Álvaro Miranda
La Aldea Abisinia y Escarabajo Editorial lamentan profundamente la partida del maestro Álvaro Miranda. Como homenaje al poeta colombiano ofrecemos estos poemas inéditos de la sección «Casa iluminada» de su último libro «El bostezo de la mosca azul. Antología poética 1968-2019».
La casa embargada es de poesía
La casa vivía confundida, confundida
con los caparazones de las tortugas
llegadas del mar, con los caracoles
escondidos en el antejardín,
la casa asustada por orines de borrachos
que la lluvia arrastraba.
La casa era feliz con los gritos
que daban los niños
que jineteaban sus caballitos de palo,
caballitos ojos de vidrio,
ojos esmeraldas de Muzo,
capital de las mariposas azules.
La casa que bailaba con dos millones
trescientos mil giros del trompo,
con dos mil siete aplausos
de la tela de araña,
la que hiciera la señora araña
cuando copiaba las estrellas.
Como ve, señor,
la casa que embarga es de poesía.
Canción del árbol de tamarindo
Mi casa anclada en el árbol de tamarindo,
la casa del tamarindo azul,
la casa alzada por alcaravanes verdes,
alcaravanes que mamá trajo del mar
y que dormían en el árbol de tamarindo.
Era el árbol de la casa picoteada por los vientos,
por los ponientes que papá trajo de la Sierra.
La casa que agosto empujaba al olvido,
la casa que olía a escarcha de anís,
a mandarina en sus perfumes,
en esa casa vivía yo, en el árbol de tamarindo,
con solsticio de verano, con luces fracturadas,
con el dulce amargo del fruto del tamarindo,
con olor a color marrón,
con nubes llovidas en las ramas,
la casa mía, el árbol mío, la casa admirada
por banqueros, por los banqueros de caspa,
esos que cantan con fajos de billetes,
pero sobre todo, que no sabían
del árbol de tamarindo,
el árbol donde lloraba la noche
y reía el amanecer.
Poema para reivindicar las carnes asadas
que he comido en mi vida
La vaca ojona, la señora actriz,
se fue para siempre, se marchó al fin.
¿Quién mató la vaca, quien le hizo pum,
quién le hizo chis?
Está bocarriba como una perdiz:
al matadero la llevan,
la vaca bife, la churrasco vaca,
la de cuero para zapatos, la de cuernos para dados,
la de sesos al jerez, la de hígado encebollado,
la vaca que en el potrero era emperatriz.
Poema para ayudar al toro que no sabía porque le
salieron más cachos por culpa de la vaca Emperatriz
Le han puesto cuernos al toro;
se manchó de sombras su testuz.
¿Fue la ternera de paso andaluz?
¿Fue la de ubre en flor?
¿Fue la de teta
en leche,
la de mirada blanca
en la conquista?
Fue la cebú:
La casquivana vaca
lo dejó cabrón.
Toro macho,
toro ungido,
qué cuernos tienes,
qué tristeza en tu pispís.
Aquí se dice cómo una tormenta reproduce los días
de violencia, esos que estremecen el corazón de las
mujeres
Una tormenta moja un dios
en las barbas de un chivo.
Una tormenta en el fondo de la noche
se torna azul como pata de gallina.
En esa tormenta pueden naufragar
las espuelas de la vida,
la invisible nada que golpea
sus vacíos contra todo.
Yo he visto crecer en mi país
una negra cabellera de relámpagos
que iluminan los cuerpos de las mujeres muertas.
Jueces con ojos de lobo muerto
Tuve que dejar mi casa y volverme bandido.
Como quien cuida una sandía abandonada en la noche,
alcé mis peces sin escama
y luego monté mis zancos de pasos de gigante,
esos que usan en baile amantes de boleros,
los amantes que se vuelven brisa de amor
en las alcobas.
En mi casa el juez me miraba sorprendido.
El juez no entendía que yo era un brujo
que sin decir ni mu maldecía su esqueleto
María, la señora de la cocina,
bostezaba y oraba en la alacena.
Mi casa miraba por sus ventanas el paso de los días.
Era la mirada silenciosa de un ser que ha percibido
el atardecer de un país que siendo corazón,
los ministros lo hunden en la nada.
Voz de yunque hervía en las ollas. Era de hierro el aire.
La voz oxidada del día despertaba a María.
María lavaba los baños, María la de las telenovelas,
la que blanqueaba azulejos. La casa se volvió nao
y se fue. Sus cortinas eran velas, sus vientos marinos
la llevaban a barlovento. A estribor la alegría arrojaba
fantasmas al mar y a babor, monjas muertas
rezaban a su Esposo entre folios de juzgados.
Del libro Casa iluminada en El bostezo de la mosca azul
Antología poética 1968-2019 (Bogotá, Buenos Aires, 2020)
Álvaro Miranda (Santa Marta, Colombia, 1945-Bogotá, 2020). Poeta y novelista. Sus primeros poemas aparecieron publicados en Antología de una generación sin nombre, (Adonais, Madrid, 1970), que realizó el crítico español Jaime Ferrán. El mismo año dio a conocer su libro de poemas Indiada, (Editorial Episfre de Bogotá). Su obra poética comprende los libros: La casa iluminada (inédito), El libro blanco de los muertos (Bogotá, 2017), La otra épica del Cid (Caracas, 2010), Simulación de un reino (Bogotá, 1996), Los escritos de don Sancho Jimeno (Medellín, 1982), Indiada (Bogotá, 1970) y Tropico-maquia (Bogotá, 1968). En 1981 la Universidad de Antioquia le otorga el Premio Nacional de poesía y publica el libro ganador Los escritos de don Sancho Jimeno, (Medellín, 1982). Recibió el Premio Nacional de Novela otorgado por Colcultura, 1992, por su novela La risa del cuervo, que a su vez la revista Semana consideró como una de las mejores novelas colombianas del último cuarto del siglo XX. Foto del autor: Valeria Daza.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una ilustración del artista Spivakovska