Written by 3:30 am Crítica, Entrevista

Una palabra de sanación

Entrevista a Selnich Vivas Hurtado

 

Por Andrea Pinzón Escobar

 

El autor de Déjanos encontrar las palabras (2021), Selnich Vivas Hurtado es escritor, políglota, editor, traductor del alemán y de la lengua minika, maestro de literaturas alemanas e investigador de culturas indígenas de la Universidad de Antioquia en Medellín, doctorado en Germanística y Romanística de la Universidad de Freiburg-Alemania y con un pregrado en Literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Su viaje al alto Amazonas colombiano en 2009 fue un periplo fructífero al comprender otras cosmologías llenas de matices enriquecedoras y tener el honor de convertirse en Roraima (cantor tradicional) en las comunidades indígenas Minika localizadas en lo alto del río Igara Paraná.
……Ha publicado las novelas: Para que se prolonguen tus días (1998) y Finales para Aluna (2013). Los libros de poesía: Stolpersteine (2008) coedición entre Bogotá y Freiburg, reedición por la editorial Esquina tomada (2021), Zweistimmige Gedichte (2013), Déjanos encontrar las palabras (Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 2011). Primera edición 2012 y segunda edición bilingüe en 2021. En el género de Cuento: Contra editores (2014). Ensayos: Utopías móviles (2014) y Komuya uai. Poética ancestral contemporánea (2015).
……En 2015 encontré al azar en Internet, una nota acerca de la película «El abrazo de la serpiente» escrita por Vivas y comencé a hacer algunas pesquisas de sus libros, de sus notas literarias y cinéfilas. Siempre me pregunté por ese nombre tan sugestivo. Selnich es un nombre judío-eslovaco que significa hombre campesino y en búlgaro, campeche. En diciembre tuve el gusto de conocer personalmente a Selnich en la librería del Fondo de Cultura Económica en la sede de Bogotá y me impresionó el abrazo cariñoso con el que me saludó. Esto me hizo pensar en que su preparación intelectual no sobrepasa al ser sensible y fraterno que pude percibir.
La siguiente entrevista se ofrece en el marco de la publicación de la segunda edición de su libro Déjanos encontrar las palabras —bilingüe alemán-español— por Abisinia Editorial y Editorial Escarabajo (Bogotá, 2021).

 

 

 

 

¿En qué momento se encontró por vez primera con Paul Celan e Ingeborg Bachmann? ¿Cuánto tiempo le tomó investigar y escribir este libro?

La primera vez que escuché de Celan fue entre 1992 y 1993 cuando leí una antología de poetas suicidas titulada Cerrar la puerta donde aparecía un texto de él. Cuando viajé a Innsbruck-Austria en 1994, la relación con estos dos poetas fue directa. A partir de ese momento se inició una búsqueda personal con estos poetas que no pensé fueran a tener una relación tan profunda. La lectura de sus obras, me llevó a suponer (la crítica especializada ha investigado esto de manera rigurosa) que su relación literaria era también una relación amorosa en la búsqueda de una poética común frente al horror.
……Años después en 2006 aparece Tiempo de corazón, un libro que recoge la correspondencia entre Celan y Bachmann y al leerlo pude entender que estas obras eran parte de un proyecto del afecto y del dolor. En ese momento decidí con claridad emprender la escritura de un libro y entretejer a tres voces (sus voces y la mía). En ese año que se publicó Tiempo de corazón ya no sería mal intencionado e invasivo poder hablar de las relaciones íntimas de estos dos poetas, de sus abismos, de sus agobios porque ya estarían estos temas legitimados por una correspondencia real en la cual era evidente que habían hecho parte de un proyecto común. Lo que yo pretendo es escribir un libro a dos voces, a dos dolores, a dos corazones y no simplemente, los poemas de Bachmann y los poemas de Celan de manera aislada.

 

¿Qué significó para usted esta reedición de su libro «Lass uns die Worte finden» (2021) a diferencia de la primera edición publicada en español en 2012?

Me permitió por primera vez hacer una obra completa porque solo se había publicado la mitad del libro, es decir, la versión en español. Los poemas en alemán nunca salieron a la luz en 2012, quizás por la convicción de que en Colombia no hay un público que quiera leer una obra en dicho idioma. Sin embargo, insistí esta vez porque considero que hay un trasunto dialógico entre el alemán y el español, entre el alemán y minika y otras lenguas y que ese ejercicio de la autotraducción es característico a lo que siento y vivo y a mi manera de entender la poesía. Lass uns die Worte finden (Déjanos encontrar las palabras) recoge mis poemas escritos desde 2003 en alemán y que aparecen en diálogo directo y claro con las versiones que se publicaron en 2012 como parte de aquel premio nacional de poesía. Lo que he hecho es resignificar y reconocer el trabajo de traducción como tarea necesaria e imprescindible de mi ejercicio literario.

 

¿Qué sensibilidad o habilidad le dio hablar el alemán a la hora de leer en su idioma a Celan y a Bachmann?

No quiero que lo que voy a decir suene arrogante porque no deseo descalificar o excluir a quien no lee en varias lenguas. No lo quiero hacer en ese sentido.
……La elección de una lengua como lengua de escritura no puede verse tan solo como un instrumento porque yo podría elegir cualquier instrumento para escribir el poema. Se debe entender como un enfrentamiento a una estructura opresora que no solamente hizo posible el exterminio de millones de personas, sino que al mismo tiempo en sus valores hizo posible que ese exterminio fuera legitimado por estructuras del Estado, estructuras sociales y estructuras culturales.
Para leer a esos autores es valioso tener las traducciones, pero es necesario acceder a esos universos de desgarramiento, de dolor y de búsqueda que solo son posibles de percibir cuando se está en esa lengua. Por fuera no se perciben sino quizás como errores de traducción, no se tiene la posibilidad de conexión con las acrobacias verbales sino más bien en los vacíos, en las caídas, en los desgarramientos de esa palabra que no alcanza a ser palabra.
……También es necesario decir que Celan escribe en un alemán que en muchos sentidos recuerda la lengua francesa, la lengua italiana, el latín, el griego y el hebreo. Es sumamente retador y provocador el poder descubrir en ese ejercicio de traducción, esos secretos que están ahí, los guijarros, los fragmentos y pedazos de otras lenguas que habitan esa poesía.

 

¿Vivir en Alemania le ofreció otra forma de pensar la poesía y la tradición literaria alemana?

Yo creo que no, porque infortunadamente mi formación fue eurocentrista. La academia nos ha inoculado la idea de una Europa superior y civilizada. Por lo tanto, hemos desarrollado esa enfermedad de la subordinación y la idealización cultural frente al mundo europeo. Cuando llegué a Innsbruck yo era más austriaco y alemán que los chicos que estudiaban allí. Hemos leído la literatura y la filosofía alemana como si fuera prácticamente un pan diario. En cambio, no hemos leído las tradiciones ancestrales de este continente. Vivir en Europa fue un punto importante para descubrir que 500 años de colonización no han sido en vano. Era sorprende que un colombiano hablara de Kafka, de Freud, de Celan, entre otros con tanta solvencia a diferencia de un joven alemán o austriaco que no necesariamente ha leído a estos autores. Y cuando te preguntaban por esa cultura ancestral, evidencias tu ignorancia y el abismo histórico en el que hemos sido depositarios y cómplices de un exterminio y quizás de un ejercicio de la arrogancia civilizatoria que ha decidido condenar a esos pueblos como si fueran inferiores. Solo puedo hablar de un cambio de mentalidad después de un retorno a las culturas ancestrales que es donde se da por primera vez una comprensión de que también somos otros pueblos con culturas válidas.

 

Su libro es bilingüe y cuenta con su traducción, ¿cuál cree que es el condimento que se pierde o se gana con este ejercicio?

Obviamente se gana. Los poemas escritos en alemán evidencian la forma de ser de un extranjero que usa la lengua que no es suya para testimoniar su experiencia. Por supuesto, se notan sus vacíos e incompletudes. Eso no se nota en español. En el libro no aparece un poema en alemán y otro en español. Es un poema que está en dos lenguas y eso hace que yo crea una obra a dos voces, una obra a dos lenguas como si fueran dos espejos que se miran, que se deforman, se aumentan, se achican para testimoniar esa no presencia, pero también esa ausencia, ese vacío y esos espejos rotos. Por más que Celan y Bachmann manejaran muchas lenguas no lograron encontrar una en la cual se pudieran comunicar.

 

Al ser conocedor de lenguas indígenas, ¿qué porción cree que hay allí de ese conocimiento ancestral?

La presencia de lo indígena en los libros aparece en los epígrafes que se manifiestan en las obras de Celan y Bachmann y en el poema Fantasía de yagé que proviene de una escena de la novela Malina de Bachmann donde ella habla del yagé. No quise contaminar la obra a pensarse desde las lenguas ancestrales, pero sí quise resaltar estos dos elementos de los autores que ya en su ejercicio creativo habían dialogado para preguntarse qué es el yagé o qué es la imaginación fantástica de los pueblos ancestrales americanos.

 

¿Qué representó ser premiado por la Universidad de Antioquia en 2011 por esta obra?

Es el único premio que he recibido, pero va a ser y será siempre el más significativo. Muchas personas me han dicho que no se debería premiar el libro porque no es poesía sino una traducción. Esa apreciación me alegra porque si la traducción logró construir un universo poético entonces allí hay una obra que da cuenta de lo que vivieron esos autores. Por otra parte, celebro el premio porque considero que hemos vivido en una sociedad que ha tipificado de manera manipulatoria los conflictos. Es una sociedad que nos sigue pensando como enemigos. Este poemario es un intento de mostrar la historia colombiana y la del holocausto. Para el caso de Bachmann y Celan, esas huellas de la guerra no les permitieron superar ese sentimiento de que en cierto modo son responsables y corresponsales de la guerra, de lo que ha pasado, porque no hemos sido capaces de detener el odio y el resentimiento. El libro merece un lugar no solamente por el premio sino por lo que le dice al país. No podemos seguir con el dolor de las ausencias de nuestros desaparecidos. Las mujeres campesinas o las del municipio de Soacha que perdieron a sus hijos tienen la valentía y la coherencia ética y humana para pedirle al país que sea capaz de reconocer esos crímenes. Ellas están exigiendo que se diga la verdad. Ese es el ejercicio de Celan y Bachmann que nos exige decir la verdad.

 

¿A qué invita, entonces, su libro?

No hemos sido capaces de pasar a un escenario donde haya comunicación, confesión y reconocimiento de nuestros horrores, de nuestras bajas pasiones y perversas ideas de destruir al otro porque representa al enemigo, al mal o la fuente de todos los problemas que tenemos. Ese es mi libro que han premiado no porque habla de dos poetas; mi libro es una invitación a sanarnos a través de ese encuentro donde tu palabra es mi palabra, donde nuestra palabra es corresponsable de la guerra y del dolor, cuando ambas palabras reconocen la ofensa existe un camino para construir una palabra que deje de ofender.

 

Ahora bien, centrándonos en el libro, en el diálogo del Crátilo de Platón se debate si las palabras nos son dadas de forma natural o si por el contrario son arbitrarias. Si esta última idea fuera cierta se da una imposibilidad de conocer al mundo a través del lenguaje. ¿Se siente satisfecho y considera que pudo trascender los límites del lenguaje con este epistolario-poemario o, por el contrario, sintió que el lenguaje más que impulsar, constituyó un lastre para encontrar las palabras adecuadas?

Justamente esas dos compresiones en torno a la lengua y al lenguaje en general siguen en debate. En las culturas ancestrales se considera que la lengua no es un invento de los humanos, la lengua es un parto de la tierra, es decir, que emerge del territorio. Los sonidos, el agua, las plantas, el viento, los animales todo en su conjunto son gestadores del lenguaje y si se escuchan se comprende al mundo.
……Yo creería que en las lenguas modernas sí hay una pretensión explícita de fundar una lengua. La lengua moderna es un artificio, es una invención, es un capricho, es un mecanismo técnico que ha sido diseñado por lo humano para hablar del modo en que lo humano quiere ser entendido. Las lenguas modernas evidencian, la necesidad de crear metalenguajes cuya función es alejarnos del mundo y contribuir a la confusión general de la existencia. Una filosofía se distingue de otra por su lenguaje y aunque seamos filósofos no logramos entender el lenguaje. En esta distinción entre lengua y lenguaje desde un punto de vista ancestral como parto de la tierra y lenguas modernas como artificios y mecanismos técnicos creados por las personas se debate la poesía. En ese alejamiento y repulsión de la poesía frente a lo dado en esa circunstancia es que se entiende que la poesía media entre la expresión y el silencio, entre el conocimiento y el olvido. No creo que ningún libro incluyendo el mío sea capaz de resolver esa relación antinómica y angustiosa entre decir y callar. Hay muchos que lo intentan celebrar porque esa disyunción puede ser dolorosa pero también reveladora.

 

¿Qué sería lo particular en ese diálogo con lo ancestral?

Lo particular de este asunto es que la poesía en el mundo ancestral que conoce esa disyuntiva acude a un elemento complementario. Como a la palabra articulada le falta algo ya que hay un abismo entre el artificio del lenguaje y el lenguaje del mundo aparece el canto, la danza, el ritual y la celebración. A estos complementos, en la vida moderna, los hemos desdeñado quizás por nuestro prejuicio a considerar que lo antiguo es lo primitivo. En donde se da la celebración de la vida es que logramos armonizar ese artificio con este lenguaje del mundo y nos permitimos ese retorno al estado natural. Es decir, allí donde somos naturaleza para reconocernos hijos del viento, del sol, del agua y el territorio.

