María Clara Valencia
Un corrientazo pasa por mi cuello. Permanezco con la mirada arriba y la vista atenta. La nuca se contrae, pero no bajo la cabeza. Un parpadeo largo puede estropear la escena. Me quedo ahí, con la cara en alto y el dedo listo en el obturador. Hasta que lo veo llegar: amarillo, negro en el pecho y con un dorso pecoso entre oscuro y blanco. Va de un lado a otro y luego se detiene. Ya está aquí: es el bababuy.
…..Su nombre, por lo sonoro, me retumba en la cabeza a diario. Quizás tenga el golpe de los ritmos africanos. O quizás no. Bababuy que suena más a la diversidad musical de Latinoamérica, a la megadiversidad sonora de las montañas de Colombia. Bababuy que suena a marimba de chonta, tal vez, a cueros del Caribe o del Pacífico, a maraca o a gaita, a las cuerdas y los vientos de la montaña. ¡Cómo no! Me entero por la Real Academia de la Lengua que el nombre bababuy es indígena, posiblemente muisca, de estos lados del mundo… «Ababuy, babagüí, bababuij, bababuig, bababuí, babaguy, babacuy, babanguy, babay, babuy, ababuy». Esa es la historia lingüística que ha recorrido hasta el árbol frente a mí.
…..Leo que la Academia lo define como un «Pájaro cantor de pequeño tamaño» y pienso que se quedan cortos en la definición. Pero ahí no explican que también lo llaman el Rey del bosque. Claro.
…..Me entero luego, por Muysc cubun, una página creada «Por estudiantes y egresados de Antropología y Lingüística de varias universidades colombianas, en cooperación con autoridades y miembros de la Comunidad indígena muysca (sic) de Suba y de la comunidad muysca de Chía», que bababuy es un muisquismo, «Del morfema sin identificar -baba- y del muysca de Bogotá -gui-».
…..Y así descubro también que es una especie de ave nativa del continente americano propia de climas templados y fríos, como la montaña donde vivo, casi siempre al abrigo de la ruana y con los pies y las manos helados o entre medias gruesas y guantes de lana, a unos 2.900 msnm.
…..Ahí está, ante mis ojos y ante mi cámara, pero sobre todo ante mis oídos que se fascinan por ese canto dulce que es como una alegría mañanera. El bababuy llega temprano y su canto sube al mismo tiempo que el sol de la madrugada, mientras el amarillo de su pecho se mezcla con el naranja de las montañas en sus primeras luces. En la cima de su cuerpo, ese negro manchado en blanco, que es la misma noche que se va desvaneciendo y que baja hasta el amanecer ámbar de su costado inferior. Con razón también lo llaman el Rey del bosque… Lo es. Basta con oír sus tonos que son el poder puro y armonioso de la montaña. Basta con verlo llegar al pequeño monte que tengo junto a mi ventana, en el campo donde vivo, para despejar toda duda. Bababuy, que, desde los árboles, representa el día y la noche; también la transición.
…..Leo que bababuy «Es una especie de porte robusto, con un tamaño aproximado de diecinueve centímetros, con pico corto y grueso. Su alimentación consiste principalmente en frutos y semillas».
…..Se detiene frente a mí, desprevenido. Mira a un lado y al otro tranquilo y permite, como en pasarela, que lo retrate desde distintos ángulos. No lleva prisa. Nada lo amenaza en este pequeño campo donde personajes como él se reciben siempre con sonrisas, aunque se coman los frutos de la huerta y arruguen las hojas de la ensalada. Aquí los frutos son como su canto: para compartir.
…..Leo en las páginas de NaturaLista Colombia que este «picogrueso dorsinegro» (Pheucticus aureoventris) conocido también como picogordo pechinegro o piquigrueso de pecho negro, es una especie de ave paseriforme (o ave cantora) de la familia de los fringílidos (Fringillidae). Y me entero, mientras escribo esto, que eso significa que suele tener pico en forma de cono y volar en ondulaciones. Entonces observo al bababuy ondular entre los árboles, sin prisa… se va y regresa.
…..Leo también que «Se los captura con vistas a emplearlos como mascotas», y no imagino, o no quiero imaginar, el horror de ese bababuy triste tras las rejas. Y pienso que lo hermoso es la sorpresa, la libertad de su llegada, la impredecibilidad del asomo mañanero que puede y no puede ser y que es, por lo tanto, un regalo grandioso cada vez que él decide que sea… Su libertad es lo que canta y lo que alegra. Y entonces me entero, por amigos de la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), que muy posiblemente el bababuy se callará por unos meses en septiembre, como lo hace todos los años. Tanto más grande el privilegio y la alegría de su libertad.
…..Me detengo y se detiene y su canto es como una sonrisa de pico gris. Ya tengo algunas fotos de manera que solo me resta observar, escuchar y agradecer.
…..El bababuy, que hace parte de las 1.969 especies de aves que tiene Colombia, según el Comité de Registros Ornitológicos (CCRO). 1.675 son residentes, 161 migratorias y hay una tristemente extinta (el Podiceps Andinus o zampullín colombiano), según la actualización de enero, 2024. Ningún otro país tiene tantos emplumados como los que vuelan entre nuestras montañas, valles, costas, riberas, desiertos y llanuras.
…..Sonrío, de nuevo. Y doy las gracias por este amanecer que ha sido también un canto.
Contadora de historias, periodista y profesional en estudios literarios, con más de una década de experiencia en temas ambientales. Ha trabajado en medios de comunicación internacionales, en el sector de la cooperación internacional y de las organizaciones sin ánimo de lucro. Su pasión más reciente es el campo, la observación de aves y los temas relacionados con la agricultura y la alimentación. Cuida unas pequeñas huertas y fotografía emplumados en sus tiempos libres.
La máscara que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la serie Legado de razas,
modelado en caolín, horneada a leña,
del escultor ceramista ©Mauricio Pablo D’ Amico