Daniel Calméls
Maderas
Sos a tu manera, maderita madera.
Madera del suelo para mis pies descalzos.
Madera de vientre de barco,
que me acuna en los bordes de la tierra
y me ayuda a mirar el aire
con la promesa de otros cielos.
Madera
que chispa contra madera
maderita madera para el fuego del amor
mi madera sin fin
en las curvas que regresan partiendo.
Marea de aroma y de resina dulce
en los pliegues que muestran el regazo del nido.
Madera rosa, roza madera
acalorada, plena de sol en la noche plena.
Madera dura del mortero
que sostiene el roer de la molienda.
Madera blanda de la cajita de secretos
que cierra su boca y se alimenta de sueños.
Madera del lápiz que te escribe
braza madera.
Mara maderita marea.
De Atrapavoz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2020.
Trazas
Sobre la porosa lisura de madera
se expande la harina
que la mano ahueca como un nido.
En su lecho, clara y yema, juntas, confundidas.
Recibir en la piel la húmeda adherencia,
marcar con las yemas,
dejar ir.
Luego, con un palo,
se alisa la masa al grosor de un papel.
Un niño, sobre la prosa lisura,
con los deberes de la lengua materna,
con otro palote, vertical y repetido,
le pone al renglón las rejas de la palabra escrita.
En las primeras trazas
se cocina un orden y un sentido.
Borrar con la masa y comerse las letras
son las primeras gramáticas digestivas.
Inédito
Raíces
Un hombre mira a través del mar
como caminan sus pies,
los confunde con peces extraños
mientras el agua se oscurece repentinamente.
Busca inclinando la cabeza alguna señal de reencuentro
y avanza hacia el horizonte.
La espuma cubrirá sus cabellos
con la suavidad de una caricia nocturna.
Volverá a la arena en la difícil tarea
de andar sin dejar huellas.
De Marea en las manos, poesía, antología personal, Buenos Aires, Colihue, 2005.
Personas
Como máscaras, huérfanos, uno a uno se acercan trémulos al borde de la cama
donde está Pessoa, muerto, en persona.
Déniz Da Silva se inclina, la vulva de su joroba lo acerca y lo aleja del lecho de la muerte.
Alberto Caeiro, el poeta pagano, por primera vez une sus palmas y mira hacia el cielo.
Álvaro de Campos reconstruye los vértices de una cripta imaginaria.
Roberto Reis arranca las hojas de un libro y las retuerce
entintando sus manos, para armar con ellas una corona
y Bernardo Soares, sin sosiego, escribe un epitafio.
Desde un bar cercano,
un plato, los cubiertos y una copa vacía, esperan en vano.
Inédito
Escribir
Cuando escribo,
hay sobre el papel una leve sombra de mi mano,
como si otra mano escribiera junto a mí.
Sólo cuando me acerco a la poesía
las dos manos se juntan,
mi cuerpo, ahora, se duplica sobre la habitación
dejando a la biblioteca en penumbras.
Pareciera que mi letra escribe a la luz de los libros.
La primera sombra me ayuda a trazar,
la segunda me permite escribir.
Ahora leo lo escrito,
mi voz no tiene sombra
pero no dejo de escuchar cierto eco
que no sé si me antecede.
Inédito
Daniel Calméls, entre otros título, es autor de: Lo que tanto ha muerto sin dolor (1991), poesía; El cuerpo y los Sueños (1995), poesía; El Cristo Rojo (1996), análisis de la obra de Jacobo Fijman (Faja de Honor de la Sociedad Argentina De Escritores); Estrellamar (1999), prosa poética (Primer premio Rodolfo Walsh – Derechos humanos); Espacio Habitado (2001); El libro de los pies (2001) (Primer premio Ensayo del Fondo Nacional de las Artes); Marea en las manos (2005), poesía, antología personal; El cuerpo en la escritura (2009) ensayo; La discapacidad del héroe (2009) (Tercer premio, ensayo, premio Municipal, Ciudad de Buenos Aires); Espacio Habitado (2011); Fugas, el fin del cuerpo en los comienzos del milenio (2013), ensayo; El cuerpo cuenta (2014) ensayo; Arcanos (2019), poesía, pinturas de Juan Bernardez; Atrapavoz (2020) poesía. En literatura infantil: La almohada de los sueños (2011) y Los duendes de la mesa (2016).
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de:
Con las manos vacías (fragmento)
Técnica mixta: Pintura acrílica y barro
de © Jorge Lopez