Manuel António Pina
Manuel António Pina (Sabugal 1943-Oporto 2012) fue periodista, dramaturgo, guionista y ensayista, pero principalmente poeta y autor de obras infantiles. Se formó y ejerció como abogado, fue técnico en publicidad y finalmente se dedicó al periodismo en el Jornal de Notícias como redactor, editor y cronista. Recibió numerosos premios por las distintas facetas de su obra y en 2011 fue galardonado con el Premio Camões, el mayor premio de la lengua portuguesa otorgado a quienes han contribuido a su difusión. Agradecemos la presente traducción a Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata.
Amor como en casa
Regreso despacio a tu sonrisa
como el que a casa vuelve. Hago de cuenta que
no es nada conmigo. Distraído
recorro el camino familiar de la añoranza,
cosas pequeñitas me atrapan,
una tarde en un café, un libro. Despacio
te amo y a veces de prisa,
amor mío, y a veces hago cosas que no debo,
regreso despacio a tu casa,
compro un libro, entro en el amor
como en casa.
Hansaplatz (1)
¿Qué hay debajo de la cama?
¿Qué está detrás de las cortinas?
De noche, en la puerta, claman
las voces terribles del pasado.
En cualquier sitio fuera de mí
hay estos tilos, este jardín,
y estoy yo estando allá en mí
y esto recordándose en mí.
¿Qué ave canta aún
cuando la noche ha terminado?
Muerto y solo, despierto en el cuarto
y hace frío como en un parto.
Hansaplatz (2)
En otra plaza, no en ésta,
otra persona pasa
ni en la otra ni en ésta.
Quedo, otro y solo, en una plaza
-alguien real queda-
donde niños fuera de mí juegan
con otros niños reales,
pero (plaza, niños), ¿cuáles?
¿Los de ahora o los de otrora?
¿Los tilos de dentro o de fuera?
¿En cuál plaza de mi memoria
yo y todo somos memoria?
Mitad de la vida
Me perdí en Hölderlin y me hallé en Dante
en el sitio más distante del estante;
a mitad de la vida, cuando la mies de-
bía estar sembrada y la casa construida.
Cuando leía a los clásicos y me entregaba
inútilmente a la melancolía,
María Herminia, la Musa, ávida, hacía
cuentas con la vida, mi única vida:
en algún sitio me hacía falta una Oda (y un Amor Loco),
y además de eso, leía mucho y escribía poco;
los tiempos se iban por la Crítica, y ella sería,
la Musa-en-sí, mi segura secretaria.
Y así en adelante; que, de no atarme
por mis manos al Destino, enloquecería
(si no es que me matara).
La despedí.
Entonces, no me pidas Armonía, hermano lector, mi semejante:
pídeme miedo. Bajo su tejado disonante
prendí fuego y consumí la forma, y atrás de la puerta
guardé mi vida, mitad viva mitad muerta,
y mis libros, su ciego instrumento.
Como los dioses (con poco me contento),
De libros y silencio me alimento.
It’s All Right, Ma…
Todo está bien, madre,
estoy solo y me desangro,
la sangre va y viene,
tengo mucha sangre.
Lo que no tengo es paciencia
ni tiempo que baste
(ni espacio), me dejaste
poco espacio para tanta existencia.
Menos recuerdos
me hacían bien,
y el olvido también
y menos sangre y agua.
Habría cicatrizado
la herida de al lado,
y yo resucitado
por el lado de dentro.
Que es el lado
por donde estoy clavado,
sin mandamiento
y sin sufrimiento.
En tus manos
entrego mi espíritu,
hágase tu voluntad,
y de allí para adelante.
Que no se perturbe
ni intimide
tu corazón,
estoy solo, muriendo en vano.
Camino a casa
“Las palabras hacen
sentido (¡qué tiempo me llevó descubrirlo!),
un sentido justo,
hecho de más palabras.
(La imposibilidad de hablar
y de quedar callado
no puede parar de hablar,
escribí yo u otro).
Vuelvo a casa,
al principio,
probablemente un poco más viejo.
Los mismos árboles,
más viejos,
su recuerdo
pasando sin tiempo en mis ojos
como idea hecha o como un sentimiento.
Entre lo que regresa
y lo que partió un día
quedaron palabras;
tal vez (¿quién sabe?)
algún sentido.
Ahora, como un intruso, subo las
escaleras y abro la puerta; y entro, vivo,
hacia fuera de alguna cosa muerta.
Siéntate aquí, habla conmigo,
¡dale sentido
y totalidad a mi alrededor!
Chico
Tal vez no fueses
fuerte para la felicidad,
ni para el miedo.
Mira a las personas felices:
se ocultan en la felicidad
como en casa, yerguen
paredes, cierran ventanas,
el miedo
es su fortaleza.
Lo que disputan a la muerte,
es mayor que ellas,
la muerte no les basta.
La ventana iluminada
La realidad es una hipótesis repugnante,
fuera de mí, entrando por mí hacia dentro,
soledad errante
huérfana de centro.
¿Qué respuestas os daré,
cosas, si todo está de más,
si en vosotras busqué
lo que en mí buscáis
–Un espejo, una mirada
donde verme;
un silencio donde escuchar
mis palabras; algo como una vida para vivir–
si estáis también solas,
asustadas y hostiles,
como yo en vosotras?
Manuel António Pina (Sabugal, 1943-Oporto, 2012) fue periodista, dramaturgo, guionista, ensayista pero principalmente poeta y autor de obras infantiles. Se formó y ejerció como abogado, fue técnico en publicidad y finalmente se dedicó al periodismo en el Jornal de Notícias como redactor, editor y cronista. Recibió numerosos premios por las distintas facetas de su obra y en 2011 fue galardonado con el Premio Camões, el mayor premio de la lengua portuguesa otorgado a quienes han contribuido a su difusión. Entre sus obras destacan: A guerra do tabuleiro de xadrez (1985) (teatro); O Inventão (1988), O meu rio é de ouro (1995) (lit. infantil); Nenhum sítio (1984), O caminho de casa (1988), Um sítio onde pousar a cabeça (1991), Cuidados intensivos (1994), Atropelamento e fuga (2002) y Os livros (2005) (poesía). Alguna vez dijo: “Lo que no es hecho con placer, raramente suscita placer”. Los poemas pertenecen a la antología O coração pronto para o roubo (Editora 34, São Paulo, 2018), realizada por Leonardo Gandolfi.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre