Mario Pera
Del libro Preparaciones anatómicas (Quito, 2020) del poeta peruano Mario Pera compartimos tres poemas. Mario Pera reside en Barcelona. Es abogado por la Universidad de Lima (Perú), diseñador gráfico y máster en Medios, Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Director de la revista web Vallejo & Co. y de la editorial del mismo nombre. Agradecemos a las editoriales La Castalia y Línea imaginaria, por permitirnos replicar el contenido, e invitamos a los lectores a descargar el libro completamente gratis en sus páginas.
Cómo guardar a Dios en una mano
No hay recuerdos,
solo una sombra horadada que
se inclina frente a las huellas de una página en blanco,
una imagen sacra en la cual
yace ensortijada
toda la destrucción.
Hay una luz,
un exiguo destello con semblante de poema
que zarpa y vaga
como un ánima peregrina
y cruza los mares,
con La Cruz de Cristo sobre el lomo
y el Padrenuestro garabateado en la cadera.
Una luz, pequeño y magro resplandor,
que limita el silencio de una manera casi exacta,
que restringe por completo
la existencia de la sombra.
No obstante, como bien se sabe
sin sombra no hay luz, y sin luz
el creador, es solo polvo y ceniza:
ex umbra in solem.
Cómo se llega a guardar a Dios en una mano,
cómo se le hace preso de una celda
carente de candados o barrotes,
si intenta salir
como un grano de arena que escapa entre los dedos;
si intenta emerger
como un trinar que estalla afónico
en el pecho de un pájaro.
No hay recuerdos
solo un pequeño rezo que despega
las uñas de la carne, y
carcome la piel, para lograr huir
del tránsito de su agonía.
En el espacio ciego de mi cuerpo
recibo la señal
de aquella sangre clavada sobre dos maderos
y cada nuevo día entierro hojas, sangre
y si hay suerte, algunas espinas y vinagre,
siempre a la hora precisa.
No hay recuerdos
nunca los hay.
Cómo se llega a guardar a Dios en una mano entonces,
si contemplamos fijamente la nada
y la nada, nada nos devuelve;
si hablamos con una tierra agnóstica
que se niega a germinar
para no perder su belleza.
Cómo se guarda a Dios,
cómo,
sin que éste discurra por los cauces
de la palma de la mano;
sin que éste vuelva a nacer como Dios
resucitado
en el escondrijo de sus cenizas.
El emisario de Dyaus Pitar
¿Qué harás, Señor, cuando yo muera?
Soy tu cántaro (¿y cuando me quiebre?)
Soy tu bebida (¿y cuando me agrie?)
Soy tu traje y tu oficio;
conmigo pierdes el sentido.
Rainer María Rilke
Cada mañana,
cada octubre de feria y procesión
rezos y símbolos sagrados evidencian que
el hambre y la sed no se marchan con una alabanza,
no te liberan
nunca,
del abrazo desnudo de la muerte.
Allí donde la ira de Dios duerme ahíta
y oscila
como una barcaza que muerde las aguas con frenesí,
dejo reposar tímidamente mi cabeza
deseando pausar tanto dolor,
tanta desolación
que con cada crepúsculo
camina a rastras,
encadenada
bajo el dintel de mi pecho.
¡Oh Padre!, tú lo sabes bien
he sido la oveja más obediente del rebaño,
tu hijo predilecto,
el ángel mas pulcro y eficiente;
el canto que arrullaba a los cadáveres
cuando éstos despertaban hambrientos
picoteados por los buitres.
Incluso creé para ti
un paraíso guarecido
al interior de un duro roble,
lavé la sangre que esparciste
sobre las baldosas del edén,
¿y qué obtuve?,
¿cuál es mi recompensa?
Una retahíla de nonatos a quienes debo ahorcar
con una cuerda oxidada,
que tensa y estéril
azota las yemas de mis dedos.
Por ello, con cada sol cuento miles de cuerpos
que yacen tendidos en mi patio trasero
clamando venganza,
anhelando ser
la gota de ponzoña que me paralice;
el sable que
me fragmente y esconda
del amor de tus labios.
Es ahora que a ti acudo mi creador,
habiendo rendido mi entereza
permitiéndole descansar
a mi ego de ángel,
¿y cómo te encuentro?,
¿cómo es que me agradeces?
Observándome displicente sobre tu hombro
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dándome la espalda y besando
a tu nuevo hijo querido:
Mashit;
y soy yo quien nuevamente
debe decidir la manera de ultimar
a aquellas ánimas sin carne,
y debe ejecutar fielmente
aquello para lo que tú usas finos guantes.
¿Qué he de utilizar entonces?
¿La espada?,
¿la seda?
Tras tantas muertes, ¡Oh Padre!,
puedo decir que por ti soy
hermano de la muerte.
El taxidermista
Había un cuerpo que solía llamarme:
ciego pescador de expresiones.
Alacrán,
siempre dispuesto a incrustar su estilete.
Cada nueva piel,
cada nueva carne que brota de fecundos huesos,
alimenta en mí un prurito devastador
al crear formas perfectas
extremadamente apetecibles de
perennizar.
El arte,
materia de mi adoración y angustia,
es el oscuro traje de lo que se define a sí mismo
como el pozo dentro del cual se esfuma la vida;
es el último brillo
que emana del filo de mi navaja
antes de inocular
la muerte.
Es en aquel febril momento,
mientras la sangre de mi obra ve mutilado su fluir,
que se inyecta en mis iris:
el delirio del suicida,
y reverdece
aquella antigua manía.
Entonces,
ríos blanquecinos con olor a formol
invaden mis venas,
y la inquietante frialdad y aplomo
que requiere mi oficio,
me sumerge nuevamente en la obsesión
por eternizar cada enigmática figura,
que entre mis manos,
reclama una nueva existencia.
Gota por gota,
se filtra presurosa la sal de Boro
por las rendijas de mi tórax,
discurriendo ligera
como un raudal que a su paso muerde
la orilla de mi sangre.
Y se desata así la bestia,
y ruge el animal descontrolado
al elevar en su puño el escalpelo
para luego hacerlo danzar desnudo
entre la carne y las entrañas,
bajo la lánguida luz cómplice
de una inmisericorde lámpara.
Mi labor halla así su motivo:
cada emigrante vestido debe restaurar su pulso;
debe
retornar ficticiamente a la vida.
Hace algunos años,
había un conjunto de letras,
una tendencia a pintar y a observar ciertos cuadros
que solían describir cabalmente
la impavidez de mi oficio:
el porqué desde hace tanto
mi raza es estéril.
(Salzburgo)
Mario Pera. (Lima-Perú). Reside en Barcelona. Abogado por la Universidad de Lima (Perú), diseñador gráfico y máster en Medios, Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Director de la revista web Vallejo & Co. y de la editorial del mismo nombre. Obtuvo el Premio Ilustre Municipalidad de Cuenca en el Festival de la Lira (Ecuador, 2013). Ha publicado en poesía Preparaciones anatómicas (Perú, 2009), Ruido Blanco (Perú, 2011; 2015 y Ecuador, 2016), The Most Natural Thing. New American Poetry (Italia, junto a David Keplinger, 2016) e Y habrá fuego cayendo a nuestro alrededor (España, 2018); en antología De este lado del cielo. Nueva antología de la poesía peruana (Chile, 2018); y en ensayo Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (Francia, 2012) y Comunicaciones marcianas. Revista Amauta, a 90 años de la vanguardia peruana (Perú, junto a Roger Santiváñez, 2019).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre