Written by 1:21 am Latinoamericana, Poesía

Mis tres poemas argentinos, según Arzoumanian

Ana Arzoumanian

 

 

Inauguramos este dossier para rendirle un pequeño homenaje al lector de poesía. Le preguntamos a la poeta Ana Arzoumanian: “¿Cuáles son tus tres poemas argentinos esenciales desde tu experiencia como lectora y desde tu sensibilidad como creadora?”.  Y, sin solicitarle argumentaciones, esta fue su respuesta:

 

 

¿por qué grita esa mujer?

¿por qué grita esa mujer?
¿por qué grita?
¿por qué grita esa mujer?
andá a saber
esa mujer ¿por qué grita?
andá a saber
mirá que flores bonitas
¿por qué grita?
jacintos
margaritas
¿por qué?
¿por qué qué?
¿por qué grita esa mujer?

¿y esa mujer?
¿y esa mujer?
vaya a saber
estará loca esa mujer
mirá
mirá los espejitos
¿será por su corcel?
andá a saber

¿y dónde oíste
la palabra corcel?
es un secreto
esa mujer
¿por qué grita?
mirá las margaritas
la mujer
espejitos
pajaritas
que no cantan
¿por qué grita?
que no vuelan

¿por qué grita?
que no estorban
la mujer
y esa mujer
¿y estaba loca mujer?

Ya no grita
(¿te acordás de esa mujer?)

 

Susana Thénon

Del libro La morada imposible, Vol. 1, Buenos Aires, 2001

 

 

Crawl

La casilla de los bañeros, el piso y el homenaje

                                          A Ernesto del Castillo

                                          que me prestó un salvavidas

 

Vengo de comulgar y estoy en éxtasis, hermanos

                  en reflejados días que tenían dos mares.

 

Sacristía con trigo de desnudos oyendo

                  un altar de colmenas. Única sombra.

                                                                        Tablas.

 

Piso para las víctimas más grises del planeta.

 

                  Capilla sin exvoto:

                  Sólo mandíbulas de escualos.

 

Y espejito con olas que nos ven entrar cansados.

 

En la gavia del tórax, como alas entre cantos

                                 rodados recogidos

                                 de bruces

                                              los pulmones;

Y, en las ceñidas lonas, ladridos empujando

 

                   a mástiles de hueso

                   que no fueron quebrados.

 

Y yo que pude en sueños o en misión escalarme

 

                  por serpientes de nieve

                  que iluminan

 

                  escondrijos de mapas

                  y capotes

 

Bautizando en las noches de las cumbres a un lago;

 

                  y yo que no quisiera

                  que esa tropa oscilara

                  demasiado o se hundiera

                  en el umbral del cielo,

 

Aquí donde la novia de un buen mozo del muelle

 

                  se entregó por dinero

                  a las visitas

 

(Después de hablar los dos afuera, contra el viento,

 

                  una hora o dos horas

                  caminando, abrazándose)

 

Y a las siestas, de pie, los guardavidas

 

                  abatían la sal de sus cabezas

 

                  como una damajuana muy pesada,

 

de agua dulce      y de vidrio verde, grueso,

 

                                     que entre todos

                                     cuidaban,

 

                                              me adormezco.

 

Lágrima en la botella el mar se seca

 

Y hasta que la pequeña estufa es desatada

                               

                                  y dejan de brillas

                                   los pies oscuros

 

Remolco sobre el hielo a una muchacha

 

(O en el piso, de nuevo,

                 veo sus pies,

                                     de nuevo

                                      no sé cómo

 

La estufa no los quema, ni sé cómo

 

                no saben arder menos que ellos

                                                       la cintura

 

O la boca,

 

Entreabierta en las tinieblas;

 

Y como siempre llueve y los relámpagos,

 

                en la ventana sucia,

                             

                              son los de ella);

 

Y sé que lo que hicimos refulgía

 

                y llamaba ahora sé

                mientras lo hacíamos

 

Y yo no era su prójimo, ni mi yo era mi prójimo,

 

                y su boca, gavilla

 

                con hormigas

                y tierra,

 

En confines de tinta

Me sacaba del odio.

