Ana María Shua
La guerra lamentablemente ha acompañado a la humanidad, así nos lo demuestra la maestra del microrrelato Ana María Shua, quien nos permitió compartir ocho textos de su último libro titulado «La Guerra», (Páginas de Espuma, Madrid, 2019). Ana María Shua nació en Buenos Aires, Argentina, y es autora de novelas, cuentos, microrrelatos y literatura infantil.
Murciélagos
Si el plan consiste en arrojar desde bombarderos un millón de murciélagos provistos de bombas incendiarias sobre las ciudades japonesas, si se prevé que los murciélagos buscarán refugio bajo los tejados de las casas de madera, si se cuenta con detonar las bombas a control remoto a la hora señalada, si se adjudican dos millones de dólares para llevar adelante ese plan, si se empieza por colocar unos mil murciélagos vivos en heladeras para inducir una hibernación artificial, si en el primer experimento en Muroc Dry Lake los murciélagos, aletargados, se estrellan contra el suelo, si en el segundo experimento los murciélagos escapan y prenden fuego a las instalaciones del ejército de Estados Unidos, ¿debe culparse a los murciélagos? ¿A los etólogos o veterinarios especialistas en manejarlos? ¿Al inventor del plan? ¿Al comité que decide otorgar los fondos? ¿Debe culparse a los japoneses, al nazismo, a la humedad ambiente? ¿Debe culparse a los hongos alucinógenos, a la humanidad, a la guerra?
Ailurofobia, miedo a los gatos
Alejandro Magno, Julio César, Genghis Khan, Napoleón y Hitler le tenían miedo a los gatos. Podríamos haber utilizado ese temor para controlarlos y evitar masacres, pero no valía la pena. No nos incomodan las guerras entre humanos, que suelen incrementar la población de ratas y ratones. Los sobrevivientes se vuelven más afectuosos con nosotros y algunos eligen incorporar a su hogar a más de un ejemplar de nuestra raza. Además, los gatos somos un poco así, distraídos, soberbios y perezosos: no nos gusta condescender a mezclarnos en los asuntos de nuestros tristes esclavos.
El rayo de Arquímedes
¿Es cierto que Arquímedes incendió la flota romana que sitiaba Siracusa concentrando los rayos del sol con un espejo? ¿O es solo una leyenda? A lo largo de los siglos se intentó varias veces repetir la supuesta hazaña, que la mayor parte de los historiadores consideran un mito.
…..En el siglo XVII el erudito alemán Athanasius Kircher dejó una serie de grabados que comprobarían científicamente la existencia y el poder del Rayo de Arquímedes. El enciclopedista Buffon, en el marco de una discusión con Descartes, volvió a intentarlo un siglo más tarde y consiguió incendiar una casa a sesenta metros de distancia utilizando un gigantesco espejo ustorio compuesto por ciento cincuenta espejos cóncavos.
…..Durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a proyectarse en Alemania un desmesurado espejo parabólico que, puesto en órbita alrededor de la Tierra, podría ser capaz de destruir ciudades enteras mediante la reflexión de los rayos solares.
…..A fines de los años ochenta el History Channel realizó un documental en el que una serie de soldados en hilera, con escudos pulidos, concentraron los rayos del sol sobre una maqueta dispuesta en el agua y construida con materiales de la época de Arquímedes: lograron quemar la madera.
…..Pero hoy sabemos con certeza experimental que si se instala un espejo cóncavo realmente grande y mucho más cerca del Sol, se obtienen resultados extraordinarios. Observando con una lente adecuada la región del espacio en la que estuvo el planeta Tierra, es posible ver todavía sus restos carbonizados girando pacientemente en la órbita solar.
La guerra más antigua
En la segunda década del siglo XXI, un equipo científico descubrió en Nataruk, al norte de Kenia y a treinta kilómetros del lago Turkana, pruebas de una batalla entre dos grupos de cazadores-recolectores que vivieron hace unos diez mil años: la primera guerra documentada de la prehistoria. En la fosa común había veintisiete cadáveres de hombres, mujeres y niños muertos con violencia o con las manos atadas. Los esqueletos tienen incrustadas puntas de flechas, contusiones con garrotes en el cráneo, costillas fracturadas, manos, pies y rodillas severamente golpeados, huellas de cuchillos de piedra en el cuello. Uno de los esqueletos perteneció a una mujer joven a punto de dar a luz en el momento de su muerte. Otros cinco corresponden a niños menores de seis años. Al parecer, las guerras entre diferentes grupos de homo sapiens eran raras en aquella época, pero a partir de entonces, poco a poco, aprendieron a disfrutarlas. Siempre, desde el comienzo, con esa idea tan humana de que no se trata de matar, sino de vencer al enemigo, pero entretanto, qué placer.
