Agustín Mazzini
(…) Hasta el presente, sin caer en absolutismos, su poesía hace lugar a un lenguaje propio, y a un imaginario simbólico que pugna por imponerse entre notas culturales, observaciones ciudadanas e inquietudes amorosas (…) Este caudal, ejercido con gracia e inteligencia, no llamaría la atención si no fuese – a mi criterio- continuamente avasallado desde la conciencia propiamente poética, simbolizante, que dicta frases no dependientes del orden descriptivo o de la reflexión inmediata (…) Son expresiones que pertenecen a otro nivel de discurso, a otro orden de pensamiento, orden que se liga a lo profético y sublimador, pero también a una vertiente demitificante (…)
Graciela Maturo
X
Buscamos al niño que fuimos,
al que pende del único árbol en pie
de la memoria. Y así lo guardamos:
en el roce de su despedida,
en los huesos de los paisajes.
A veces, insinúa una mueca o llora
en su hogar definitivo: la vejez errante.
El deseo mira siempre con sus ojos.
De Su corazón, una moneda, Aguacero Ediciones, Tucumán, 2021.
IV
Desde Rue Ontario a Boulevard St. Laurent
vas por la nieve con la carta de una mujer enterrada en tu cuerpo.
La sombra del miedo escribe palabras en la lluvia
y girás por el hueso de la tiniebla.
Contame ahora de tus libros y de la parte del amor
que no está hecha para vos desde hace tanto.
Hay que limpiar tus vacíos. Mirame. La vida te busca.
De Poemas de Rue Parthenais, Difácil, Valladolid, 2020.
XXV
Bruselas,
Ámsterdam,
Róterdam
y un tren recorre fotos rotas por amor.
Paisajes se mezclan en las ventanillas
y las estaciones miran con ojos grises.
Estamos rotos al fondo de la fiebre:
nos llaman y no contestamos,
olvidamos nuestros nombres
y la pérdida anda con sombras en el bolsillo.
De El perfume de la flor tatuada, Eolas Ediciones, León, 2022.
Bitácora
Tanteo objetos inconclusos,
árboles de uñas,
intemperies,
entre constelaciones
de hombres rotos que tocan campanas en la lluvia,
apoyo la cabeza
sobre una almohada que despedazaron llorando a gritos,
y en un mismo calambre
el corazón es
un ave con un mapamundi grabado en las alas,
vino vertido en lo interminable.
De Avenida de Abril y otros poemas, inédito.
Retrato de mi generación
De mi generación
puedo decir que conocemos el magro óleo,
que venimos al mundo con un origen de casa vacía
y andamos insomnes por regiones de arpas rotas,
arrodillándonos ante los andrajosos nombres de la tormenta.
Animales de la soledad
cuyas venas son alcantarillas,
cuyas lágrimas son vírgenes anémicas que afilan gritos y sombras.
Escucharnos hablar
es perderse en un siglo de alhelíes desmoronados,
es coleccionar iris de enfermos y ladrones
mientras vomitamos niebla sobre la triste hojalata del tiempo.
No vemos más allá de los alacranes,
nuestra ausencia es un coro de muros.
Venimos del infarto de la rosa,
de llagas construidas alrededor de la noche,
de la mano a los ahorcados que pueblan el trébol
cuando las cosas se oscurecen para tocar su vacío.
Caemos desde la saliva hacia un ramillete de clavos oxidados.
Caemos desde una ración de cementerio,
jaurías de sombras nos persiguen.
No se lo decimos a nadie
pero estamos borrachos de cielo y mil claveles nos asesinan,
siempre a punto de gritar
contra el espejo moribundo que abandonaron en la cicatriz,
siempre en un desorden de hombres y mujeres enfermos de escarcha
con quienes bebemos cerveza en los parques,
acostumbrados a vivir rodeados de papeles inhóspitos,
a soportar la conspiración de objetos sin nombre.
Somos la náusea de todas las herencias.
En el colegio
nos enseñaron la partitura de la hojarasca.
Fuimos adolescentes entre naufragios de pergaminos rotos.
Nuestros padres tienen olor a pólvora.
Escalamos fisuras
y nos quemamos a medida que entramos en un sueño más profundo.
Un sueño bordado en los brazos de un hombre
que llega desnudo a sitios donde las manzanas pierden su luz.
Ante el asombro de los soles
orinamos un enjambre de espejos vacíos desde el pecho de una mosca.
En un segundo escribimos el pulso de los ripios
hasta llorar una selva de herraduras humeantes.
Somos un cardumen de pianos descascarados.
Somos arañas tejiendo sombras en las esquinas de los moteles.
Somos el derrumbe.
Somos el crack que fuman los ángeles en nuestros pensamientos.
Si no hicimos la Revolución de la Rabia
fue porque nos quedamos dormidos frente al televisor,
por pereza o por alguna muy buena razón que desconocemos.
A los ojos de los caracoles arrojamos nuestro horóscopo,
mientras crece el insomnio en forma de débil lienzo,
mientras el latido de nuestra sombra envejece
y sonreímos en este tiempo sin Hombre.
De Retratos, inédito.
Agustín Mazzini (Buenos Aires, 1993) ha publicado los libros de poesía El cielo no termina de quemarse (suri porfiado, Buenos Aires, 2017), Poemas de Rue Parthenais (Difácil, Valladolid, 2021), El perfume de la flor tatuada (Eolas Ediciones, León, 2022) y los volúmenes Su corazón una moneda (Aguacero Ediciones, Tucumán, 2021) y Las edades de la lluvia (Pinap Editora, Buenos Aires, 2024). Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional “Bustriazo Ortiz” Para Jóvenes Poetas, el XIX Premio Internacional de Poesía Joven “Martín García Ramos” y el III Premio Fundación MonteLeón de Poesía Joven. Finalista del I Premio Hispanoamericano de Poesía “Francisco Ruíz Udiel”, fue becado por el Ministerio de Cultura argentino en convenio con el Conseil des Artts et des Lettres du Québec para una residencia de creación en Montreal. Condujo el programa online de poesía “Puentes de papel” y ha ofrecido conferencias sobre poesía y participado de festivales nacionales e internacionales.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del poeta, ensayista, cronista y artista plástico venezolano Leonardo Gustavo Ruiz ©