Maritza M. Buendía
«El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía», dice Anaïs Nin. Y podríamos aventurarnos que esa es la esencia de Jugaré contigo (Alfaguara, México, 2018), la primera novela de la escritora mexicana Maritza M. Buendía. Compartimos en edición bilingüe las primeras páginas de Jugaré contigo, que ya llega a su tercera edición, y agradecemos la traducción a Robin Myers.
Una fuerte palpitación entre las piernas la arrastra hacia Levent por primera vez, un sudor frío le cosquillea la espalda: yace en la cama, descalzo, con el arrugado pantalón de lino y la camisa arremangada hasta los codos. Susana levanta los brazos para quitarse la blusa blanca de hombros descubiertos, desbarata la trenza para dejar caer su cabello negro y ondulado en la espalda, justo a la cintura, donde empieza el elástico de la falda. Se arrodilla en la alfombra, frente a la cama.
…..Desconcertado, Levent gira la cabeza para mirarla. Quiere levantarse, pero ella, con la mirada, le dice «no» y en un movimiento, cálido y preciso, atrapa uno de los pies con la boca y comienza a chupar.
…..Luminosa, feliz, de rostro alargado, Susana le da nueva vida a Levent: bautiza los pies con su saliva caliente y una multitud de pequeñas mordidas. Él siente un correr de escalofríos en las ingles. Por largo rato, ella relame el dedo gordo y mordisquea los demás. Como si recorriera las teclas de un cansado piano, con su lengua joven y hambrienta llena de saliva las uñas cuadradas y disparejas. Ansía acostumbrarse al sabor de Levent, a su olor a hierba machacada, a camino recorrido.
Desde el borde de la cama estira un brazo para frotar el bulto que crece debajo del pantalón. Con su aliento tibio sopla alrededor del pie para secar la saliva. Levent se abandona a las caricias, al calor de ella que despierta su propio calor, a la mano diestra que engrosa su carne. Lentamente, se deja hundir en una tierra sin nombre, donde sólo reinan el país y el idioma del cuerpo de Susana.
…..Ella suelta el pie para tomar aire. Estira la espalda y hace sonar las innumerables piedras del collar de ámbar que se deslizan en medio de sus pechos. Contenta de vivir por fin este momento, de practicar las enseñanzas de Milena, con la palma de las manos, lado a lado, aprieta y empuja los senos hacia adelante para atrapar con ellos el pie. Levent palpa el sudor y la blanda textura de esa piel, la calidez del ámbar. Cree que cede a las caricias, que se derrumba y cae rendido. Pero ella lo contiene:
…..―Aguanta un poco, respira.
…..En un terrible impulso que lo traiciona levantándolo de la cama, Levent abre los ojos, aparta a Susana para quitarse la ropa. Ella muerde sus propios labios al contemplar el deseo expuesto de Levent: el pene circuncidado, inflamado, la gotita lechosa coronando la punta. De pie, frente a ella, él hala el cabello negro con una mano para llevar la boca hacia la erección de su carne, para entrar y salir como si quisiera ahogarla, acabar con aquello de una maldita vez. Ella duplica su repertorio de caricias: ensaliva, succiona, muerde y paladea un fluido de leche tibia, de picor de pimienta y de mostaza, semejante al olor de aquel primer aliento que respiró de él. Llena de devoción, conteniéndolo todavía, saca el pene de su boca y, sosteniéndolo con una mano, repasa con él su frente, sus cejas, sus ojos, su nariz. Levent suelta un suspiro hondo:
…..―No soporto más ―dice.
…..Y ella, nuevamente con la palma de las manos, aprieta y empuja los senos hacia adelante para sujetar con ellos el deseo de él, para desmoronarlo en un subir y bajar de hombros y pezones tiernos. Él siente que resbala en un pozo profundo.
…..Susana nota un repiqueteo de húmedas palpitaciones debajo de la falda. Se para frente a Levent, restriega sus senos mojados en el torso plano y velludo. Él enseguida la lanza a la cama, le sube los brazos por encima de la cabeza, sujeta ambas muñecas con una sola de sus manos. Ella gana. Él puede darse cuenta y no se arrepiente, entregado al juego y a los caprichos de esa mujer.
…..Anticipando la suavidad de su entraña, Levent le lame el rostro y el cuello, le levanta la falda, de un tirón arranca las pantaletas de encaje blanco. Con los dedos gruesos y temblorosos separa los labios abultados, con la punta del pene redondea varias veces el clítoris hasta descender y penetrarla.
Abierta y partida, Susana grita, pero no cierra los ojos, tan aferrada como está a la cadera de Levent.
I’ll Play with You
A strong throb between her legs pulls her toward Levent for the first time, and a cold sweat tickles her back. He’s lying in bed, barefoot, his linen pants wrinkled, his sleeves rolled up to the elbows. Susan lifts her arms to tug off her white over-the-shoulder blouse and undoes her braid to release her rippling black hair; it cascades down to her waist, where the elastic of her skirt begins. She kneels on the rug beside the bed.
Unsettled, Levent turns his head to look at her. He starts to get up, but her eyes tell him No. With one warm, swift motion, she traps one of his feet in her mouth and starts to suck.
…..Luminous, slender-faced, joyful, Susana gives new life to Levent: she christens his feet with her hot saliva and a flutter of gentle bites. He feels tremors shoot through his inner thighs. Slowly, she licks his big toe and nibbles the rest. As if she were traveling the keys of an old piano, she coats his square, uneven toenails with the wetness of her young, hungry tongue. She longs for familiarity with Levent’s taste, his scent of cut grass, of wandered paths.
…..She reaches an arm over the edge of the bed and rubs the bulge swelling under his pants. She blows soft, warm air onto his feet to dry the saliva. Levent gives himself over to her touch, to the deft hand thickening his flesh. Little by little, he lets himself sink into a nameless land, where the only ruler is the country and the language of Susana’s body.
…..She releases his foot to catch her breath. Stretching her back, she feels the countless beads of her amber necklace slipping between her breasts. Happy to experience this moment forever, to practice Milena’s teachings with the palms of her hands, side to side, she squeezes and presses her breasts forward to trap his foot between them. Levent touches the sweat and the softness of that skin, the warmth of the amber. He thinks he’s ceding to her caresses, collapsing, falling back exhausted.
…..But she stops him: “Wait a minute. Breathe.”
…..In a terrible impulse that betrays him and lifts him from the bed, Levent opens his eyes and pushes Susana aside so he can strip off his clothes. She bites her lips at the sight of Levent’s exposed desire: his circumcised penis engorged, the milky droplet crowning the tip. On his feet before her, he yanks her black hair, drawing her mouth toward his erection, thrusting in and out as if he wanted to drown her, finish it all off once and for all. She doubles the repertoire of her touch: she wets him with her saliva, sucks, bites, and savors a stream of lukewarm milk that stings like pepper and mustard, evoking the first breath of his she took in. Ardent, still holding him back, she releases his penis from her mouth, takes it into her hand, and glides it across her forehead, her eyebrows, her eyelids, her nose.
…..Levent lets out a ragged sigh. “I can’t take it anymore,” he says.
…..And once again, she squeezes and presses her breasts forward to clasp his lust between them, to fell him with the rise and fall of her shoulders and her tender nipples. He feels himself falling into a deep well.
…..Susana feels a wet thrum beneath her skirt. She stands before Levent, rubs her damp breasts against the skin and hair of his lean chest. He immediately throws her onto the bed, pulls both arms over her head, and pins her wrists together in a single hand. She’s won. He can tell, and he doesn’t regret it, absorbed as he is in the woman’s game and whims.
…..Anticipating the softness inside her, Levent licks her face and her neck, lifts her skirt, and yanks down her white lace panties with one tug. His fingers trembling, he parts her swollen lips and strokes her clitoris several times with the head of his cock before shifting downward to enter her.
Susana cries out, open, split, clinging so hard to Levent’s hips that she doesn’t close her eyes.
Maritza M. Buendía (Zacatecas, México). Es doctora en Literatura por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Autora de la novela Jugaré contigo (Alfaguara, México, 2018), Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen con Tangos para Barbie y Ken (Textofilia/IZC, 2016), Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas con Poética del voyeur, poética del amor. Juan García Ponce e Inés Arredondo (UAM/CONACULTA 2013), y Premio Nacional de Cuento Julio Torri con En el jardín de los cautivos (Tierra Adentro 2005). Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Jóvenes Creadores, y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Foto: Raciel Manríquez
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de un fragmento de la obra nodo con morte panno nero e rosso de © Jorge Eduardo Eielson. Agradecemos a Martha L. Canfield, presidenta Centro Studi Jorge Eielson, Florencia, Italia.