Mónica Brasca
Minicuentos inteligentes y llenos de humor negro nos comparte Mónica Brasca, escritora argentina nacida en Santa Fe. Brasca es cuentista y traductora de inglés y portugués. Sus trabajos integran numerosas antologías y revistas literarias nacionales e internacionales. Publicó el libro de microrrelatos Lugares vedados (Buenos Aires, 2018).
Alianza
Cuando te fuiste quise quitármela, pero mis dedos habían engordado tanto que quedó atascada. El anillo con tus iniciales sigue oprimiendo mi anular y recordándome nuestro fracaso, desde que me levanto hasta que me acuesto. Lo miro con recelo, cuánto quisiera yo librarme de este estorbo. Él, por su parte, preferiría lucir en una mano joven y delicada, como la que ahora acaricia tus canas. En represalia, me obliga a hacer cosas que no deseo, como buscar contra mi voluntad el canal de tu programa favorito. Por su culpa tuve que lavar y perfumar la poca ropa que olvidaste y acomodar los libros que ya no te interesan. Ayer, domingo soleado, me hizo ordenar cronológicamente nuestras fotos de más de treinta años. Pero hoy, hoy fue el colmo. Habíamos salido a hacer las compras y él, inopinadamente, levantó con firmeza mi mano izquierda, paró un taxi y le dio al chofer un papel con tu dirección. Allá estamos yendo.
Error histórico
Recibí un mail de una empresa italiana que informaba que otra María Maccagno había cambiado su dirección con dominio @virgilio.it por la mía de gmail. Respondí con un universal «Please unsubscribe». El mensaje rebotó. Los días siguientes me dediqué a ignorar los avisos en los que creí entender que mi homónima había colocado un pedido de mercaderías o algo así. La alarma se encendió cuando llegó un reclamo de pago incumplido. Entonces hice lo que debería haber hecho desde un principio: reenvié el correo electrónico a la antigua cuenta de la otra María. Inmediatamente, con la indiferente cordialidad que corresponde al cargo de CEO que ostenta debajo de nuestro nombre, me pidió disculpas y prometió solucionar el malentendido. Debe de haberlo resuelto, porque dejaron de llegarme intimaciones. Pero sigue en deuda conmigo. Desde la fortaleza vidriada de su oficina en Milán no responde a mis preguntas sobre cómo es, dónde y con quién vive, qué estudió, qué proyectos tiene, qué espera de la vida. Es decir, cómo podría haber sido la mía si mis abuelos no hubieran emigrado al sur de América después de la Primera Guerra Mundial, en busca de un destino mejor que no encontraron.
Rescate
Qué bien se está aquí, a salvo en este espacio luminoso y sin fronteras. Desaparecieron el dolor y el miedo. Estoy en paz. Allá lejos, mi abuelo Alfredo me ofrece una barra de regaliz y aquel inalcanzable primo de mi compañera de colegio me guiña un ojo. Amigas muy queridas me reciben sonriendo y corren a abrazarme. Ester me invita a fumar el primer cigarrillo a escondidas. Alicia me cuenta su derrotero por el centro en busca de ofertas y Liliana me muestra orgullosa su último retrato, el más logrado. Mis padres, felices, vienen a mi encuentro para recomenzar la historia. Están envueltos en los aromas inconfundibles a ropa limpia, a salsa de pastas caseras y a jazmín de lluvia del patio de mi casa.
Ahí abajo, en el paisaje en ruinas al que ya no pertenezco, los pobres socorristas se esfuerzan por sacarme de entre los escombros. Escarban y escarban hasta que por fin me liberan y logran reanimarme. En medio del bullicio, las sirenas y los gritos, no escuchan el agónico «por favor, déjenme ir» que, junto con un hilo de sangre, sale a duras penas de mi boca.
Es caprichoso el azar
Entre las páginas del libro usado que pedí por Internet encontré un billete de lotería. Imaginé al dueño anterior leyéndolo en el metro, después de haber elegido en la estación el décimo que lo sacaría de sus apremios. Casi llegando al trabajo, lo puso como señalador y lo olvidó. Lo visualicé feliz al enterarse del resultado ganador y, al rato, hurgando en los bolsillos y en los cajones, cada vez más desesperado. Mi primer impulso fue avisarle que su billete cruzó el Atlántico y está a salvo en este recóndito país del sur. ¿Pero a quién y cómo? Mejor invertir mis ahorros en un pasaje de ida a Barcelona y cobrar el premio gordo en euros que el destino, qué duda cabe, me tenía asignado. Me vi navegando por el lago di Como, comprando corbatas en Milán, comiendo chocolates en Brujas… Y volviendo a casa a los cinco o seis meses, sin poder explicar mi ausencia ni el origen de los regalos. Tuve la sensación extraña de no encajar más aquí, después de haber saboreado el mundo. Percibí el rencor de mi familia, la envidia de mis hermanos. Estaba a punto de perder a mis amigos cuando leí en el reverso: «El derecho al cobro caduca a los TRES MESES a partir de…». Me fijé en el día de sorteo y recorrí con mi dedo impaciente el almanaque hasta llegar, con alivio, a la irreversible, salvadora, fecha de ayer.
De Antología de microficciones andinas, QUARKS EDICIONES DIGITALES, 2020.
Trapos sucios
A cada vuelta del tambor del lavarropas, replicaban en su cabeza los rítmicos cintazos que le daba su padrastro cuando era niña. Volvían los insultos, los silencios amenazantes, los manoseos de la adolescencia.
Hipnotizada por el vaivén, detrás del vidrio redondo vio mezclarse las sábanas con la camisa y el pantalón de él, hasta que todo fue tiñéndose de rojo. Confiaba en que con el último enjuague todo volvería a pintar como antes.
De Lugares vedados, Buenos Aires, 2018.
Mónica Brasca nació y vive en la provincia de Santa Fe, Argentina. Es cuentista y traductora de inglés y portugués. Sus trabajos obtuvieron premios e integran numerosas antologías y revistas literarias nacionales e internacionales. Desde 2012 participa como tallerista en Marina, taller internacional de ficción breve de la Editorial Ficticia, México. Publicó el libro de microrrelatos Lugares vedados (Buenos Aires, 2018). Tiene inédito el libro de cuentos El camino de regreso.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de un fragmento de la obra nodo sostenuto panno verde e piedistallo di legno de © Jorge Eduardo Eielson. Agradecemos a Martha L. Canfield, presidenta Centro Studi Jorge Eielson, Florencia, Italia.