Andrea Pinzón
Isaías Peña Gutiérrez nació en Saladoblanco, Huila, en 1943. Es abogado, periodista, ensayista, cuentista, profesor universitario, investigador, columnista, crítico literario, director del Departamento de Humanidades y Letras, y fundador del Taller de Escritores de la Universidad Central en 1981 y de la carrera de Creación Literaria, allí mismo, en 2010.
Ha obtenido las siguientes distinciones: Premio Nacional de Periodismo en 1985, Medalla al Mérito Cultural con motivo de los 30 años de creación del Taller de escritores, Universidad Central, Primer premio en el Concurso de Cuento de la Universidad Central de Bogotá en 2008 y Primer puesto en el XXXI Concurso Nacional Metropolitano de Cuento de la ciudad de Barranquilla en 2009.
Entre sus obras se encuentran Cinco cuentistas en coautoría con Luis E. Lasso, Antonio Palomar Avilés, Benhur Sánchez y Humberto Tafur Charry (1972), La generación del bloqueo y del estado de sitio (1973), Estudios de literatura (1979), La narrativa del frente nacional: génesis y contratiempos (1982), Manual de la literatura latinoamericana (1987), Breve historia de José Eustasio Rivera (1988), José Eustasio Rivera (1989), La tierra soy yo. Compilación de textos sobre la obra de Manuel Mejía Vallejo (1990), Escribir para respirar. Latinoamérica: Ensayos y entrevistas (1998). Rivera, el visionario de la selva oscura (2020), Ensayos y contraseñas de la literatura colombiana (1967-1997) (2002), La puerta y la historia (2004, reedición en 2014), El universo de la creación narrativa (2010 y segunda edición en 2014), El universo de la creación literaria (2023) y La historia de José Eustasio Rivera (2024), su más reciente obra.
En la compilación hecha por Esmir Garcés Quiacha, Memoria secreta de la infancia. Textos de 21 escritores del Huila aparece un relato sin título de Isaías Peña, donde hace una semblanza de su infancia (2004).
Diversos artículos suyos han aparecido en revistas y periódicos del país como El Tiempo, El Espectador, El Siglo, Vanguardia Liberal, El Diario del Huila y las revistas Credencial y Abisinia Review.
—Maestro Isaías, me gustaría que nos contara un capítulo del libro de su infancia. ¿Quiénes fueron sus progenitores y cuántos hijos tuvieron? ¿Cuáles eran sus pasatiempos en solitario y con la familia? ¿Cómo eran esos parajes que lo vieron nacer?
—Mis padres fueron huilenses, mi mamá Ana Silvia, maestra de profesión y ama de casa por obligación, de Aipe, y mi papá, enfermero del Vapor Nariño, empleado de Aduana, panadero y agricultor, de Saladoblanco. Fuimos siete hermanos, tres de ellos nacidos en Leticia, Amazonas. Entre la finca de Pitalito, Huila, que heredamos de mi abuelo Isaías, y las ciudades donde estudiamos, pasamos la niñez y la juventud.
—En la introducción del libro El universo de la creación literaria (2023), usted explica las razones de por qué y para qué escribir, ¿a qué edad se dio cuenta del placer que le producía la escritura?
—De manera racional, desde tercero de primaria, cuando respondí con una narración, que parecía un cuento, la tarea del profesor de lenguaje. Nos pidió una redacción sobre la Semana Santa.
—Usted menciona que “la obra de arte es única e irrepetible.” ¿Cómo ha sido ese proceso de encontrar su voz y hacerla escuchar?
—Se hace al andar, como dice la canción. En literatura significa leer mucho y escribir mucho, poniendo oído y sentido.
—Nombre algunos escritores que fueron determinantes para su vocación literaria.
—Según mi teoría, no se puede descartar a nadie. Todos son definitivos, unos más que otros.
—A lo largo de su trayectoria literaria ha conocido a escritores de renombre, entre ellos a Carlos Fuentes. ¿Cómo fue dicha experiencia? ¿Quisiera contarnos alguna anécdota de ese encuentro?
—Conocí a Carlos Fuentes en una charla que dio en la sede del Caro y Cuervo en Bogotá, pero no tuve ninguna interlocución con él. Por cierto, me pareció una persona distante y muy diplomática.
—¿Qué acontecimientos le hicieron tomar la senda del análisis de los procesos y la estructura de la creación literaria, cuando la mayoría de los escritores centran sus fuerzas en géneros como poesía, novela, entre otros?
—Comencé mi carrera literaria escribiendo cuento, gané varios concursos y luego derivé hacia el periodismo cultural. Me acerqué a las entrevistas porque aprendía mucho haciéndole preguntas a los escritores sobre el proceso de creación. Hice crítica, después. Pero regresé a la creación y a la historia literaria.
