Jorge Boccanera
De una de las voces más singulares y potentes de la poesía argentina, el poeta Jorge Boccanera (Bahía Blanca, 1952), compartimos este puñado de poemas en prosa lanzados a la quijada de la rutina y la desesperanza. Los poemas son inéditos y serán pronto publicados en un solo tomo con ilustraciones del artista Jorge Sposari. La extensa obra de Boccanera se compila en Suma Poética Tráfico/Estiba (2019). Obtuvo numerosos premios, entre ellos el Premio Honorífico «José Lezama Lima» de Casa de las Américas de La Habana, Cuba, 2020.
PRIMER ROUND
Abro los ojos cada día en una tierra arada por los flashes, colgado de los pies, puching ball o murciélago. El coliseo hierve. Los aullidos caen sobre el ring como un baldazo de pirañas. La garganta metálica del relator sube las escaleras grito a grito. Primer asalto: el entrenador manda: ¡concentración! ¡coordinación! ¡equilibrio! Mis músculos responden a coro: ¡velocidad y resistencia!. Cada pupilo es un soldado. Salgo al ruedo. Buena postura, buen balance, rotación de cintura. En el centro del ring la Invicta posa para las fotos, bailotea, golpea con las dos manos, practica el cuerpo a cuerpo y va por su corona. Es noqueadora nata La apodan Guantes de Oro. Corren apuestas. Alguien me ordena pasar a la ofensiva. Adelanto mi brazo.
SEGUNDO ROUND
La campana abre una caja de pandora. En el fondo del pozo soy el púgil, el náufrago que manotea las cuerdas, el apaleado, la muchacha abusada, el soldado desconocido, el mapuche, el migrante, «los siempre sospechosos de todo». Con el rugido en la platea llega la pesadilla dando pequeños saltos bajo la luz confusa de los reflectores. Tras la bata de seda luce una piel lustrosa, levanta su guadaña y viene la andanada. Los gruñidos del relator escalan cortinas de humo denso. Elogio para el contrincante: ¡técnica depurada! Y jab al cuerpo, gancho al hígado y un upper de derecha! La voz desde el rincón pide que amarre. Yo conjugo obediente los verbos esquivar, bloquear y no retroceder. Suena el gong.
TERCER ROUND
Mi lengua es ese pez de trapo que cuelga en el tendedero de los lobos. Y en un horizonte amoratado: «Se pudren sueños que no tienen cuando». El relator me empuja a la pelea: un cross de derecha, un gancho, una tormenta en pleno rostro y el protector bucal desaparece. Me derrumbo, caigo de rodillas como quien reza por su alma; el alma está de bruces en la lona. El árbitro me canta los números de una canción de cuna. La cuenta es por goteo. Me salva la campana. Botella, esponja, cubo, hielo, presión sobre lo hinchado, capas de vaselina. El retador es nadie y la mandíbula un dulce palacio de cristal. Necesito una tregua. «El ring tiene algo de tarima de gloria y también algo de patíbulo».
CUARTO ROUND
Salgo a campo traviesa «perdido en el ring, cansado de nadar en el aire». El comentarista narra el tsumani: combinación de golpes, zurda en cross a la cabeza, swing cruzado, golpe seco al mentón. Su voz se demora en las sílabas de la palabra ¡tu-me-fac-to! Rechina el gong y llega el buche de agua. Abro grande la boca para resucitar mis pulmones marchitos. Por ese hueco purulento escucho los susurros de Dios. El catecismo reza: ¡ataque, iniciativa, mantenelo a distancia! «¿Y si Dios fuera una mujer?» ¿Si acaso fuera un hombre cualquiera con su camisa blanca, la toalla al hombro, la sonrisa eterna, habano, diente de oro y una voz cansada que repite: ¡nunca bajes la guardia, concentrate, observalo, dale. tirá, tirá!
