Written by 12:26 am Alteridades, Pueblos originarios

El país del diablo

Perla Suez

 

Presentamos el primer capítulo de «El país del diablo» de Perla Suez, libro ganador del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2020, integrado por los jurados Laura Antillano (Venezuela), Pablo Montoya (Colombia) y Vicente Batistta (Argentina). Disfruten de este abrebocas.

 

 

 

A Roberto, Luciana, Laura y Martín

 

 

No estén tristes, no crean que voy a morir,
les digo esto para que no se sientan tristes
y sepan que yo seré machi
Testimonio de una niña mapuche

 

No sean bárbaros, alambren
DOMINGO F. SARMIENTO

 

 

Esta historia es una ficción,
y no alude a ninguna realidad en particular,
cualquier parecido con ésta es parte del azar.

 

 

 

SUFRIMIENTO

Una vasta compañía de soldados ha sido lanzada al vacío. Hombres blancos e indios marchan, un ejército de pulgas adiestradas. Avanzan tan rápido que las ruedas de las carretas parecieran correr hacia atrás. Las mulas van cargadas de fusiles. Se internan en el país del diablo.

Es un día crucial y el desierto es testigo.

 

 

 

Un viaje iniciático

 

Es de madrugada, aún está oscuro. La machi camina cargando su cuerpo con pasos cortos entre los pastizales. Con la mano izquierda, sostiene alto el tambor ritual, el cultrúm, en el que está dibujado el universo, dividido en cuatro partes con los símbolos de la tierra y el cielo. Con la mano derecha, lo hace sonar.

Tiene un collar de placas redondas de plata que remata en el centro en un águila bicéfala, y una huincha alrededor de la cabeza para sujetar el pelo negro abundante, salpicado de algunas mechas blancas. Lleva un poncho de lana de varios colores sobre los hombros, atado con un alfiler a la altura del cuello.

Delante de ella, camina la india que será iniciada. Tiene catorce años. La espalda ancha de los araucanos, ojos alargados y profundos que parecen grabados con un cuchillo. Lleva en alto una antorcha para alumbrar el camino. Su pelo negro escapa desordenado a la huincha, como las crines de un caballo. Sin embargo, sus ojos son del color de la miel, y algunos rincones de su piel delatan la palidez que intentó opacar con ayuda del sol. Viste una camisa de lana marrón claro, atada con una faja a la cintura, no tiene ningún adorno.

Detrás viene un grupo de hombres y mujeres de la tribu. Llevan antorchas y son dieciséis en total. Cantan, beben chicha. Algunos bailan dando giros y aplauden. Atraviesan el pastizal y se acercan a una loma. La tierra está húmeda.

Llegan a un valle donde hay un tótem hecho de madera de unos cuatro metros. Es el rehue. El lugar donde nacerá un hombre nuevo. Está cubierto de varios vegetales, el maqui, la quila y el manzano. En medio hay un leño tallado con siete peldaños. Los últimos dos son una cabeza humana y un sombrero. El primer peldaño representa la totalidad, el segundo la sabiduría, el tercero la tradición, el cuarto el trabajo, el quinto la justicia, el sexto la libertad y el séptimo, la cúspide, es la gente. Está orientado hacia el este, porque marca el movimiento del día, el nacimiento del sol y el paso de las estaciones. Es la representación del hombre de pie en un punto del planeta. El grupo hace un círculo y clavan las antorchas en el suelo. Siguen cantando y bailando mientras las mujeres preparan un lecho con algunas mantas para que la india se acueste.

La machi vieja deja a un lado el tambor. Se acerca hasta su discípula que ya se ha quitado la camisa, y sin dejar de cantar, saca unas bolsas pequeñas de un morral y las dispone alrededor de la joven india. También tiene unas vasijas donde vuelca un poco de chicha de su bolsa de cuero. Luego toma una piedra con filo y comienza a rasparle la piel. Las demás mujeres las rodean y el rumor de sus voces parece separarlas del resto de la noche. La mujer vieja raspa los brazos y las piernas a la india del modo en que lo hacían

los antiguos, para que el neófito renazca con una nueva piel después de su muerte iniciática.

La machi saca unas semillas de un sobre de cuero y las muele en un mortero. Con el polvo arma su pipa y la enciende. La joven se sienta sobre el lecho. La anciana da de fumar a la india, cuatro, cinco pitadas. Su cuerpo se ablanda mientras entra en trance. La vieja apaga la pipa.

