José Manuel Dorrego Sáenz
Nada por allá
«En breve, damas y caballeros, comenzarán todos ustedes a evaporarse poco a poco sobre sus respectivos asientos. Apenas sentirán nada, siquiera ese sutil cosquilleo que provoca la ingravidez. Por fin, terminarán por desvanecerse y desaparecerán para siempre», dice el mago desde el centro del escenario. En efecto, los espectadores van difuminándose hasta desaparecer por completo. La sala queda aparentemente vacía. El mago se quita el sombrero, dibuja una leve genuflexión y se marcha por un lateral. El truco es impecable, pero no hay ovación: los fantasmas siempre han sido muy reacios al aplauso.
Alzheimer
Me llamo Tom F. Random y soy francotirador. Sin duda, el mejor de mi promoción. Hace meses que tengo a ese tipo en el punto de mira. Desde que sale por la puerta de casa hasta que llega al coche. Luego, desde que arranca hasta que tuerce y desaparece por la esquina. Y mientras regresa a casa. Todo ese tiempo acomodando la posición, manipulando el seguro, guiñando un ojo y el otro, acariciando la culata con la barbilla, farfullando frases como «¡Estás muerto, hijodeputa!». Disparar está entre las múltiples posibilidades, pero de momento me limito a cuadrarlo en el centro del circulito. Aunque yo que él dormiría con un ojo abierto: quizás un día de estos recuerde por qué le sigo y me decida, al fin, a apretar de una vez el maldito gatillo.
Servicio a domicilio
Me pide que acuda a su casa, que le hable, que trate de convencerle de que la vida puede ser maravillosa. Es la sexta vez que solicita mis servicios en menos de una semana. Su rostro dibuja una angustia sobreactuada, de manual. Huelo a distancia su indecisión, su pánico, su falta de criterio. Y su vulgaridad. El tipo me irrita, lo admito. Echo de menos aquellos tiempos en los que los suicidas se lanzaban al vacío con las ideas claras, sin darse importancia, con una nota plegada en el bolsillo del chaleco dirigida, con exquisita prosa, al señor juez. Añoro, en fin, cuando nuestro trabajo se limitaba a dar (sutilmente, eso sí) el último empujoncito.
El perfil
Hace tiempo que no renuevas tu foto de perfil en Facebook. Te sorprendes porque cada día aparece más vaga, como vaporosa. Incluso jurarías que está en gris clarito casi blanco. Tampoco debería sorprenderte: te recuerdo —y no te molestes— que hace ya casi un par de semanas que estás muerto.
Aire
Antes, antes de él, la casa se me antojaba excesiva para mí sola. Luego llegó él y dijo: «Iré trayendo mis cosas». Desde entonces, «sus cosas» han ido ocupando minuciosamente cada palmo libre, cada espacio vacío. Ahora, el pasillo es una carrera de obstáculos imposibles de cosas suyas. Su cepillo de dientes ocupa, majestuoso, hasta el último centímetro cuadrado del baño. Esta mañana, tras sortear su neceser, los libros de autoayuda y su descomunal bolsa de golf, le he subido en volandas junto a su sillón favorito y le he arrojado por la ventana: incluso después de cerrarla, ha empezado a correr el aire.
Automáticamente
El mensaje de la pantalla era sumamente explícito: «Imposible continuar sin la actualización M-445.ZIF. Pulse «Aceptar» y comience la instalación». Un día, la mujer del sexto izquierda descolgó el teléfono y avisó a la policía. «Huele a muerto», les dijo con su particular laconismo. El cadáver lo encontraron con la cabeza tendida sobre la mesa de su despacho y la mano aún aferrada al ratón. Según el forense, hacía dos meses que había fallecido. En la pantalla, un nuevo mensaje: «Quedan 327 archivos por descargar. Al finalizar, el equipo se reiniciará automáticamente».
Zurdos
Papá siempre le dejaba conducir la furgoneta sentado en su regazo.
…..―No te pegues demasiado a la derecha: la carretera está llena de zurdos―, solía repetirle como una letanía.
…..Nunca entendió del todo esa frase, pero desde entonces conduce pegado al borde. Y dispara con la izquierda, por supuesto.
Sutilezas
La ciudad del amor se rige única y exclusivamente a golpe de pasión. Los duelos se libran a primera caricia y las noticias corren, literalmente, de boca en boca. Ni siquiera para asesinar se necesitan pistolas. En el último crimen pasional que se produjo en sus calles aquel hombre apocado falleció, atónito, de un beso en la sien.
José Manuel Dorrego Sáenz. Nací en Madrid, España. Escribo microrrelatos desde muy joven, porque siempre he pensado que lo que se pueda decir en 10 líneas es absolutamente innecesario decirlo en 100. He sido ganador o finalista de premios organizados por «El País», «La Razón», ABC, Onda Madrid, RENFE, Madrid Sky, Relatos en cadena de la Cadena SER, la UNED o Augusto Monterroso de cuentos. Tengo publicado el libro de microficción El Contrabajista del Titanic. Covid19 mediante, espero publicar este año Más difícil todavía, un libro sobre el universo circense, y tengo entre manos una novela de género inclasificable, que es, sin duda, el mejor de los géneros.
La composición que ilustra este post fue realizada a partir de un fragmento la obra Banda de remplazo de la artista Camila López