Christophe Barnabé
Relatos delicados que anudan las vidas de tres mujeres memorables y su relación con las flores, la tierra y la belleza. Christophe Barnabé nació en Buenos Aires, Argentina, en 1988. Ha dedicado ensayos y traducciones a poetas tan diversos como Anne Carson, Mark Strand, Pablo Montoya, Arnaldo Calveyra, Francis Ponge o Jules Supervielle. Actualmente enseña en el departamento de francés de la Universidad de Oxford.
I
Rosa conoció la cárcel. Berlín, Wronki, Poznań, Breslavia; desde sus primeros años de juventud en Polonia, la militante revolucionaria nunca temió el castigo de las rejas por manejar el peligroso idioma de la lucidez. Hoy, los escritos políticos y la vida de Rosa Luxemburg se estudian en las universidades, pero no es infrecuente que los profesores omitan mencionar su obra más íntima y a la vez más paradójicamente ajena al rumor de los siglos.
……Dieciocho cuadernos conforman el herbario de Rosa. Las primeras páginas, recordaría unos años más tarde en una carta a su amiga Luise, fueron compuestas en 1913. Durante unos meses de excepcional sosiego, Rosa reside en el barrio berlinés de Südende y se dedica a conocer flores en los parques alrededor de su casa. Les dedica la misma atención que a los oprimidos por quien se bate, y el mismo fervor. Pero la revolución no herboriza, requiere tallos frescos; el combate retoma y la devuelve sin tardar a la cárcel.
……Las celdas alternan, y en el fondo de cada una, Rosa vuelve a abrir sus cuadernos. Se hace traer manuales de botánica, estudia los nombres alemanes y latinos de cada planta (Augentrost: Euphrasia, etc.), y los escribe en tinta azul con su pequeña letra redonda. Alguna de las cartas que sus amigos logran hacerle llegar a pesar de la censura esconden flores en su interior. Campanillas y narcisos de contrabando. Así se dibuja de a poco, en su jaula de cemento, un extenso mapa vegetal que termina indicándole la salida.
……Rosa es liberada en noviembre de 1918. Y lucha sin tregua. El 15 de enero de 1919 la detienen nuevamente junto con Karl Liebknecht. Ambos son llevados a un hotel en que los interrogan, y probablemente torturan. Rosa se queda muda. Una escolta se forma para llevarla de regreso a la cárcel, pero antes de salir a la calle, en el umbral, de repente uno de los soldados la destruye a culatazos. La suben inconsciente a un automóvil, y a las pocas cuadras otro la remata de un tiro. Echan su cuerpo al Landwehrkanal. Rosa se hunde, sin flores. El hotel se llamaba Edén.
II
En la abadía de Rupertsberg, durante la segunda mitad del siglo xii, Hildegard se abre un camino al paraíso. Reza, estudia filosofía, ciencia, medicina, compone cantos, escribe lo que le dictan sus frecuentes visiones e incluso inventa para ellas una lengua nueva, con un alfabeto de veintitrés letras y un léxico de novecientas palabras. La fama de la abadesa rebasa de lejos las paredes del convento que ella misma fundó hacia el año 1150, cerca de Bingen am Rhein.
……A la sombra del claustro, Hildegard von Bingen también venera las plantas. Cada raíz, cada fruto, cada flor remite a aquel jardín que Adán y Eva abandonaron. Ella lo sabe, y tampoco ignora que con esa materia se puede sanar a los enfermos, cerrar sus heridas con bálsamos de polen y hierba, y obrar así contra aquél que nunca descansa en el tormento.
……En esmerada minúscula carolingia, Hildegard anota las virtudes medicinales de las plantas que conoce, y propone recetas para componer los remedios. “La mandrágora, escribe por ejemplo, se cuece lentamente en agua hasta obtener un caldo blanquecino y ligeramente turbio. Se administra ese líquido a los confinados, preferentemente hacia el crepúsculo, para apaciguar el sufrimiento provocado por la falta de luz. El enfermo queda inmediatamente sumido en un sueño penetrante, que altera de vez en cuando un temblor pasajero. No es inusual observar que alguno sonríe: se cree que debajo de los párpados, vislumbran a veces el rostro del cielo.”
