Carlos López Degregori
Carlos López Degregori (Lima, 1952). Ha publicado trece libros de poesía. Campo de estacas (2014), Herida de mi herida (2015) y 99 púas (2017) son tres antologías de su obra editadas en Colombia, Chile y España respectivamente. Su último libro es Variaciones Victoria. Ha participado en numerosos encuentros y festivales de poesía. Sus poemas figuran en diversas antologías peruanas y latinoamericanas. También ha publicado numerosos ensayos.
Bala
Tengo esta bala de helada plata para ti.
Anoche la preparé con sucia, infalible, dulce sangre. Recé horas con ella. La acompañé con velas y las más secretas jaculatorias.
Primero la cegué porque una bala nunca debe ver el aire ominoso ni el cuerpo que encontrará. Después la ensordecí para que no escuche los gritos ni las amenazas ni la música de la carne y los huesos partiéndose.
Sólo le dejé los labios para que pudiera silbar.
Entiéndeme:
los silbidos son las palabras de las balas: son sus besos últimos y desaforados adentrándose en la lisura de la noche: su extrañeza, su ruego, su respiración.
De Flama y respiración.
Arrojo
En mi escritorio hay una piedra
que me mira con su único ojo
completamente solo.
Un día dejó su naturaleza
y por una razón inhumana se detuvo conmigo.
Vuelvo de trabajar de comer o de dormir
y alargo la mano para reconocerla:
allí está la piedra
enamorada en la disposición que tiene para mí:
porque la disposición de una piedra es su arrojo
y su arrojo es ser un animal salido del mundo.
Tomo la piedra y la estrello en los cristales
abiertos al frío resplandor de la mañana: salto
y mientras caigo me pregunto
quién tocará primero el suelo.
De Una mesa en la espesura del bosque.
Una mesa en la espesura del bosque
La mesa está puesta para tres
como si tres fueran todas las personas
que pueden comer en una mesa
y no existieran más números ni sillas.
¿Pero qué pueden comer esas tres personas?
¿Carne ingrávida?
…….…….…….¿Carne sonora
para sus tres bocas dibujadas con tiza?
Ellas no hablan
solo comen
y derraman en el mantel que pasa sin fin todo su hambre.
Truenan las nueces y sacuden sus tesoros
que son ojos o dientes
tiembla la carne
y hace gritar a la madera
crece espeso el humo y cubre las paredes del aire.
La mesa está puesta para tres
como si tres fuesen las personas
que justifican una mesa.
Nada es más difícil
…….…….…….…….ni irreal
que verlas con los labios manchados y ansiosos
comiendo todo el día.
No a una persona sin remordimientos que soy yo
ni a dos que eres tú
sino a tres golpeando los cubiertos
en una gruesa música de hierro.
A ustedes, tres personas, les sirvo esta iniquidad:
vuestras bocas son un negro bosque
…….para perderse
una espesura de árboles decapitados.
De Una mesa en la espesura del bosque
Máquina respiratoria
I.
He preparado una cúpula de cristal para observar el secreto de las afinidades y traslaciones. La he dotado de un dispositivo que la cierra herméticamente y guarda en su interior el aire denso que respiran las almas.
…….En la noche tomé unos conejos y los introduje en el domo transparente. Una lámina de fuego proyectaba formas y figuras en todas direcciones. Durante más de una hora, los animales corrieron aterrorizados y con sus dientes y patas trataban de excavar un túnel en la pared circular. Poco a poco dejaron de moverse. Un vapor azuloso salía de sus pequeños hocicos y su volumen era igual al aire restado en la cúpula.
…….El vapor es el alma de los conejos. Y en ellos el alma es el miedo: un casi ojo tenue, inmóvil que hiere la mirada de quien los contempla sin misericordia.
II.
Después reemplacé a los conejos por unos perros que se crían para pelear. Elegí los ejemplares más feroces: un macho absolutamente blanco y dos hembras de colores contrapuestos, una de gruesas bandas doradas y la otra negra.
…….Con la misma lámina de fuego empecé a trazar entrantes y salientes; dibujé paredes compactas, tejados fantasmas, pequeños abismos. Una abigarrada construcción de luz bullía en la cúpula y el aire denso circulaba con dificultad. Los perros gruñían en el laberinto, intentaban mordiscos y sangrientos abrazos, se producían heridas profundas. Su respiración era una nube rojiza.
