Angélica Hoyos Guzmán
Compartimos cinco poemas de Este permanecer en la tierra (2020) de Angélica Hoyos Guzmán, un libro honesto y vital que habla de la búsqueda y el resplandecer de una mujer de nuestro tiempo. Hoyos Guzmán nació en Barranquilla, Colombia, y es doctora en Literatura Latinoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Tejiendo el corazón del mundo
Las sagas wiwa,
las bailadoras del tambor,
las mujeres del corazón del mundo,
sabemos que en el tejido
juntamos palabras vivas,
tocamos la tierra
con la planta del pie desnudo.
No lo deshacemos.
Homero soñó y nos cantó,
como Ulises y Penélope
condenados al exilio del amor.
En el corazón del mundo
nos elegimos en cada encuentro.
Atamos las estrellas hablando con el mar,
nuestra lengua es fuego
que cierra los cabos de lana,
cantamos en los caminos de hormigas,
rugimos con los jaguares de la montaña,
dejamos el rastro,
el paso de los hombres que se irán,
los despedimos para seguir enlazando,
sin desbaratar dibujos en nuestras mochilas.
Las mujeres del corazón del mundo
ponemos nudo y punto,
infinito y gestación,
días de amar adentro con paciencia,
de oración para las luciérnagas
que encienden el tronar dulce del agua.
Nosotras, pájaras de luz,
en las montañas entregamos la sangre
que viene desde el centro palpitante.
Allí, te guarecemos hombre y toro,
sobre una piedra anciana del río,
te recibimos en el cuenco renaciente,
a ti que vienes de tocar
el dedo oscuro de la muerte,
te acunamos en mi beso
donde la luna y sus caras
se abren como magia de la noche.
Soy la que teje en el sueño
que cantaron mis Ancestros
donde tú y yo somos viajeros del hilo,
barqueros del lienzo oblicuo del sol.
Colección de autorretratos
I
La marimba suena, ¿la escuchas, madre?
Es la canción que ofrenda mi pecho cansado.
El reflejo de los otros se ha hecho grande.
La melodía expande el mar encrespado
con las gotas de lluvia sobre él.
No hay mal recuerdo contra ese canto.
II
El espejo no me reconoce.
Me paro frente a él y está vacío.
¡No te asustes, padre!
Tus palabras ya no pueden quebrarlo.
Soy esa ausencia donde puedes asomarte.
III
“La vida es un canasto que uno teje y teje
dulcemente como las abejas”.
Abuela, con tus palabras trenzaste
una noche de ángeles protectores,
una muñeca de trapo en los patios de la infancia,
un beso en la madrugada después de las pesadillas.
IV
Desarmaste mi sombra con tu primer llanto.
La vida me retornó con tu mejilla tibia.
Llegaste en la noche, hija mía,
como una lluvia de luz.
Te guardo en la cuna de mis brazos.
V
Yo encontré vida en tus galaxias,
mi pequeño astronauta.
Quiero ser tu estrella,
voy de tu mano hacia el tiempo.
VI
Mañana, sobre la montaña,
seré la Eva octogenaria,
emperatriz de las manos
que acarician mi pelo.
Llamado a la poesía
Sigo aprendiendo a no saberte.
Ven a mis manos con tu semilla,
quiero acariciar el tiempo en tu cuerpo,
con mi paladar deshacer vetas oscuras
llevarte sin atajos a donde el sol rebosa.
En el río nos espera
el sexo abierto de las margaritas silvestres.
Hazme las mil mujeres que te faltan.
Engéndrame de ti,
como delirio que baja los escudos
y háblame del silencio,
la lluvia sobre el mar en nuestro vuelo.
Estoy contigo
desde el brote de la raíz en tierra,
resplandor que grita el trueno.
Hijos de la llorona
Madre, ahora que nos perdiste
estamos en peligro,
lejos de ti siempre,
entre el ruido de las mezcladoras.
En tus venas de petróleo
corre el agua que te agrieta.
Estás enferma de darnos savia,
de parir en tus sedimentos
el veneno que devolvemos al aire.
Te cansaste de llorar por nosotros
nos buscaste como animal herido
frente a las iglesias.
Apareces como los mares
en los que tememos desembocar,
lamentamos la sal que viene de tu cuerpo.
Poesía exiliada entre el humo,
canta con tu voz de emperatriz,
báñanos con los ríos que aún no nacen.