—Ahora bien, el 23 de junio de 1981 nace el Taller de Creación Literaria en la Universidad Central, único en su momento. Un espacio que se ha mantenido durante 42 años para que cualquier persona se forme en el proceso creativo de la escritura. ¿A qué le atribuye que se haya mantenido en el tiempo?
—Buena pregunta, pero como no puedo ser juez y parte, no me atrevo a responderla. Lo único que podría señalar es que el rendimiento del taller en términos cualitativos y cuantitativos ha sido resaltado en muchas ocasiones.
—¿Cuáles eran las aristas con las que se enfrentaba con frecuencia un escritor que se matriculaba a su taller y cómo lo abordó usted en su programa de formación?
—Todo grupo es desigual, en este proceso, entonces, debe uno ser flexible y tratar de personalizar la comunicación. Eso le exige a uno más tiempo. Mi taller fue una eterna lucha contra la burocracia pedagógica. Mis sesiones fueron más allá del salón y del horario. Y la base pedagógica se fundamentó en la libertad de creación. Nunca el canon, siempre la bonanza de la libertad.
—Su nieto Jacobo Peña Mesías se estrenó con su ópera prima Leodericsh Hsioderool, ¿qué consejo le daría a él como novel escritor y, en general, a todos los que se lanzan al mundo de la escritura?
—En la creación literaria no valen los consejos. Por eso, Jacobo no recibe consejos. Ni yo los doy. Se hace camino al andar. Es una práctica, no es un consejo. Leer y escribir, con atención, buen oído y bien sentir.
—¿Alguna vez, se tocó en el TEUC el tema de cómo enfrentar la crítica y el rechazo de la obra por parte de alguna editorial? ¿Qué les dijo en su momento a las promesas literarias con respecto a esta situación?
—Suelo decir que hay que escuchar, pero uno decide. Para eso se necesita haber desarrollado un criterio firme. La historia habla de grandes editores y críticos que se equivocaron. Otros, acertaron. Quien no puede equivocarse, es el escritor, el autor. Por eso, mi método se esfuerza porque el autor desarrolle capacidad discrecional, autonomía, intuición para decidir. Eso se hace en el camino, con un programa integral e interactivo, que nos brinde capacidad para comparar y extraer categorías y relaciones. Así, el editor entenderá que uno puede tener la razón.
—¿Cómo ha sido su diálogo con el mercado editorial?
—Hemos mejorado, pero la empresa editorial colombiana todavía no cuaja, no es orgánica, no siempre cumple con los protocolos usados, por ejemplo, en España. Hay excepciones, tuvimos el caso de Juan David Correa.
—Teniendo en cuenta los cinco factores de la pentafonía que usted expone en su obra más reciente, ¿a quién o a quiénes nominaría como autores “paradigmáticos” (entiéndase aquellos que se han distanciado de sus antecesores en la forma de narrar) en los 24 años que llevamos del siglo XXI, si es que existen?
—En este comienzo de siglo, el único fenómeno observable en la literatura es el boom de las mujeres. Pero no veo el nuevo paradigma, todavía.
—El Huila ha sido cuna de escritores importantes, que han trascendido como su paisano José Eustasio Rivera, al que usted estudia en dos libros. A cien años de ver la luz, la novela La vorágine, que trata, entre otras problemáticas, la fiebre del caucho, ¿considera que las situaciones allí expuestas han cambiado? ¿Tal vez se sustituyó la explotación del caucho por el narcotráfico? ¿Cuál visión de país tiene?
—Por desgracia, muy poco ha cambiado. Algunas cosas empeoraron, como la navegación de los ríos. De ahí, la importancia de leer hoy La Vorágine y de conocer la vida de José Eustasio, que pocos han abordado.
—Describa una retrospectiva del camino recorrido para llegar a su reconocimiento hoy como un referente importante en la creación literaria.
—Gracias, Andrea, por ese reconocimiento al hacerme esta entrevista.
Andrea Pinzón Escobar nació el 13 de marzo en Bogotá. Es Licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad de La Salle. Diplomada por el Instituto Caro y Cuervo en Literatura y Cultura y por la Universidad Javeriana en Providas. Acompañamiento pastoral a personas y comunidades afectadas por la violencia. Dirigió la revista juvenil: Juvengativá: acciones y palabras, proyecto ganador en el marco de Bogotá capital, Un libro abierto. Dentro de sus entrevistas se destaca Carlos Vidales: Los libros de mi padre fueron mis primeros juguetes en la revista Hojas Universitarias. Número 68. (2013) en coautoría con el escritor Fredy Yezzed y Las múltiples vidas de 2 Vidales en la revista El Malpensante. (2014) en coautoría con el escritor Fredy Yezzed.
La máscara que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la serie Legado de razas,
modelado en caolín, horneada a leña,
del escultor ceramista ©Mauricio D’ Amico