Hugo Reyes Saab
Soy de la generación que creció pensando que amar distinto era un pecado. Traía la desesperanza de que no tenía remedio, de que era un transgresor. En ese ambiente oscuro de los años noventa, en plena epidemia del SIDA, llegó a mis manos la novela de Fernando Molano, Un beso de Dick. Venía con el aval de haber recibido el premio del Concurso de Novela organizado por la Cámara de Comercio de Medellín,1992. Me sumergí en su lectura, expectante con un libro nuevo que me recordaba a la primera novela gay que había leído: Fabrizio Lupo, de Carlo Cóccioli.
…..Esta novela, publicada en 1952, me gustó por verme reflejado en la literatura, pero me sumió en la angustia. Su lectura corroboraba que nuestros amores eran malditos; y como tal, no tendrían final feliz.
…..La obra de Molano parecía distinta: sus escenarios no eran europeos ni lejanos, estaban a la vuelta de la esquina. Los personajes tan cotidianos, planteaban el amor prohibido como un juego de niños. La sinceridad y la honestidad eran la ruta perfecta para resolver estas relaciones afectivas difíciles.
…..Capturé cada palabra de la narración, saboreé cada frase, quería que nunca acabara el libro. Hice fuerza para que los adolescentes pudieran escapar del cerco mezquino de los adultos, se lo merecían, de verdad. Sin embargo, el destino estaba trazado: en la escena final, Leonardo le dice a Felipe que no se vaya… y él le contesta: «no me deje ir». Los lectores quedamos en suspenso, como si fuera tan fácil disolver la crueldad del mundo. Pero cada uno de los personajes de la novela debía volver a la realidad: Leonardo con su amante mayor, y Felipe con sus padres, a la normalidad. La vida, esa Medusa que mira de frente y petrifica, había cumplido con su labor. Molano no era distinto: había disfrazado la conclusión.
…..Este segundo golpe fue bajo. Un beso de Dick me quedó enquistado en alguna parte, un tipo de cicatriz. Con el paso de los años me reencontré con la obra de teatro. El malestar que me generaba era enorme, aunque no podía dejar de asistir. Tal vez guardaba la esperanza de que algún día el argumento podía cambiar. Una noche conversé con el actor que representaba a Leonardo: compartimos nuestra fascinación por el texto, la desolación que dejaba la historia. Llegué a fantasear que nos podíamos inventar un final distinto, escapar de la mezquindad juntos, por esas aceras tan solitarias que quedan frente a los teatros cuando se acaba la función, y se apagan las marquesinas. Pero fue solo un destello truculento de mi mente, tan hábil como el de Molano con su libro. La oscuridad persistía: cada uno tomó su camino…
…..Treinta años después, llegó a mis manos la obra de David Escobar De Lavalle, Nadamos en el mismo mar. Desde los primeros párrafos fui intuyendo las rutas posibles que podría tener la novela: ninguna me tranquilizaba; y menos con dos hermanos evangélicos como antagonistas de un Federico, hermano menor, homosexual. Sin embargo, como Molano, David Escobar me cautivó con su lenguaje cercano y cálido. Coloquial. Una narración espontánea, sin artilugios, casi que estar de visita en casa de amigos, en tierra caliente. Sentía la brisa fresca de la Sierra por los corredores, escuchaba el canto de los pájaros en la ventana. ¡Qué tortura! Presentía un final desastroso. Mas la narración envolvía con su trópico y la fluidez de los diálogos, tan naturales como el paisaje.
…..Esa frescura llegaba a despistar. Se podía creer que la obra no se retaría a sumergirse en las profundidades de su propio drama. Pero David nos sorprendía con su interpretación de la simbología universal del agua, contenida en la escena de la piscina del colegio haciéndole espejo a las estrellas, frente al cual se declaran su amor los adolescentes.
…..Luego, él amplía su mirada, mostrándonos el mar infinito, total y misterioso. Lo plantea como el líquido existencial donde todos los humanos tenemos derecho a nadar, buscando el sentido que nos dicta la piel, reprimido por las convenciones sociales. Sobre este telón, Tomás besa a Federico, le dice que lo seguirá a cualquier parte: el compromiso entre los amantes ya está acordado, bajo un cielo de fuegos artificiales, en una fiesta de fin de año.
…..El autor plantea que el amor es lo correcto. La guerra no lo es. Que no somos seres definidos por la sexualidad, sino por nuestros corazones hambrientos de cercanía. Seres afectivos, líquidos: «el mar es insondable, todos cabemos en él, atravesamos sus puertas hacia el infinito…». Al cerrar la última página, David Escobar borra la cicatriz que Molano dejó en mi generación con su Beso de Dick.
…..Me llegaron a la memoria las palabras de Holden Caulfield en El guardián entre el centeno: «estoy de pie, al borde de un precipicio de locos. Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, si van corriendo sin mirar adónde. Yo tengo que salir de dónde esté y agarrarlos. Sé que es una locura, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer». Aquí, Holden hablaba de la irremediable pérdida de la inocencia, de la caída hacia el precipicio de la realidad: una cita ineludible para el adulto. Sin embargo, plantea cómo el encuentro con alguien que nos detenga antes de caer, puede salvarnos la vida. ¿Tal vez nos quiere decir que madurar no necesariamente tiene que ver con perder la sensibilidad y la capacidad de asombro?
…..David Escobar me detuvo antes de caer por tercera vez en el precipicio del centeno. Me devolvió la esperanza de que algún día seré visto como un ser humano más. Sentir la libertad del que sale del campo de concentración, o la satisfacción de a quien le restauran sus derechos, es un gusto indescriptible. Hay que permitirle a la gente que se ve distinta, mimetizarse como uno más en la multitud. Con naturalidad, sin dudas, sin sospechas. Aunque hay un deleite mucho más grande: el de la literatura que nos salva.
Hugo Reyes Saab es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás. Tiene una especialización en creación Narrativa de la Universidad Central. Ha hecho estudios de Psicoanálisis y Cine. Se inició como columnista en las revistas culturales Al Najda, Acav Magazine, Bilenio y Saturrno 10. Asistió al Taller de Escritores y al Taller de Novela de la Universidad Central bajo la dirección del Maestro Isaías Peña. Fue Jefe de Cabina Internacional y Coordinador de la Escuela de Servicio a Bordo de una importante aerolínea. Su primera novela, Toque de Silencio en la Tropósfera, fue publicada por Editorial Escarabajo en 2020.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de una ilustración del artista Samantha French