Juan Esteban Londoño
El refugio de los dioses
Janneth Rico Preciado
Abisinia Editorial,
Bogotá, 2023, pp. 62.
¿En cuál montaña habitan los dioses? ¿Dónde se calientan del frío del olvido?
…..El libro de Janneth Rico Preciado explora la dimensión de lo sagrado en una época que Nietzsche describió como «el desierto avanza». En el desierto mueren los significados y los nombres de los dioses se borran de las bocas. El desierto es la posibilidad del vaciamiento para crear otras memorias en la lengua. Lo sagrado es aquí entendido, con María Zambrano, como el fondo último de la realidad, la vibración en las estepas, «esa especie de placenta de donde cada especie de alma se alimenta y nutre sin saberlo».
…..El alma en el poemario de Rico Preciado es la significación del cuerpo, la encarnadura de la danza, el relumbre en la piel, los dientes, las marcas de otras pieles. El alma que no puede ser sino de carne.
…..La obra de Rico Preciado es una puesta en escenario, un libro sobre tablas. Hay un gesto de danza y de teatro. Las cincuenta páginas de poemas en verso y en prosa aluden a la música y la máscara. Su interacción con las artes escénicas y visuales ofrece un vértigo a la lectura; como esta, tal vez la más lograda de todo el poemario: «Veo mis manos, memoria de un crimen, / que no recuerdo haber cometido».
…..La autora se pregunta por la identidad, por el ser en devenir. La conjugación en primera persona, «soy», aparece como duda y podría decirse que El refugio de los dioses es el propio ser. Pero no el ser abstracto, una máscara sin rostro o una verbalidad sin garganta. El primer poema inicia con una negación de aquellas formas convencionales de la conciencia: «No soy yo». La voz poética se halla en la despersonalización, se concretiza en los enigmas de la piel. El ser se conjuga en dedos y en uñas, en instrumentos de la memoria: «Soy el mapa que guía el acantilado, soy el norte de la brújula escondida», «Soy la música».
…..El refugio de los dioses recorre el erotismo de una mujer que se descubre al descubrir al otro y al descubrirse otra. Una desnudez llena de velos, que esconde y asoma: «decidí ocultar mis pezones, afilados como balas». El cuerpo es concreto, con manos y huellas, con pies, con párpados, con labios. Lame, siente, escribe y baila. Como en el verso que cierra el poema «Axis mundi»: «Cada rostro que besé es una deuda con la noche».
…..Un libro de la piel. La morada de los dioses está construida con vivencias humanas. Los dioses se experimentan a sí mismos en nosotros. Un dios es lo que nos pasa, lo que nos pasa en los pliegues de la carne.
…..Pero en La morada de los dioses no sólo hierve la sed de contacto. También los huesos crudos, sostén de la existencia, son lugar del acontecimiento. A veces aparecen como las sobras de un crimen; a veces, como el instrumento de la poesía: «Escribo con la punta de los huesos».
…..Este libro está inmerso en un lenguaje húmedo. La poesía y lo sagrado son una manera de habitar el agua. Y así Janneth Rico Preciado ofrece un instrumento de plegarias, un libro pagano de abluciones, un ritual que se lleva a cabo en el oleaje de la piel. Para leerlo hay que descalzarse, o desnudarse, y entrar en un río misterioso, el de una mujer que se da a luz a sí misma en la escritura, que «refunda la casa de (su) nacimiento», que traza con su propia sangre la ruta del poema.
Juan Esteban Londoño es poeta y novelista. Profesor de filosofía, teología y literatura. Doctor en Teología en la Universidad de Hamburgo (Alemania), Magister en Filosofía en la Universidad de Antioquia (Colombia) y Magister en Ciencias Bíblicas en la Universidad Bíblica Latinoamericana (Costa Rica). Es autor de la novela Evangelio de arena (Colombia, 2018), del libro de ensayo Hugo Mujica: el pensar de un poeta en la poesía de un pensador (Argentina, 2018) y de los poemarios El país de las palabras rotas (Nueva York, 2019) y Oráculos de Jezabel (Colombia, 2022), con el cual fue ganador del Programa Nacional del Estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra Charing Cross Bridge, London, 1906,
del pintor, ilustrador y escenógrafo francés © André Derain