[1980-1982]

 

Héctor Viel Temperley

Del libro Crawl, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1997

 

 

Cadáveres

                                  a Flores

 

Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa…
Hay Cadáveres
Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c… que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres
En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres
Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
……………………….!
Hay Cadáveres
En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres
Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
escondidas, con la bombacha llena; en la
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
los de
Hay Cadáveres
Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía «estrellas federales»
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
una botella de whisky «Russo» llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
Hay Cadáveres
En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
…indeciso…, que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
que se derrumba, oui
Hay Cadáveres
Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo
de ese incienso;
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
Ya
Hay Cadáveres
En eso que empuja
lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
En eso que ¡puta!
Hay Cadáveres
Ya no se puede sostener: el mango
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
el rosario
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente
que sujeta a los juncos el pichido tin, tin… del son-
ajero, en el gargajo que se esputa…
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres
En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
en el polvo
Hay Cadáveres
En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes «inconcientes»
En lo incesante de ese trámite, de ese «proceso» en hospitales
donde el muerto circula, en los pasillos
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanosse travisten de »hombre drapeado»,
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres

En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
bies que ciñe algo demás esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños…
Hay Cadáveres
En esas circunstancias, cuando la madre se
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
va “creciente”, o
Hay Cadáveres
Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
los haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay Cadáveres
Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, («se les ha volado la
papisa, y la manotean a dos cuerpos»), cómplices,
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
y ella es devaluada!
Hay Cadáveres
Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
»palo borracho», la estirpe real de una azalea que ha florecido
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando «mecha»
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
chueca, cuando la va dándola vuelta
para que rase todos.. . los lunares, o
Sitios,
Hay Cadáveres
Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin…
acribilla, acrisola, ángeles miriados’ de peces espadas, mirtas
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít …
Hay Cadáveres
En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres
En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
–Esto no sale de acá–
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
Esmeraldas,
Hay Cadáveres
Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c… para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde…
Hay Cadáveres
Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
era una oveja hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres
Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera como en
un cáliz borboteante los retazos
de argolla flotaban en la «Solución Humectante» (método agua por
agua),
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres
El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres
La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una «calada»
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
una Kombi,
Hay Cadáveres
La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto «rayito de sol», tanto «clarito»;
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres
La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase ;
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada…
lila…
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres
La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
profesora…)
Hay Cadáveres
Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres
Era: «No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta»
O: «No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho»
Acaso: «No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta»
Aún: «Hoy asaltaron a una vaca»
«Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
…y listo»
Hay Cadáveres
Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres
En el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres
En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres
Decir «en» no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres
Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola…?
Hay Cadáveres
Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
dedetener, Fernando? Imaginá…
Hay Cadáveres
Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las »modelos» del partido polaco
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas cuya catinga no compite en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
Barracas!
Hay Cadáveres
Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género «volante»!
NI
Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres
 Todo esto no viene así nomás
Por qué no?
 No me digas que los vas a contar
 No te parece?
 Cuándo te recibiste?
 Militaba?
 Hay Cadáveres?
Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
Yo soy aquél que ayer nomás…
Ella es la que…
Veíase el arpa…
En alfombrada sala…
Villegas o
Hay Cadáveres
……………………………………….
……………………………………….
……………………………………….
……………………………………….
No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.

 

 

Néstor Perlongher

Del libro Crawl, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1997

 

La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una ilustración del artista Bodil Jane

 

año 1 ǀ núm. 1 ǀ septiembre – octubre 2020
Etiquetas: , , , , , , , , , , , Last modified: noviembre 12, 2020

Morada al sur / Casa al sud

AUTOR

Aurelio Arturo

ISBN

978-9587-39472-6

PRECIO COLOMBIA

COL $100.000

PRECIO ARGENTINA

El cuidador de rebaños
El pastor amoroso

AUTOR

Fernando Pessoa /Alberto Caeiro

ISBN

978-631-90088-6-9

PRECIO COLOMBIA

COL $60.000

PRECIO ARGENTINA

Estrellas de mar sobre una playa

Los poemas de la pandemia

AUTOR

Margaret Randall

 

