Samuel Solórzano Cisery
Los invitamos a leer este detallado y profundo ensayo sobre la reciente novela «La fugacidad del instante» (Escarabajo Editorial, 2021) del escritor colombiano Miguel Falquez-Certain, quien vive en Nueva York desde la década del setenta. El ensayo devela las claves de índole sexual de su protagonista, el niño, adolescente y luego adulto, Carlos Alberto Rivadeneira. Samuel Solórzano Cisery es poeta y narrador, actualmente estudia Literatura en la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Identidad tras el velo de la memoria y el tiempo en
La fugacidad del instante de Miguel Falquez-Certain
Quienes procuran la ambición del tiempo alimentan el sueño de contener el presente: ese objeto inasible, casi nulo, el presente genuino que cualquiera quiere conservar y solo la memoria individual se lo permite. Abordarlo desde el ejercicio de las letras puede parecer igual de estéril, pero la ficción estimula sensaciones, formas, brechas que se abren hasta sugerir un hoy, o una década, o unos 17 años inagotables. En la novela La fugacidad del instante de Miguel Falquez-Certain observo, entre otras cosas, el trato sutil a un tiempo que pretende recuperar quintaesencias. Aquello se articula en el fondo del relato de Carlos Alberto Rivadeneira, personaje principal cuya historia va desde su nacimiento hasta convertirse en adulto. En ese tránsito es importante recordar el sincretismo de Virgilio y de Job: «Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra». Cita que inaugura esta Bildungsroman y que no es gratuita, porque a través de su lectura se reúnen fragmentos que guardan el albur de la evanescencia. Aquí la memoria de Carlos Alberto Rivadeneira (traducida a papel y tinta cuando él ya termina sus estudios en el Colegio San José de los Padres Jesuitas) opera las vivencias para saber quién es, pero también se llena de detalles casi cinematográficos con las cosas y personas que rodean esas vivencias, produciendo así perfumes sutiles como la enorme suma de nombres de personajes; referencias instantáneas de películas y de hechos históricos; reminiscencias episódicas con cierto aire inconcluso. Conjunto de elementos que producen esa fugacidad que intenta ofrecer las piezas para armar la identidad Carlitos, pero que luego me mueve a inquirir sobre cómo opera el olvido. Entre esas piezas se destacan su relación con el padre, su exploración sexual y su formación literaria.
…..Tal como Cervantes moviliza al Quijote para que fluyan las aventuras y los desatinos, Falquez-Certain moviliza a Carlitos para que el recuerdo suceda como una dimensión geográfica. Por ello, La fugacidad del instante contiene un mecanismo complejo donde una conciencia está imbricada en otras, lo cual le permite concitar recuerdos ajenos. De modo que la novela no solo abarca los años de 1948 a 1966 (que son los años de Carlitos) donde se reconstruye la sociedad barranquillera y neoyorquina de esa época, sino que también aparecen memorias que preceden la vida de Carlitos y que son parte fundamental para comprender el desarrollo de las relaciones entre los personajes. Es así cómo se tiene acceso a la intimidad secreta de su tía Lydia; la juventud desenfrenada de su padre, Mario Rivadeneira; los entramados de su árbol genealógico donde incluso se atisba el periodo postcolonial, relatado en el capítulo 3 a partir de la muerte de su abuelo paterno. Además, Paul Ricoeur en el quinto estudio de su libro Soi-même comme un autre plantea la noción de la «identidad narrativa» donde se surgiere que la identidad de uno mismo subyace en una intersubjetividad manifiesta en la alteridad y, en cierto modo, aquello se produce en esta novela donde Carlitos es en tanto haya recuerdos que lo rodeen, sin importar que no los haya vivido. Eso hace que La fugacidad del instante tenga similitudes estructurales en mayor medida con Tres tristes tigres, o con Rayuela, en menor medida.
