espíritu de la totalidad: un trozo es completo en sí mismo.
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Cuando heredamos algo de los demás podemos decir que prosigue un proceso cultural, pero sólo cuando heredamos algo de nosotros mismos nace un estilo propio.
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La materia y la técnica son necesidades que parecen accesorias ante las estructuras de sentido de la forma y el color, y la capacidad ontológica de la imagen, pero no debemos olvidar que la materia es el soporte de la imagen: la materia es el medio para que la técnica haga cantar a la imagen. Porque es en la imagen en donde técnica y materia encuentran su verdadera vocación. La materia es la carne de la imagen.
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«La clase de obra que yo hago es una obra en la que no soy amo de mi material. Joyce, cuanto más sabía más podía. Como artista tiende a la omnisciencia y a la omnipotencia. Yo trabajo con la impotencia, con la ignorancia».
(Beckett)
Samuel Vásquez es co-fundador y curador de la Bienal de Arte de Medellín. Comisario de la Bienal de Pintura de Montevideo. Invitado a inaugurar el Museo de Arte Moderno de Cartagena con teatro, y el Museo de Arte Moderno de Medellín con pintura. Cincuenta Años de Pintura y Escultura en Antioquia, Museo de Arte Moderno. Fundador y director del Taller de Artes de Medellín que congrega Teatro, Música y Artes Plásticas. Algunos de sus premios son: Premio Nacional de Dramaturgia por su obra El sol negro (1992). Premio en el Concurso Internacional de dramaturgia Ciudad de Bogotá, por su obra Raquel, historia de un grito silencioso. Premio de Ensayo Ciudad de Medellín, por su obra El abrazo de la mirada —5 tomos— (2005). El Museo de Antioquia le otorgó una distinción especial «por su labor para el desarrollo del Arte Contemporáneo en la Ciudad» (2007). La Universidad de Antioquia le concede el Premio Nacional de Cultura por Reconocimiento (2011).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre