Miguel Ángel Bustos
Los patios del tigre
El tigre, aquel espejo del
odio y el espanto.
VON JÖCKER, siglo XVIII
Fueron siempre los pájaros los que anduvieron en los patios de mi infancia.
A la claridad del canario se sumó el gritito entrecortado del calafate, el vuelo diminuto de los bengalíes. Algún mono hubo, pero fue efímero.
Agregaba mi abuelo a la magia reinante sus oros de Gran Maestro. Sus libros que, de a poco, fueron siendo mis pájaros.
Un tío viajó y en una gran jaula trajo un tigre. Lo aseguraron a una cadena y esperaron que lo viera.
Su garganta me llamó; aparecí.
El espanto y la maravilla me helaron.
Desde ese día los patios dejaron de ser tales. Fueron selvas de mármol y mosaicos gastados en donde el terror habitaba.
Era feliz. Tocaba el misterio a diario y no desaparecía. Me acostumbré ávidamente a lo extraño.
Cuando alguien ordenó su encierro en el Zoológico, lloré.
Entonces comenzaron mis fugaces visitas; temblaba cerca de su jaula. Su rugido era música tristísima para mí. Le imploraba a su memoria de fiera el recuerdo.
El día en que me fui a despedir de él para siempre me olió, detuvo su andar en círculos. Una sombra humana le cruzó la mirada. Intenté tocarlo. El griterío prudente me clavó en el piso.
Pensé un adiós, suavemente me marché. Más tarde supe de su muerte. Su carne fantástica se juntó en el polvo a otras carnes.
He crecido. Guardo de mi infancia sus huesos en mi alma, los libros en mi sangre.
Pero cuando llegue el fin y me miren los ojos que aún no he visto, pienso que será el tigre incierto de la locura el que me lleve tanteando a la nada, aquel tigre de titubeo y delirio del suicidio que en su boca me ahogará clamando.
O tal vez mi viejo tigre, rayado por la piedad, quiera devorarme como a un niño.
Fragmentos fantásticos
Toute certitude est dans
rêves.
EDGAR ALLAN POE
- Hemos cambiado nuestro destino de dioses en un destino de mercaderes.
- Inscripción al pie de la mujer de Loth hecha sal. Los muros son infinitos. Detrás de este cielo aparente comienzan los Cielos y los Infiernos.
- Bésame. No en la boca, sino en la Calavera.
- Golpea la puerta. Si nadie responde entra. Entra y háblale aunque no esté ya más.
- La cama era blanca. Él era negro.
- Somounian. Kalebouris. Atail.
Ángeles que pudieron existir.
- Cuando murió mi padre nació su olvido.
- Subí varios pisos de la torre del mar. Entonces cansado pregunté por el último para dormir.
—Estás áun en los subsuelos —me dijeron.
- De noche sueño con dragones. Despierto los ignoro pero ellos me muerden.
- En el último árbol del bosque, comienza el bosque.
- Estoy tan flaco que no tengo Viento.
- Blanco volumen del aliento. Porción de la voz. Boca cerrada para siempre.
- Del vientre al alma una sola agonía.
- Hace tiempo cayó la noche y descendió el Maligno. Con un dedo me tapa la lengua mientras me dicta lo que digo. Esto será hasta que me cubra la muerte.
- Pasó un camello, pasaron dos, tres, un mil. Se alzó un viento en medio de un sol desnudo.
Recién entonces me di cuenta que no estaba en el desierto.
- La necesidad de olvido busca los fantasmas de los muertos como amante.
- Reza, reza, hasta que se te gaste el Dios.
- Un sueño me interpreta. No sé si me comprende.
- Me acerqué y le dije todo al oído. Me susurró: no lo escribas, es un cuento para demonios.
Un momento, dije nuevamente; falta el final, pero para que no lo sepas me voy a morir.
- En el centro del Infierno hay una puerta. Ahí comienza el Infierno.
- Con la suave ternura de los locos. La dulzura de los idos de este mundo.
- Toda música tiene dos partes: silencio y ruido.
- Dame la nariz, te la cambio por dos olfatos.
- Junto a la boca crece la cara.
- ¿Oís el paladar? ¿Oís el violín del aliento?
- Apoyando el oído en la tierra se oyen las asambleas de las Tinieblas y los Muertos.
- Volveré a escribir estas cosas dentro de un millón de años, en un planeta lejano de otro cielo. Sentado en mi pobre cuerpo.
- Tenía que cruzar el río. El río navegado por una barca, la barca de Caronte. Le pregunté el precio del viaje. Éste es—me dijo. Y con el remo me golpeó hasta matarme.
- Resucita, resucita. Aunque sea para mentirme de nuevo.
- Era tan blanco su vestido. Tan blanco su pelo, que yo dije: alguien venido del país de los muertos. Ella me hizo que sí, con la cabeza y se dispuso a hablar.
- Resucita. Resucita. Aunque sea para morir de nuevo.
- Ya sé que hay un tigre cerca mío y que me mira largamente. Pero mi astucia consiste en fingir que no me doy cuenta que existe.
Sólo de esta forma no me devorará.
- Cuentan los alatoia; pero los alatoia son un pueblo de mentirosos, proceden de la región más inhóspita de Buenos Aires; pues cuentan que hace millones de años un hombre, un alatoia, para darse muerte a sí mismo le bastaba arrancarse una larga espina que tenía en uno de los lóbulos cerebrales, según el lado: la agresividad, el temor, la locura, etc.
Como casi todos se arrancaban la espina, y Dios, parece, quiere ver gente en Buenos Aires y que sufra, cambió todo el sistema de la muerte propia.
Ahora es mucho más difícil, etc.
- Libro de los milagros del país de Otra Parte.
Dos leones rugen. En el medio, donde chocan los rugidos se forma un tigre.
*
Estaba admirado que no hubiera máquinas, ni aparatos siquiera minúsculos. Sabía, sí, que se comunicaban con otras partes del país. Y con las campanas que estaban bajo el agua a miles de metros.
Salacai me explicó: a medida que crecía nuestra cultura, los aparatos se redujeron. Tanto que hemos llegado a absorber todas las funciones de nuestras máquinas. Ahora somos nosotros y nuestro vasto interior la técnica, la cultura, etc. Nos comunicamos a distancia por medio de nuestros cerebros.
*
Una flor refleja otra que está en Otra Parte.
*
Del libro Fragmentos fantásticos, 2020, Escarabajo Editorial, Colombia.
Miguel Ángel Bustos nació en Buenos Aires, Argentina, en 1932. Poeta, dibujante y periodista. Publicó Cuatro murales (1957), Corazón de piel afuera (1959), Fragmentos fantásticos (1965), Visión de los hijos del mal (1967) y El Himalaya o la moral de los pájaros (1970). Entre 1958 y 1962 viajó por el norte de la Argentina, Brasil, Bolivia y Perú. A principios de la década del 70 se desempeñó como crítico literario en las revistas Siete Días y Panorama, y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial. Fue docente en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Considerado uno de los mayores poetas de la generación del 60, su obra fue valorada por Leopoldo Marechal, Aldo Pellegrini, Enrique Pezzoni y Juan Gelman. Los volúmenes Miguel Ángel Bustos. Prosa, 1960-1976 (2007) y Visión de los hijos del mal. Poesía completa (2008) reúnen la totalidad de sus escritos. Fue traducido al francés y al inglés. El 30 de mayo de 1976 fue secuestrado de su casa por un grupo de tareas de la última dictadura cívico militar argentina (1976- 1983). Fue asesinado el 20 de junio de ese año. Sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en 2014.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de la ilustración El repartidor de caras, dibujo original de Miguel Ángel Bustos ©️ 2020, Herederos Miguel Ángel Bustos