……En ocasiones, Hildegard traduce a su lengua íntima el nombre de algunas plantas amadas, y entonces cada una de ellas se convierte en una dádiva misteriosa e inesperada para el oído. La salvia se dice Scaliziz, y “genciana” se escribe Kirischia; la centaurea es Bruschia, y las violetas son Graxia; la celidonia debe designarse con la palabra Scukuriz.
……Durante sus últimos meses, esos nombres incisivos, pronunciados en secreto, fueron la única música con que Hildegard podía ocupar su clausura. Los prelados de Maguncia se habían amparado en un pretexto menor (el entierro de un excomulgado en el cementerio del convento) para vetar el canto y la música en los oficios de Rupertsberg.
……Instantes antes de su muerte, el 17 de septiembre de 1179, quienes la acompañaban refieren que el cuerpo entero de Hildegard se irisó, y súbitamente la abadesa recuperó el canto. Su voz produjo bellísimos melismas sobre una sílaba indescifrable. Ella también distinguía ahora las facciones definitivas de Dios. Las monjas, inquietas, se agitaban alrededor de su lecho. “¿Cómo es, Madre? ¡Conteste!”. Pero Hildegard cesó de respirar, y las dejó en la ignorancia. Acaso la respuesta ya estaba consignada en alguna de sus páginas, escrita en el oscuro idioma que inventó para que sólo pudieran leerlo los ángeles.
III
Emily es una criatura de alas diáfanas. En la casa de los Dickinson, en Amherst, Massachusetts, sus pasos leves apenas resuenan por los pasillos de sombra. En 1861, con treinta años, decide vestirse únicamente de blanco. Sale poco, y no suele ir más allá del jardín. A partir de 1875, ya no abandona su habitación. Esas cuatro paredes vieron nacer casi mil ochocientos poemas que han vuelto su nombre indeleble. En vida de su autora, apenas se publicaron diez, todos sin firma.
……Antes de forjarse una isla en su casa, Emily salió a encontrarse con las hijas de la primavera. En su herbario, juntó y secó 424 flores que ahora descansan en la Houghton Library de Harvard. Entre dos sólidas tapas de cuero, las 66 páginas del álbum están cubiertas de pétalos. En una de ellas, Emily constela ocho variedades de violeta. La primer página la ocupa un jazmín, ajeno a los alrededores de Amherst; en el umbral, una flor lejana.
……Sus poemas han sido juzgado difíciles, porque abrieron una brecha en su tiempo. Las frases, que interrumpe con frecuencia un guion largo, parecieran detenerse al borde del lenguaje, para llamarnos desde ahí, como si al final de cada verso hubiera otra mitad que no sabemos leer.
……Cuando el mundo se redujo abruptamente para ella, Emily siguió escribiendo cartas que a menudo se confunden con poemas. (Entre sus destinatarios se disuelve y se pierde la figura del amado, de sexo incierto.) Su diminuto lápiz recorre y anota cada rincón de los sobres que recibe. En la solapa de uno de ellos, Emily comprime estas palabras:
En esta breve Vida
que apenas dura una hora
Cuánto – cuán
poco – está
en nuestras
manos
……En mayo de 1886 envió una carta, dirigida a sus primas Louise y Frances Norcross. El 13 de ese mismo mes entró en coma, asediada por una larga nefritis. El 15 murió. El mensaje, intraducible, constaba de dos únicas palabras: Called back. Emily había escrito su último poema. Y emprendió el regreso.
Christophe Barnabé nació en 1988 en Buenos Aires, Argentina. Estudió psicología y letras en París, y obtuvo un doctorado en literatura comparada en Suiza, con una tesis sobre la idea de sanación en la obra de cuatro poetas europeos: Philippe Jaccottet, Ted Hughes, Antonio Gamoneda y Paul Celan. Sus poemas en francés han sido publicados en diversas revistas literarias en Francia, Suiza y Bélgica. Ha dedicado ensayos y traducciones a poetas tan diversos como Anne Carson, Mark Strand, Pablo Montoya, Arnaldo Calveyra, Francis Ponge o Jules Supervielle. Actualmente enseña en el departamento de francés de la Universidad de Oxford.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra:
Arreglo
100×150
De la artista mexicana © Ninfa Torres