Roberto Herrscher
Editor de Crónica David Lara Ramos
El libro Crónicas bananeras de Roberto Herrscher cuenta la historia de la United Fruit Company y su relación con prácticas agrícolas en el Gran Caribe y América del Sur. La presencia de esa multinacional, líder en la expansión del monocultivo del banano en la región, generó transformaciones no solo en el uso de la tierra sino también en cierto tipo de desarrollo orquestada desde los Estados Unidos. La Yunai, como la referencia Herrscher en su libro, representa un poder omnímodo devastador, que fue moldeando gran parte de la Historia y la memoria de la región marcada por injusticias y silencios. Este capítulo, que presentamos de manera exclusiva, revela a un cronista que escudriña desde sus propias incomodidades para confrontar visiones sobre aquello que hemos calificado como república bananera. Herrscher indaga en relatos, novelas, ensayos y testimonios de la época para reinterpretar un tiempo y escribir una crónica profunda y sentida, en la que quizá estén los rasgos de aquello que nos ha construido como seres latinoamericanos.
1. Descubrimiento en la Biblioteca Nacional en San José
Margarita Rojas, la directora del Sistema Nacional de Bibliotecas de Costa Rica, extrae del armario un paquete rojo de cartón duro. Lo coloca sobre la mesa central del taller de reparación y restauración de libros antiguos, y lo abre con unción religiosa. Mi amigo, el escritor Rodrigo Soto, y yo contenemos la respiración.
……Cuando abre la caja, lo primero que vemos es una bolsa de plástico con unas tachuelas de metal oxidadas y una cinta de tela, quebrada y endurecida por el tiempo. La cinta sujetaba las hojas amarillentas que descansan ahora debajo de la bolsa. Unas tachuelas las prensaban por el lado izquierdo, para que pudieran pasarse las hojas sin desbaratarlo todo.
……Es el manuscrito de Mamita Yunai, el original mecanografiado que Carlos Luis Fallas, conocido como Calufa, tecleó en 1940. Esta obra es considerada por los expertos como el mejor y más influyente ejemplo de una corriente de novela realista, social y de denuncia que cundió por América Central a mediados del siglo xx: la novela bananera.
……Hasta diez días antes de nuestra visita, el manuscrito se consideraba perdido. Esa semana los diarios e informativos de televisión dieron la noticia: funcionarios de la Biblioteca Nacional descubrieron el manuscrito de Mamita Yunai.
……Margarita, una señora bajita, de ojos vivaces y frases rápidas, abre la bolsa de plástico con infinito cuidado y nos deposita las tachuelas en las palmas de nuestras manos. Es una autoridad en literatura costarricense, está terminando de editar las obras completas de Fallas, y es coautora de una erudita historia de la literatura tica y de uno de los más completos y lúcidos ensayos sobre la relación entre la sociedad y la novela costarricense en el siglo xx: La casa paterna.
«¿Ves las tachuelas?», me dice Rodrigo. «Son de zapatero remendón. Enganchó Mamita Yunai con lo que tenía a mano».
……Calufa, el dirigente comunista que participó activamente en la huelga bananera de 1934, había trabajado en las plantaciones del Valle de la Estrella, y su novela tiene mucho de autobiográfica. Fue trabajador bananero en su juventud, pero la mayor parte de su vida la pasó en El Llano de Alajuela, en el Valle Central, subsistiendo con el oficio que heredó de su padre: el de zapatero.
……Ana Quirós, la bibliotecaria, nos explica con orgullo cómo encontraron las hojas sin numerar en una revisión rutinaria de una sala abarrotada. Ella misma construyó la caja roja. Es una admiradora de Calufa.
……Ana me lleva aparte y me muestra una primera edición de Marcos Ramírez, la historia de un chico travieso que no para de meterse en líos. «¡Qué pillo, qué divertido este güila!», dice Quirós cuando pone de vuelta el libro en su estante, como si estuviera hablando de un sobrino.
……Mientras tanto, Rodrigo ya está pasando con cuidado las páginas de Mamita Yunai.
……«El jueves 5 de febrero, a las 6 de la mañana, estaba yo acomodándome en el tren local de La Estrella…».
……Así, en páginas mecanografiadas, parece un informe. De hecho, la primera parte se basó en el informe que rindió al Partido Vanguardia Popular después de un viaje para impulsar el voto al Bloque de Obreros y Campesinos con el fin de evitar que la derecha cometiera fraude. Esa primera parte lleva un nombre a caballo entre el manifiesto y la lírica: «Politiquería en el tisingal de la leyenda».
……Los nombres de las tres partes en que se divide el libro están escritos a mano, en mayúsculas, con lápiz rojo. En el segundo, las palabras son: «A la sombra de el banano». Allí mismo, otra mano, en otra letra, más redonda, tachó «DE EL» con lápiz negro y escribió en su lugar: «DEL». ¿Quién será este corrector del manuscrito de Mamita Yunai?
* * *
Voy pasando las páginas, y la misma letra redonda, cuidada, corrige aquí y allá. En la página 4, Calufa pone: «Silencio profundo… pero no el extraño silencio de las grandes catedrales». La mano del lápiz negro tacha «extraño» y propone «misterioso».
……«Es Carmen Lyra [nos explica Margarita Rojas]. Calufa le dio el manuscrito porque siempre tuvo dudas, siempre se sintió acomplejado por no haber terminado el colegio. Era un autodidacta».
……Carmen Lyra es el seudónimo de María Isabel Carvajal, maestra, militante comunista, gran amiga de Fallas, recopiladora de cuentos tradicionales costarricenses, ensayista y cuentista. Todos los chicos del país leyeron los Cuentos de mi tía Panchita, con las desopilantes aventuras de Tío Conejo, con un conejo astuto en el mismo papel que tiene el zorro en las fábulas de La Fontaine. De sus relatos, naturalistas y con un fondo de denuncia social, se destacan la novela breve En una silla de ruedas y la colección de cuentos ambientados en las plantaciones del Caribe, Bananos y hombres.
……Lyra era una intelectual de ciudad. En una silla de ruedas es un relato emocionante, creíble, sobre cómo vive y qué siente un discapacitado. Es un drama real entre gente de clase media de San José. Es su mundo.
……Bananos y hombres, en cambio, es un proyecto ideológico sobre un mundo que Lyra conoce de oídas. No admite comparación con el conocimiento profundo del paisaje, los personajes y el habla de los «linieros» que muestra el autodidacta Calufa.
……Esta es una escena de la llegada de un grupo de peones al caserío, el día de Nochebuena, en el libro de Carmen Lyra:
Hay que cargar con todo primero la fruta para que no se maltrate. Les hacen lechos de hojas en las pequeñas plataformas de madera montadas sobre ruedas. Restalla el látigo, la mula endereza las orejas y parte a través de los bananales interminables con la preciosa carga. El agua cubre los rieles, pero como se saben de memoria los switches, eso no importa. En cada uno hay que bajarse para levantar y acomodar el carro en la vía que debe tomar. En una de esas, Pancho Ortega se ha dado un fuerte golpe en la rodilla, tan fuerte que ha tenido un pequeño desvanecimiento. ¿A qué pensar en eso? ¿Acaso vale más su rodilla que el banano de la United Fruit Co.?
Cada vez al llegar al comisariato del Carmen, bebe. ¡Qué borrachos están! Allá lejos, en las ciudades, los filántropos pueden hacer toda la propaganda antialcohólica que a bien tengan. La Compañía tendrá cuidado en tener en sus comisariatos siempre una buena provisión de aguardiente. Sin el guaro, qué vida más aburrida sería la de los peones».
……Y así es todo Bananos y hombres: bienintencionada, didáctica, pensada desde y para el lector de la ciudad; se queda con la imagen estereotipada del peón bueno y el gringo malo; no se adentra en lo preciso de cada personaje, su forma de hablar, su singularidad.
……En cambio, de Mamita Yunai puede decirse lo que Borges dijo de la prosa apresurada y tormentosa del gran Domingo Faustino Sarmiento: que todos podrían corregir cualquiera de sus páginas, pero que nadie podría escribirlas.
* * *
Mientras paso las páginas del original de Mamita Yunai, noto que, al aporrear las teclas con furia, a Calufa se le iba acabando la tinta de la máquina. Las letras negras se van volviendo grises, y luego casi ilegibles.
……En la 141, cambió de tinta; las páginas se vuelven rojas.
……¿No habrá encontrado un cartucho de tinta negra? ¿Puso la primera que encontró porque tenía que seguir, en medio de la noche alajuelense? ¿No pudo esperar a comprar tinta negra porque lo tenía todo atragantado, a presión, y tenía que salir como torrente? ¿O estaba tan pobre que no le alcanzaba para comprar un nuevo cartucho del mismo color?
……Con tinta roja y deslumbrante comienza su escena de la llegada de dos de sus protagonistas al cuadrante de Andrómeda, José Francisco Sibaja (el narrador) y el cabo Herminio, con unos peces enormes que mataron de noche, en el río, con dinamita robada. ¡Qué personaje es el cabo Herminio! Cabo es un grado entre honorario y burlón que le daban en la bananera a los nicaragüenses que pelearon en alguna de las innumerables guerras, entre ellos o contra el invasor gringo.
Sibaja viene tiritando de fiebre y los dos están abatidos. Calero, su amigo del alma y corazón, cantor del trío que pasó tiritando al unísono luchas y sinsabores a lo largo del libro, había muerto aplastado por un árbol. Lo había hecho agotado, pobre y sin haber cumplido ninguno de sus sueños.
En el caserío los recibieron exultantes, porque los peces eran grandes y muchos. Como en tantos otros momentos de Mamita Yunai, aquí se nota la suprema maestría del autodidacta Calufa: todos están contentos, pero nosotros, los lectores, sabemos lo que pasa en lo más negro de la pena de los dos protagonistas, y cuanto más bullicio, más nos llega su callada desazón.
La llegada a Andrómeda fue una llegada triunfal. Los animales brillaban a la luz de la luna como hermosos pedazos de plata bruñida.
De los corredores de los campamentos salieron exclamaciones de asombro y de júbilo en inglés y español. Todo el mundo corrió a nuestro encuentro, nos quitaron la carga y casi en hombros llegamos al campamento del cabo. Nunca se había visto en Andrómeda una pesca igual ni animales más grandes. Cabo Pancho, dominando la algazara general con su voz, ordenó:
—¡Pastoraa, arreglale dos pejes bien hermosos a los muchachos y se los servís con la botella’e ron qu’está en la cocina! ¡Que se la beban, qué jodido, la cosa vale la pena!
Llegó cabo Juan a saludarnos, y al estrecharme la mano se quedó mirándome, me tocó la frente y me dijo asustado:
—¡Choocho! ¡Tejtaj quemando, hermanóo!
Yo sentía un fuego por dentro que me subía en llamaradas hasta la cabeza; la sangre me quemaba las venas como plomo hirviente; los párpados, como placas calientes, me irritaban los ojos, que se me llenaban de agua, mientras una cosquilla de náusea me arañaba el estómago.
—Muchachos —entró diciendo el cabo—; los negritos y los piones de los otros campamentos quieren comprar el peje. ¿Qué dicen?
—Véndalo, cabo, a como usté quiera —autoricé yo con desgano—. Deje unos pa usté y los muchachos.
La Pastora nos sirvió la carne blanda de los animales, esponjada en manteca, y un plato de arroz y bananos. Yo sentía náuseas. Herminio tampoco hizo un gesto; estaba sombrío. En el centro de la mesa se erguía desafiante el litro de ron.
Entró Badilla a saludarnos y yo cerré los ojos y apreté los dientes esperando una pregunta suya que no tardó en llegar.
—¿Onde dejaron al atarantao de Calero?
—Se quedó allá. No quiso venirse —respondí entre dientes, evitando comentar la tragedia. Herminio no agregó una palabra.
Y Badilla, riéndose:
—¡Oh, condenado loco! ¡Es feliz viviendo en media montaña, como los congos! —Y su risa estúpida me mordió en la garganta.
Cogí el litro y sin arrugar la cara, bajé cuatro dedos.
……Ya había leído dos veces Mamita Yunai, aunque siempre es la primera. Leo con ansia cada letra que tecleó el autor: estoy viendo el momento en que Sibaja, Herminio y los demás están naciendo a la vida literaria. Me impresiona que en esta escena enfiebrada y terrible, justamente aquí, empiece la tinta roja.
……Dejo de leer y me acerco a Margarita y Rodrigo, que están hablando ahora de los problemas para editar las obras completas de Calufa. No hay problemas con sus cuatro novelas (Mamita Yunai, Gentes y gentecillas, Marcos Ramírez y Mi madrina) y con un libro que contiene tres cuentos. Pero es un dolor de cabeza rastrear textos sueltos y no firmados por efímeras revistas del partido o en hojas sueltas. Pronto advertimos que ya llevamos mucho tiempo en el laboratorio y Margarita nos anuncia que debe volver a su oficina.
……La bibliotecaria Quirós vuelve la caja roja a su estante, y Rodrigo y yo seguimos a Margarita a su despacho. Sobre su mesa descansa una carpeta con fotos que le acaban de llegar, viejas fotos en sepia de la construcción del ferrocarril al Atlántico por los duros jamaiquinos que trajo Minor Keith.
……Sin embargo la académica no se puede sacar a Calufa de la cabeza. «Es un personaje muy rico, muy vital, muy contradictorio. Hace falta una buena biografía», dice en voz baja, como para sí misma.
……«Pero no sé si alguna vez se haga…».
2. Calufa en cuatro fotos
Del 20 de mayo de 1949 es la fotografía que muestra al centro, el féretro de Carmen Lyra, rodeado de ramos de flores. Un grupo de alumnas de escuela, con uniforme de camisa blanca y falda oscura (la foto es en blanco y negro) miran su cara de muerta, sus ojos cerrados. La niña del centro lleva cuatro libros en la mano. Más atrás aparece un grupo numeroso de padres, maestros, amigos o compañeros de partido de la luchadora. Y atrás, casi saliéndose de la foto, con la mirada baja, con un saco y una corbata que le quedan extraños, Carlos Luis Fallas: la imagen misma de la desazón.
……Calufa está casi pegado a la pared del fondo, en la que cuelga una foto grande de la maestra. Los ojillos pícaros de una Carmen Lyra de pelo blanco se dirigen al gran escritor, su discípulo. De pie, en su rincón, como si la maestra lo hubiera puesto en penitencia, Fallas parece el chico humilde que se ha quedado otra vez sin madre, sin guía.
* * *
Nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Por parte de mi madre soy de extracción campesina. Cuando yo tenía cuatro a cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijas. Me crié, pues, en un hogar proletario.
……Así comienza lo más parecido a una autobiografía de Carlos Luis Fallas. Lo escribió, como carta de presentación, cuando se publicó la edición mexicana de Mamita Yunai en 1957.
……En realidad duró poco en casa del zapatero; buena parte de su infancia vivió en casa de unos tíos.
Cursé los cinco años de la escuela primaria y luego dos de la enseñanza secundaria. Tuve que abandonar los estudios, fui aprendiz en los talleres de un ferrocarril y, a los dieciséis años, me trasladé a la provincia de Limón, en el litoral Atlántico de mi país, feudo de la United Fruit Company, el poderoso trust norteamericano que extiende su imperio bananero a lo largo de todos los países del Caribe.
……Calufa ya era un escritor consagrado, el libro había sido traducido a media docena de idiomas, y el autor había publicado con éxito tres novelas más. Sin embargo, explica que «tuvo» que abandonar los estudios, como si se justificara ante los lectores por su abandono del colegio.
En Puerto Limón trabajé como cargador, en los muelles. Después me interné por las inmensas y sombrías bananeras de la United, en las que por años hice vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero, de tractorista, etc. Y allí fui ultrajado por los capataces, atacado por las fiebres, vejado en el hospital.
……Ultrajado, atacado, vejado… ¿Qué lo lleva a presentarse a nuevos lectores de su novela de esta manera? Ciertamente, no le interesa certificar solo que fue testigo y protagonista de historias como las que cuenta. Él fue víctima. Él sufrió. Por eso se siente con derecho a contar: sabe de lo que habla.
……En 1931 volvió a Alajuela, aprendió y ejerció el oficio de zapatero, ingresó en el movimiento sindical, intervino en la organización de huelgas.
……En el estilo melodramático que ya le conocemos, relata:
Fui a la cárcel varias veces; resulté herido en un sangriento choque de obreros con la policía, en 1933; y ese mismo año, con el pretexto de un discurso mío, los Tribunales me condenaron a un año de destierro.
……El destierro debía cumplirlo precisamente en Limón, en la zona bananera. Eso le permitió participar activamente en la gestación y sostenimiento de la gran huelga de 1934, «que movilizó a 15000 trabajadores y que conmovió profundamente al país. Por mi participación en esa huelga fui encarcelado una vez más, me declaré en huelga de hambre y, gracias a la acción del pueblo, recobré la libertad».
……Y esto es lo que dice, con pudorosa sinceridad, sobre sus quehaceres literarios:
En mi vida de militante obrero, obligado muchas veces a hacer actas, redactar informes y a escribir artículos para la prensa obrera, mejoré mi ortografía y poco a poco fui aprendiendo a expresar con más claridad mi pensamiento. Pero, para la labor literaria, a la que soy aficionado, tengo muy mala preparación; no domino siquiera las más elementales reglas gramaticales del español, que es el único idioma que conozco, ni tengo tiempo ahora para dedicarlo a superar más deficiencias.
* * *
Otra foto, de 1951: un día de sol, frío y viento en Berlín Oriental. Un acto con intelectuales y militantes comunistas del Tercer Mundo, todos de pie sobre una tarima. En el centro de la foto aplauden y sonríen Nicolás Guillén, Pablo Neruda y el poeta turco Nazim Hikmet.
……Detrás del hombro de Guillén se ve la cara redonda, seria, de Carlos Luis Fallas. Es evidente que lo han puesto en el estrado con los otros escritores. Pero él ha dado un paso hacia atrás, y mira como si no fuera con él, cohibido, achinando los ojos un poco más que de costumbre, tal vez por el sol. O tal vez por vergüenza, por pudor campesino.
……Ya era un escritor reconocido y apreciado en el campo socialista. Pero lejos de su tierra y entre estrellas consagradas se notaba visiblemente incómodo.
……Así pues, tras Mamita Yunai, Fallas publicó una novela inclasificable y extraña: Gentes y gentecillas, en 1947. Un año después, según cuenta en su texto autobiográfico, combatió como «jefe militar de los mal armados batallones obreros» en la guerra civil donde los comunistas, aliados del presidente conservador Rafael Ángel Calderón, fueron derrotados por la tropa irregular de finqueros y campesinos de José Figueres Ferrer. Otra vez fue encarcelado y nuevamente liberado, en esta ocasión por las protestas del pueblo y «la solidaridad internacional».
……Con su partido prohibido y sus actividades perseguidas, Calufa se volcó al mundo de la infancia: publicó dos novelas de jóvenes revoltosos que descubren entre travesuras y golpes el mundo de los adultos: Marcos Ramírez, de 1952 y Mi madrina, de 1954.
……«Y eso es todo hasta el momento», les dice a sus lectores mexicanos, a modo de saludo, en 1957.
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Una tercera foto, sin fecha, pero seguramente de los últimos años del escritor: Calufa despeinado, con una camisa abierta y un abrigo descolorido que cae sobre sus hombros como las túnicas de las estatuas romanas, gesticula sentado en su escritorio, en su casa de Alajuela. Llaman la atención sus manos, enormes, nudosas, trabajadas. Sostiene un sobre, orlado de estampillas. A su alrededor, en laborioso desorden, filas y más filas de libros —en un rincón creo identificar los tomos de una enciclopedia—.
……Sobre uno de los estantes asoma un destello de luz. Parece ser la luz carnosa que acompañaba los flashes de la fotografía antigua. Pero, aunque brilla, ese parche de luz no atrapa la mirada. Toda la atención se centra en su cara, que ocupa el centro de la foto: la boca abierta y ladeada, como soltando un comentario, los ojos aureolados de ojeras, la nariz bulbosa, la frente amplia y estriada.