Después, la machi se sienta en el suelo a tocar su cultrúm y a cantar. Los demás forman un círculo alrededor del tótem y acompañan los cantos agitando cencerros.

La india se pone de pie y comienza a danzar siguiendo el ritmo del tambor. A medida que la música asciende, se deja llevar cada vez más y avanza hacia la escalera. Sube los peldaños uno a uno. Se ayuda con las manos y se para sobre la punta del rehue. Se estira cuan largo es su cuerpo, con los brazos y la mirada hacia el cielo simbolizando su viaje sagrado, y dice,

Yo, Lum Hué, que llevo el número cuatro en mi elemento, el cuatro que es sagrado porque indica la división del universo, el descanso, la lluvia, el tiempo de brotes y de abundancia, también las divisiones de la gente en la tierra y el sol que está en la noche. Tengo la fuerza de una laguna escondida entre otras dos y por eso mi elemento es el agua.

Hace catorce años que estoy en esta tierra fértil y en este día seré machi. A partir de ahora vivirás en mí, Ngenechen, porque me has elegido. No soy machi por mi propia decisión, sino porque me has llamado. Dicen que cabalgas un hermoso caballo y estás rodeado de animales, dame a mí también animales en recompensa por mi labor.

Seré machi perfecta. No llamaré a los espíritus oscuros, no podrán decir que hago brujería porque seré machi buena y sanaré a los enfermos y la gente dirá ahora ya no moriremos.

La india mestiza sigue bailando y cantando. Comienza a alzar la voz y el tambor de la machi vieja se vuelve más intenso. El cuerpo de la joven se curva. Está llegando al éxtasis espiritual. Se dobla cruzando los brazos sobre su pecho y salta.

La gente hace exclamaciones, gritan y se acercan a ella. Todos quieren tocarla. Dos hombres la alzan en brazos y la depositan nuevamente en el lecho.

Allí, la machi cubre a la muchacha con paja y la deja dormir el sueño donde los espíritus la visitarán para que pueda morir la joven india y nacer la machi. El grupo ha traído un carnero que degüellan en sacrificio. La machi ve la sangre manar, bajo el resplandor del fuego, y una serie de imágenes se le presentan en su cabeza, cosas que la hacen estremecerse y perder el equilibrio. Ve un rehue quemado. Unas manos tirando una rama de foike. Una yegua perdida. Muerte. Los ojos se le ponen blancos y escucha que el viento le está gritando en los oídos. Le habla de su discípula. Le enseña su destino y no hay nada que ella pueda hacer.

Tiene miedo. Una mujer le pregunta qué ha visto. La machi la mira con dolor y niega con la cabeza. No puede decirle, no tiene sentido. La vieja machi está apoyada en el brazo de la mujer, ésta le dice que no se preocupe por nada, que la ceremonia ha sido un éxito y seguirán la fiesta en la mañana. La machi

le contesta que no, que los espíritus le han enviado un mensaje. Entonces se suelta del brazo de la mujer, alza las manos y pide a todos que la escuchen. La gente se acerca y la anciana les dice que ha recibido instrucciones del otro mundo. Deben dejar a la neófita sola. Hay otras fuerzas que se ocuparán de ella y no son ellos los que deben interferir esta vez. Les dice que ahora tienen que irse de vuelta a sus casas y esperar. Cuando llegue la mañana sabrán cuál es el designo de Ngenechen, eso es lo más importante y ninguno debe desobedecer.

Los hombres y mujeres se miran desconcertados, no es esa la costumbre. Deberían seguir festejando y hacer sus ofrendas. Es una gran decepción. Pero la machi se muestra inflexible y todos la respetan demasiado para insistir. Lentamente recogen sus cosas y se encaminan de vuelta a la toldería. La machi se acerca a la joven que descansa en un profundo sopor  y pasa sus manos en el aire sobre su cabeza y su pecho susurrando una oración.

Luego se agacha y le besa la frente. Se demora un poco más. Le cuesta dejarla y como quien cumple con un deber que le es impuesto, la machi respira hondo. Se levanta y se va.

