Javier Franco Altamar
Un juglar es un ser humano que puede llegar a convertirse en mito. El conjunto de sus letras y cantos configuran lo que académicos han denominado mester de juglaría. Juancho Polo Valencia es un juglar, una figura legendaria que la tradición musical del Caribe colombiano ha convertido en mito. Nuestro cronista invitado lo presenta ahora como un gran pensador, un filósofo metafísico cuya obra requiere de profundas interpretaciones a la luz de postulados de otros colegas como Diógenes, Descartes o Kant. Queda claro que el hombre no ha muerto, porque el corazón del mito sigue palpitando en sus versos.
Aunque amaneció muerto el 22 de julio de 1978, Juancho Polo Valencia parece no haber caído en la cuenta de su nueva condición. Más bien debe de creer que continúa durmiendo a plenitud en la hamaca donde lo encontró su nieta. Y hasta le atribuirá a su sueño placentero todo lo bueno ocurrido, hasta ahora, con su obra y con su nombre.
…..De ser así, no le sobran razones a Juancho, pues sus canciones han sido actualizadas a voces más recientes e internacionales; sus ritmos de vallenato rupestre sobreviven campantes a los delirios electrónicos del nuevo siglo; y en la memoria colectiva, su imagen ya no aparece tan vinculada a las parrandas dionisiacas como a los versos metafísicos.
…..Dado el desgaste notorio de su propia biografía, que Juancho Polo estuviera muerto no tenía el impacto de la sorpresa en ese momento: estaba casi en los puros huesos, vestido a medias con ropa descolorida, y su rostro pixelado lucía un poco más mostaza que de costumbre. En resumen, era el mismo anciano de los últimos años, pese a que nunca llegó a serlo porque estaba a solo dos meses de cumplir los 60 años de edad.
…..Que lo tomaran por viejo era parte de la cotidianidad de Juancho Polo Valencia. Incluso, en las carátulas de sus trabajos discográficos, se le ve tranquilo y sereno en defensa de un talante de abuelo soñador. En la vida real, sin embargo, el testimonio de su ancianidad prematura era brutal: miraba con unos ojos fatigados, sonreía sin dientes, movía su delgadez con pasos inciertos, y cogía rabietas de chochera que algunos bromistas estimulaban escondiéndole el sombrero.
…..En la otra cara de la moneda estaba su capacidad de remero para tocar el acordeón sin tregua. Era algo admirable en toda la región del Caribe colombiano, dentro de cuyos límites Juancho Polo Valencia cultivó su exótica imagen de juglar. Y el centro de esa actividad era Fundación, departamento del Magdalena, población donde vivía y que, dos días después de su muerte, le brindó un entierro de pontífice. Ni siquiera la canícula eterna -envidia del Demonio, dicen- fue capaz de disuadir a sus amigos, vecinos y seguidores, que invadieron las calles como si los actos fúnebres fueran un carnaval.
…..Si como puede estar pasando después de todo eso, Juancho Polo Valencia sigue creyendo que duerme a placer en su hamaca, es mejor no insistir en despertarlo. Así no solo está a salvo de las crudezas de su vida, sino que, desde su plenitud al otro lado de las cosas, se ha de sentir motivado a seguir puliendo su propio sueño. …..Además, también ha quedado libre de asomarse a nuestra conciencia colectiva de vez en cuando. Así lo hacen los inmortales: sin necesidad de usar la indumentaria ambigua de los fantasmas.
…..Antes de echarse a dormir en su hamaca y quedar fundido, el ‘Respeto del Magdalena’ -ese apelativo le encantaba- dominaba a su anchas los últimos caminos de la juglaría vallenata en su departamento. Eran los tiempos en que se desplazaba con su acordeón bajo el brazo hasta donde lo llevara la brisa de su fama. Y también eran los momentos de su relato en los que todo cabía, hasta los juegos pesados de Tommy Arraut —cantante del combo tropical del barranquillero Adolfo Echeverría…..— uno de los que disfrutaba escondiéndole el sombrero.
…..Este asunto de los sombreros era muy especial. Juancho Polo prefería los tradicionales caña flecha de la sabana de Córdoba y Sucre, pero, en la práctica variaba de formas, colores, estilos y materiales. Aunque eso también dependía del gusto de quien se los regalara. Normalmente era detalles de agradecimiento de los patrocinadores de baile.
…..Lo importante, para cada sombrero, es que tuvieran el ala lo suficientemente ancha para inclinarlo hacia la derecha y cumpliera su misión de cubrir la oreja incompleta. Algunos le preguntaban sobre eso, pero sus respuestas eran rudas y evasivas, como lo comprobó un día su primo César Meza. «Eso no te importa», le respondió Juancho en seco y nunca más volvió a preguntarle. Con el tiempo, llegó a saberse que había perdido parte de su oreja derecha en una riña. Con tanta especulación, sin embargo, ya no se sabe si fue por un mordisco, un machetazo, o un tajo de cuchillo.
…..También oficiaban aquellos sombreros como contraste en la vestimenta estrafalaria que usaba el juglar. Gustaba de lucir pantalones de terlenka con correas anchas, camisas sicodélicas, y zapatos desgastados de tela o de caucho. Es la misma indumentaria que luce espléndida y limpia en las carátulas de los discos, pero que se recuerda más bien sucia por la imagen de borracho de bordillo que construyó Juancho Polo durante su vida. Los escenarios predilectos de esa escena eran la calle 72 de Barranquilla, o el sector de burdeles del mercado público. En ambos, era muy fácil encontrarlo durmiendo al aire libre.
…..A los sardineles regresaba una y otra vez, y eso lo volvió predecible. De manera que si a alguien, al otro lado de la región, se le ocurría contratarlo, no era, sino que enviara un emisario. Pero si por alguna razón quería garantizarse que el juglar tocara sobrio, había que aislarlo, mimarlo, atenderlo, ayudarlo a desintoxicarse —para eso no oponía resistencia— e incluso comprarle ropa. Y entonces aparecía ese fantástico Juancho Polo Valencia, capaz de hacer llorar con su acordeón, sobre todo cuando interpretaba Alicia adorada:
Tanto que le ruego a Dios, y no tiene amigos./ Como Dios no tiene amigos aquí en la Tierra./ Y vea que me mandó el castigo, ay hombre,/ Y se llevó a mi compañera.
…..La historia que encierra esa canción es larga, pero sobre todo dramática. Sin importar la versión que nos llegue —son una docena, por lo menos—, todas coinciden en mostrarnos a Juancho Polo regresando a su casa en Flores de María y estrellándose con la noticia de que su esposa, Alicia Cantillo, había muerto en un proceso de parto.
Pobre mi Alicia, Alicia Adorada,/ Yo te recuerdo en todas mis parrandas./ Adiós, mi Alicia, Alicia querida,/ Yo te recordaré toda la vida…
…..Él prefería no cantarla, pero era la que más le pedían. Y parrandas para él nunca faltaron. No era sino que se le acercaran al sardinel de la calle 72 de Barranquilla y de allí se lo podían llevar para la reunión donde era capaz de tocar sin tregua durante horas. Eso de los sardineles habituales pudo, incluso, no ser tan marcado en los últimos años de Juancho Polo, porque en Fundación, prefería la hamaca donde todavía cree que duerme, pero quedó tan vinculado a esa imagen que muchos todavía escenifican su muerte en ese estado. Lo han descrito tirado de bruces en el suelo y con una botella de ron al alcance de la mano marchita.
…..Lo sabemos, en sus meses finales, el juglar prefirió la hamaca, quizás por disposición de la Divina Providencia para brindarle un paso decente a la eternidad. Y hasta para disipar la tentación futura de compararlo con filósofos como Antístenes o Diógenes, los auténticos y orgullosos perros de Grecia.
…..Y vaya que se logró. De hecho, podemos recrear, sin problemas, la discusión de tres grandes pensadores de la historia en los sueños venideros de Juancho Polo …..Valencia. Freud se hubiese divertido analizando ese sueño en el que estas figuras de distintas épocas debatían las letras de unos vallenatos que nunca conocieron. …..Pero bueno: así son los caprichos de la actividad onírica.
…..En escena aparece, primero, el melenudo francés René Descartes. Él asegura que «el duende maligno, ladrón y maleante» —como lo califica Juancho Polo en su canción El duende—, ese que lo persigue, lo increpa y le pide que le cante, es el mismísimo «genio maligno» de su duda metódica, quien lo ayudó a construir el edificio racional en el siglo XVII.
…..El alemán Arthur Schopenhauer es el segundo en aparecer para restarle un poco de importancia a eso. Con sus greñas blancas disparadas, el negativista del siglo XVIII le grita a René que no, que eso no es nada nada comparado con la prueba viva, presente en la obra de Juancho Polo, de que a este mundo se viene es a sufrir. Miren no más el testimonio de Alicia adorada, el reclamo a Dios de nuestro juglar. Es un reclamo a un ente distante, indiferente a los ruegos, dichoso de arrebatarles la vida a los seres amados, y a quien le toca permanecer en el aire porque en la tierra no tiene amigos.
…..El tercero es el danés del siglo XIX Soren Kierkegaard, angustiado y melancólico. Con una mueca de fastidio, les dice a Arturito y Renato que se dejen de vainas, pues Alicia Cantillo, la adorada, la que cruza toda la obra de Juancho, es prácticamente Regina Olsen, «Mi eterna prometida. El destino nos alejó por torpezas iguales a las de Juancho. Alicia es Regina, mi verdadera inspiración, mi dolor nunca mitigado, mi tristeza plena, la razón única de mis letras… ».
A Juancho Polo Valencia, este sueño le debe de haber parecido curioso, pero sobre todo extraño. Porque es verdad: cuando él era todavía el niño Juan Manuel Polo Cervantes, allá en el corregimiento de Flores de María, recitaba algunos versos, sí. «Me gustaba la lectura, pero no era para tanto. La Biblia sí la leía encerrado en mi cuarto, pero ya». Y por estar de recitador lo apodaron «Valencia», como a un poeta colombiano de la época. La poesía se transformó en canto, y cuando se volvió caminante —aedo costeño, bardo del siglo XX—, pasó a llamarse Juancho Polo Valencia.
…..Por ahora, el sueño plácido de Juancho Polo continúa. Se habrá dado cuenta, al apreciarlo, de que lo han interpretado en series de televisión; que su vida inspiró la novela El alma del acordeón (2007) del cronista colombiano Ernesto McCausland; que algo parecido hizo el periodista y docente Carlos Ramos Maldonado con su novela Alicia se volvió canción (2014); y que el también periodista Agustín Bustamante ha seguido hurgando, entre amigos y documentos, para no dejar de escribir sobre su vida.
…..También habrá tenido tiempo nuestro juglar de escuchar a Alicia adorada vocalizada por el samario universal Carlos Vives en sus Clásicos de la Provincia de 1993. Una versión menos tradicional que la de Jorge Oñate (1981), la de Alejo Durán (1968), la suya propia (1971) y varias otras más entre las que aparece una cantada en parranda por el dúo Silvestre Dangond y Fabián Corrales.
…..Juancho Polo habrá tenido tiempo de extrañarse de haber producido él mismo un trabajo discográfico titulado Mi despedida, como si se fuera a morir. Lo hizo unos pocos meses antes de echarse a dormir en su hamaca; se lo grabaron con el sello Machuca. Ahora que lo recuerda, una vez escuchó a un bigotón expresivo reclamar que una de las canciones de ese último trabajo llevaba como título Más allá del bien y del mal. Ese bigotón —el escritor y filósofo alemán Friedrich Nietzsche— se quejaba de plagio, pues él había escrito un libro con el mismo nombre en el siglo XIX.