……La foto tiene mucho movimiento: las manos están a punto de levantar vuelo y los labios van a hablar.
* * *
Esta es una historia que cuenta el novelista Joaquín Gutiérrez en sus memorias: Calufa estaba a punto de viajar a La Habana y después a Moscú con su esposa Zahyra, en 1965, cuando un médico le detectó una «pelotita en la ingle». Le recomendó operarse de inmediato. El escritor no le hizo caso y emprendió el viaje porque tenía reuniones con importantes dirigentes comunistas.
Allí se le abrió el cáncer, y él mismo se lo taponeó con papel de guáter, “pa’no molestar”. Cuando llegó a la URSS, me buscaron los soviéticos para decirme:
—Tu camarada tiene un cáncer generalizado, tenés que ir a verlo… Pero no demasiado seguido para que no sospeche su gravedad.
Además, pensé, él tan conversador, y si está en una sala con solo rusos no tiene con quien charlar… Fui.
Gutiérrez se encontró con un panorama desolador: la esposa lloraba, Calufa la consolaba, pensando que era por la hija de ambos, que había muerto hacía poco. Así que les pidió a los jerarcas de la URSS ayuda para su amigo.
Y lo mandaron los rusos de vuelta a Costa Rica, donde sobrevivió solo unos pocos meses. Tenía solo cincuenta y cinco años. Pero lo sigo viendo y oyendo. ¡Era un gran personaje, todo nobleza, todo valor!
……Recluido en su finca de Alajuela, escribiendo, militando y paseando por los bosques, con una mala salud de hierro que lo acompañó desde sus días bananeros, Carlos Luis Fallas murió el 7 de mayo de 1966, a los 57 años. Sus restos yacen en el Cementerio Obrero junto con doce cuerpos más, en una bóveda prestada y sin lápida de identificación.
* * *
Última foto, en mayo de 1966: una multitud avanza por una calle de tierra rodeada de casas de madera. Parece un barrio pobre de San José. La mitad lleva banderas, casi todas de Costa Rica, pero también algunas del Partido Comunista. La otra mitad porta paraguas o se cobija bajo sombreros. Todos van al cementerio donde será enterrado Carlos Luis Fallas.
……Como en el entierro de Carmen Lyra, casi todos son jóvenes. Visten de manera formal, algunos con traje y corbata, otros con camisas y pantalones bien planchados. Las señoras con vestidos hasta la rodilla. Avanzan, marchan…
……Veo —¿o es que quiero ver?— una versión de esas pinturas y carteles de Italia, Francia y la España republicana, con el pueblo en marcha hacia el futuro.
……Parece, sí, una imagen del pueblo tal como lo veía y soñaba Calufa: sólido, unido, serio, determinado, caminando todos juntos. ¿Habrá podido ver desde su cielo proletario que el pueblo se corporizó en su entierro?
* * *
El último discípulo de Calufa, Víctor Manuel Arroyo, descubre que los finales de Mamita Yunai y de Gentes y gentecillas son muy similares: en ambos los protagonistas terminan huyendo del «horrible mar verde» donde los trabajadores se hunden en la ciénaga del trabajo agotador y en el nido de enfermedades donde perecen las víctimas del sistema.
……El final no es la revolución, sino la afirmación de la propia identidad y las firmes convicciones en un final triste pero consecuente: una huida o un funeral.
……Arroyo escribe lo siguiente pocos meses después de la muerte de Fallas:
Sin embargo, el autor sí volvió al “mar horrible y tenebroso” o, tal vez, síquicamente nunca salió de él. Jamás pudo olvidarse de sus miles de hermanos sepultados. […] Dedicó su vida a luchar para que sus excompañeros de infortunio no bogaran, sin brújula y sin vela, en aquel horrible mar.
Y esa actitud generosa, cualquiera que sea la posición que se tome en las trincheras, merece el más profundo respeto.
……Respeto que su país le demostró once años después de su muerte, cuando lo nombró Benemérito de la Patria.
……Hoy Mamita Yunai se lee y estudia en las escuelas de Costa Rica.
……Cuando los ticos se preguntan ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, encuentran una respuesta, profunda y honesta, de este zapatero de Alajuela, jovial, sufridor, deslenguado, tan humilde en su actitud que parece como si nos estuviera tomando el pelo.
……Gran parte de lo que adoro de Costa Rica está en el entrañable personaje de Calufa.
3. Mamita Yunai: la épica del trabajador bananero
El libro que Víctor Manuel Arroyo publicó en 1973 sobre Fallas está en la serie ¿Quién fue y qué hizo?, del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes de Costa Rica. ……El ejemplar amarillento y arrugado que me acompaña en este viaje lo compré en una de las casas de libros usados de San José. Pertenecía al mismo Arroyo.
……En ese librito, que recorre brevemente la vida del escritor e incluye fragmentos de sus obras principales, Arroyo cuenta que Fallas primero pensó en A la sombra del banano —el título de su segunda parte— como nombre para su libro, y que fue Carmen Lyra quien le propuso Mamita Yunai.