QUINTO ROUND
La rutina es la misma: con un gong salgo al día, con el segundo vuelvo a mi rincón. Me pliego sobre un banco pequeño, desorientado como un cuerpo que extravió su esqueleto. En apenas segundos, Dios debe reanimarme, agitar una toalla y devolverme el aire que me falta. Como el matungo aguarda su terrón de azúcar tras la extensa jornada, espero el chorro de agua fría en la cabeza, el masaje en el cuello, un trapo sucio que me espante los tatuajes de sangre. Deambula el: «Rostro muerto sobre el tronco vivo. Rostro yerto y pegado con clavos a la cabeza viva». Alguien deposita mis brazos sobre las cuerdas y tira de mis piernas como si fuese un muñeco de goma. Ahora me suben y bajan los brazos para que respire profundo.
SEXTO ROUND
Dios vuelca las instrucciones en mi oído, me dice por lo bajo: no lo pierdas de vista, mantenelo a distancia, nunca bajes la guardia, caminá en sentido contrario a las agujas del reloj. La tierra que me ha tocado en suerte es este rectángulo cercado con alambre de púas. Después la finta, el bailoteo, el jab directo a la mandíbula y el rugido de los espectadores. La ovación dibuja un linchamiento. ¿Alguien sabe cuándo va a terminar este combate? Soy Billy Collins, la promesa de Nashville. Soy Alejandro Lavorante, el hombre de la sonrisa muerta. Soy Benny Kid Paret, el intocable, el artista del ring. Nadie recuerda lo que dejan escritos estos hilos de sangre. Suena la campana. «Todos están durmiendo para siempre».
SÉPTIMO ROUND
El Palacio de los Deportes como un enorme camposanto. Los reflectores apedrean los ojos. «¡Virgen del Cobre estoy perdido!… La gente aplaude al que me mata». Me visitan sombras de plomo y estrellas frías. Mañana, las crónicas hablarán de una técnica poco depurada, pésima preparación física, lentitud, falta de ataque y de pegada. Nadie lee las líneas de la vida en un guante de box. Tambaleo bajo los chorros de una luz entalcada. De nuevo un golpe de derecha, lateral curvo, gancho a la cara, golpe seco. El árbitro intercede. ¡Break! Cada día termino en el mismo rincón, la vaselina cubre las palabras. ¿Mira para otro lado Dios? ¿Acaso su trabajo no es arrojar la toalla? Repite como un disco: ¡concentración y piernas firmes, rotación de cintura! ¿Es el gran distraído Dios?
OCTAVO ROUND
Bajo los párpados hinchados sueño una ventolera que azota un pueblo de casitas precarias. El encordado me sostiene. Pienso en mi madre. ¿Hay relojes de arena volcados en la arena? ¿Última vuelta? ¿Cuándo comenzó este combate que reinicia un día y otro día con un ramo de mandatos inútiles? De nuevo la andanada: gancho al hígado, un upper de derecha y a la lona. Perdiste el equilibrio. ¿La muerte, siempre gana por nocaut? En el silencio hay huesos rotos ¡A levantarse, vamos —es la voz del sparring—, nunca bajes la guardia, no lo pierdas de vista, el brazo arriba, adelantado! Buena postura, buen balance, rotación de cintura! Soy Billy Collins, la promesa de Nashville; soy Alejandro Lavorante —fui portada de El Gráfico— soy Benny Kid Paret, el negro de los ojos vidriosos. El intocable.
*Con ayuda de César Vallejo, Manuel Alcántara, Juan Gelman, Nicomedes Santa Cruz, Enrique Martín y Roque Dalton.
Jorge Boccanera nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Es poeta, crítico y periodista. Su extensa obra se compila en Suma Poética Tráfico/Estiba (2019). Obtuvo numerosos premios, entre ellos el Casa de las Américas de Cuba, en 1976; el premio Casa de América de España, en 2008 y el Premio Honorífico «José Lezama Lima» de Casa de las Américas de La Habana, Cuba, 2020. Fotografía: José Ángel Leyva.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia, a manera de homenaje, fue realizada a partir de la obra «Picnic» del artista © Fernando Botero