Mariana Docampo
Una novela atípica o no convencional al rebaño de la novelística argentina, una novela que exige un lector atento y con más imaginación de lo habitual, una novela con un alto vuelo del lenguaje poético. Compartimos las primeras páginas de Estrella Negra (Leteo Edito, Buenos Aires, 2021), la última novela de Mariana Docampo, quien es autora de siete libros de ficción y dirige la colección «Las antiguas» de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires.
«El cordero los apacentará y guiará a los manantiales de las aguas de la vida»
Apocalipsis 7:17
Con mis padres vivíamos en una casa. Tenía el tamaño exacto para que todos entráramos ahí. Éramos siete hermanos, como siete corderos, o siete pequeños potros a los que les iban creciendo de a poco las alas; y una obediencia de soldados. Estábamos para un fin, y lo que nos parecía coincidía con lo que nos pedían. Éramos fuertes: sacerdotes convencidos. Nos ejercitábamos todos los días con luchas y rezos. Tomábamos leche, comíamos pan, frutas y pescado. Y si nos visitaba el ángel en sueños, lo dejábamos entrar. Nos gustaba pasar tiempo en el jardín porque ahí crecían las flores; y porque cuidábamos del viejo árbol. Y nada malo pasaba. El cielo era celeste, las ramas del árbol verdes, y el tapial era dos veces más alto que nosotros. Todo lo otro estaba afuera.
…..Obediencia.
…..Oración.
…..Qué estructuras emergen una vez abiertas las puertas de la percepción? El derrumbamiento del lenguaje, bloques inmensos de discursos, los Estados, la red que cierra el paso como una telaraña, y yo agarro fuerte la espada, atenta, el escudo. Toco el lenguaje profundo. ¿De dónde llega como a una orilla? ¿De qué otro sitio vendría una luna radiante o apaciguadora? ¿Cómo se articula? ¿Quiénes? ¿Qué divinidad de mil pies me prestaría su aliento en ese borde del mundo? No puedo medir la conquista: el estallido. Cuando traspuestos los bordes, por fuera del mundo sensible, del otro lado de las cosas bellas y de sus inmediaciones, comenzamos a respirar. Lo hacemos con alas—coronas de fuego. En ese incendio global, amaestrados como animales, rumiando, ensordecidos, con linternas para ver en la noche y ojos interiores. Si la luz continúa sumergiéndose en la lámina plateada, y yo no estoy con la lengua suelta la lengua sin fin, entonces espero. Espero la llegada a la Zona.
…..Voy a contar lo que vi: hay un portador de la voz. Se encarna. Voy a llamarlo el «Ente». El cuerpo es la abstracción de otro cuerpo, en gradación. Vamos hacia la luz; no hay cifra. Es un cilindro de fuego que abre el círculo en mi cabeza, rompe el cráneo e irradia en vertical. Y después los seis tentáculos, seis colas de serpiente que se mueven en todas las direcciones. El cuerpo, entonces, es pura piel, el rostro se deforma como cuando se quita el pelaje, y cae la máscara de goma, con las cuencas vacías. Todo adentro son ojos, una pura mirada interna a la que llamaremos «percepción».
…..El caballo y el ángel son ochenta y nueve veces más altos que mi altura humana. El caballo se para en sus patas de atrás, las delanteras se alzan como frenándose ante una piedra centellante. Bajo los cascos lleva las herraduras sagradas. El ángel tiene en una mano la trompeta, es lumínico como el contorno de una llama, y una corona incendiada. El pelo del ángel cae ondulándose en una sedosa cascada, rojo y larguísimo. También el caballo tiene el pelo largo y blando hasta la altura de sus patas. Es muy hermoso. Puedo ver sus grandes ojos que no me miran, su belfo dilatado. Mi cuerpo es minúsculo en el espacio de las estrellas. Y sin embargo la luz irradia desde mí hacia ellos, desde ellos hacia mí. Estamos en la Zona.