…..De ese modo los recuerdos y episodios relatados son como fotos yuxtapuestas que forman un collage sobre la pared de la memoria. Si Mario Rivadeneira era un fotógrafo profesional que rodaba documentales con su cámara Bell & Howell de 16 mm, su hijo heredará de ello unos ojos como lentes que registran meticulosamente y hacen parecer las descripciones de su entorno, de las situaciones y de las personas como una foto fugaz tomada al azar. La memoria es una contingencia delicada, elemento ineludible de la identidad; tocarla implica procesos que la alteran, o abren concepciones inverosímiles cuando se trata de traducir en palabras las reminiscencias, y esto Carlitos lo deja en claro en las primeras páginas:
«Es muy probable que lo que yo diga recordar de mis primeros cinco años posiblemente sea el resultado de una mezcla de anécdotas familiares, de las múltiples veces que he repasado con interés los álbumes de mi infancia y de mis diálogos imaginarios con mi imagen proyectada en los cortometrajes que mi papá filmó de esos primeros cinco años», pág. 13
…..El lector debe guardar prudencia, comprender que dentro de la ficción de la novela hay mayores ficciones engañosas, propias de la memoria, de eso no hay queja y más bien hay verosimilitud. Además, cada vez que Carlitos accede a sus recuerdos se habilitan engranajes que comunican el pasado y el presente para liberar una burbuja que completa la imagen, lo que contribuye a cerrar o volver más esférico el propósito y razón de un personaje o situación, a la vez que aquello se conjuga con la visión del ser de Carlitos.
…..Así tenemos, por ejemplo, el caso del primo Tico Laurent que aparece intempestivamente en el capítulo 5, estando Carlitos de 12 años en su casa de Barranquilla, abatido por la confusión de la pubertad y el peso de haber sido violado durante el cumpleaños del rector. Tico Laurent, quince años mayor, se mostrará simpático y se ganará la confianza de Carlitos, y Carlitos le confiesa haber sido víctima de violación: «yo entonces se lo dije de sopetón, en un arranque de ingenuidad que me pesaría por mucho tiempo» (pág. 113). La aparición de Tico Laurent termina abruptamente con chantajes y amenazas de que se lo contaría a la gente del barrio. Luego en el capítulo 8, ya Carlitos con 14 años y estando en Nueva York, se produce de nuevo el encuentro de ellos dos en el apartamento de Rudy y Camila. Cuando Carlitos lo vuelve a ver se abre una burbuja de recuerdos donde se retrocede 2 años y se relata cómo Tico Laurent llegó a vivir en casa de Carlitos en Barranquilla y cómo Tico abusaba sexualmente de él:
«Por las noches, se acercaba con sigilo a mi cama y me despertaba sobresaltado cuando sentía que comenzaba a tocarme las nalgas y a tratar de introducirme un dedo en el ano. Me levantaba exaltado, me encerraba en el baño y esperaba con paciencia a que Tico se fuera a dormir», pág. 201
…..El lapso que dura el recuerdo se revienta, trayendo la narración otra vez al apartamento de Rudy en Nueva York, concluyendo este episodio con el saludo seco y pálido de Carlitos: «la sangre me hervía y las manos se me pusieron heladas», pág. 202; y con la despedida, casi descarada, de Tico Laurent dirigiéndose a la parada elevada del BMT en Ditmars Boulevard. Es un episodio de mucha tensión, pero que logra instalar esos engranajes entre el pasado y el presente a través del recuerdo. Sin embargo, el lector debe recordar en todo momento que todo lo que se nos relata ya pasó, y que el Carlitos-narrador nos escribe desde la edad de los 17 años, graduado del colegio; por lo que es evidente que la lectura nos abre estratos reminiscentes que se yuxtaponen y se soportan el uno sobre el otro, creando una cronología de episodios aislados, pero que poco a poco se van engranando hasta crear la imagen total del relato.
…..Al igual que el caso de Tico Laurent, los personajes se van instalando en la historia, algunos con una frecuencia extensa o intermitente, como son su tía Lydia, su hermana Betty, su vecino Hugo Frangipani, su compañero Pedro Zubizarreta (el más enigmático de la novela), entre otros. Y en ese proceso, los personajes crecen o decrecen, cambian o desaparecen —y a lo largo de la novela son muchos los que desaparecen y se les pierde el rastro, tal como funciona el olvido. Ahora es cuando se entiende el torbellino de nombres y apellidos, porque el recuerdo funciona y discurre en contraposición del olvido. A veces lo que nuestras memorias nos dispensan son rostros sin nombres, caras de niños con los que estudiamos en el colegio, caras de la mujer o del hombre que vimos una tarde en el bus, caras de personas que por alguna razón quedan rezagadas en nuestra mente, pero sin identidad y sin nombres que las conmemore. En La fugacidad del instante ocurre también, pero con un sentido contrario: vemos nombres y apellidos con trayectos a veces loables, pero con rostros que el olvido se devora: nombres con rostros evanescentes.