 

En ese camino, ¿qué predomina en la poesía moderna?

En la poesía moderna quizás predomine el desasosiego, la desesperanza, la idea del suicidio, del individualismo o del abandono. Esta poesía moderna no nos invita a la celebración de la vida colectiva, sino que existe una separación dolorosa de los seres, de las energías, de las especies. Nosotros heredamos de las lenguas modernas las clasificaciones y las separaciones. En cambio, en ese espacio del ritual vuelven y se juntan de manera sanadora. También lo podemos vivir en la poesía moderna porque el dolor quizás invite a una comprensión distinta de la vida, pero a veces el dolor nos gana la vida y sobreviene el momento en que el poeta decide no estar más con nosotros.

 

El poema que abre la obra se titula «Número de oro» y en varios poemas aparecen títulos similares como «Raíz de tres», «Números móviles», «Enteros desarmables», «Números racionales», «Número parásito», entre otros. ¿Cómo relaciona estos títulos con los poemas? ¿Qué intención tiene el complemento numérico?

Hace alusión a ese lenguaje racional que se vivía en ese ambiente cultural después de la guerra en Europa. Era el lenguaje que rodeaba ese encuentro amoroso entre los dos poetas. Ese lenguaje racional se va a diluir con momentos de silencios en donde no se van a escribir durante meses o en el que se escribían con palabras incompletas. Es un discurso de la pasión que se convierte en desespero por no poder amar al otro. Luego, sobreviene un momento de esperanza de invitación a la muerte como una forma de acabar el dolor. Finalmente, con una invitación de Bachmann a encontrar una salida. La estructura del libro tiene lo que podría ser, un periodo de postguerra que es racionalizar el mundo, explicar por qué se dio la guerra y luego, ingresar a una crisis existencial en donde el lenguaje ya no comunica para finalmente, intentar provocar y construir una esperanza.

 

En el poema titulado «P_R_D_N» se entrevé que se rompe con el código y se propone otra forma válida de expresar una idea. El lector al completar las letras puede decodificar que la remitente de la carta, Ingeborg, vive la lengua como una condena.

……Usted también le apuesta a que el lector se desacomode y encuentre nuevas formas de leer y se percate que existe una pluralidad en la comunicación además de las barreras o fronteras que habitan a los dos amantes en cuanto a lenguaje se refiere. ¿Esta interpretación que hago como lectora se acerca a sus intenciones?

No lo pienso así. Ese poema es un juego para que el lector complete la frase que es muy dolorosa y al hacerlo se divide el dolor y se vuelve llevadero, pero si el lector no lo hace yo tengo que cargar con el peso de esa sentencia que es demasiado mortífera. Se completa para que yo no tenga que hablar solo esa lengua, para que los tonos y los matices de la lengua que duele, que encadena, que discrimina y humilla se puedan disminuir, distribuir, rebajar, reubicar de manera que sea menos dolorosa esa condena y esa cárcel de esa lengua. Asimismo, para que el lector se sienta autor de esos poemas.

 

Si tuviera una sola cosa en particular con la que los lectores de su libro se quedaran, ¿cuál sería?

Con una palabra de sanación, que el lector se acuerde de que el dolor y las tensiones son llevaderos en juntanza. Repartir el peso en varias manos.

 

Bogotá-Medellín, 28 de abril de 2022

 

 

Andrea Pinzón Escobar nació el 13 de marzo en Bogotá. Es Licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad de La Salle. Diplomada por el Instituto Caro y Cuervo en Literatura y Cultura y por la Universidad Javeriana en Providas. Acompañamiento pastoral a personas y comunidades afectadas por la violencia. Dirigió la revista juvenil: Juvengativá: acciones y palabras, proyecto ganador en el marco de Bogotá capital, Un libro abierto. Dentro de sus entrevistas se destaca Carlos Vidales: Los libros de mi padre fueron mis primeros juguetes en la revista Hojas Universitarias. Número 68. (2013) en coautoría con el escritor Fredy Yezzed y Las múltiples vidas de 2 Vidales en la revista El Malpensante. (2014) en coautoría con el escritor Fredy Yezzed.

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre

 

año 2 ǀ núm. 11 ǀ mayo – junio  2022
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