Peter Balakian
Los miembros del jurado del Premio Pulitzer de 2016 indican que Ozone Journal [Diario del ozono] incluye «poemas que dan fe de antiguas pérdidas y tragedias que apuntalan una era global de peligro e incertidumbre». Peter Balakian nació en 1951 en Tenafly, Nueva Jersey, Estados Unidos, y es hijo de padres armenios. Agradecemos la traducción, exclusiva para Abisinia Review, al novelista y poeta Miguel Falquez-Certain.
Hart Crane en Los Ángeles, 1927
Estábamos sentados en sillones de cuero
alrededor de mesas de coctel y los doctorandos
iban y venían con escarapelas en las chaquetas, orgullosos y asustados,
repletos de conocimiento e incertidumbre.
Todo el mundo estaba alegre cuando la conversación
se desvió hacia una idea de la idea del texto.
Un colega señaló en una entrevista que había sido justo
aquí en este salón debajo de esta araña que alguna vez
había venido un poeta con temor e incertidumbre;
que había llegado al gran vacío sonrosado de los ocasos
de Los Ángeles y vomitado a Rimbaud en el Bulevar.
Los doctorandos continuaban yendo y viniendo
otros colegas se acercaron a saludar o a conversar sobre
el menú del otro hotel; y alguien más dijo
que al poeta le encantaba este lugar y que deberíamos quedarnos aquí
donde él había venido a devorar pâté y langosta,
donde Ivor Winters se reunió con él para beber cocteles
Old-Fashioned y luego comentó que sus manos parecían
las de un púgil avezado y su rostro como una carretera en mal estado.
Otro colega dijo que no se podía entender el gran poema de Crane
sin contexto, el otro dijo que no se podía entender
el contexto sin el poema. Otro dijo escuchen el sonido
extraño que hacen las palabras cuando permites que se instale el silencio.
El primer colega dijo que las palabras estaban tan apelotonadas y engomadas
que era imposible descifrar el significado, el verdadero significado.
Pero alguien más les recordó a los otros que el poeta
estuvo tan desesperado que empeñó el reloj de su abuela
y luego le escribió a Gide «ningún París jamás produjo algo semejante».
Después, cuando las cosas empeoraron, cuando las casas
adquirieron el color de mayonesa rancia,
bajó a la playa para leer a Hopkins
y afirmó que los espondeos habían sido ahogados por el gorjeo cansino de los sinsontes.
El primer colega dijo que su idea del poema era
demasiado grande de soportar para cualquiera de modo que el desenlace había sido inevitable.
Entonces el camarero apareció, ligeramente agobiado, y todos
pedimos un club sándwich de langosta y una Coca-Cola dietética, antes de que llegara el siguiente doctorando
mientras otra colega repetía con voz temblorosa, «¿inevitable?»
Hart Crane in L.A., 1927
We sat in leather chairs
around cocktail tables and the candidates
came and went with badges on their jackets, proud and scared,
full of knowledge and uncertainty.
Everyone was animated as the conversation
drifted toward an idea of the idea of the text.
One colleague pointed out in an interview that it was here
right in this room under this chandelier that a poet
once came for a while in uncertainty and fear;
that he rode into LA’s great pink vacuum of
sunsets and spewed Rimbaud out on the Boulevard.
The candidates kept coming and going
other colleagues dropped over to say hi or to chat about
the menu at the other hotel; and someone else said
that the poet loved this place and that we should stay here
where he had come to devour pâté and lobster,
where Ivor Winters met him for old-fashioned cocktails
and noted later that his hands looked
like a seasoned pugilists’, his face like bad road.
Another colleague said you couldn’t understand Crane’s big poem
without context, the other said you couldn’t understand
context without the poem. Another said listen to the
strange sound the words make when you let the silence in.
The first colleague said the words were so clotted and glued
that it was impossible to decipher meaning, real meaning.
But someone else reminded the others that the poet
was so desperate he pawned his grandmother’s watch
and then wrote to Gide “no Paris ever yielded such as this.”