…….Entonces trasladaron sus colores: el animal blanco absorbió el negro de la hembra y grandes zonas dolorosas invadieron el pelaje de la perra dorada. El alma de estas fieras es su perturbación y en estas condiciones espirituales cualquier ser es enemigo. Pierden el propio color para contaminar a la entidad agresora. Es su alma reducida a colmillos y cicatrices.
III.
Ahora solo falto yo. Voy a entrar en la cúpula. Sellaré con pez todas las junturas y me enroscaré como una blanca crisálida. Mis ojos y poros exudarán un hilo de remordimiento impulsado por el viento de mis pulmones.
…….Toma el amor de mi alma que es respiración y mídelo en su ardorosa exactitud. El volumen de aire que devora es idéntico al volumen de aire que expulsa, pero su calor es diferente. La combustión ocurre en un órgano desconocido que determina la fuerza de las afinidades y traslaciones: el amor inhalado es igual a mi amor exhalado pero cada molécula que sale despavorida es una renuncia o una pérdida. Es como la estrella que se hunde en un punto desolado del espacio y se niega a brillar o como la flor de cien pétalos que anuncia la carroña.
…….Mi flor de cien pétalos es cruel.
…….Mi flor de cien pétalos es santa y mi santidad es mi inocencia.
…….La magnitud de inocencia que ocupo es la que desplazo. Toco con mi lengua y mis labios el vaho incomprensible adherido al vidrio.
…….Beso noche o beso luz.
…….Las almas envenenadas que reclamo en este vientre combado de cristal son las que recibo.
De La espalda es frontera.
Patografías
Los poemas son bacilos que observas a través del microscopio.
…….Bacilos de Koch
…….…….Bacilos de Yersin
…….…….…….Bacilos de Hamsen.
Los poemas son patografías.
Una patografía madura cuando resta.
…….…….Por eso :
…….…….…….No seas testimonial
…….…….…….No seas conceptual
…….…….…….No seas Lírico
…….…….…….No seas Confesional.
Los poemas son vectores de patografías. Son bosques quemados en los pulmones, ríos en las circunvoluciones del cerebro.
Las patografías son corporales y emocionales, desprenden burbujas de sangre y filamentos apasionados.
Las patografías necesitan cánulas, escalpelos, pulmones de acero, tijeras de Metzen, de Cooper, de Mayo.
Las patografías son ratas blancas experimentales.
Cuando un poema es patografía se vuelve incisión en el tiempo, un plazo de vida.
Los poemas patográficos son largas vendas de amor maculado, médicos y enfermos transparentes.
Una patografía infecta. Extiende bubas, secreciones, esputo, estrellas.
Una patografía cura.
Una patografía es milagrosa, aunque sea insignificante.
Un poema patográfico va siempre más adelante que el autor. Descubre la enfermedad más genuina que atesora, esa que él mismo no conocía o no había percibido.
Las patografías quedan en suspensión y se regocijan en su enfermedad hasta volverse mis poemas.
Mis poemas cuidan sus bacilos, la música de las enfermedades.
Mis poemas nacen de una reproducción siamesa. Maduran, enferman, mueren.
Mis poemas son organismos colmados de bacilos.
Mis poemas son hermafroditas y se fecundan a sí mismos.
Mis poemas engendran hijos patográficos que serán algún día médicos y enfermos.
Mis poemas inventan al lector que los merezca.
De A mano umbría
Carlos López Degregori (Lima, 1952). Ha publicado trece libros de poesía entre los que se cuentan Las conversiones (1983), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002) Una mesa en la espesura del bosque (2010) y La espalda es frontera (2016). Sus poemarios son los capítulos de un único libro titulado Lejos de todas partes 1978 – 2018 que ha escrito a lo largo de cuarenta años y que fue publicado a finales del 2018. Campo de estacas (2014), Herida de mi herida (2015) y 99 púas (2017) son tres antologías de su obra editadas en Colombia, Chile y España respectivamente. Su último libro es Variaciones Victoria. Ha participado en numerosos encuentros y festivales de poesía. Sus poemas figuran en diversas antologías peruanas y latinoamericanas. También ha publicado numerosos ensayos.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de una obra
hecha de hierro con acabado oxidado
del artista venezolano © Daniel Suarez