Virginia Fernández Collado
«Virginia Fernández Collado nos enseña que hay más que el hombre sobre la tierra, pero nada puede contener toda la tierra más que un poema y el corazón desde donde brota», nos recuerda Ismael Diadié Haidara sobre la obra de la poeta española. Fernández Collado ha editado María Enciso, poesía completa (2022) IEA. Actualmente se encuentra realizando la Tesis Doctoral en la Universidad Complutense de Madrid sobre la vida y obra de la poeta del exilio español, María Enciso.
1
Verano
Vivo en un baldío páramo del mundo. Camino de mí hacia el centro, del mundo hacia la estrella, de la noche hacia el abismo. Quiero de las soledades, amparos, de la vida, pájaros cantarines. Heme en la tierra del desierto, caminando hacia su centro. Elijo, de la grieta, la herida, de su apertura, el cielo. Alas volando hacia todas partes, sean los manzanos, mi casa. Creo en los árboles y las montañas, en los bosques y ríos, en las extensiones áridas y en toda la geografía por la que viajan nuestros lamentos y nuestras dichas. Creo en la tierra, creadora de los animales y de los hombres. Creo en el sol con el que nos calentamos y gracias al que contemplamos la belleza extrema de la tierra por la que flores y espinos pueden vivir. Creo en la noche por la que el día se hace bello. Creo en la lluvia que nos moja y hace crecer la semilla que nos dará de comer. Alabada sea la tierra por la que vivimos y respiramos cada día. Amado, ¿Qué soledad es ésta que invita al recogimiento? ¿A qué soledad me traes? ¿Adónde se alojarán las noches? ¿Adónde irán los miedos? ¿Qué soledad será ésta si no es llamada nieve? Amado, la lluvia es temblorosa como una luna sobre el mar. No ha visto las estrellas. No ha visto los peces. La lluvia tiene un manto, todo lo cubre. No ha visto el cielo. Ciega, la lluvia cae. La lluvia es temblorosa como una luna sobre el mar, es lluvia inesperada, lluvia siempre inesperada. No temas a la nieve, nubes blancas traen el invierno. El cielo es un coro de serafines. La mañana es blanca, el mar es blanco, el cielo es blanco. Una mañana me levanté y el blanco inundaba nuestros corazones. Pero también la noche. La noche como una garganta que grita, la noche como un acantilado, la noche, la noche oscurece, la noche es mi semblante, la noche es un bosque, la noche, un animal que acecha. Los ríos mueren en los mapas, derraman el llanto seco. El verano pasa.
2
Otoño
Las hojas caídas viajan de un río a otro. Llega el otoño. La primavera llena de estambre mece a la abeja. El cielo canta. No he visto llegar a la noche. La hierba me oculta entre sombras, sombras de caballos que avanzan, sombras de un escarabajo labrador, la sombra de una hoja caída. La noche llega como un bosque, la noche es un estado del corazón, la noche, una profunda soledad. Cúbreme con las hojas de otoño y con la seda de tus manos. Arrópame como si fuera una niña recién nacida. En la estación del estambre las hojas marchitas visten raíces, hierba y humus. No sé muy bien si soy hoja, lluvia o vid. Llega la estación de la lluvia, la lluvia se balancea. Un castor entra en el bosque y ésta es la estación de los bosques. En la estación de los bosques, hablan entre sí las copas de los castaños, resuenan los trinos en las ramas de los árboles. No sé si soy gorrión o estornino, me da igual ser piedra o musgo. En la estación del trigo un pájaro lleva en el pico una amapola. Cuenco que contiene vacío nunca se rompe, de tanto contener la nada, obtiene el todo. Cuenco que no es barro ni arcilla sino el hueco que lo contiene. El jardín de lirios oscurece. En el umbral del invierno, nadie te espera salvo la muerte.
De Bosque, Fondo Kati, 2020.
3
Canto como un ruiseñor
Mi amado,
fresco como una primavera
viene.
El sol purifica
y convierte su piel en pureza,
así me llama
y dice: Pureza,
y un eco responde: Blancura.
En su pecho lleno de flores
descanso y soy amapola,
y eran verdes los prados
de su cuerpo florido.
Y eran blancos los rayos de sol
de las manos de mi amado.
Los pájaros que anidan en su pelo
cantarines danzan
la danza del amor.
Ríos y ríos descienden por los valles
y en los robles cantan los ruiseñores
y en las lilas revolotean las abejas,
vierten las montañas el agua
que desciende
y desciende
y llega alegre,
cantarín.
4
La noche cayó
sobre nuestros corazones
lánguidas golondrinas
se posaron en nuestros labios
sonreían con las sonrisas del amor
yo te miraba
y dormías profundamente
con el corazón puesto en el desierto.
Con la calma del guepardo
yo miraba el infinito
e imaginaba que allí
había un campo de espigas
amaranto.
Por la mañana desperté
con una profunda tristeza,
solo había sido un sueño,
Majnún,
y no estabas.
5
No hay arraigos en la vida
aquel que ha llegado
lo ha hecho para marcharse,
somos caminantes,
desde nuestros primeros días
hasta los últimos.
El desarraigo
es el mejor compañero.
De Los cantos de Layla, Fondo Kati, 2020.
Virginia Fernández Collado, Almería, España, 1977. Es licenciada en Admon. y dirección de empresas. Es Profesora de Administración de Empresas en Educación Secundaria. Es vicedirectora del Instituto de educación secundaria IES Los Ángeles (Almería). Ha publicado los libros Depredador (2015), Poemas 2006-2016 (2017), Bosque (2020), Lluvia Poemas 2006-2016 (2020), Los cantos de Layla (2020); Ha coordinado varias antologías poéticas, entre ellas Antología de poesía femenina contemporánea (2020), y Versos que abrazan (2017). Ha editado la poesía completa de María Enciso, María Enciso, poesía completa (2022) IEA. Actualmente se encuentra realizando la Tesis Doctoral en la Universidad Complutense de Madrid sobre la vida y obra de la poeta del exilio español, María Enciso.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra Fishing Boats, Collioure, 1905,
del pintor, ilustrador y escenógrafo francés © André Derain