Later when things got worse, when the houses
turned the color of stale mayonnaise,
he went down to the beach to read Hopkins
and claimed the drawling mockingbirds drowned out the spondees.
The first colleague said his idea of the poem was
too big for any life to carry and so the end was inevitable.
Then the waiter appeared, slightly harassed, and everyone
ordered a lobster club and a diet coke, before the next candidate arrived
as another colleague repeated with an edge in her voice, “inevitable?”
Ahora mismo
El día llega en cintas de vidrio amarillo sobre los árboles.
Cuando te digo que el día es un poema
sólo te hablo a ti y sólo el cielo escucha.
El cielo escucha; el cielo tiene tantas esperanzas como yo
cuando camino entrando en las semillas de granada
del viento que azota el malecón.
Si quieres que el poema abarque todo,
entra en un almecino,
después sal y camina hasta más allá del malecón.
No estoy lejos del cuarto donde Van Gogh
estuvo recluido: su cabeza sobre una almohada
oyendo el mistral dando bandazos contra el malecón,
oyendo las hojas fauvistas golpeando
los sarcófagos. Ahora mismo
el aire del tepidarium me besó en la mandíbula
y las palomas fantasmales en el azul me quisieron
por un segundo, antes de que el viento
quebrara ramas y se arrastrara hasta el río.
¿Qué preguntas puedo hacerte?
¿Cómo responderá el cielo al viento?
La alborada no es desoladora.
El mundo no está repleto de amor.
Here and Now
The day comes in strips of yellow glass over trees.
When I tell you the day is a poem
I’m only talking to you and only the sky is listening.
The sky is listening; the sky is as hopeful
as I am walking into the pomegranate seeds
of the wind that whips up the seawall.
If you want the poem to take on everything,
walk into a hackberry tree,
then walk out beyond the seawall.
I’m not far from a room where Van Gogh
was a patient—his head on a pillow hearing
the mistral careen off the seawall,
hearing the fauvist leaves pelt
the sarcophagi. Here and now
the air of the tepidarium kissed my jaw
and pigeons ghosting in the blue loved me
for a second, before the wind
broke branches and guttered into the river.
What questions can I ask you?
How will the sky answer the wind?
The dawn isn’t heartbreaking.
The world isn’t full of love.
Días de béisbol, ’61
La luz color de margarina aparecía y desaparecía en el patio todo el verano;
los días eran azules, no siempre azul celeste.
En la noche la palabra Argelia circulaba entre los adultos.
Un paciente de mi padre tenía tos ferina, las palabras se disolvían en
el azul estival. Las noches giraban en torno a las luces del estadio.
Los cabellos de Kennedy volaban por la pantalla. Castro era simplemente un sofá.
Vi la cara de James Meredith a través de una profusión de hojas
en las noticias de la noche. La nevera sudaba refresco de naranja,
los árboles graznaban algunas noches en la lluvia—
un muchacho vecino no paraba de toser en su guante.
Los sonidos estáticos de Comiskey y Fenway
atravesaban el vinilo, el plástico, la almohada. . .
De modo que cuando se desprendió de la mano de Stallard, cuando los brazos de Roger Maris azotaron
el bate y en un arco la bala arrastró a los abismos las malquerencias
a 104 metros cerca de la alambrada del bullpen
debajo de la viga verde que sostenía por lo alto las voces que se alzaban en la fachada y sobre el
…..río
donde un coro bautista en la avenida Lenox enviaba una versión de Sweet Chariot
sobre el tráfico en la FDR embotellado en el Triboro
uno de cuyos puntales estaba roto y los cables de sus brazos recogían el estallido astral de
…..voces que llegaban por encima de la fachada del Estadio derramándose por el cartel negro que
…..anunciaba el próximo partido hasta el vector
de una botella de Coca-Cola ladeada en una valla
en la ribera del río donde una nube de palomas se alzó sobre la isla Roosevelt.
