Jorge Aguiar
Misericordia
Había pasado la semana entera juntándolas a escondidas de sus padres. Y había llegado el día de disfrutarlas. Se fue al fondo del patio, detrás de un arbusto, y las saboreó una por una. Cuando el frasco iba por la mitad, él ya se había llenado. Igual, siguió comiendo hasta que quedó una sola moviéndose en el fondo. A esa, la agarró, la dejó en el piso, y permitió que se escapara.
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Unidos
La pelea entre los hermanos se desarrolla como de costumbre. Qué feo que sos. No jodás. Qué narigón que sos. Le voy a decir a la mamá. No te va a creer, como siempre. No me molestés, andá a otro lado. No puedo, estamos pegados por la cabeza. Eso era antes de la operación. Sos un cagón. Lo seré, pero mamá a mí me quiere, ¿no ves que a vos ya ni te mira?, remata la discusión el que sobrevivió.
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Salir de cacería
Fue un matrimonio feliz. La muerte los mantuvo separados una semana. Ahora que se reencuentran, confirman que se siguen amando. Como son seres de tradiciones fuertes, no quieren estar juntos si no están casados; y no lo están, ya que la muerte disuelve el matrimonio. Para renovar sus votos, las burocracias del Más Allá exigen que estén los mismos testigos que presenciaron el casamiento terrenal. Por lo general, las almas son pacientes y no les molesta esperar. No es este el caso.
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Un ratito más
Ya era tiempo de crecer. Su mamá le dijo que tenía que dejar ir a su amigo imaginario. Él, por un lado, estaba de acuerdo, ya quería ser un niño grande; pero, por el otro, sabía que lo iba a extrañar mucho. La partida no tardó en llegar, y lo hizo de una forma drástica: una mañana, al cruzar una calle de la mano de su madre, empujó disimuladamente a su amigo y vio como era atropellado por un auto que se dio a la fuga.
La tristeza no le duró mucho. Esa misma noche, ya estaba jugando con el fantasma de su amigo imaginario.
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Justicia por mano propia
Los medios difundieron que su padre había muerto accidentalmente por causa del tornado. La niña sabe que fue un asesinato y ha comenzado su venganza. Todas las mañanas, sale al patio y aniquila, una por una, las mariposas que encuentra.
Del libro Lo que no se dice, Macedonia Ediciones, Buenos Aires, 2020
Jorge Aguiar nació en Buenos Aires en 1981 y reside en Mendoza desde 1988. Es ingeniero en sistemas, fotógrafo y escritor. Sus microficciones han sido publicadas en revistas y antologías de Argentina, Perú, México y España.Publica sus textos en el blog https://jorgeaguiar81.wixsite.com/microficciones y en instagram @j81a. Fotografía: Matías Leiton.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de un diseño de Tanya Shatseva