Tomás Herrero
Hibakujumoku, árbol
que sobrevivió a la bomba
Gingko, te trajeron como retoño de Hiroshima
cuando murió la luz.
Renaces en la ausencia.
Brotes de ternura posterior a la muerte.
Frutos de fétidos olores conviven con tus esencias.
Fortaleces la memoria en los hombres, savia que fluye
…………de tiempos primordiales.
Apenas cambiaste en miles de años.
Personificas la paz.
Señalas promesas de viejos pactos.
Tus hojas son abanicos de frescura contra el fuego.
En Gernika tienen un roble que sobrevivió
…………a un bombardeo similar.
Bajo su sombra se juran históricos fueros.
Con raíces de indulgencia ahora crecen juntos.
Alzan sus torsos dignos, despliegan brazos conciliadores.
Es nuestro renacimiento.
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Polifonía inseparable
Pienso, me sumerjo en la dura sequedad del espinillo,
en la madera putrefacta para el hongo,
en la tensión del escarabajo ¿será alimento su vuelo?
En mi caminar entre piedras, complacidas de sosiego,
está la oscuridad del trayecto perdido.
Pero veo el caballo que trepa seguro.
Contemplo la firmeza de la montaña,
la nube que da sombra y alivia,
la cálida armonía de marrones con verdes.
Saco de un piquillín el fruto, me lastima con sus espinas.
Siento angustia y olores silvestres escondidos.
También la brisa, el agua, y la vertiente,
mil campanas de consuelo.
Simbiótico presente. Juntos: la gramilla con el zarzal,
el claro y la espesura.
Continúo mi camino extraviado en su complejidad,
avanzo por lo indiviso.
No hay marcas ocultas, acepto lo inenarrable:
…………la voz y la sed de mi paisaje.
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Nuestra latitud
Estaré en casa, y serás en mí sin lugar.
Cuando en desiertos fríos la inclemencia lacere mi cuerpo,
tu leña arderá en solitarios rincones.
En el vórtice de junglas febriles estará tu mano
…………en mi frente,
hoja fresca para bendecir y aligerar.
Si peñascos sin cima me esperan,
serás siempre el oxígeno de mi escalada final.
¿Y la risa del niño en el parque?
Sí, la escucharé en todos lados, serás siempre
…………la risa del niño en mi parque.
En pozos imprevistos podré caerme y contar
que serás tabla de mi corazón cansado,
nutriente para su languidez.
Aliviado también descubriré que serás la música
…………de canciones olvidadas,
aquellas que siendo nuestras intentaré recordar.
Y si alguna vez mis sombras oscurecen,
…………volverás a iluminar mi camino,
que será con vos siempre
latitud de un amor sin lugar.
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Una mañana
La palabra nos espera.
Regresa a su inicio para seguir siendo.
La llamaremos sin dudar,
la sentiremos en el fresco rocío del comienzo.
Lo que brota tiene otro nombre,
aún no se puede pronunciar.
Jardines sin rosas, piedras para el reposo.
Habrá que darse la mano sin hablar,
habrá que cubrir lo que germina.
Lo débil crecerá, sagrado e inviolable.
Una mañana todos,
sin máscaras,
sin miedos,
…………tendremos una espiga en la boca.
Textos tomados del libro Lo que brota. Buenos Aires, Abisinia Editorial, 2020.
Tomás Herrero es poeta y narrador argentino. Nació en París, Francia, en 1956. Es médico clínico, especialista en Alergia e Inmunología por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado el libro de poesía Trébol de Cielo y Tierra en 2017, en formato digital e-book de Kindle, Amazon. En 2018 obtuvo el primer premio en poesía y primera mención en cuento en el concurso Nuestros socios escriben XXIX del Club Naútico San Isidro. Sus cuentos y poemas han sido semifinalistas en concursos como Yo Te Cuento Buenos Aires y Concurso Internacional de Microrrelatos. En 2019 publicó el cuento: Extraño personaje de arena en Literariedad (Colombia), Revista digital Latinoamericana de Cultura.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de la obra El jardín de las delicias, de Tomás Herrero