Doğan Bașkası
Compartimos un capítulo de la novela Jauría (Escarabajo Editorial, 2022) del escritor turco Doğan Bașkası, quien radica en Colombia desde 2015. Sobre la novela dice el escritor Eduardo Bechara Navratilova: «Este libro cuya narración fluye como el agua que baja por la pendiente y se lee entre los ecos de un rock hambriento, es una propuesta desde lo contemporáneo a ese gran tema de que si los seres humanos somos merecedores de habitar este mundo o si más bien debiéramos abandonarlo para siempre, dejarlo sin nosotros, libre de nuestra voracidad».
MAYO 4, 1991 – SÁBADO
4:18 AM
Otra vez me encuentro en uno de los numerosos prostíbulos de la ciudad, es decir, uno de los numerosos genitales de la vida pública. Tal como durante el acto sexual uno revela su verdadera esencia, dentro de estos establecimientos también. Son las burbujas sucias de los ámbitos sociales, zonas rebeldes del ser en el reino de la hipocresía. Por eso son donde apetece estar, pero sin reconocerlo. Es decir, se da una pausa a la mojigatería, pero tampoco se le renuncia por ésta misma.
…..Lo que estoy pensando, aquí lo saben todos. Hombres babeando en las mesas ancladas al suelo lo saben, hombres ebrios y adormilados en las sillas del pasillo entre la pared y la pista de striptease lo saben, las chicas que semejan gomas de colores ante las luces de neón y los espejos lo saben. La morena que está agitando las nalgas en la pista también lo sabe. Y también sabe que no está en un sitio donde puede capitalizar sus movimientos bailando. Por eso es su prisa. Por eso quiere bajar sin demora y unirse al gentío del lupanar. A medida que finaliza la canción, la morena recoge sus prendas y se retira desnuda como el día en que nació. Me pregunto cómo la verían sus padres, que también vieron su primer caminar… Tomo un sorbo de la cerveza.
…..La chica que la reemplaza es de cabello azul, de piel clara y una cintura fina, senos y nalgas no grandes pero firmes, dando la impresión de curvas en su cuerpo petite. Demuestra sincronía con el golpeteo del ritmo y con las súbitas derivas de la melodía mediante el agreste pulso que estalla en cada pedazo de su cuerpo sobre la pista de baile: en el suelo su espalda y sus manos, una sonrisa pícara y movimientos insinuantes contra el tubo, saltos felinos que hacen que su cuerpo lo envuelva y gire con ímpetu, dibujando espirales que descienden desde el techo hasta el suelo, y otros saltos que la hacen subir de nuevo justo antes del descenso de su cabello suelto y deslumbrante a medida que el tubo plateado se desliza entre sus piernas cruzadas y apretadas.
…..Lo que hacían las anteriores chicas era sólo bailar. Esto es hacer arte. Y, además de excitante, es esto, el arte, si hay algo que retiene la locura, algo que, aun cuando no la embellezca, consigue distraer la vida y sus adversidades y, en el mejor de los casos, sus inanes alegrías. Ella también sabe que el arte es para los «civilizados», que sus trucos acrobáticos no significan nada para las bestias que la están observando. Aun así, nunca se retrae, sigue con decisión y entusiasmo para encarnar la canción hasta el final. El espectáculo, además de atraer presas, parece desfogar un genuino deseo artístico —no sorprendería si éste la hubiera guiado antes de resultar aquí— o tal vez fuese un sueño de niña. Al igual que yo, que también lo intento desfogar con este diario.
…..Un mesero adolescente llega y preguntando las mismas tonterías sobre la libreta interrumpe mis observaciones.
…..—Sólo notas literarias.
…..Mi atención oscila entre la chica y el mesero y se desbarata. Suspiro exasperado entre mis dientes y le apunto la mirada ya completamente a él.
…..—Tráigame una cerveza —saco un billete—. Quédese con el cambio. No quiero ser interrumpido otra vez.
…..—Sí, señor —asiente con la cabeza y se va.
…..En segundos llega una botella helada que suda como la frente del muchacho en el aire tibio y sofocante del burdel. La recibo y cambio de lugar. Justo antes del inicio del pasillo estorbado por las piernas de los hombres adormilados, me siento en un sofá cerca a la punta de la pista que sobresale como un balcón circular. …..Cruzo las piernas y, ahora desde muy cerca, termino de ver el espectáculo azulado. Ya que la hora del arte se está acabando y hay trabajo que hacer, nuestras miradas se cruzan a menudo hasta que ella se retira de la pista. Ella sonríe, yo me mantengo inexpresivo. No pasan más de diez minutos y aparece sentada junto a mí.
…..—¿Por qué tan solo y aburrido, mi vida?
…..Le contesto fresco, desinteresado. Con un tono entre seriedad y sorna.
…..—Los feos sólo podemos esperar a que alguien nos quite la soledad, señorita, la búsqueda es de los bonitos.
…..Ella arquea sus cejas.
…..—Ah… Mira esto. Qué feo con esta cara.
…..Desliza su dedo índice desde mi pómulo izquierdo hasta el cuello y llega a los botones de la camisa.
…..—Me llamo Génesis.
…..—Lindo nombre. Génesis: ‘el comienzo’.
…..De repente sus cinco dedos asedian mi entrepierna.
…..—Deberías ver el final también —la misma sonrisa pícara—, no te arrepentirás.
…..Imaginé que era una respuesta preparada. El diálogo fue un diálogo cualquiera de burdel, de los que nunca me generan ningún tipo de excitación y, aunque hubiera sido algo extraordinario, tampoco lo habría logrado. Antes también de alguna forma fue así; años atrás, en Ankara, de vez en cuando iba a los cabarés de música regional. Los ‘pavyones’. Además de la atención y el respeto proporcionados por el dinero junto a la vergüenza y el incómodo sentimiento de extranjero que me generaban aquellos establecimientos, ni las prendas insinuantes de las mujeres de origen eslavo ni sus conversaciones me excitaban. Me bloqueaba sin esfuerzo. …..Ya que esto es el propósito de cualquier prostituta sobre un hombre, sentirme como se supone que todos se sentirían me parecía algo degradante. Sin embargo, estando en lugares como éste siempre surge mi curiosidad sobre cómo se verían ‘los cuartos de arriba’.
…..—Quiero que bailes para mí.
…..Se amplió su sonrisa y en la luz tenue se divisó una blanca línea entre sus labios.
…..—Dale. Vamos para arriba.
…..Le extendí tres del billete más alto del país. Con aquel monto la podría llevar a todos los cuartos en el piso de arriba.
…..—No, aquí.
…..Ya le convenía aún mejor, era la chica afortunada del recinto, la que se ganó la lotería entre una multitud. Se disponía a acomodarse sobre mis piernas.
…..—No —repetí—, aquí.
…..Señalé con el dedo la parte inferior de la pista. Ella, todavía sentada sobre mis muslos, giró su cabeza para mirar ese espacio en obra gris, con medio metro de altura, oscuro, lleno de mugre. Frunciendo el ceño volvió la mirada hacia mí.
…..—¿Qué?
…..—Sí. Quiero que bailes ahí.
…..—¿De qué hablas? —Se desligó de su actitud insinuante y cambió su tono de voz musical—. ¿Me crees una esclava, una payasa o qué, hijo de puta? —Se levantó de mi regazo con indignación.
…..Ahora se aprovechaba de la ventaja del burdel: ya tenía suficiente dinero para irse a casa y aquí nadie podría discutir con una prostituta indignada, mucho menos pedir el dinero de vuelta. Yo, sacando siete billetes más, le agregué otro cero al número que tenían los billetes en su mano. Ella aún fruncía el ceño, pero una recia perplejidad atravesaba su mente. Con diez más, esta vez jugué con el dígito junto a los ceros.
…..—Si quieres más, bailas una canción.
…..Arrancó de mi mano los billetes acumulados. Se detuvo indecisa, alternando la mirada entre el dinero y mis ojos. Se agachó cerca de la pista, puso sus manos sobre el suelo mugriento y barroso, tuvo un momento en el que perdió el equilibrio por un resbalón de mano y finalmente comenzó a hacer movimientos.
…..—Debajo —intervine señalando el mismo punto—, debajo de la pista.
…..En ese momento quiso descuartizarme en diminutos pedazos, pero sin cambiar la misma posición, sólo cuidando la cabeza, se deslizó hacia el hueco lleno de polvo, telarañas y bichos muertos barridos hacia la pared. Su cuerpo quedó completamente debajo del escenario y empezó a moverse poco sincronizada con el ritmo de la canción. Los ceros le recordaban docenas de cuerpos y olores de sudor sobre su piel.
…..—¡Con ánimo! —alenté con alegría.
…..Su cuerpo mostraba jovialidad, pero su cara reflejaba un auténtico suplicio. Prendí un cigarro. Ella, para impedirse otro resbalón y así no tocar el suelo con su cara, ya se sostenía sobre los antebrazos, bailando solamente con movimientos de cadera y espalda. De hecho, en ese hueco tampoco tenía mucha opción. Sus mechones azules se arrastraban mojados dentro de la mugre.
…..Volví a cruzar las piernas. Cada vez que pasaba gente, yo retiraba mi cigarro de su camino; no para que no se quemaran, sino para que el fuego no se cayera. Un mesero llegó para intervenir ese show extraordinario y expulsarme, tal vez matarme. Lo callé con otro billete más. Se limitó a plantarse al lado de la pista aguardando a que ella saliera al terminar. Llegó uno de los supervisores del burdel, también lo callé de la misma manera. Ya que la canción se estaba acabando y él sabía que la chica iba a salir, quizás había llegado únicamente para sacarme más dinero. Sin embargo, con un cero más en el monto, podría meterlo a él también en ese hueco para bailar con la barriga en el suelo, con el sudor escurriendo por la calva.
…..Cómo se degrada tan fácil el ser humano. Con otro cero más, podría convencer a cualquiera de hacer lo mismo. No importa cuánto crean que no lo harían, resultarían iguales. Sólo con unos ceros más. Ceros. Nada.
6:13 AM
Un haiku de desanochecer:
…..Siempre que cantan
…..pájaros matinales
…..la noche brilla
De Jauría, Escarabajo Editorial, Bogotá D.C., 2022.
Doğan Bașkası (1992) nació en la costa mediterránea de Turquía, en la provincia de Antalya. Fue estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de Ankara y en la Universidade do Minho (Braga, Portugal). Reside en Colombia desde 2015. Es poeta, novelista y cuentista, traductor e intérprete. Con el objeto de aumentar el reconocimiento de la poesía turca contemporánea promueve el proyecto ‘Poesía turca jamás traducida’ (IG: @poesiaturcajamastraducida) en el cual colaboran poetas y declamadores latinoamericanos. Su primera novela escrita en español, Jauría (2022), fue publicada por Editorial Escarabajo en Colombia.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre