Written by 1:35 am Crítica, Reseña

Sobre «Bosque desovando» de Selnich Vivas Hurtado

Jonathan Alexander España Eraso

 

 

Bosque desovando
Selnich Vivas Hurtado
Sílaba Editores, Medellín, 2024, pp. 65

 

 

Las lenguas del vientre

 

(…) nunca se es sin tierra,
nunca se tiene propiedad del bosque.
SELNICH VIVAS HURTADO

 

Lo inesperado

(Preámbulo)

El poema prolonga lo inesperado. En él, la herida y el arraigo habitan el cosmos. Por eso lo que señala intensifica el enfrentamiento entre lo dicho y el silencio, revelando su oráculo. Descifrarlo es su valor. Ahí, las palabras adquieren una exactitud otra. Pisamos su suelo, en busca de la materialidad y la apariencia de lo que se retira. Nos anclamos a la tierra, al caminar, mientras el poeta consolida los cruces. ¿Qué nos queda? No el camino ni la bruma de las piedras, sino el desmonte de la memoria en el que lanzamos la atarraya, a fin de captar todo lo que se mueve en el eco de lo esperado.

……En «El más crudo invierno. Notas a un poema de Blanca Varela», Mario Montalbetti propone que enfrentar el poema, en tanto resonancia del sentido, es hacerlo como los griegos antiguos enfrentaban el oráculo: «intentamos averiguar qué quiere decir, queremos descífralo, descubrir su significación oculta» (Montalbetti, 2016, p. 11), y no interpretamos, más bien indagamos el logos de la imaginación. Por lo tanto, su valor «no se determina (…) en su enfrentamiento con la realidad sino en su enfrentamiento consigo mismo» (Montalbetti, 2016, p. 11). Se indaga por el paisaje del lenguaje y su horizonte.

……En Bosque desovando de Selnich Vivas Hurtado (Tuluá, 1971) asistimos al grado cero de la metáfora, pero asimismo a su rompimiento que convierte al poema en lo que es: la inversión del origen. Si se requiriera una clave para comprenderlo, la más reveladora, es aceptarlo tal como se manifiesta. Dimensionarlo en ese sentido, es sabernos inmersos en lo que el propio Roberto Juarroz, en un poema de Cuarta poesía vertical (1969), ha llamado las «historias simultáneas»:

 

Yo conozco este juego
de historias simultáneas:
dos pájaros dentro de cada pájaro,
dos líneas dentro de cada línea,
dos ojos y una sola mirada,
dos espejos en el fondo del hombre.
Y la segunda historia
repitiendo a la inversa la primera:
me hago y me deshago en cada cosa,
no es posible pensar sin ser pensado
y el eco es un teorema
que anula soledad y compañía.

 

La simultaneidad está en la poesía misma. El poema acontece como lo vivido, la suspensión en el rito del encuentro. La única ceremonia es la de «el río y el mar, huyendo de sí mismos, / (a la vez que) retornan a la ceiba en flor» (Vivas, 2024, p. 33). En ella, nos despojamos, palabra a palabra, de la extrañeza y del color, para dar lugar a la desnudez propia del bosque que nace desovando (pareciera insistir Vivas Hurtado).

 

 

Una música del pensamiento

Cada poema de «Bosque desovando» es un abismamiento. La ausencia de título y de numeración componen una suerte de reflexión musical, o una música del pensamiento. En las verdades del instante poético surgen las experiencias del interior. La materialidad de la naturaleza, en apariencia huidiza, se hace presente. La ontología del hecho poético se revela en la fuga del poema a poema (me refiero a su lectura). Así, tras cada verso, un encadenamiento hurga las entrañas del sentido. La pulsión rítmica es unidad.

……Milán Kundera en su ensayo «De obras y arañas», incluido en su libro Los testamentos traicionados, refiere que: «Después de Bach, con el clasicismo musical, todo cambia: el tema melódico pasa a ser cerrado y corto (…) para construir una composición» (Kundera, 1994, p. 164). Para dar paso, de un tema a otro, se trazaban puentes que tenían un sentido en sí o al servicio de pasajes nacientes. En el poemario referido de Vivas Hurtado la idea de composición y de puentes me mueve a pensar, más que en la sola estructura, también en la intensidad sostenida del tambor que, en la página, es fuerza irresistible, incontenible del verso, hecho de oquedades («los orificios de la flauta y los cogollos de la palma / imitan al monte en su oquedad», p. 34) y pulida por el filo de la piedra (la música talla párpados, cejas y labios en / aquella laja», p. 35).

