Magali Alabau
Curaduría de Miguel Falquez-Certain
Editor de Literatura Queer Abisinia Review
De la destacada poeta cubana Magali Alabau publicamos un puñado de poemas de su libro Ruinas (Ediciones Deslinde, 2021). Alabau nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán (La Habana). En Nueva York continuó sus estudios de Artes Dramáticas y cursó estudios de Filosofía y Religión en Hunter College. En 2017, la Editorial Bokeh (Leiden, Países Bajos) publicó Ir y venir (Poesía reunida 1986-2016).
¿Por qué una canción,
un rostro nos arroja hacia el pasado
que ya no puede recorrerse?
Apareces en pedazos de sueños.
Cobras vida por un momento.
Cuando despierto, siento tu amor.
El amor que tiene que perecer,
que no puede recrearse por el día
porque es como invocar un muerto.
Muerto que cava hoyos en el pecho,
huecos profundos de vergüenza.
Reconocerme en tus besos,
el toque mágico para poder seguir,
para levantarme y comer las estrellas.
Lo que he sido después, lo que he buscado
en esos espectros y radiologías del tiempo,
ha sido pretender odiarte y odiar todo.
Somos dos preparaciones para morir,
hasta el final tus ojos me persiguen.
Tu mirada hizo que escribiera una palabra
y luego dos que fuera la mejor o la peor.
Fueron tus pupilas laberintos en que nos encontramos.
Una historia se unió con la otra.
El deseo en cada una se vació
dejando un poco de ti en cada molde.
Tú, ahora, con ojos azules o grises,
yo, gritando barbaridades
por esta picazón constante de la vida.
Uno debe confesar en la cima,
sacar fuerzas para recitar las últimas líneas del script.
Tocar el corazón una vez más, rescatarlo.
Lleno de violencia,
el amor se expresa
en ciertas formas de besar.
El útero clama
un orgasmo
que se aguanta
y sube hasta la espalda desgarrado.
Alrededor, tacones,
pintalabios, botellas
destilando vapores que trastornan.
Ritmo brutal al golpe de Disco.
¿Qué hacemos aquí?
La embriaguez nos monta en un taxi.
El carro nos transporta
a los brazos de Shiva.
Solo mirarnos,
un enchufe eléctrico nos amarra.
Olvidamos dónde dejamos la ropa.
Nos entregamos desde la boca hasta el infinito.
Nuestros dedos entrelazados
abren esferas celestiales,
nos revolcamos entre ellas.
En el espacio grabamos
un nacimiento y una muerte.
Una esfera para llenarla
de dulce hiel.
Un año,
unos meses,
una semana.
Que me sorprenda la muerte.
Que traiga rosas, un ramo
como tú me trajiste el primer día
en ese afán de conquista.
Pensé ordenar los poemas,
que estuviesen listos,
legibles.
Pasar a una caja
los ya terminados
y los insatisfechos
ponerlos en otra
con una nota póstuma.
Ahora no hay ahora.
Solo existe el reloj
compitiendo con ese otro
de los condenados.
Los que no logre reescribir,
al fuego conmigo
en la misma caja de pino,
y que ardan con mi cuerpo
en ese crematorio desconocido.
A última hora alguien traerá un folder,
o varios y se pagará extra
por esa inesperada quemazón de papeles.
El encargado, un amigo o el ángel de guardia
seguirán las instrucciones hasta el último detalle.
El ángel recuerda
tu voz baja,
tus ojos tristes
ante mi vozarrón
haciendo temblar el edificio,
digo, el teatro.
Juntando poemas,
uno escrito antes
se une a otro escrito ahora.
Mientras el reloj no camina
respiro este largometraje.
Me daba vergüenza besar a otra mujer.
Prefería besar a mi padre.
Era fácil, simple.
Una natural disposición
para invitarlos y luego
olvidarme que existían.
Pensé, quizás, me dijeron, quizás,
eso de que era una abominación.
