Martha Canfield
Este dossier lo creamos para ir a la caza de joyas de la literatura y para rendirle un pequeño homenaje al lector de poesía. Le preguntamos a la poeta Martha Canfield: «¿Cuáles son tus tres poemas uruguayos esenciales desde tu experiencia como lector y desde tu sensibilidad como creador?». Y, esta es su argumentación y sus tres claveles para nuestra tierra de Abisinia.
Martha L. Canfield nació en Montevideo, Uruguay, en 1949. Es poeta, ensayista y traductora. Vive en Italia desde 1977. Es catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Florencia. Escribe en español y en italiano. Ha editado en italiano autores hispanoamericanos como Benedetti, Mutis, Eielson, Vargas Llosa, Idea Vilariño, Ernesto Cardenal, Carmen Boullosa; y en español autores italianos como Pasolini, Edoardo Sanguineti, Gesualdo Bufalino. Ha publicado estudios sobre López Velarde, Quiroga, Borges, Aurelio Arturo, García Márquez, poesía chicana y poesía neoindiana. En septiembre del 2006, en homenaje al artista y escritor peruano, fundó el Centro de Estudios Jorge Eielson, para la difusión de la cultura latinoamericana.
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No me resulta fácil elegir tres poemas porque, como bien se sabe, el Uruguay, a pesar de sus reducidas dimensiones, ha dado muchos grandes poetas, así como también grandes narradores. Y desde mi infancia me han acompañado voces, masculinas y femeninas, que después descubrí que tenían un lugar fundamental en la historia de la literatura hispanoamericana. Podría mencionar a Juana de Ibarbourou, Idea Vilariño, Sara de Ibáñez, Clara Silva, Juan Cunha, Roberto de las Carreras, Saúl Ibargoyen Islas, y muchos más. A varios de ellos los pude incluso conocer personalmente, estudiarlos y traducirlos en italiano. Al fin resolví elegir tres poemas que conservo desde hace muchos años en mi memoria y que considero obras maestras.
El despertar es un soneto en alejandrinos del poeta clave en el movimiento modernista, Julio Herrera y Reissig, con el cual se abre su libro Los éxtasis de la montaña. El soneto «El despertar», con un lenguaje de alto nivel pero clarísimo en su significado, y a través de personajes humanos que se vuelven arquetípicos mediante nombres procedentes de la mitología griega —Alisia y Cloris—, sugiere al lector que cada despertar significa un nuevo inicio, en el ciclo imperituro de la vida, y por lo tanto un triunfo sobre la muerte («la noche en derrota»).
Julio Herrera y Reissig
(Montevideo, 1875-1910)
El despertar
Alisia y Cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restréganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana.
La inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta…
Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota
de grillo de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.
De Los éxtasis de la montaña, 1904-1910.
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Lo inefable es otro soneto, del segundo libro publicado por Delmira Agustini, Cantos de la mañana, en 1910. El poema podría considerarse en el contexto de la poesía erótica, que ella desarrolló intensamente, desafiando los prejuicios de la época y sobreponiéndose a la represión de la mujer, entonces muy intensa. Pero aquí se va más allá del tema erótico: de la percepción de un sentimiento indescriptible —inefable, en efecto— se pasa a la configuración de una visión suprema, sublime, afín al sentimiento místico. Este poema, elevándose de lo inmanente a lo trascendente, sugiere espléndidamente cuál es el poder y el valor de la poesía, o sea aferrar lo inaferrable y expresar lo inexpresable.
Delmira Agustini
(Montevideo, 1886-1914)
Lo inefable
Yo muero extrañamente… No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida…
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?…
¡Cumbre de los Martirios!… ¡Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!…
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable… ¡Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!
De Cantos de la mañana, 1910.
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No te salves de Mario Benedetti, lo considero uno de los ejemplos mejores de la poesía de este autor, que se presenta con un lenguaje coloquial y sencillo pero que en realidad propone significados ni evidentes ni inmediatamente comprensibles. Toda su poesía es aparentemente sencilla; en realidad tiene siempre un estudiado y riguroso ritmo —aquí tenemos una serie de heptasílabos libres, anafóricos y reiterativos— y el mensaje final es contrario a lo obvio y a lo común. Aquí el concepto de «salvarse», paradójicamente, no es positivo, porque en realidad remite a la aceptación social, a la adecuación a las normas que impone la sociedad, obligándonos a menudo a sacrificar nuestra verdadera esencia y nuestra vocación. Si salvarse significa congelar el júbilo, querer con desgana, llenarse de calma para no juzgar lo que en fondo quisiéramos rechazar, es decir, si salvarse quiere decir adaptarse y así traicionar la propia individualidad, entonces, le dice el poeta a su amada, si te salvas de este modo, a mí no me tendrás: «[si] te salvas / entonces / no te quedes conmigo».
Mario Benedetti
(Paso de los Toros, Tacuarembó, 1920-Montevideo, 2009)
No te salves
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
De Poemas de otros, 1973-1974.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de un fragmento de la obra quadro_giallo de © Jorge Eduardo Eielson. Agradecemos a Martha L. Canfield, presidenta Centro Studi Jorge Eielson, Florencia, Italia.