 

 

El pensamiento del poema

La palabra de Selnich Vivas Hurtado es meditación sobre el mito y la palabra que lo profundiza. El pensamiento del poema¹ se dirige a sí mismo: cada paraje de «Bosque desovando» parte de una tradición y la despliega. El lenguaje es fogón, la experiencia leña. En medio de las dos, las «vibraciones luminosas» rondan el ver originario que «contagia las pestañas». Gracias a él, las palabras se dominan por la indeterminación cuando no por la inversión semántica. Apenas parecen retoñar, picoteadas por colibríes, pero movidas por el aleteo. Una lengua madre, parturienta de las «abuelas del nacimiento», alarga sus bejucos en el enigma de la visión: lo vivido va asumiendo las formas del umbral y así éste desaparece. ¿No pierde su poder germinal? Si el ojo se abre, «Las coyunturas abren paso / a las energías que maduran la palabra (p. 68)», y la oblación al misterio se da en lo que «anuncian las veloces lagartijas, los pájaros cautos y el ciempiés contorsionista» (p. 18).

……En ese cuerpo a cuerpo del poema, encuentro una metáfora del poema que, al asumirse como advenimiento, apertura y ahonda sus posibilidades, y, de paso, nos regresa al acto inicial, nos libera en él, en la pluralidad expresiva de cada texto. Esta de Vivas es una escritura de la materialidad original, más pura y animal, no una simple significación de dicha materialidad. Rescata lo desaparecido que late en las aguas y la canoa, y se mezcla con la tierra fértil. El barro que surge, blanco y ocre, es el fundamento remoto que forma, descubre y lo hace, de nuevo, invocación. De ahí que esta poesía sea una lengua con ojos: manifiesta y ve, retiene y crea, siempre de regreso a las raíces que renuevan:

 

Se escucha el caer de los copos de nieve en las valvas,
o se cubre de musgo la piel también ocre.
El pólipo inventando la energía que lo invoca.
La mar es mancha oscura, diminuta.
Los vientres del cosmos proveen los tonos del afecto
y los abismos del parentesco, a menudo aborrecibles.
Sudores y micelios avanzan sobre un ojo alado.
Un ser transparente imaginando la luz del entrecejo,
el camino en la hojarasca
y una canoa por ríos de leche.
La muerte espera entre raíces. (p.13).

 

 

El bosque emerge en la página

En «Bosque desovando», Vivas Hurtado comienza por el nombrar, no por lo dicho. Esto es, principia por la creación. A través de ella, lo miniaturizante tiene el poder abierto del mundo:

 

Una hoja nueva es suficiente
para parir el bosque antiguo y sus pirámides.
En nosotras crecen inmensos, diminutos
arbustos. (p.70).

 

Si esos estados-espacios aluden a formas interiores, éstas, a su modo, son intemperie: la conjugación natural sueña voces, de raigambre femenina, tejidas con la primera sangre en los versos blancos. La savia que aquí brota hace visible la palabra, la enverdece. Se entera de la melodía de las piedras. El bosque emerge en la página. En su chagra, el poema está bien atado; es un «río contiguo» (p. 61) y otro «río desnudo (…) sin límite en el lecho» (p. 54) lo que el poeta alimenta. Desde los surcos y las orillas, las semillas confían en el origen y la luz.

 

Los árboles aprenden el vuelo de las aves
y un murciélago en celo destiempla los caminos.
Brillan los ojos de los geckos en los ojos de quien mira.
(…)
Una raíz, un destello y una gota de rocío cultivan
la chagra (p. 35).

 

Los frutos crecen, se «exprimen hacia adentro» dirá Juarroz. En su sombra, se comparte el secreto. La hierba es lenguaje. Sobre ella, reposan los restos de la selva virgen que rondan la memoria de los hombres. De píe, plantados, mujeres y hombres cantan «en una lengua primigenia / sobre una piel inabarcable» (p. 67), mientras el sol se esconde en el sol, irrumpe el «guayacán amarillo» (p. 21). Las aberturas en la tierra y en el aire precipitan el cosmos que «augura la gran expansión / de la cadera que dilata desovando» (p. 67).

 

 

Las lenguas del vientre

 

Asombra,
cuando se aprende una lengua libresca,
descubrir el capricho de las grafías,
bien sea que se le suplique a la víctima
o que el homicida se justifique
en sus informes judiciales.
Hay, en verdad, Ebuiño,
lenguas salvajes;
ninguna como la impuesta.
En las lenguas del vientre nunca se es sin tierra,
nunca se tiene propiedad del bosque. (p. 72).

 

La singularidad de la lengua tiene su topología inaugural en lo inapropiable². Dista de lo libresco, en tanto suplica y justificación, para marcar el horizonte que ella puebla. De sus manos, «roídas por los frutos» (Jabès, p. 57), sus hermanas, como yeguas salvajes, abrevan del agua y de la piedra.