…..Por otro lado, entre el conglomerado de personajes se destaca Mario Rivadeneira, padre de Carlitos y que, juntos, forman una pareja quijotesca. Ambos se movilizan a lo largo de la novela y son ellos dos los que le dan forma al relato. Al parecer Carlitos es el Sancho Panza que discurre por la vida, lleno de dudas mientras intenta ver los significados de los gigantes que Mario Rivadeneira coloca frente a sus ojos como molinos de viento: los recuerdos del padre participando de corista con Hanna Schütz y Simón Salazar De Sola en producciones de Broadway a finales de los años veinte; la vez en que Mario Rivadeneira llevó a Carlitos a una presentación de Carlos Lemos, donde luego pudieron conversar con él, porque Mario es muy experto en hacerse amigo de los artistas; los viajes al municipio de Baranoa, donde Carlitos se entera de la muerte por vez primera a los ocho años cuando ve vacas o cervatillos atropellados mientras su padre conduce, indicios de que la vida es fugaz; los viajes a Estados Unidos y los paseos por Nueva York donde los museos y el arte le revelan a Carlitos el sentido de la libertad para así romper las cadenas de la fe católica; la vez que asisten a un espectáculo de magia en el Teatro Olimpia de Soledad, donde conoce al mago Alvarini, concretándose así la voluntad de Carlitos de convertirse también en mago; la muerte lenta y delirante del padre que se asemeja a la conclusión del Quijote, pero que en La fugacidad del instante se constituye en la conclusión de la niñez de Carlitos, el principio del cabalgar solitario de un Sancho Panza maduro.
…..Entendemos a Mario Rivadeneira por las impresiones de Carlitos y entendemos a Carlitos por las decisiones y aficiones del padre. Detrás de esa relación padre-hijo subyace lo apolíneo, el mundo de las ideas, la formación de los gustos, pero también la desmitificación:
«. . .aunque mi papá y yo peleábamos todo el tiempo porque él tenía sueños grandiosos de convertirme en un mago de talla mundial y me robaba hasta cierto punto momentos preciosos de mi infancia, pubertad y adolescencia, la magia como profesión me trajo desde niño una libertad económica con la que no contaban mis amigos», pág. 6, las bastardillas son mías.
…..Hay conflictos entre los dos desde el comienzo porque Mario Rivadeneira tenía 54 años cuando nació Carlitos, hijo de su ya iniciada decadencia. Las fuerzas físicas disminuyen, incluso parece que lo físico jamás se desarrolla en ambos. Su conexión es a través de la magia, artificio intangible y creadora de ilusión que aleja la realidad para sumergir a los dos en una zona del éter, donde la voluntad de Mario Rivadeneira aprieta y disloca el tiempo de Carlitos. Aquello provoca distanciamiento y tensión en ciertos momentos. Carlitos dice que de su padre aprendió muy temprano, aparte de la magia, la libertad económica con el trabajo y el esfuerzo de sus manos; y la libertad (cualquiera que sea su índole) alimenta la decisión individual y agrieta el yugo. Entonces, cuando llegó la pubertad, lo físico, los deseos y el ultraje, Mario Rivadeneira no se ve involucrado en guiar a su hijo, mucho menos hay confianza, y más bien Carlitos consulta los cambios de su cuerpo a través de las revistas de su hermana Betty, a través de juegos eróticos con sus amigos, a través de la confusión de crecer y chocarse con sus deseos y su inocencia. Mario Rivadeneira muere sin saber que su hijo es homosexual.