Mi madre y mi tía repetían: qué asco.
Cuando pronunciaban la palabra pecaminosa
hacían una mueca como si fueran a vomitar.
Se referían a mi otra tía que, según ellas,
padecía de la enfermedad.
No solo era una enferma,
es que era mala, nació mala,
una mujer sin sentimientos.
No quería a nadie.
Mira cómo abandonó a la madre
y se fue al Norte a los veinte años.
Siempre fue un problema
con eso de los escándalos
y las amigotas.
Jarros de agua fría,
agitadas, las urracas vociferan
que hubieran preferido una puta
a ya tú sabes qué.
Yo y mis serpientes,
aplastadas por unos años.
Sus pedazos reaparecieron,
revueltas salamandras,
les salieron patas,
volvieron a caminar.
Me ayudaron a salir
de la oscura cueva.
Me forzaron
a levantarme,
a dejar las escamas.
Sacrificios sanguinarios,
sierpe en toda época venerada
por su sabiduría.
Mis vértebras son tuyas,
en mis huesos vives
con deseos irracionales
y venganza.
Iluminada serpiente,
una vez que te abraza
no te deja ir.
Tomados de Amor fatal, Editorial Betania, 2016
Epílogo
Para el final del poema
ninguna palabra sirve.
Para el final,
nada sirve.
La fiera conoce
el trueno que apunta
a la garganta,
la hiere de muerte.
Se lo dije a ella
que me asediaba con versículos
de Génesis y Samuel.
Tenía ojos azules untados
de mascarilla ocultando la enfermedad.
Todos traían paraguas negros al comedor.
Y es que mientras ellos engullían
mi lengua los asaltaba
porque rezaban y pedían milagros.
Les hice el cuento del paraíso
cercado con alambre de púas.
La serpiente verde con hojas de salvia
en cada eslabón de la vida.
La serpiente que como la lluvia
penetra la tierra y rebota en el pavimento.
Imágenes perdidas en alguna de mis cajas.
Madre verde, madre gris, me amordazas.
Cuando mi cuerpo posea escamas como el tuyo,
nos reconciliaremos.
El principio y el fin,
en el medio y en el entrecorte
emergiendo de la materia oscura:
Madre, la Madre, yo,
encerrada en ella
renunciando al entendimiento.
Hay palomas que se pasan el día
repitiendo el mismo sonido,
buscando la salida,
la puerta de la liberación.
Ahí tú, con rostros diferentes.
Tientas y sucumbo.
Antes de irte, me golpeas,
me callas y si pudieras
arrancarías mi voz.
Una sin madre no vive.
Una sin amor agoniza.
Una termina en salas
de veredictos y acusaciones,
mientras dentro se oye una melodía
que yo quisiera cantar como la paloma,
notas tan dulces
que nunca saldrán al aire,
que quedarán en mi cuarto.
Tomado de Ruinas, Ediciones Deslinde, 2021
Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán (La Habana). En Nueva York continuó sus estudios de Artes Dramáticas. Cursó estudios de Filosofía y Religión en Hunter College. Hasta mediados de los años ochenta desarrolló una amplia carrera teatral como actriz en las compañías Greenwich News Theatre (ahora Repertorio Español), INTAR, La Mama Experimental Theatre y como directora en Teatro Dúo y Medusa’s Revenge. Tras retirarse del teatro, comenzó a escribir poesía. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios. Sus poemas aparecen en prestigiosas antologías. Obtuvo el Premio de Poesía de la Revista Lyra (Nueva York, 1988); la Beca Oscar B. Cintas de creación literaria (1990-1991); Premio de Poesía Latina, otorgado a su libro Hermana, por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York (1992). Los más recientes poemarios Volver (2012) y Amor fatal (2016) han sido publicados por Editorial Betania en Madrid, España. En 2017, la Editorial Bokeh (Leiden, Países Bajos) publicó Ir y venir (Poesía reunida 1986-2016).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre