Luz Helena Cordero Villamizar
Tengo en mis manos colecciones de poesía completa de autoras y autores colombianos que conocí hace unos treinta años, cuando recién nos atrevíamos a sacar a la luz esas líneas que teníamos engavetadas, que amasábamos en silencio, esperando el momento para aventarlas, para leerlas en voz alta por primera vez. Por entonces se iniciaba el auge de los encuentros y festivales de poesía, empezábamos a publicar en revistas y, para nuestro asombro y dicha, ya nos incluían en alguna antología poética. Con talento incipiente, o sin él, osábamos decir “soy poeta”.
Hablo en plural porque vivimos una suerte de hermandad. Además de escribir, éramos lectores y críticos de nuestros camaradas de versos, nos impulsábamos mutuamente y, aunque fuéramos tan solo aprendices, nos permitíamos opinar sobre las obras ajenas y hasta teníamos el gusto de despellejarlas. Más que un taller de poesía, lo nuestro era un ritual de lectura, un encuentro de soledades, un cambalache de afectos. Los años fueron perfilando el oficio de cada cual y, al cabo de tres décadas, como he dicho, algunos ya publican su obra completa. Entonces me pregunto: ¿En qué abrir y cerrar de ojos esto ha sido posible?
…..Aunque no compartí el mismo escenario con Gabriel Arturo Castro, sé que merodeaba por los mismos corredores de la Casa de Poesía Silva en donde tuvo lugar nuestro impulso, al lado de Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza, Jotamario Arbeláez, Henry Luque Muñoz, Miguel Méndez Camacho, por solo citar algunos nombres de quienes fueron nuestros mentores.
…..Todo este preludio me conduce a la Alegoría del buen escriba, la Poesía completa de Gabriel Arturo Castro que recoge sus poemas de un período que inicia por la época a la que hago mención, 1990, y llega hasta 2019, año previo a la pandemia. El libro, publicado por la Editorial Domingo Atrasado del poeta y amigo Jaime Londoño, recoge cinco poemarios en los que se percibe la solidez de la obra de Castro. Al punto que, si se suprimiera el orden cronológico de los libros, no sabríamos bien cuál fue el comienzo de su oficio. Esto es lo primero que me llama la atención, a propósito de otras obras en las que se nota el proceso de maduración de la palabra poética, el cambio drástico de tono o de temáticas.
…..Desde sus primeros libros Gabriel Arturo se siente y se oye hondo, complejo, con una vocación de escudriñar las sombras y el silencio. En sus poemas hay una lluvia de imágenes que no dan tregua, que sobrecogen, regocijan y alimentan la imaginación. Versos cargados de animales, no mitológicos, animales de todo género y especie, pues lo que importa no es su naturaleza sino el atributo que el poeta les da para expresar ese más allá de las palabras: roedores que vomitan la tierra, termitas que devoran el sol, la rana es portadora de agua dulce, la noche es «una tempestad de toros negros», «la palabra es un pájaro», «la salamandra siempre habitó en el fuego». Animales que mutan al arbitrio, a la necesidad, a la pericia y a la mística de quien les da otra vida, por obra y gracia de las palabras.
…..En estas páginas se respira también la exuberancia de lo vegetal, así como la vida, real y simbólica, que alberga lo mineral. Están «las hierbas flotantes de la vieja locura», hay «sal de luz», el agua es sorda y puede ser funeraria, oímos «el quejido de las paredes de madera». Y esa revelación poética de la piedra, «las piedras del ensueño», las piedras que arden, «una piedra flotante [que] reemplaza el pulmón del hombre». El poeta se desborda como ese río que pretende volver a su origen; el poeta alucina porque «en la tinta y en la letra existe el reverso del mundo» y aunque la lengua sea amarga, la palabra es verdadera. Como lo dijo Henry Luque Muñoz, en los poemas de Gabriel Arturo Castro hay «imágenes insólitas», de alquimia, de «un lenguaje que ansía devorar al lector».
…..No hay «palabras huecas» en esta amalgama de sensaciones, voces, develaciones, hasta llegar a la blasfemia, ese deber que tiene todo poeta de rebelarse y resistir con su palabra, que es también una forma de esperanza para quien se siente interpretado, reparado y, como lo dice Antonio Gamoneda, consolado por la poesía.
La palabra es una puerta para salir a otros mundos, habitar y asaltar el cielo y vengar a los hombres, subir a los montes y lanzar desde allí proyectiles contra los dioses: rocas, encinas, árboles inflamados.
…..Hay que ir con hambre por sus páginas, extraviarse y tomar el camino propio. Estas líneas tan solo pretenden sintetizar el impacto inicial. Como toda buena poesía, no es un libro para leer de un solo empujón. Conviene ir de un poema a otro, de un libro a otro, descubriendo enigmas, desvelando sentidos, tan lentamente como lo permita el goce. El encantamiento del libro inicia desde el prólogo, escrito por la poeta Lucía Estrada, quien interpreta bella y profundamente a este buen escriba.
…..P. S.: Cuando escribí esta reseña no podía presentir que, a esas mismas horas, Gabriel Arturo Castro batallaba con la muerte. Al poner punto final quise que él conociera el texto antes de publicarlo. Aunque su silencio me pareció extraño, opté por divulgar la nota. Solo al hacerlo me enteré, por las mismas redes, que hacía tan solo unas horas el poeta había partido sin regreso. Entonces me llegaron las palabras de Capuleto ante su hija Julieta: «Todas las cosas que habíamos preparado para la fiesta, cambian de su función al negro funeral; nuestros instrumentos se vuelven melancólicas campanas; nuestro festín de bodas, triste banquete fúnebre; nuestros himnos solemnes se cambian en tristes endechas; nuestras flores nupciales sirven para un cadáver sepultado, y todas las cosas se cambian en su contrario».
…..Que las palabras que fueron escritas para celebrar al poeta sean ahora un homenaje póstumo. Y si «todas las cosas se cambian en su contrario», que su poesía lo haga inmortal.
Bogotá, junio de 2024
Poemas de Gabriel Arturo Castro
Poética
Até la palabra a un caballo salvaje,
la expulsé con bombardas y pedreras
y ella, conjuro de una noche furiosa,
retornó a mí convertida en lechuza
o vestida de mariposa grande e incierta.
La disfracé de exquisito ropaje:
paño, mantas y abanicos colmados de cábalas,
le ordené ser carnada en romerías de sabios burlones,
intenté regalarla a un mendigo, a un farsante
o al acorazado guardián de fronteras,
pero no, ella siempre regresó,
dando giros, resistente y encorvada como un bumerang.
De Libro de alquimia y soledad (1992)
22
Paisaje adormilado, el mediodía avanza, lento e impasible por el aire salobre y el cansancio que la humedad provoca. Los espantapájaros repiten su abrazo frente a las rocas. Al final del camino la casa, contraventanas de hierro y cerrojos.
Drástico atardecer. Mi lengua habla con mi sombra, el corazón se abalanza sobre la puerta, mi cuerpo choca con la pared, la luz se apaga.
De Días antes del tiempo (2006)
Miedo
Aquella luz que vemos no es una llama accidental, la
estrella fugaz de la noche, ni los restos tardíos de un arco
iris. Quizás sea el fuego de la guerra revoloteando por el
aire, saltando de copa en copa, confundiendo la senda,
volviendo al helecho, ceniza y vidrio.
Miedo tal vez denominen a esta luz, centro de signo en el
ala del cuervo. Pronto lo atraeremos si pronunciamos su
nombre o lo señalamos a su paso de bramido de bruja, de
temblor de tierra, de melancólica existencia.
Si el fuego se extiende, ¿dónde se levantará el arcoíris?
De Pequeño mito del bosque (2012)
HASTA MÍ llegan las palabras fáciles,
un acento de desprecio,
las carcajadas salvajes que hieren a todos.
Risa opulenta,
un gruñido seco,
otra risa.
Gusto atroz,
la boca se llena de pólvora cuando hay miedo o murmullos
de aprobación por el estado insalvable del mundo.
ME RATIFICO EN LA BLASFEMIA:
Una retahíla por las fuentes desiertas.
El escriba no deja de llorar por su paraíso,
el que habla de un Dios enjaulado
y la iglesia custodiada por dos calaveras.
Todo está en el libro de los engaños,
donde el nombre exacto es la palabra sarna,
las sobras de la última cena,
sus despojos robados por las uñas y dientes
de los harapientos,
cena de cenizas, sueño del peregrino
y de quien hace señales con sus pañuelos sucios.
Y tú, Cristo, todo enlodado,
¿acaso no ves que la turba y los desmanes
de los mutilados escupe su rabia y su asco,
y duerme al pie de nuestra cama?
V.
Traigo a la memoria el pasado de cuatro inviernos,
un mundo blando pero fatigoso a la vez, patria densa
acostumbrada al barro y al arbitrario alimento, un país de
sombra que nos empuja sin tregua contra el cielo bajo.
Sobre las tablas húmedas crujen los odios, el olvido, el
amarillo de sus márgenes.
“Balbucea, retrocede y huye”.
Huir, fugarse, eludir, evitar sin tardanza:
el éxodo comienza.
No podemos deshacernos de esta crónica sorda,
de túmulos funerarios, viejas sepulturas,
amargas moradas del exilio,
el desierto donde la memoria es un suplicio
y los caminos (divergentes, precarios, abiertos)
descienden hasta la ruina.
Calla el bastón, calla la piedra y la huella, un hueco se
incrusta entre las palabras, mordidas y despedazadas palabras.
Las preguntas mueren, sin reconciliación, sin lugar.
Sólo una mano pasa sobre la espalda empalada, los zapatos
dispersos y la piel que cuelga de un sol a cuestas.
Jamás quisiéramos morir en este cerrado horizonte, no, en
ningún tiempo.
De Tras los versos de Job (2009)
Gabriel Arturo Castro Bogotá, 1962 – Ibagué, 2024. Poeta, ensayista y tallerista de Arte. Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Docente de Antropología y Escrituras Creativas en la Universidad del Tolima, Ibagué, Colombia. Residió en Ibagué por más de 20 años. Ganador de los Premios Nacionales de Poesía Aurelio Arturo, 1990; Ciro Mendía, 2006; Porfirio Barba Jacob, 2009.
…..Autor de las obras Libro de alquimia y soledad (Bogotá, 1992); Alquimia de la media luna (México, 1996); Tras los versos de Job (Bucaramanga, 2009); Ceniza inconclusa (ensayos breves sobre arte y literatura, Universidad del Tolima, Ibagué, 2012); Pequeño mito del Bosque (Calarcá, 2012); Entre el mundo del lenguaje y la memoria. Siete ensayos literarios alrededor de la poesía de Héctor Rojas Herazo (Bucaramanga, 2013); Extravíos, comentarios bibliográficos de ida y vuelta (Pereira, 2013); Día antes del tiempo (Ibagué, 2013); Resurrección de la imagen (Cali, 2018) y Palabra, Raíz hundida (Cali, 2018).
…..Fue colaborador por diez años del Magazín Dominical del periódico colombiano El Espectador, lugar donde publicó poemas, ensayos y comentarios de libros. Desde 1990 escribió reseñas de libros para el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Participó en las revistas Golpe de Dados, Común Presencia, Ulrika, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Puesto de Combate, Revista Casa Silva, Luna de locos, Luna Nueva, Rayuela, La Pipa de Magritte, Prometeo, Educación y Cultura, Revista Internacional Magisterio, Revista de Psicopedagogía de la UPTC y Con-Fabulación.
…..Su obra ha sido comentada y antologizada en Tambor en la sombra, antología de la poesía colombiana del siglo XX (Selección de Henry Luque Muño)z (México, 1995); Antología de la poesía colombiana. Tomo II (Selección y prólogo de Rogelio Echavarría, Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República, Bogotá, 1996); Antología de la poesía colombiana (selección y prólogo de Rogelio Echavarría. Ministerio de Cultura, El Áncora editores, Bogotá, 1997); Para conocernos mejor (Brasil-Colombia: compiladores: Aguinaldo José Goncalves y Juan Manuel Roca, Editora UNESP-Universidad de Antioquia, Medellín, 1995); Inventario a contraluz (selección y prólogo de Federico Díaz-Granados, Arango editores, Bogotá, 2001); Poetas bogotanos (selección y prólogo de Iván Beltrán, Común Presencia Editores, Bogotá, 2008); Antología de la poesía colombiana (El perro y la rana – Ministerio de Cultura de Venezuela, Caracas, 2008); República del viento – Antología de poetas colombianos nacidos en los años sesenta (prólogo y selección de Jorge Cadavid, Universidad de Antioquia, Medellín, 2012); Ensayistas bogotanos (Común Presencia editores, prólogo y selección de José Chalarca, Bogotá, 2013).
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Luz Helena Cordero Villamizar (Bucaramanga, Colombia, 1961). Su obra incluye poesía, cuentos, crónicas y ensayos literarios. Libros publicados: Todavía nos queda la insolencia (2022), Unas cuantas tiernas imprecisiones (2022), Pliegos de cordel (2019), Eco de las sombras (2018 y 2019), Postal de la memoria (antología personal) (2010); Por arte de palabras (2009), Cielo ausente (2001), El puente está quebrado (1998), Canción para matar el miedo (1997), Óyeme con los ojos (1996). Sus poemas se incluyen en diversas antologías y se han traducido parcialmente al inglés, al portugués, al italiano y al chino. Entre las últimas antologías están: Ojos de par en par. Antología de poetas hispánicas (2021), El Canto del Cóndor. Antología de Poesía Colombiana Contemporánea (2021), Yo vengo a ofrecer mi poema. Antología de resistencia (2021). Fotografía de la autora: Manuel Valle
La máscara que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la serie Legado de razas,
modelado en caolín, horneada a leña,
del escultor ceramista ©Mauricio Pablo D’ Amico