…..Detrás del buen nombre de un Mario Rivadeneira que viene de alta alcurnia y que ocupa un puesto social de prestigio en Barranquilla, hay un machismo, un egocentrismo, encarnado en el temerario personaje de su tío paterno Santiago que Carlitos devela en su relato:
«Cada vez que nos tocaba la puerta a las tres de la madrugada en medio de la peor borrachera, gritándole improperios a mi mamá y a todas sus hermanas a quienes tildaba de ‘putas’ por el hecho de que mi tía Inés María, que le llevaba once años a mi mamá, había sido novia de mi papá en su juventud y porque después mi papá había tenido relaciones con mi tía Violeta luego de haber quedado viuda», pág. 100
…..«El corazón tiene razones que la razón desconoce», será la respuesta de Mario Rivadeneira, quizá para justificar su amor incondicional por su hermano alcohólico. Por otro lado, en la novela se nos recalca que Mario Rivadeneira se esforzaba por entablar muchas relaciones sociales con todo el mundo, pero eso trae como consecuencia el descuido del filtro, la desnaturalización ecléctica ante potenciales personas que puedan perjudicar a su familia. Ahí vemos el caso del primo Tico Laurent, quien llega a vivir en casa de los Rivadeneira, y Mario jamás se percató de que su sobrino político era pedófilo. Luego, en el episodio cuando Carlitos asiste a un juicio en un tribunal, aparece Tirso Maestre —chofer del abuelo— como el acusado de un asesinato, y a quien Carlitos también reconoce como el violador de su hermano Andy. Mario Rivadeneira fue un padre descuidado con su familia en distintos aspectos, pero la novela también nos muestra que era un hombre bondadoso, diligente y hospitalario con los amigos. Ese desequilibro de relaciones del padre reducía a Carlitos a un segundo plano, tanto es así que en varios episodios de la novela el padre es quien vive la aventura y dialoga con las personas, mientras Carlitos se convierte en espectador.
…..Esto se puede observar con claridad en la obsesión del padre en que su hijo se convierta en un mago de fama mundial; con ese objetivo, le consigue una presentación en el famoso show de televisión de Ed Sullivan junto con los Beatles, pero al final Carlitos es reemplazado por otro mago de poca gracia. En todo este episodio, el padre fue quien luchó, dirimió y finalmente se decepcionó al no ver a su hijo en el escenario, pero Carlitos parece tranquilo. Carlitos es un mago hedonista, despreocupado por un público; solo quiere maravillarse al verse capaz de ejecutar ilusiones con sus manos, pero el padre es un mago que ve en su hijo la extensión de un legado.
…..A pesar de todo, el padre contribuirá en la resolución de Carlitos y su aceptación como homosexual. Si bien Mario Rivadeneira muere sin saber que su hijo es homosexual, en algunos episodios demostró sobriedad y comprensión ante este tema. El episodio más efectivo fue en un restaurante de Barranquilla en un enfrentamiento con su esposa Dolores:
«—Vámonos de aquí, Mario Alfonso. O dile al administrador que nos envíe a otro mesero.
—¿Cómo así? —dijo mi papá.
—Ese mesero es maricón y me daría asco comer la comida que me traiga. Así que, por favor, vámonos de aquí.
—No sólo te vas a comer la comida que ese muchacho te va a traer, sino que vas a ser amable con él. ¡Qué barbaridad, Dolores! No lo puedo creer. ¿Qué culpa tiene ese muchacho de ser lo que es?», pág. 325
…..Dolores, la madre de Carlitos, por otro lado, es un personaje prejuicioso. Las pocas veces que interactúa con Carlitos siempre hay una atmósfera de tensión, de culpa. Pero Carlitos deduce con el episodio del restaurante que su padre sí lo comprendería, que ser homosexual no debe ser un agravio. Aunque el padre no será ninguna suerte de guía para la exploración física y sentimental de Carlitos, al menos le brindó esta resolución de no sentirse culpable por desear, amar y ser lo que es.
…..Las relaciones entre familiares, la de padre-hijo, la de Barranquilla-Nueva York contienen la periferia y los paisajes de La fugacidad del instante; son el marco que sostiene la pintura, le da detalle y hace resaltar los verdaderos núcleos de la novela, que son 1) La exploración sexual y sentimental y 2) la formación intelectual y literaria. Estos núcleos son los hilos gruesos y las mayores inquietudes de Carlitos. En ellos reside la ansiedad, la incertidumbre, la voluntad del personaje principal quien busca su realización a partir de cumplir esos deseos interiores. La periferia mencionada, aparte de servir de marco, también subraya los obstáculos, las penas y los oprobios que significan para Carlitos alcanzar sus deseos en esa sociedad dibujada en la novela.
…..Esto me recuerda lo que escribió Virginia Woolf en el capítulo XXIV de su novela The voyage out: «That was the strange thing, that one did not know where one was going, or what one wanted, and followed blindly, suffering so much in secret, always unprepared and amazed and knowing nothing». Woolf condensa bien los ápices de la Bildungsroman y Miguel Falquez-Certain lo esparce en los intereses e incertidumbres que se debaten dentro de Carlitos, quien es como un puñado de arena donde sus recuerdos y deseos van en caída libre mientras los embisten diversas corrientes de aire.
…..El modo cómo se desarrolla la exploración sexual y sentimental es secreto, abrupto, en muchas ocasiones doloroso, pero también lleno de clímax y éxtasis. Simultáneamente, el mundo del arte nutre el pensamiento de Carlitos, ayudándolo a entender y asumir su homosexualidad, así como sus deseos de ser escritor. Todo acontece con efectos sobre los demás personajes, en menor o mayor medida. Algunos personajes reaccionan airadamente, con hipocresía y envidia, como los sacerdotes del Colegio San José de los Padres Jesuitas cuando Carlitos, por fin, se declara homosexual públicamente y quiebra sus vínculos con la fe católica; otros reaccionarán de buena manera, apelando a valores humanos, como la empatía por parte de la tía Lydia o del padre Tarcisio, su profesor de filosofía, o la defensa enérgica por parte de su compañero Boy Scout Enrique Mertens. Pero lo interesante es que tanto la exploración sexual como la formación intelectual no son territorios cerrados que afectan únicamente a Carlitos, sino que a través del uso de la memoria y de los recuerdos el narrador traslada estos temas centrales a otros personajes, a veces menos profundos, y los involucra también en los deseos e intereses comunes que esta novela aborda. Entonces podemos ver que mientras unos se cohíben, otros se arriesgan por llegar a su auténtico ser. Claramente, el más preponderante es Carlitos, pero también tenemos los casos de la tía Lydia, Betty, Andy, algunos compañeros de la Legión de Loyola e incluso algunos sacerdotes que manifiestan su homosexualidad subrepticiamente (hay uno que hipnotiza a los alumnos para luego masturbarlos durante el trance).
…..La fugacidad del instante aborda esta exploración sexual desde una estética del cuerpo orientada al erotismo y desde sitios o lugares homosexuales donde se expone el estigma social y la danza del Eros-Tánatos. El cuerpo en esta novela es el paraíso perdido que sufre transformaciones y es fuente de placeres insondables, pero también de ultraje y muerte. Ese paraíso tiene su puerta de entrada en un Carlitos de cuatro años durante una fiesta infantil; allí junto con dos niñas estarán en un lugar apartado de la fiesta y se mostrarán sus partes íntimas: «Alargué ambas manos y las toqué. ‘Los bizcochos’ dije», pág. 17. Pero rápidamente Carlitos empezará a sentir afinidad y a encontrar la belleza en los cuerpos masculinos. En los descansos y tiempos libres de sus clases en el colegio, a veces desde lugares secretos mira a sus compañeros y los describe como si de una obra de arte se tratase; en otras ocasiones, en sus descripciones también manifiesta si le desagradan físicamente. Un caso lo vemos cuando está con su compañero Orlando Peribáñez en el tercer piso que da para el patio de básquet y ambos empiezan a hablar sobre la belleza del cuerpo de Orazio Ferruggio, a quien Orlando le atrae: «tiene un buen cuerpo, pero me parece que es muy bajito», pág. 147, responde Carlitos refiriéndose a Orazio. En esos momentos, observa los cuerpos de sus compañeros con deseo o con desprecio, pero también con confusión; allí el paraíso está perdido porque Carlitos aún no se sabe homosexual plenamente y, más bien, aún se encuentra moldeado por los estigmas sociales y su fe católica:
«Un día Florencito me pidió que lo besara, pero como todavía era un niño, inmediatamente lo aparté y le dije que no. Cuando me preguntó que por qué lo rechazaba, no se me ocurrió otra cosa que decirle que los hombres no se besaban», pág. 271.
«A los ocho años tuve una rabieta de las que acostumbraba con mis papás, pero mi abuela no me la toleró y me dijo que esos ademanes no eran de hombres sino de maricas y que tenía que aprender a comportarme», pág. 267
«Esa lucha interna, esos conflictos emocionales que muchas veces no me dejaban dormir, ese dilema religioso que me planteaba la iglesia católica condenándome al infierno por pecar contra natura», pág. 328.
…..Las tres citas anteriores dimensionan de modo general los conflictos que tiene Carlitos sobre su cuerpo. El hecho de que los deseos y atracciones no correspondan a los marcos sociales establecidos sobre las relaciones sentimentales producen en Carlitos una discontinuidad pública de su identidad. Por ello, el goce del cuerpo debe darse en lugares secretos, marginados, donde los significados sociales se quiebren y se separen del tiempo y de las normas sociales: lugares donde se olviden momentáneamente las condenas.
…..En La fugacidad del instante esos lugares serán los baños, el cine, las habitaciones bajo llave, los burdeles clandestinos. En realidad, será cualquier espacio mientras permanezca aislado. Hay episodios donde Carlitos se masturba con sus compañeros en su habitación, o en el baño, o en un garaje. También la experiencia del eros resulta en encuentros íntimos en esos espacios donde Carlitos se compenetra con otros personajes hasta el éxtasis:
«Nos fuimos a mi cuarto, cerré la puerta con llave y puse a sonar un elepé de Fausto Papetti. Corrí las cortinas de la ventana que daba al callejón y me puse a bailar con Vizo «Summertime» […].
Después nos acostamos en mi cama boca arriba, uno junto al otro, hasta apaciguar los latidos desbocados de un amor recién descubierto», pág. 551.
…..El amor siempre está en peligro de no poder concretarse. Entonces los encuentros son apasionados y breves. Fugaces. Con peligros de ser descubiertos. Igual sucede en las salas de cine, donde la oscuridad también permite el ambiente ideal para que desconocidos se encuentren y puedan tener contacto físico:
«De modo que cuando uno de los hombres me tocó la pierna y poco a poco me abrió la bragueta y me masturbó, me quedé mirando al frente, fingiendo que estaba viendo la película con mucho interés, hasta que eyaculé. El hombre sacó un pañuelo y se limpió las manos. Entonces, me subí el zíper y salí corriendo del teatro.
—¿Para dónde vas como tan de prisa, muchachito?—me dijo el mismo hombre corpulento y amanerado que estaba con sus amigos en el zaguán de la entrada cuando había llegado.
—No lo asustes, Tarzán, porque después no regresa», pág. 146.
…..De este episodio en la sala de cine, me parece curioso que uno de los hombres llame «Tarzán» a otro, porque creo que usan apodos no solo como parte de fraternidad, sino también para ocultar sus nombres y, por tanto, su identidad. Estos artificios e insinuaciones se repiten en cada episodio en que Carlitos frecuenta un espacio homosexual. Cuando va a una fiesta con Abelardo Croatto Bertone y antes de entrar a la sala le informan que debe elegir un sombrero: «Escoge el que quieras —dijo Jairo—. De todas formas, es una fantasía. El de copa corta es para los pasivos y el de copa alta para los activos», pág. 440, entonces Carlitos, a medida que se adentra a estos lugares, ve que la sexualidad no se expresa, sino que se sugiere, porque incluso desde el idioma debe permanecer oculta.
…..El Tánatos se manifiesta en estos lugares a través de los constantes asedios y el rechazo social. En un episodio, la policía vulnera uno de estos lugares: «los disfrazados de mujer deben salir en orden y subirse al camión que está estacionado al frente para llevarlos a la comisaría», pág. 365. La fugacidad del instante también nos relata las violaciones que suceden en lugares aislados: a Carlitos lo violan en el baño del estadio durante la fiesta de cumpleaños del rector; a su hermano Andy lo violan por descuido del padre que lo deja solo en el garaje con el chofer del abuelo; y a su primo Sebas, quien fue violado por un vecino —Hugo Frangipani— en el callejón de una construcción. Ninguno de los victimarios recibió ninguna sentencia. La violación, al menos para Carlitos, significó un ingreso prematuro, violento y devastador a los límites de su cuerpo, y será una carga que llevará cuesta arriba durante un gran tramo de la novela.
…..Por otro lado, será en un espacio aislado cuando sucede la primera experiencia literaria notable de Carlitos y que será el primer paso para más tarde aceptar su homosexualidad. Hurgando en la biblioteca de su hermana Betty, encuentra una antología de poesía que contiene el poema «Jairo contra mi ingle» de X-504, seudónimo del poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar. «Era la fuerza abrumadora de sus palabras, su osadía, la belleza de sus imágenes, la contundencia de la muerte las que me arrastraban y me elevaban y me volvían a dejar caer en la exuberancia del deseo. Y me dije, ‘Bendito seas, X-504’», pág. 163. Carlitos encuentra en la poesía las palabras vedadas que logran describir lo que siente. Rápidamente la literatura se convierte en una forma de conquistar sentimientos, de establecerle formas hasta darle voz a lo que permanece en secreto:
«Los libros, la poesía, el teatro, el cine y los estudios se convertían en nuestro refugio: la única forma de vencer a los vencedores», pág. 121
…..La literatura es parte fundamental para la formación intelectual de Carlitos y una herramienta para expresar su visión del mundo. Otros dos textos le marcarán mucho y le acercarán a la liberación de sus cadenas: De Profundis de Oscar Wilde y el prefacio de Carlo Coccioli a su novela Fabrizio Lupo; especialmente con este último se abre la grieta entre la religión y la esencia de Carlitos.
…..Nueva York será la cúspide de la liberación y el descubrimiento de Carlitos. Luego de ir a museos y de conocer la historia de varios artistas y escritores que también fueron homosexuales, toma la resolución de deshacerse de los lastres que le impiden liberarse, como la fe católica. Y, luego de regresar a Barranquilla, decide contarles a sus condiscípulos su homosexualidad. En su colegio, muchos de sus compañeros lo matonean y los sacerdotes lo amedrantan, pero nada logra obstaculizar su camino hacia la libertad:
«¿Quién había vencido? ¿El vengativo energúmeno o yo, el homosexual, el ateo, el rebelde, el poeta, el espontáneo, el presidente de la academia literaria, el perturbador, el buscapleitos, el curioso, el efectista, el declamador, el mago, el scout, el tremendista, el amigo de los débiles y de los desposeídos, de los raros y conspicuos? Qué me importaba ya. El Ratón me había hecho sufrir este año con crueldad inagotable pero ya no podía tocarme, ya hacía parte de un pasado congelado para siempre en el recuerdo», pág. 660
…..Hasta ese momento vimos distintas caras de Carlitos, desde un niño inocente, pasando por un adolescente con conflictos y disoluto, hasta llegar al Carlos Alberto Rivadeneira, el adulto. Él entiende su contexto y se arma de enunciaciones y de una fuerte defensa para que prevalezca su identidad; pero sin importar el monolito más fuerte, todo es fugaz. Y Carlitos lo ve en el pasado que él ya es, pero con un presente en su interior. El título de la novela se sugiere justo al final, luego de las graduaciones, y aparece en los ojos del compañero Zubizarreta, quien más tarde se unirá a la guerrilla: «Sólo Zubizarreta me miraba de lejos y en el brillo efímero de sus ojos aprehendí la fugacidad del instante: ‘como una nube, como una nave, como una sombra’», pág. 661, todo lo vivido paulatinamente entra en el desorden de su memoria, con la esencia de lo que fue apenas un ayer cercano.
…..La novela termina con la muerte de la amiga de Carlitos. Si la muerte del padre representó el inicio de la etapa adulta, la muerte de la amiga es la aseveración de que el mismo Carlitos es fugaz, una nube que pronto va a desaparecer. De allí las preguntas insistentes que dejan un final abierto en donde Carlitos tampoco sabe lo que será de su vida.
…..La fugacidad del instante es un libro donde la memoria y la identidad abren descubrimientos que adquieren posiciones yuxtapuestas, desordenadas, donde la imagen del ser se amarra a verdades inasibles, porque tan pronto se encuentran, se vuelven más brillantes y nos revelan un nuevo camino o concepto que hace parecer la anterior luz como una mentira de antaño.
Samuel Solórzano Cisery nació en Barranquilla (Colombia) en 1996. Es poeta y narrador. Estudiante de Literatura en la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Ha publicado Las sombras del océano (2013) y ha participado en las antologías Poeta bajo palabra (2015), Yo vengo a ofrecer mi poema. Antología de Resistencia. (Abisinia Editorial y Escarabajo Editorial, 2021) y Memorias nuevas letras (2021). Entre sus reconocimientos se destaca el segundo lugar en el Concurso de Poesía Mesa de Jóvenes del Festival Internacional de Poesía en el Caribe (PoeMaRío) en 2016 y fue uno de los ganadores del VII Concurso Nacional de Cuentos Cortos del Festival de Literatura de Pereira en 2021.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra:
Emerja
90 x 130 cm
De la artista mexicana © Ninfa Torres