…..Todas las personas, y las plantas, y los animales y, las cosas vivas estamos conectados por una red de amor. Por fuera de las formas que adquirimos, la energía irradia hacia los cuerpos y es tanta la potencia que traspone el espacio. No hay distancia; se pega el salto. En la zona estamos juntos, unidos por el hilo de fibras de oro. Cerrados los ojos se accede a la llama permanente, la fuente de energía: primer cordón de espíritus celestes. Luego lo oscuro y lo claro, lo frío y lo caliente; lo que refracta: el túnel. El diablo es también un ángel. Está al final de un pasadizo, con la puerta semiabierta. No le tengas miedo. Vive en su propia casa de techos altos, y va de un lado al otro, acomoda sus objetos sobre una mesa. Y la llama de una vela casi expira en una antigua lámpara de aceite. Sus otros como murciélagos lo escoltan en el pasillo y afuera un océano revuelto. Relámpagos, truenos eléctricos, olas hinchándose hasta medir trece veces la elevación de la casa. Es una altura de Tsunami. Y desde acá se ven las sombras de los demonios sobre el piélago. Se agigantan en el aire como inmensas polillas y rugen febriles en el ojo de la tempestad. Los que están adentro se mantienen quietos y con las alas en reposo, respiran cerca de la luz de la vela, y sus sombras se proyectan en las paredes, vuelan dentro del espacio de piedra como murciélagos minúsculos. Pero el diablo no es malo, para decirlo de alguna manera. Es menos malo que el fin de la energía. El fin de la energía es el fin de la vida, la extinción. Hasta ahí no llega el diablo. Pero fue empujando la materia hacia esos confines. El fin de la energía es pura materia disolviéndose en grandes embudos de soledad. Está por fuera de la red de poder, aún si ésta se nutre de fin de la energía. La red de poder rodea y comprime la energía, pero no la disuelve. La energía circula por el privilegio de la distracción. La energía lleva el nombre de «Amor». La intuición es la puerta, en esta vida, a la existencia intemporal. Se trata de un tránsito, un ir y venir de la materia hacia el espíritu.
…..Había un manantial, y cerca pastaban las ovejas. Los que estábamos descansábamos en el pasto, pero uno vigilaba de pie en la roca. Éramos el grupo de los siete. La luna era tan brillante que parecía medir muchas veces más que su círculo. La luz desbordaba detrás de las nubes, que la cubrían como pesados cortinados, pero no alcanzaban a ocultar la fosforescencia.
…..Sobre la tierra, la niña escribía jeroglíficos con una caña. Antes o después, vivió su vida humana en un templo; cuidaba a la diosa con devoción. Era su sacerdotisa. Alimentaban a la niña con raíces y luego cerraban la puerta de piedra y la dejaban en la oscuridad. Ella no tenía miedo, adoraba a la diosa. Estaba sentada sobre sus talones, las manos relajadas sobre los muslos y su frente despejada. Abría su ojo; accedía a la luz. Y así pasaba todo su día, todo su tiempo mortal, en la contemplación de la diosa. No hablaba. Escribía en las paredes del templo los símbolos dictados pero no los traducía. No era como los otros, estaba en contacto directo con los espíritus más altos.
…..Del mismo modo que alrededor de un lago o de un río se juntan pájaros y otros animales, crecen árboles de troncos altos y copas desbordantes, hay pasto y flores solitarias con su síntesis de color, e insectos de diseño preciso y raro, y juntos forman una comunidad; e incluso las personas construyen sus casas y jardines cerca de un cauce de agua, así pasa también, y con igual fuerza y entusiasmo, en los alrededores de una fuente de energía. Cerca de ella resplandecen formas de transparencia intermitente, como espectros o más bien, signos de otro mundo. Y la luz, gradual, y la temperatura justa para que estas formas elevadas se desenvuelvan. En las inmediaciones de un dios, como en las inmediaciones de un río que corre libre entre arbustos y piedras, la vida se desarrolla. La energía ascendente que llega desde la Zona mantiene viva la llama.
…..Si lloro, con lágrimas humanas, por lo que veo, y por lo que no puedo ver, con los párpados cerrados por dentro, y esta ceguera persistente. Comienza el dolor físico, el cansancio. La mente quiere reposar de este lado, quiere recuperar sus lazos con el cuerpo. En la Zona se flota sin amarras, como rodeados de líquido amniótico. Es un tiempo suspendido, un no tiempo, un no lugar, o es más bien, el único lugar.
…..Son muchos cuerpos sentados dentro de la estructura vacía de un palacio. Adelante, la luz crece y disminuye, como una respiración. Es la energía, que llega de otro sitio, como sucede con las estrellas, cuyo resplandor es solo un recuerdo de su origen. Si se mira el palacio desde afuera, es semejante a una llama azul que se alarga horizontal. Es, por momentos, transparente. No es sólida sino gaseosa. Todo, los cuerpos sentados, el palacio, la llama, son traducciones, símbolos. La Zona es un estado, un sitio fuera de la materia y del lenguaje. Desde ahí se sostiene la energía de los mundos, ahí se establecen los enlaces entre los seres, se resuelven los nacimientos, y es ahí donde hace pie la intuición de las personas.
…..Cuando se cierran los ojos una luz comienza a ocupar el lugar de la visión, una luz que todo lo impregna y se ubica, si fuera posible medirlo, a dos centímetros de la frente hacia adentro y en ascenso. Pero las direcciones son múltiples, incluso atraviesan los poros de la piel, las puntas del pelo, las membranas del oído, las del ojo exterior y así cerrar los ojos es abrirlos a una dimensión mucho más profunda que la convencional. Pierdo el pie, es decir, el lenguaje, es decir, el cuerpo. Sin cuerpo, avanzo. Puedo traducir la Zona. Voy a hacer un intento: A la pregunta ¿dónde están los espíritus? respondo: son simultáneos a nosotros. ¿Cómo se comunican? Por médiums y a través de sueños; o se expresan mediante la propia intuición. ¿Por qué se comunican? Lo hacen del mismo modo en que nosotros nos comunicamos con nuestras personas queridas, con nuestros animales o con nuestras plantas. Hay más preguntas: ¿Hay algo que temer? En este caso, los espíritus son benéficos.
…..Si dejamos trabajando las funciones primarias del cerebro por fuera de la luz, accedemos a una primera visualización: la mente es parte del cuerpo. Y del lado del cuerpo están el carácter, la producción de sueños, el procesamiento de las palabras, y las emociones. Desde un océano inagotable construimos nuestra personalidad con pocas preguntas, con sumisión a la materia y a la historia. Reducimos el ser a su parte más grosera. Pero podemos movernos por fuera del cuerpo e incluso influir en el mundo físico. Las energías son potentes.
…..Un gran pez emerge del centro del océano. Se impulsa en el aire y agita su cola hacia un lado y hacia el otro, salpicando todo alrededor. Ruge en la aurora como un dios de un tiempo antiguo. Viejo gran pez, sobre su lomo lustroso el agua se escurre y vuelve a caer en el mar como miles de partículas. Son cuatro niveles de realidad: aire, agua, tierra, fuego. Tenemos que imaginar acá cuatro espacios simultáneos, diferenciados y a la vez coincidentes. Las gotas del pez riegan campos y bosques, alimentan el mar, los ríos y los arroyos, destellan en el aire como rocío o como lluvia, y se vuelven chispas de fuego en los volcanes. Encima de los espacios superpuestos hay algo escrito. No es un espejismo, son letras negras impresas en una lámina transparente. Detrás, el fuego y una polvareda como levantada por el galope de un toro, los torrentes de agua, el huracán. Abajo está la arcilla esparcida. Lo que veo es la explosión, pero también, la civilización. La letra está grabada como por un sello. Esta visión es la llegada de Ezequiel. Viene en su caballo, se impone en la superficie superpuesto a los cuatro niveles de realidad. Ezequiel llega en forma de muchos a este mundo. Nacen niños y niñas en las casas, cuerpos individuales de Ezequiel. Adentro de ellos hay un torrente de luz. Hay ciento cuarenta y cuatro mil niños-ángel, ahora, en nuestro mundo.
.De Estrella Negra, Leteo Edito, Buenos Aires, 2021
Mariana Docampo es autora de siete libros de ficción: Al borde del Tapiz, El Molino (premio Fondo Nacional de las Artes), La fe, Tratado del Movimiento, La familia, V y Estrella Negra; y la crónica autobiográfica Tango Queer Buenos Aires (Beca del Bicentenario). Es coautora del libro de entrevistas «Sara Facio. La foto como pasión» y co-guionista del largometraje «Marilyn» (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Es licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires y profesora de escritura en distintas instituciones y de manera privada. Dirige la colección «Las antiguas» de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires. Foto autora: Karina Macchioli.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de:
Mañanas
Técnica mixta: Pintura acrílica y barro
71,5cm x 50,5cm