Byung-Chul Han
¿Es posible en esta época de digitalización mirar de nuevo a la naturaleza, llenarla de romanticismo? Es la pregunta de Byung-Chul Han en sus reflexiones para estos tiempos. Agradecemos a la Editorial Herder, por permitirnos compartir este apartado del libro «Loa a la tierra. Un viaje al jardín» del reconocido filósofo surcoreano Byung-Chul Han en la traducción de Alberto Ciria.
En el jardín vivo mucho más intensamente las estaciones. Así de grande es también el sufrimiento en vista del invierno que se avecina. La luz se debilita, se vuelve más tenue y macilenta. Jamás había prestado tanta atención a la luz. La luz mortecina me causa dolor. En el jardín las estaciones se perciben sobre todo corporalmente. La gélida frialdad del agua que sale del bidón que recoge el agua de lluvia penetra profundamente en el cuerpo. Sin embargo, el dolor que siento a causa de ello es benéfico, incluso reanimador. Me devuelve la realidad, incluso la corporalidad, que hoy cada vez se pierde más en el mundo digital bien temperado. Este mundo digital no conoce temperatura, dolor ni cuerpo. Pero el jardín es rico en sensibilidad y materialidad. Contiene mucho más mundo que la pantalla del ordenador.
…..Desde que trabajo en el jardín percibo el tiempo de manera distinta. Transcurre mucho más lentamente. Se dilata. Me parece que falta casi una eternidad hasta que llegue la próxima primavera. La próxima hojarasca otoñal se distancia hasta una lejanía inconcebible. Incluso el verano me parece infinitamente lejano. El invierno se me hace ya eterno. El trabajo en el jardín invernal lo prolonga. Jamás me resultó tan largo el invierno como en mi primer año de jardinero. Sufrí mucho a causa del frío y la helada persistente, pero no por mí, sino sobre todo por las flores de invierno, que mantenían su floración incluso con la nieve y en plena helada persistente. Mi mayor preocupación eran las flores, y por eso les brindaba mi asistencia. El jardín me aleja un paso más de mi ego. No tengo hijos, pero con el jardín voy aprendiendo lentamente qué significa brindar asistencia, preocuparse por otros. El jardín se ha convertido en un lugar del amor.
…..El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto. Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del tiempo muy marcada, quizá incluso más que el hombre, que hoy de alguna manera se ha vuelto atemporal, pobre de tiempo. El jardín posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en el jardín me he enriquecido de tiempo. El jardín para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ser y tiempo. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo. En la Crítica de la razón pura, Kant describe el conocimiento como una actividad remunerada. Según Kant, el conocimiento trabaja por una «ganancia realmente nueva». En la primera edición de la Crítica de la razón pura, Kant habla de «cultivo» en lugar de «ganancia». ¿Qué motivo pudo haber tenido Kant para reemplazar «cultivo» por «ganancia» en la segunda edición?
…..Acaso «cultivo» le recordara demasiado a Kant la amenazadora fuerza del elemento, la tierra, la incertidumbre y la imprevisibilidad inmanentes a ella, la resistencia, el poder de la naturaleza, que habrían incomodado sensiblemente el sentimiento de autonomía y libertad del sujeto kantiano. El asalariado urbanita podrá desempeñar su trabajo independientemente del cambio de las estaciones, pero eso le resulta imposible al campesino, que está sujeto a su ritmo. Posiblemente el sujeto kantiano no conozca la espera ni la paciencia, que Kant rebaja a «virtudes femeninas», pero que son necesarias en vista del lento crecimiento de aquello que fue encomendado a la tierra. Quizá a Kant le resultara insoportable la incertidumbre a la que queda expuesto el campesino.
…..En su obra Amor y conocimiento, Max Scheler señala que, «de una forma extraña y misteriosa», San Agustín atribuye a las plantas la necesidad «de que los hombres las contemplen, como si gracias a un conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la redención». El conocimiento no es una ganancia, o al menos no es mi ganancia, ni es mi redención, sino la redención de lo distinto. El conocimiento es amor. La mirada amorosa, el conocimiento al que el amor guía redime a la flor de su carencia ontológica. El jardín es, por tanto, un lugar de redención.
Traducción de Alberto Ciria
De Loa a la tierra. Un viaje al jardín, Argentina, 2019
Byung-Chul Han nació en Seúl, Corea del Sur, en 1959. Es un reconocido filósofo y teórico cultural radicado en Alemania. Estudió filosofía en la Universidad de Friburgo, y literatura alemana y teología en la Universidad de Múnich. Actualmente es profesor en la Universidad de Artes de Berlín. Ha escrito una serie libros contundentes sobre temas tan diversos como los trastornos de personalidad, la depresión, Internet, el amor, la cultura pop, la religión, la subjetividad, y violencia. Su obra más reconocida es La sociedad del cansancio (2012), y otros de sus títulos son El aroma del tiempo, Psicopolítica, La sociedad de la transparencia, y La agonía del Eros.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una ilustración del artista Edward Julius Detmold