……Fue un golpe genial de intuición. Lo de «Yunai» —como alusión a la United Fruit Company— ya se venía usando hacía tiempo. No pude averiguar si esa feroz y desesperanzada referencia al cuidado y cariño que proporciona una «mamita» les surgió a estos militantes comunistas en San José o si salió de alguno de los dieciocho países donde la multinacional controlaba las vidas de sus trabajadores.
……De cualquier modo, a mí me parece un gran logro y a la altura del «Big Brother» de la novela 1984 de George Orwell. Es decir, está haciendo referencia a ese «hermano mayor» que te cuida y te sirve de guía. Muchas veces se pierde esa referencia familiar en castellano, porque se lo traduce mal: como «gran hermano». ……Aunque Big Brother es otra cosa; la dictadura espeluznante de la fábula futurista de Orwell se refuerza con la obligación de llamar cariñosamente «hermano mayor» al opresor sin piedad que exige adoración y obediencia absolutas.
……En el mundo de Calufa, la compañía bananera era dueña y señora de la vida, la salud, la economía y las relaciones privadas de todos sus trabajadores. Vivían en un universo creado, diseñado, construido y organizado por los mandamases de la compañía. De la Yunai eran las casas y sus muebles, las plantaciones y sus caminos, los hospitales y las escuelas con sus gasas y sus cuadernos, el club donde los gringos bebían su whisky y la cantina donde los peones apuraban su guaro.
……En tierras de la Yunai se deslomaban, se enfermaban, morían y los comían los gusanos de la compañía.
……¡Mamita! Aquella época debía producir escalofríos.
* * *
Todo en el miserable caserío era monótono y desagradable. Las dos filas de campamentos, una frente a la otra a ambos lados de la línea, exactamente iguales todos: montados sobre basas altas; techados de zinc que chirriaban con el sol y sudaban gotillas heladas en la madrugada; construidos con maderas cresotadas que martirizan el olfato con su olorcillo repugnante, y pintados de amarillo desteñido. Al frente, los sucios corredorcillos en los que colgaban las hamacas de gangoche, lucias y deshilachadas por el uso constante. Arriba, colgando de los largos bejucos, tendido de punta a punta en los corredores, chuicas socios y sudados, casi deshaciéndose. Abajo, infestándolo todo, el suampo verdoso.
……Este es el fragmento más citado de Mamita Yunai. Curiosamente, lo encontré, junto con otros, en un par de tesis universitarias sobre el mundo de la bananera, como descripción fiel de la vida de los linieros. Como testimonio histórico, como si los aprendices de académicos hubieran olvidado que Mamita Yunai es una novela.
……Por un lado, esto nos muestra que hay muy poca bibliografía de historiadores, antropólogos, periodistas y sociólogos sobre la cotidianeidad de las zonas bananeras. Aunque también da pistas sobre la importancia del papel de Calufa como cronista, narrador de la verdad, testigo en primera persona, observador creíble.
……El libro es una novela, pero cuando los ticos quieren saber cómo era la vida en las plantaciones bananeras, piensan en Mamita Yunai.
……Ahora bien, aunque el libro no se llama A la sombra del banano, la parte que la gente recuerda es esta segunda, que es más corta que la primera. En la versión de la Universidad de Costa Rica, que estoy trabajando en este momento, la segunda parte empieza en la página 109 y termina en la 175.
* * *
Ahora bien, no se puede entender el propósito de Calufa si no se empieza por la primera parte, la más larga; y si no se atiende la tercera, de solo seis páginas. Estas páginas, que enmarcan las aventuras de Sibajita, Calero y el cabo Herminio en la plantación, se desarrollan en un supuesto «presente», que para Fallas tiene lugar a finales de la década de 1930. Desde ese presente, que en el Caribe es el tiempo en que la compañía ya se fue, el narrador recuerda los años anteriores, los del apogeo bananero en la región, y sus experiencias y sufrimientos.
……El personaje José Francisco Sibaja —alter ego de Fallas— es un líder comunista que durante los años 1930 y 1940 recorre el país haciendo campaña y peleando por elecciones libres en nombre del Bloque de Obreros y Campesinos.
……Casi todo ese sesenta por ciento inicial de Mamita Yunai no tiene nada que ver con la compañía, con los bananos ni con los gringos: es el viaje de Sibaja hacia las montañas de Talamanca para supervisar una elección donde el gobierno abusa de los indígenas para llenar su saca de votos falsos.
……Sus enemigos son los políticos y policías corruptos que emborrachan, embrutecen y corrompen a los indígenas, reducidos a tristes zombis aturdidos, las víctimas de esta poderosa narración inicial.
……Don Leví es el pícaro organizador de las elecciones, el que les ofrece algo de comida, alcohol y tabaco a cambio de que los indios voten como borregos, intercambiando sus sucios papeluchos de identidad, alegando que no entienden una palabra de castellano.
……Casi saliéndose de la novela y subiéndose al púlpito de su partido, Fallas se conmueve:
Estos indios que casi lloraban implorando un pedazo de carne o un jarro de guaro, ¿eran los descendientes de aquellos belicosos talamancas? ¿No fueron sus antepasados los que hicieron famosos, con su bravura, el nombre de su región en los tiempos de la Colonia? […]
La doma, el embrutecimiento del indio, la destrucción de la raza bravía quedó para otros conquistadores mil veces menos valientes, pero infinitamente más crueles y rapaces que aquellos españoles ¡y más arteros!: para los conquistadores imperialistas yanquis, secundados por criollos serviles.
Los gringos de la bananera les robaron sus tierras, les arrebataron el espíritu a base de hambre, bebida y humillación, y se marcharon. Y lo poco que les quedó, se encrespa el autor, se lo quita ahora una banda de funcionarios estatales, corruptos, holgazanes, pervertidos.
Así viven y mueren los indios, como alimañas inmundas, olvidados de Dios y del Estado. Solo en las épocas electorales recobran, para el gobierno, su condición de hombres y de ciudadanos: cuando se necesitan sus votos para fabricar munícipes y diputados oficiales.
* * *
A finales de 1930 la compañía se estaba terminando de instalar en el Pacífico Sur y ya había abandonado sus tierras en el Caribe. Andrómeda y el resto de las poblaciones bananeras prueban suerte con el cacao; la gente emigra y otros se resignan a la agricultura de subsistencia. Por su parte, Sibaja, el protagonista, se reencuentra con Herminio, quien había sido su amigo del alma y compinche de mil aventuras y sinsabores quince años antes.
……Ese reencuentro da lugar a los recuerdos de los viejos tiempos: la época de oro de la bananera en el Valle de la Estrella, ese momento de desesperación y fiebres y muertes para los trabajadores.
……Esa es la parte eterna, memorable de Mamita Yunai: la segunda parte que refleja la vida de Sibaja —Fallas— como trabajador bananero en el Valle de la Estrella, abriendo tierra para el cultivo del banano a mediados de los años 1920. Todo visto desde la mezcla de nostalgia y dolor profundo por lo perdido en ese pasado cenagoso.
Había bastante trabajo en Andrómeda. La Compañía necesitaba abrir una trocha inmensa, a través de la montaña, rompiendo rocas a la orilla del río, haciendo rellenos y tendiendo puentes, para llevar un tranvía hasta la selva virgen y pantanosa, buena para el cultivo del banano.
……Los protagonistas —José Francisco Sibaja, Herminio y su primo, el jovial e idealista Calero— están a las órdenes del cabo Pancho. En su casa desayunaban café, plátano sancochado y burra (la vieja forma tica de llamar al gallo pinto: el arroz con frijoles). Lo servía, a las tres y media de la mañana, la pequeña y menuda esposa del cabo.
«Cuando nosotros salíamos para el trabajo, con las herramientas a cuestas, apenas si comenzaba a moverse alguna que otra luz en el resto de los campamentos.
—Apuren el paso, muchachos, que tenemos qu’ir muy lejos —decía cabo Pancho poniéndose a la cabeza e internándose en la trocha.
Ya en la montaña, chapaleando el barro de la trocha, resbalando en las retorcidas raíces, saltando por encima de los grandes troncos recién derribados, oíamos el agudo quiriquiquí de los gallos perdidos en la lejanía.
Casi siempre estábamos ya en la montaña cuando nos daba alcance el primo de Herminio, que era dormilón y perezoso para levantarse, pero muy buen trabajador. Una madrugada de tantas oíamos unos trotes de mula que nos venían dando alcance, y yo, sin volverme, anuncié:
—Ahí vien’el loco’e Calero acabándose de tragar la burra.
Herminio, mientras sostenía con la quijada la pala que llevaba al hombro y se apretaba el nudo de la camiseta, gruñó entre dientes:
—¡Oh primito que me tengo yo! Todas las mañanas es el mismo cuento: por más qui’uno lo mueve, no hace más que pegar un ronquido y volverse pa’l otro lao.
Un momento después ya lo teníamos encima, bufando estrepitosamente, pateando el barro con sus grandes zapatones, revolcando los ojotes saltados y haciéndose el bravo. Estas eran las pantomimas en las que andaba siempre.
……Esta es la primera escena en la que aparece el personaje más entrañable, logrado y trágico de Mamita Yunai. Con Calero demuestra Carlos Luis Fallas su maestría para crear personajes poliédricos, creíbles, cercanos. La descripción y el diálogo, casi nada más, le sirven para mostrárnoslo como un niño grande, con grandes sueños desdibujados, que reflejaba una tristeza profunda, que era la de todos, pero que de Calero surgía como agua de manantial, por su sensibilidad extrema.
Calero se metía de cabeza dentro de un saco de gangoche, para burlar los zancudos, y tirado en un rincón entonaba casi siempre la misma canción. Era una canción de música triste, como la tristeza en que vivíamos; hablaba de un barco negro perdido en un mar sombrío y de unos pobres hombres que lloraban su miseria. Calero también vivía triste; por eso no se quitaba la maldita canción de los labios. Cuando yo se la oía, cogía el machete y me iba muy lejos, a sentarme solo en una piedra del río.
……El trabajo era extenuante, concentrado en la actividad más peligrosa, físicamente destructiva y embrutecedora de todas las relacionadas con el mundo bananero: la apertura de montaña para nuevas plantaciones.
* * *
United Fruit Company Historical – Archive of Letters from 1912-1982
En un día de tantos, de hachar enormes árboles tropicales, llega el mazazo fatal.
Ese día el cielo amaneció sombrío. Una lluvia cansada parecía mecerse sobre el abandono. Calero, muy lejos, hacía gemir el hacha contra el tronco de un árbol. Herminio y yo terminábamos juntos un «corte» que iba a morir en un crique verdoso.
De pronto, con el sordo rumor que anunció la caída de un árbol, llegó hasta nosotros un grito salvaje. No era el grito de triunfo que acostumbraba Calero. No. Era un grito de angustia, un aullido espantoso que taladró mis oídos erizándome el pelo. Corrimos a ver qué pasaba.
Calero tenía medio cuerpo aplastado por el tronco de un árbol inmenso; su medio cuerpo libre, con la cabeza levantada y las manos crispadas en la tierra, parecía combarse en un esfuerzo terrible por arrancar el pedazo de las fauces del monstruo. Su cara nos miraba de frente, con los ojos saldados y contraída en una mueca helada. Su última mueca. De la boca torcida le bajaba un hilillo de sangre negruzca.
Sibaja y Herminio llegaron corriendo a la casa del mandador a pedirle una mula para sacar el cuerpo y llevarlo a Andrómeda.
—¿Para qué sacarlo? —dijo el hombre—. Lo mismo se pudre en el suampo allá afuera, que aquí, sirviendo de abono en este bananal.
Esa noche, Sibaja se puso a cantar, casi sin darse cuenta, la canción triste que siempre cantaba Calero:
«Conozco un mar horrible y tenebroso
Donde los barcos del placer no llegan;
Solo una nave va, sin rumbo fijo
Es una nave misteriosa y negra…».
No eran negras las ondas de ese horrible mar. Eran verdes y hediondas, y en medio de ellas bogábamos nosotros, perdidos, sin brújula y sin vela. Miles de hermanos se habían hundido en él y sus ondas acababan de tragarse también a Calero. Pobre Calero. Ya podría dormir, eternamente, tranquilo, sin quien le gritara a las tres y media de la madrugada.
……Al día siguiente, Sibaja y Herminio deciden irse. No aguantan más abriendo claros en la selva para la bananera. Antes de partir, con furia, dinamitan el río y sacan unos peces enormes que reparten entre sus amigos de Andrómeda. Esa es la parte que Calufa tecleó con furia y con tinta roja en su vieja máquina de escribir, en su casa de Alajuela, rodeado de zapatos a medio remendar.
……En la última parte de Mamita Yunai, tras el enorme flashback de los años bananeros, Sibaja está otra vez en el rancho de su viejo amigo Herminio. Habían pasado quince años, y en medio de su labor proselitista en Talamanca, Sibaja encuentra a Herminio hecho un saco de huesos. Después de pasar una temporada en la cárcel, no había querido volver a su pueblo, y había vuelto a recalar en los bananales del Atlántico. Estaba hundido y desesperado.
Me habló de su angustia al encontrarse solo, sin sus amigos de antes y con las ilusiones muertas. Rodó de trabajo en trabajo, sudó por toda la inmensa extensión y arrastró su angustia por todos los rincones. Cansado y para aliviar sus penas, buscó una mujer y se fue con ella al corazón de una finca.
Allí trabajaron y sufrieron juntos la inclemencia del clima, los ultrajes del gringo y la explotación del Comisariato. Y cuando la Compañía ordenaba botar el banano cortado para evitar la baja del precio en el mercado extranjero, perdían su trabajo y se mordían las uñas. Así hasta la enfermedad de su mujer, que se quedó de abono en la finca, sin poderla sacar a curarse por falta de dinero y por falta de un carro para llegar a la línea del ferrocarril. El gringo le dijo que las mulas y los carros eran para acarrear el banano y no para los enfermos.
Calufa era un narrador nato, un lector compulsivo, un contador y escuchador de historias impenitente. No buscó ser complejo aposta para demostrarles a los leídos que podía escribir con fuerza y con gracia «a pesar» de no haber estudiado. Tampoco resolvió escribir fácil y directo, como su admirada Carmen Lyra, con el propósito didáctico de llegar a los compañeros.
……Escribió como un torrente, como le salía. Sus libros no son doctrinarios. Sus personajes no son acartonados. Una voz, desde adentro, escuchaba lo que él iba escribiendo. Y así encontró sin buscarlo el personaje del narrador y lo sacó como se saca un bagre del río, intacto con su vocabulario, su retórica, su ritmo y su respiración.
De Crónicas bananeras (Editorial Tusquets, 2021).
Roberto Herrscher (Buenos Aires, 1962) es periodista, escritor y profesor de periodismo en la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007); Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En 2021, publicó su primer libro colectivo como editor: La voz de las cosas (Carena, 2021). Dirige la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona y el Premio Periodismo de Excelencia en Chile. Sus reportajes, crónicas y ensayos han sido publicados en The New York Times, The Harvard Review of Latin America, Opera News, La Vanguardia, Clarín, Ajo Blanco, Lateral, Gatopardo, Travesías y Etiqueta Negra, entre otros medios.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra del artista español © Juan Carlos Mestre