…..Sería muy interesante escuchar una explicación de Juancho Polo al respecto. Pero mientras él regresa de su sueño, o por lo menos, mientras se asoma para dejar todo en claro, consideremos que, por un lado, hay quienes piensan que solo usó una expresión coloquial para dar cuenta de su estado. Es decir, una suerte de acto de arrogancia. Sus admiradores más puros, sin embargo, prefieren otra ruta: esa canción es quizás la más filosófica del juglar, tan críptica como las obras de su colega, el bigotón alemán.
Estuve en lo infinito y vengo bajando la loma. /Ustedes vienen tristes y apenas la van trepando./ Como el granizo ya se vienen ‘esgajando’/ Vienen frente a mí, vienen buscando mi sombra.
…..Ese es el comienzo de la canción. Más de un lector de Nietzsche identificará coincidencias entre este arranque y el de otro libro de este gran filósofo: Así habló Zaratustra, el más literario de todos. Allí, un personaje cumple 30 años, abandona su patria, y se establece por 10 años en una montaña para gozar de su espíritu y su soledad. Luego desciende a compartir esos gozos con el resto del mundo. Antes de hacerlo, le habla al sol para anunciarle que lo imitará en ese ejercicio de iluminación.
…..Pero, a diferencia de su colega, Juancho Polo tomó otro camino: pasó a ser, él mismo, el astro rey. Por eso, más adelante en su canción, les advierte a quienes van subiendo la loma (la montaña), que no lo miren de frente porque se queman. Ni tampoco le arrojen piedras porque es absurdo: nunca le darán. Ese es un viejo bacano,/ que lo quiere todo el mundo,/ con el acordeón en la mano,/ no lo desprecia ninguno/, dice de sí mismo, convertido en sol acordeonista.
Y de inmediato se viene una estrofa que, si bien es casi de cierre, abre la canción a toda suerte de interpretaciones:
Con el sol resplandeciente/ Ya no se puede hacer nada./ Es el padre de la muerte./ Es el as de la sabana.
…..Cierta vez, en el siglo XVIII, otro colega de Juancho Polo Valencia, el gran Enmanuel Kant, estaba examinando la obra del griego Platón, y dijo algo como esto: «No es nada raro que, al comparar los pensamientos expuestos por un autor respecto a su tema, tanto en el lenguaje ordinario como en los libros, lleguemos a entenderle mejor de lo que él se ha entendido a sí mismo».
…..Si a Juancho Polo Valencia se le diera por asomarse desde su eternidad y se pusiera a leer todo esto que hemos escrito hasta ahora, de pronto nos regala una nueva y desdentada sonrisa. Sin embargo, no sabremos si ríe porque por fin lo hemos comprendido y hasta lo hemos ayudado a entenderse a sí mismo; o de pronto, lo hace porque le parece chistoso que lo hayamos tratado como un filósofo metafísico.
…..Pero también deberíamos considerar que, a lo mejor, todo eso es parte del cuento: sentir que nuestro aire de familia como especie humana nos ha permitido vivir un poco a Juancho Polo Valencia a partir de un texto. O quizás que, como parte de un sueño que somos, estamos en la obligación de seguir actuando y escribiendo para Juancho Polo Valencia.
Javier Franco Altamar, Barranquilla (1963). Escritor y periodista colombiano. Magíster en Comunicación. Docente de periodismo. Es autor del libro En este mundo historial (La Cueva, 2010) texto biográfico sobre el juglar Juancho Polo Valencia y El camino de la crónica (2017 y 2020, Ediciones Uninorte). Hizo parte del equipo de redactores del diario El Tiempo, Diario del Caribe, El Universal y La Libertad. Es coautor del libro Estamos mamados de la guerra (2016, Intermedio Editores) Ganador, en dos oportunidades, del premio Nacional Ernesto McCausland a la mejor crónica del Carnaval.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia, a manera de homenaje, fue realizada a partir de la obra «Bailando en Colombia» del artista © Fernando Botero