Los amantes de Nueva Venecia
Mis senos caen como dos gotas de lluvia. La habitación está inundada de silencio, absoluto, sacro y alegórico, como un bosque que está en medio de dos montañas. Una marialucía se posa sobre una rama y el eso se extiende, el crujido toca las hojas de los mangles. Como esas gotas de la mañana son mis pechos y reflejan tu rostro en ellos. Me miras, estamos frente a frente sobre la canoa, nos recostamos de nuevo. Mucho gusto, soy Mayra y sé que eres Jose. Así me dices, así te digo. Conocimos nuestros nombres sobre las aguas. Caen los goterones, también llueve la guerra, lo sabemos. Así está la ciénaga, revuelta y triste. La lluvia toca nuestras voces. La canoa es un lienzo ligero, aún adentro llueve silencio y sólo dos pares de ojos se miran, tu rostro se refleja en mis dos gotas translúcidas. Tu piel es danza bajo esa lluvia. Sentados así, desnudos y con el sabor del uno en el otro, la mirada no cesa, los peces están sobre nuestras piernas, tus manos sobre mis párpados, tus mejillas sobre mis pechos. La piel está envuelta en humores. Mucho gusto conocerte al fin. El silencio de nuevo, el silencio y la lluvia.
A ellas que se desean
[Con la voz en off de Vicente Huidobro]
No sabes cuántas gaviotas han pasado
de boca en boca,
de piedra en piedra,
desde tu viaje en caída libre.
Una mujer
cita tus golondrinas
para enamorar a otra.
En la distancia del XXI
se envían
pájaros, fotografías,
estrellas instantáneas.
Desde la tierra ven los fulgores.
El ojo engaña a las dos mujeres,
que ahora se aman
sin tocarse.
Tu luz y tu velocidad
descienden sobre Valparaíso,
sobre las manos que desean el aire,
sobre los labios que ansían el fuego,
sobre la vida que es vino
y es tedio.
La mañana cuando se conocen,
te vuelves redondo,
sol eterno entre dos pechos.
No importa ahora
dónde fue el descenso,
los relámpagos se han marchado,
los apilamos en nuestras manos.
Amantes
………………….La palabra: ese cuerpo hacia todo.
………………….…………….ROBERTO JUARROZ
A todos los amé:
hombres y mujeres.
Vengo de sus cuerpos:
letras encendidas
de surcos hondeados
en la corriente.
Anduve exiliada
y la muerte no disolvió
mi noche con sus luces.
¡He aquí mi tribu de agua!
La patria fue prestada.
El idioma del viento
Es difícil escuchar
el idioma de los cuerpos.
Si fuerzas el tímpano
se siente la estridencia
de acordeones dañados,
es la música que tensan los colonos,
es el país extraño que trae el turista.
Los animales disuenan
cuando tratan de hablarme.
Llevo el sufrimiento de la vaca
cuando el hombre mastica.
El dolor del caracolí talado,
del alacrán exterminado
a manos de una mujer.
El lamento del primer hombre
que asesinó a su hermano.
La historia borrada de los pueblos.
Mi sangre es de Alcatraz,
me poso sobre las aguas del río Buritaca,
anclo en su desembocadura.
Allí escucho el palpitar marino,
la bruma de mariposas saliendo de mi boca.
La vida es mecerse sobre la ola
y esperar el cardumen en la corriente.
Escucho el idioma del viento;
soy el pájaro, la ola, la bruma, los acordeones:
la entrega del agua sobre mi cuerpo.
De Este permanecer en la tierra,
Buenos Aires, Bogotá, New York, 2020.
Angélica Hoyos Guzmán nació en Barranquilla, Colombia, en 1982. Es licenciada en Lenguas Modernas, Maestra en Lingüística española y en Literaturas colombiana y latinoamericana. Es doctora en Literatura Latinoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar en donde realizó la tesis: Poesía testimonial y sobrevivencia en Colombia: afectos, justicia y memoria del conflicto armado (1980-2019). Tiene publicado un libro de poemas cuyo título es Hilos sueltos (Madrid, España, 2014). Ha publicado un proyecto de fotografía y poesía titulado Cosas del Caribe, y el poemario Este permanecer en la tierra (Bogotá, Buenos Aires, New York, 2020). En 2019 fue finalista en la VI edición del prestigioso premio internacional de literatura “Pilar López Obrador” concedido en Salamanca, España.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de:
Incidencias/fragmentos
s/t
Lápiz grafito sobre papel
2021
de © Amadeus Alessandro Longas.