Aún no amaneció en la toldería. La vieja machi está dentro de su casa hecha de cañas de totora, varillas de colihue y cueros. Está haciendo arder un pequeño fuego. Por encima de éste, hacia un costado, hay algunas varas de donde cuelgan las mazorcas. Se ven decenas de vasijas de barro y vasos hechos de cuerno de carnero. En diversos ángulos, hierbas que cuelgan para secarse, y en el suelo un cuero de oveja con la piedra para moler el trigo tostado. Hay cigarros comprados a los blancos en la frontera. Platos y cucharas de madera. Trozos de rocas de variados colores y formas, y otros objetos que se desdibujan en la totalidad del toldo.

Permite Ngenechen que pueda ver más allá, invoca la machi.

Ella necesita instrucción en la soledad para que el gualicho y la gente mala no la señalen más, siente en su cuerpo y su cabeza una luz celeste que brota de todo su ser y aunque la mayoría de nuestra gente no puede verlo, algunos pocos de más valía, sí. Esta muchacha vino a mí y fue como si el techo de mi ruca se hubiera levantado de repente. Le dije al cacique que aunque en una parte de sus venas corriera sangre huinca, es nuestra. Ella tiene una mirada que puede ver a través de la tierra y lejos en el cielo, es valiente, ama la música y los animales y ha aprendido con rapidez cuáles son las plantas medicinales.

Ngenechen me la encomendaste diciéndome,

Dale su nueva identidad según nuestro mandato sagrado, dale nuestras palabras para que sean suyas.

Fue allí que le puse el nombre de Lum Hué.

La vieja machi está perdida en sus pensamientos, mientras aplasta en el mortero ají con semilla de cilantro y orégano. Prepara un pedazo de carne para asar cuando escucha un revuelo. La anciana se detiene en lo que está haciendo y se asoma.

Ya está ocurriendo, dice con voz grave.

Un hombre da la señal de alarma. Los soldados se avecinan.

 

 

El recuerdo en el trance

 

Lum y su madre están bañándose en el río. La niña acaba de escupir un pececito y la madre ríe.

Fén se levanta de golpe porque ve llegar al blanco. Éste le hace una señal para que salga del agua y ella obedece.

Lum los mira desde el río. Está en cuclillas para que el agua le llegue hasta el mentón. Hunde un poco la cabeza, sopla y ve que se forman burbujas.

Su madre comienza a levantar la voz. Habla en la lengua de su padre. Lum no entiende de qué se trata la conversación. Teme que él vuelva a golpearla y eso la hace temblar.

El padre obliga a su madre a que se arrodille frente suyo. Ella lucha con sus brazos e intenta levantarse. Él vuelve a empujarla y ella cae de rodillas. El hombre tiene la cara desencajada. Desenvaina su sable, la agarra de los pelos y con un movimiento diestro le corta la cabeza.

Cuando la suelta, la cabeza cae y rueda por el suelo, como una pelota de trapo hasta llegar a la orilla del río.

Lum lo ve acercarse al agua. Ella está en el medio del cauce. Quieta. Muda. Su padre lava la hoja de acero, sabe que ella lo mira. Luego, mete el sable en

su vaina y da media vuelta. Camina hasta donde tenía atado su caballo, monta y se va definitivamente.

Un hilo de sangre se acerca hasta ella desde la otra orilla. Lum se incorpora de golpe. Corre. Toma la cabeza de su madre entre sus manos e intenta unirla al cuerpo, pero se le resbala. Recoge la cabeza nuevamente y empieza a gritar, llorando se abraza a ella y se queda ahí tendida.

 

 

Perla Suez nació en Córdoba, Argentina. Es Licenciada en Letras Modernas y fue becaria de los gobiernos de Francia y Canadá. Fue fundadora y directora del CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) y la revista Piedra Libre. Tiene una vasta producción literaria entre la que se destaca Memorias de Vladimir, Dimitri en la tormenta, las novelas Letargo, El arresto y Complot (que posteriormente conformaron la Trilogía de Entre Ríos), La Pasajera. Su novela Humo rojo (2012) recibió el Primer Premio Nacional de Novela de Argentina, y El país del diablo (2015) recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México; y el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2020. El país del diablo fue traducido al inglés y publicado por la editorial White Pine Press, New York, USA.

La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una ilustración del artista Artemio Rodríguez 

 

año 1 ǀ núm. 2 ǀ noviembre – diciembre 2020
Etiquetas: , , , , , , , , Last modified: noviembre 26, 2020

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