ISBN

978-958-52793-1-5

PRECIO ARGENTINA

ARS $20.000

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

La sal de la locura

Le Sel de la folie

AUTOR

Fredy Yezzed

ISBN

978-1-950474-12-7

PRECIO ARGENTINA

Agotado

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

PRECIO AMAZON

Pronto Disponible

 

Carta de las mujeres de este país

Letter from the Women of this Country

AUTOR

Fredy Yezzed

ISBN

978-1-950474-09-7

PRECIO ARGENTINA

ARS $18.000

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

PRECIO AMAZON

Pronto Disponible

 

La canción que me salva

The Song that Saves Me

AUTOR

Sergio Geese

ISBN

978-1-950474-03-5

PRECIO ARGENTINA

Agotado

En este asombro, en este llueve

Antología poética 1983-2016

AUTOR

Hugo Mujica

ISBN

978-1-950474-15-8

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

El país de las palabras rotas

The Land of Broken Words

AUTOR

Juan Esteban Londoño

ISBN

978-1-950474-05-9

PRECIO ARGENTINA

Agotado

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

Las semillas del Muntú

AUTOR

Ashanti Dinah

ISBN

978-1-950474-22-6

PRECIO ARGENTINA

Agotado

PRECIO COLOMBIA

Agotado

Paracaidistas de Checoslovaquia

AUTOR

Eduardo Bechara Navratilova

ISBN

978-1-950474-25-7

PRECIO ARGENTINA

AR $10.000

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

PRECIO AMAZON

Pronto Disponible

Este permanecer en la tierra

AUTOR

Angélica Hoyos Guzmán

 

ISBN

978-1-950474-82-0

PRECIO ARGENTINA

ARS $10.000

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

La fugacidad del instante

AUTOR

Miguel Falquez-Certain

 

ISBN

978-958-52674-5-9

PRECIO ARGENTINA

Pronto Disponible

PRECIO COLOMBIA

COP 100,000

PRECIO AMAZON

Pronto Disponible

 

Mudar el mundo

AUTOR

Ana Gandini

ISBN

978-987-86-6012-7

PRECIO ARGENTINA

ARS $10.000

El guardián de la colmena

AUTOR

Leandro Frígoli

ISBN

978-987-88-0285-5

PRECIO ARGENTINA

ARS $10.000

El diario inédito del filósofo
vienés Ludwig Wittgenstein

Le Journal Inédit Du PhilosopheViennois Ludwing Wittgenstein

AUTOR

Fredy Yezzed

ISBN

978-1-950474-10-3

PRECIO ARGENTINA

ARS $16.000

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

PRECIO AMAZON

Pronto Disponible

 

Fragmentos fantásticos

AUTOR

Miguel Ángel Bustos

ISBN

978-958-52096-8-8

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

El bostezo de la mosca azul

Antología poética 1968-2019

AUTOR

Álvaro Miranda

ISBN

978-958-52793-5-3

PRECIO ARGENTINA

Agotado

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

Geografía de los amantes del Sur

AUTOR

Mónica Viviana Mora

ISBN

978-958-53033-2-4

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

Geografía de los amantes del Sur

AUTOR

Mónica Viviana Mora

ISBN

978-958-53033-2-4

PRECIO COLOMBIA

COP 35,000

Yo vengo a ofrecer mi poema

Antología de resistencia

SELECCIÓN & CURADURÍA 

Fredy Yezzed, Stefhany Rojas Wagner

y Eduardo Bechara Navratilova

ISBN

978-958-53033-3-1

PRECIO ARGERTINA 

AR $20.000

PRECIO COLOMBIA

COP 80,000

El inmortal

AUTOR

John Galán Casanova

ISBN

978-95853-39439

PRECIO COLOMBIA

COL 35.000

 

Las voces de la tierra

AUTOR

Yanet Vargas Muñoz

ISBN

978-958-49-3124-5

PRECIO COLOMBIA

COL 35.000

 

Lo que se desvanece

AUTOR

Luis Camilo Dorado Ramírez

ISBN

978-958-53394-8-0

PRECIO COLOMBIA

COL 35.000

 

Por el ojo del pincel

AUTOR

Mónica Fazzini

 

ISBN

978-987-86-5317-4

PRECIO ARGENTINA

ARS $10.000