……No hay tierra para el rebaño de voces. El bosque es bosque en el fruto que se mastica. Se escupe la semilla. Es ligera. Vuela. Se despoja de sí en la tierra. Retoña una lengua: «Cada esqueje confirma el nacimiento de un / páramo» (Vivas Hurtado, p. 69). Ella busca a su madre y la encuentra: Ebuiño. En el sendero está la luz por la que nacen. Atraviesan la hondura del lugar. Juncos se tejen en sus gargantas. Presenciamos su acercamiento. Los cantos son eclosión de la llegada y borradura del abatimiento («La que te canta entre los cepos, dijiste, / sigue trastornada por el látigo» p. 73). El recibimiento invade la página y la recobra:

 

Recibe, Ebuiño, mi mano en la tuya.
Dancemos abrazadas a la madre del afecto.
Bajo el bosque desovando
resuena el amanecer del cosmos.
¡Despierta, no hagas esperar al misterio de tus
fibras! (p. 73).

 

Así, si volvemos a cada poema de «Bosque desovando», lo releemos, fijamos en ellos la distancia de la tierra que no es sino en su cercanía, la continuidad entre culturas. Del Chocó al Amazonas, De Nariño al Putumayo, el lugar de los hechos, del orden de las cosas, convierte en paisaje el mito, en el que cada uno fragua el alfabeto de la conciencia natural, que, aunque la olvidemos, no deja acogernos.

……Entre los murui-muina, ebera, inga y camentsa, yoruba y ye’pá ma’sa, nos recuerdan, a través del tránsito y los vértices de la escritura de Selnich Vivas Hurtado, que los árboles desovan las fuente del adentro. En ellas, circula cuando todo calla, la fuerza del río, los tiempos de la chagra, el aleteo del colibrí, los pétalos de la orquídea, el canto del primer parto…

……Sentimos algo en torno y lo que fuimos y seremos retorna en un “cielo humano de hojas, humo, voces” (Varela, p. 69), porque llevamos:

 

En la cabeza, raíces; en la piel, cortezas.
Nosotras, gustosas plantas de cambira,
nosotras, resollamos de tantos picotazos. (p. 70).

 

 

El final del poema es su origen

(Epílogo)

Lo que no se puede nombrar, «es la sintaxis puesta en vacío» (Montalbetti, 2019. p. 114). Incluso, en relación a lo anterior, lo que se nombra tiene una extensión de origen. Se vuelve a ser en lo evidente, en las crecidas del poema. Eso, es lo que comprobamos con «Bosque desovando» de Vivas Hurtado, donde la poesía «no vive sino en la tensión y la escisión entre el sonido y el sentido» (Agamben, 2016, p. 249), y materializa un ser de pies desnudos que avanza en el intervalo de las terminaciones. Sólo escribe para nosotros. Perla las palabras.

……¿Al final, qué queda de los poemas? Pareciera preguntar Selnich. Nos respondemos: el final del poema es su origen. En su influjo de intensidades y tonos, se precipita el corazón de la creación. De este modo, «el poema desvela su objetivo (…): que la lengua consiga al fin comunicarse a sí misma, sin permanecer no dicha en aquello que dice» (Agamben, 2016. p. 258).

……La palabra es el paso en el caparazón del poema.

……Somos la espiral desovando.

 

  1. «El pensamiento piensa allí donde no significa o, donde aún significando, su pensamiento desborda significación». Montalbetti, Mario. El pensamiento del poema. Variaciones sobre un tema de Badiou. Cinosargo Ediciones, 2019. p. 27.
  2. “Hablar como el caballo que come avena, sin derecho al lenguaje”. Op. Cit., p. 120.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  • Agamben, G. (2016). El final del poema. Estudios de poética y literatura. Adriana Hidalgo Editora.
  • Jabès, E. (2005). El umbral La arena. Ellago Ediciones.
  • Juarroz, R. (1969). Cuarta poesía vertical. Aditor.
  • Kundera, M. (1994). Los testamentos traicionados. Círculo de Lectores
  • Montalbetti, M. (2019). El pensamiento del poema: Variaciones sobre un tema de Badiou. Cinosargo Ediciones.
  • Montalbetti, M. (2016). El más crudo invierno: Notas a un poema de Blanca Varela. Fondo de Cultura Económica
  • Varela, B. (2023). Canto villano: Poesía reunida, 1948-1994. Fondo de Cultura Económica.
  • Vivas Hurtado, S. (2024). Bosque desovando. Sílaba Editores.

 

 

Jonathan A. España Eraso nació en Pasto, Nariño, Colombia, en 1984. Es escritor, editor y gestor cultural. Fundador y coordinador editorial de Alebrijes: Revista Nariñense de Minificción. Cofundador de Editorial Avatares. Editor de minificción colombiana en Abisinia Review. Ha sido incluido en diversas antologías de poesía y minificción. Travesías, su primera novela, fue publicada en Colombia y en España. Su libro Paisajes de luz resultó ganador del Premio Libro de Poesía Publicado (2021), otorgado por la Secretaría de Cultura de Pasto. El libro El silencio voraz fue semifinalista en el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero (2022).

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del poeta, ensayista, cronista y artista plástico venezolano Leonardo Gustavo Ruiz ©

 

año 5 ǀ núm. 21 ǀ octubre – noviembre – diciembre  2024
Etiquetas: , , , , , , , , Last modified: diciembre 27, 2024

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