El piso del ruiseñor
Los intentos de asesinato no eran raros entre los señores feudales en el Japón. Se los consideraba parte de las artes de guerra y se tomaban medidas para impedirlos. Para acercarse al shogun, los visitantes debían usar unos pantalones muy largos llamados naga bakama, que se arrastraban por el suelo y se enredaban en los pies, impidiendo cualquier movimiento rápido. Cuando se construyó el Castillo Nijo de Kyoto, se diseñó un piso especial llamado «piso del ruiseñor», que rechina cuando se lo pisa con un sonido parecido al canto de estos pájaros, alertando sobre la presencia de un intruso. Pero en un asesinato inteligente, el asesino nunca es un intruso, comentaban, ofendidos por la comparación, los ruiseñores del jardín.
Novias de guerra
Creímos haber ganado la guerra de los mundos. Bebimos, bailamos. Festejamos. Después de la invasión, como en todas las guerras, buena parte del personal de nuestras fuerzas armadas, hombres y mujeres, se relacionaron con nativos. Conmovedoras historias de amor agitaron las pantallas y los gobiernos autorizaron los traslados. Entonces empezaron a llegar. Nos chocaba su aspecto físico, pero, ¿acaso no había sucedido lo mismo en Estados Unidos con las mujeres filipinas, japonesas, coreanas, vietnamitas, afganas, irakíes? Estábamos dispuestos a aceptarlos, a integrarlos. Eran muchos, seguían llegando. Ahora sabemos que se reproducen de otro modo, en menos tiempo, con más facilidad, en partos múltiples, ahora sabemos que en un par de años los bebés se convierten en adultos irresistiblemente atractivos que se reproducen a su vez, están aquí, allí, en todas partes y ni siquiera podemos llamarlos fuerzas de ocupación: son nuestros hijos.
…..Creímos haber ganado la guerra.
Guerra de las Galias
En su libro Sobre la Guerra de las Galias, César relata su lucha contra los germanos y los helvecios, establecidos en el territorio de los sántonos. César peleó contra Ariovisto, que había sometido a arvernos y heduos. Venció la resistencia de los nervios, a los que diezmó, y de los atuátucos, que pagaron caro su intento de engañarlo. Para pacificar la Galia, tuvo que luchar también contra los vénetos, usípetes y téncteros. Los eburones destruyeron una legión, pero fueron exterminados, y se rindieron también los tréveros. César llevó adelante una demostración de fuerza contra los suevos y los ubios y terminó la guerra con una campaña contra los carnutes y los belóvacos. De acuerdo a su relato, todos sus enemigos fueron bárbaros, pérfidos, difíciles, pero no todos fueron esdrújulos.
La decisión de los dioses
El Ponto fue un estado persa, con gran influencia helenística. Gobernado por el rey Mitrídates, desde la península de Anatolia, enfrentó a Roma a lo largo de muchos años. En la tercera guerra mitridática los ejércitos de Roma y del Ponto se enfrentaron en una llanura de Bitinia, pero la lucha se interrumpió a causa de la caída de un meteorito, que aterrorizó a las tropas y fue tomado como un mal presagio por ambos bandos. Todos estaban convencidos de que sus respectivos dioses se oponían a la continuación de la batalla. En realidad, solo estábamos jugando un partido para decidir qué bando ganaría cuando se nos cayó la pelota. Los dioses del Ponto siempre habíamos insistido en que era demasiado pesada, pero los del Olimpo son tan tercos…
Ana María Shua nació en Buenos Aires, Argentina, en 1951. Es una escritora argentina autora de novelas, cuentos, microrrelatos y literatura infantil. Algunas de sus novelas son La muerte como efecto secundario, Hija y El peso de la tentación, Soy Paciente y Los amores de Laurita fueron llevadas al cine. Sus cuentos reunidos se publicaron con el título Que tengas una vida interesante. Entre sus seis libros de microrrelatos figuran Fenómenos de circo y el último, La guerra. Recibió premios nacionales e internacionales, como la Beca Gugghenheim, el Premio Nacional de Literatura, y el Premio Internacional Arreola de Minificción. Sus libros para niños se leen en todo el mundo de habla hispana. Parte de su obra ha sido publicada en quince idiomas.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de un fragmento la obra Ahí está él de la artista Camila López