Marco Antonio Campos
En el tren de Rabat a Fez
……………………………….a Jorge Valdés Díaz Vélez y
……………………………….a Amalia Bautista
Desde la ventana del tren veo el río
y el río me aleja, se reduce, es humo
Sauces de agua, eucaliptos con sed de sed,
hileras de pinos para sombrear la altura
Pueblo tras pueblo miro casas
con formas que no tienen forma
Vacas y asnos pastan en la llanura
como si fuera la antepenúltima hierba
¿Por qué en el postremo año
vuelven los amores idos
como
hojas
caídas
y marchitan almamente
el corazón que duele?
¿Por qué, si en la cuaresma
no hice caso, llevo la ceniza
en la frente y el miércoles me sangra?
¿Por qué los trenes van por la vía férrea,
—firme, directamente—, y nosotros
sólo en el dédalo del adiós y nunca y no?
¿De qué sirvió actuar en el Teatro del Inmundo,
si falseamos las máscaras,
y sólo llegamos a los sitios
porque debíamos llegar?
(En el patio de las columnas y en jardines,
en torno de los mausoleos de los reyes,
familias y parejas y grupos de amigos
hacen el paseo dominical)
Cactus y árboles y arbustos
parecen arañar y rasguñar el aire
Colinas nómadas, colinas roídas,
los cactus se han puesto sus coronas de púas
En estaciones pequeñas, donde para el tren,
los naranjos resplandecen
(El mar azul, desde la Medina de Rabat,
me hacía creer que los navíos a la distancia
vivían inmóviles)
Y sí. Y si repaso la vida son imágenes y
fragmentos imposibles de unir
Claro: hubo tiempos felices, claro,
fui por décadas rabioso y fuerte, y claro,
hubo partidas y regresos sin fin
a la vera múltiple que el Mediterráneo dio
Pero yo quería contarles otra historia
Yo quería contarles de aquella joven
del límite del ’81 y del principio del ’82, con
la que esperé vivir una vida y las siguientes,
y no fue, no fue así
Ah la recuerdo: delgada, lúcida, ligeramente
frívola, de rasgos tan perfectos que mi corazón
ya no vio el mar
Con el vuelo de las abejas la veía venir,
y trístida la sangre repetía
lo que perdí, lo que terriblemente perdí,
porque el ayer, enemigo de sí mismo,
porque el ayer sin mí mismo me hizo
que su olvido fuera lo que no fui
y mis recuerdos lo que no fue
Y sin embargo
Y sin embargo de Meknés a Fez el tren
es puro vértigo
Las hojas de los olivos bailan
una leve danza que platea el aire
Llega el tren a la estación
Avispea de gente
«Con los años, lo verás
—decía mi padre—,
uno acaba por sentirse
como una valija en consigna
que alguien olvidó recoger»
En una plaza de Tánger
Pero si no hubiera sido,
si el mar no hubiera sido azul el día de hoy,
si la línea de la costa española no la cubrieran las nubes,
si hubiese habido en ti el toque de locura (diría la Yourcenar)
para hacer la Gran Obra,
si la palabra Destino no hubiera sido como lazo al cuello,
si los viajes no parecieran un sueño que ignoras si
viviste como esa gaviota que ves y desaparece,
aun así, aun así te dirías que la vida fue buena pese a todo,
y pese a todo habrías de escribir que
la vasija de arcilla, doble asa y pico,
se hizo añicos casi toda, pero que aún desde la ventana
de la mañana azul observas en los naranjales de ayer
exiguos pero intensos resplandores, y que en fin hoy,
en esta plaza breve de Tánger, tienes enfrente el
mar Mediterráneo y la línea oscura de
la costa española, y por eso, sólo por eso, por el momento,
te das por creer que la vida se hizo para ti.
………………………………………………Por el momento.
Domingo en Bogotá
……………………………….a José María Espinasa
……………………………….y Ana María Jaramillo
Un domingo frío y de lluvia,
suele ser triste en el mundo,
pero en Bogotá es más triste
pues no lo esperas ni quieres.
Un domingo gris y frío
las montañas se ensombrecen,
la niebla desvae las calles,
no se encuentra a los amigos
y el entoldado de nubes
sombrea las residencias,
los restoranes más viejos
y la cara del desnacido
que no sabe hacia dónde ir.
Un domingo frío y de lluvia
hace pensar en fracasos,
en derrotas que no cejan
y en la soledad que orilla
a sentirse un perro solo.
Un domingo frío y de lluvia
no lo pases en Bogotá.
De lo poco de vida
……………………………….De lo poco de vida que me resta
……………………………….daría con gusto los mejores años,
……………………………….por saber lo que a solas
……………………………….de mí has pensado.
……………………………….Y esta vida mortal y de la eterna
……………………………….lo que me toque, si me toca algo,
……………………………….por saber lo que a otros
……………………………….de mí has hablado.
……………………………….………………………..Bécquer, Rimas.
.
Ah días del ’82, dibujados en el cuaderno
que caligrafío frente al parque. Ahora bien,
te lo digo de nuevo: ¿dónde poner las palabras que eran tuyas
y decían al repetírtelas lo bello y lo bueno que me eras?
Yo sabía que llegabas porque miles de abejas
punteaban en oro la tarde hacia el ocaso.
El café del hotel donde tomé a sorbos
lo amargo del penúltimo café
sigue existiendo, pero desde entonces
no volví ni a deshora a tristear lo mucho que te quise,
ni volví a contraluz a los parques de Polanco,
ni a andar entre árboles de aquel bosque que
retroceden al año del verde y al impulso de la raíz
En el Mirador de Segovia y en calles umbrías
de la umbría Ávila, en el diciembre
que negó la luz, compartíamos cada paso,
estrella y nube, martes de la fuente
en que bebí, palomas como epístolas en vuelo
Fuiste para mí lo que nunca dejarás de ser:
el cabello ensortijado, la mirada moruna,
ah, las piernas delgadas que no adelgazó el recuerdo,
tu cuerpo tan bello que mi boca no sabría decirte cómo.
«El después no existe», escriben en
anverso y reverso los que saben,
pero no entroncan en el bosque
la doledumbre que corta
como hacha el árbol
No descubro el amarillo ni el azul:
se empieza a amar, se ama, se ama hasta desangrarse,
lo vuelven descorazonadamente imbécil,
lo hieren una y otra vez, y un día se amanece
como piedra en el lago o en hierba pisoteada
Más tarde, por décadas, los dos moran
la misma ciudad y no se encuentran o
pasan de largo y no se reconocen
No sé por qué escribo esto, frente al parque limeño,
en un café de Miraflores, mientras cierran la puerta
de la iglesia, y veintidós, veintitrés-mente me llamas,
y el que cortó la vía a media vía
se vuelve música de árboles, y canta a dúo,
solidario, el canto quebrado del gorrión
En la cima del Mönschberg
Tristes los mirlos no dejan de cantar
Hojarasca húmeda, rocas enlamadas,
murallas rotas.
………………..Silba el aire. Sííílba.
Veinticinco años es un grito que
horada las murallas.
………………..………Amigos dejaron la ciudad y
alumnas del ’89 no volvieron con los ojos azules.
Ah, si lo muy bello que perdí durara aún.
Cuatro o cinco hechos te quiebran en la vida
y cada cosa te despide una penúltima vez,
una última vez que creías paloma en alto,
rosa pálida, guitarra fugitiva.
A distancia se mira árida la cima del Untersberg.
Por allí viví. En el sur. En Birkensiedlung.
A un paso del bosque, bajo la lluvia.
Pero oigan lo que el mirlo no oye. Luché
contra todo, contra el Mal y el Bien, contra
el cretino y el sabio, contra mí mismo.
Los demonios furiosos me rompieron
las cervicales, pero oh Dios, seguí.
En poemas, con vidrios pulverizados, hice
labor de cristalería, y sí, al menos una vez,
en aquella vez al menos, ah qué lejana la adolescencia,
qué dura la juventud algunos años.
Es semana de martes con los meses que allego.
Siempre viajé a una parte que hacía mía, que era mía,
pero al huir de ella sabía que no lo fue.
No han dejado de crecer los abedules, pero
aquellos que veía a menudo, de aquellos que veía a menudo,
sólo oigo la canción del mirlo y el tajo de la raíz.
Del libro De lo poco de vida, Editorial Visor, Madrid, 2016.
Marco Antonio Campos (México, D.F., 1949) es poeta, narrador, ensayista y traductor. Ha publicado los libros de poesía: Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1979), Los adioses del forastero (1996), Viernes en Jerusalén (2005), Dime dónde, en qué país (2010) y De lo poco de vida (2016). Es autor de un libro de piezas breves (El señor Mozart y un tren de brevedades) y uno de aforismos (Árboles). Ha traducido libros de poesía, entre otros, de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Antonin Artaud, Blaise Cendrars, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Cesare Pavese, Emilio Coco, Georg Trakl, Carlos Drummond de Andrade y Nuno Júdice, y en colaboración con Stefaan van den Bremt, a los poetas belgas Miriam van hee, Roland Jooris, Luuk Gruwez, André Doms y Marc Dugardin. Libros de poesía suyos han sido traducidos al inglés, al francés, al alemán, al italiano, al neerlandés y al rumano. Ha obtenido los premios mexicanos Xavier Villaurrutia (1992), Nezahualcóyotl (2005), Nacional de Letras Sinaloa (2013), el Iberoamericano Ramón López Velarde (2010), y en España el Premio Casa de América (2005), el Premio del Tren Antonio Machado (2008) y el Premio Ciudad de Melilla (2009). El Festival de Montreal le otorgó en 2014 el premio Lèvres Urbaines, en Quito, Ecuador, se le dio el Premio Festival de Poesía Paralelo Cero (2018) y en el Festival Internacional de Poesía de Bucarest el Premio Anton Pann (2019). Foto-autor: Pascual Borzelli.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra «Cuentro otro sueño, hablo de esa pesada dificultad para llegar a la palabra»
serie «El pre texto del sueño»
Tinta china negra sobre papel acuarel.
35 cm x 25 cm
del artista © Agustín Iriart