Ya era de noche cuando los carros se desatascaron y el verde de los jardines se descongeló
y el arco blanco se había desvanecido en el horizonte antes de que llegara el otoño
repleto de muchachos lanzándose sobre la grama con el deseo inexplicable
por la cosa prometida. Se va, se va. Se fue.
Baseball Days, ’61
All summer the patio drifted in and out of light the color of margarine;
days were blue, not always sky blue.
At night the word Algeria circulated among the grown-ups.
A patient of my father had whooping cough, the words drifted into
summer blue. The evenings spun into stadium lights.
Kennedy’s hair blew across the screen. Castro was just a sofa.
I saw James Meredith’s face through a spread of leaves
on the evening news. The fridge sweat with orangeade,
the trees whooped some nights in rain—
a kid down the street kept coughing into his mitt.
Static sounds from Comiskey and Fenway came
though the vinyl, the plastic, the pillow—
So when it left Stallard’s hand, when Roger Maris’s arms whipped
the bat and the bullet-arc carried into the chasm the disaffections
at 344 ft. near the bullpen fence
under the green girder holding up the voices rising into the façade and over the
…..river
where a Baptist choir on Lenox Ave. was sending up a variation of Sweet Chariot
into the traffic on the FDR that was jammed at the Triboro
where a derrick was broken and the cables of its arms picked up the star-blast of
…..voices coming over the Stadium façade spilling down the black next-game
…..sign into the vector
of a tilted Coke bottle on a billboard
at the edge of the river where a cloud of pigeons rose over Roosevelt Island.
It was evening by the time the cars unjammed and the green of the outfield unfroze
and the white arc had faded into skyline before fall came
full of boys throwing themselves onto the turf with inexplicable desire
for the thing promised. The going. Then gone.
De Ozone Journal [Diario del ozono], 2015.
Traducción de Miguel Falquez-Certain
Peter Balakian nació en 1951 en Tenafly, Nueva Jersey, EE.UU. Hijo de padres armenios. Es autor de varios poemarios, incluidos Ozone Journal [Diario del ozono] (2015), ganador del premio Pulitzer, 2016; Ziggurat [Zigurat] (2010), que trata de las consecuencias y repercusiones del once de septiembre de 2001; y June-tree: New and Selected Poems 1974–2000 [Árbol de junio, antología de poemas nuevos y selectos 1974-2000]. Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías, entre ellas Morrow Anthology of Younger American Poets de 1985, y han sido traducidos a varios idiomas. Ha publicado ensayos sobre poesía, cultura y arte en numerosas revistas literarias y es autor de Theodore Roethke’s Far Fields [Los campos remotos de Theodore Roethke] (1989). Black Dog of Fate [El perro negro del destino] (1997), sus memorias sobre su indagación para obtener más información sobre la relación de su familia con el genocidio y la diáspora, obtuvo el premio PEN/Martha Albrand para memorias y fue seleccionado por The New York Times como libro sobresaliente. The Burning Tigris: The Armenian Genocide and America’s Response [El Tigris ardiente: el genocidio armenio y la reacción de los Estados Unidos] (2003) obtuvo el premio Raphael Lemkin en 2005. Reconociendo el desafío que representa escribir poesía imbuida de política, Balakian observa que «es siempre necesario mantener las cuestiones estéticas libres de polémicas y de politiquería. La poesía nunca debe ser dogmática. La poesía debe ser fiel a la riqueza de la lengua, a la forma poética y a la complejidad de la experiencia. Pero la esfera política debería hacer más profundo a un escritor y su obra más grande, más rica y moralmente resonante». Obtuvo una licenciatura de Bucknell University, una maestría de New York University y un doctorado de Brown University. Es profesor de humanidades en el departamento de inglés de Colgate University y director de su programa de creación literaria.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de un fragmento de la obra alta ris de © Jorge Eduardo Eielson. Agradecemos a Martha L. Canfield, presidenta Centro Studi Jorge Eielson, Florencia, Italia.