Miguel Falquez-Certain
Cuentos sobre trágicos momentos de la historia política y social de diferentes héroes, pensadores y revolucionarios, nos ofrece el escritor Miguel Falquez-Certain en los siguientes relatos tomados de su libro Triacas (Nueva York: Book Press, 2010). En octubre 2020, Escarabajo Editorial de Bogotá publicó su novela La fugacidad del instante. Vive en Nueva York desde hace más de cuarenta años y se desempeña como traductor en cinco idiomas desde 1980.
La vida, sin embargo
―Inventa la excusa que quieras ―me dijo el rabino―, pero ni de fundas te presentes mañana al trabajo.
…..Pensé no hacerle caso, aunque le conociera desde siempre. Sus consejos me habían ayudado en los peores momentos y ahora no tenía ninguna justificación para no escucharle. Pero ese día cumplíamos Pier Ferdinando y yo un año de habernos conocido. En la calle Rector había un pequeño restaurante italiano que nos encantaba y pensamos celebrar allí nuestro encuentro después del trabajo.
…..―Lo tengo de fuente fidedigna. Nadie quiere escuchar, pero tú sí que lo harás. Se lo prometí a tu madre.
…..―Tranquilo, rabino, que yo sé lo que hago.
…..―Prométemelo.
…..―Prometido.
…..Al día siguiente salí de mi casa más temprano que nunca. El otoño no había llegado todavía y aunque la mañana estaba fresca y el cielo despejado, era una brisa que despedía la canícula del verano con un olor de jacintos y malvas que se enroscaba en los abedules.
…..Tomé el metro sin recordar su advertencia y me enfrasqué en El arte de la guerra. Al salir en Fulton, ya eran las ocho y el sol besaba la piel con un escozor de amor recién descubierto.
…..Decidí comprarle un abrigo a Pier Ferdinando y sorprenderle con el regalo. Tenía todo el tiempo del mundo y el aire de la mañana me hacía sentir en la lengua la pulpa del anón de los años de la infancia.
…..Al cruzar Church sentí que de pronto se ensombrecía la calle. Mi celular timbró.
…..―¿Isaac?
…..―Con él, rabino.
…..―¿Dónde estás?
…..El estruendo ahogó su voz.
…..Al frente un avión se estrellaba contra la torre y la gente corría horrorizada.
…..Entonces comenzó a caer un polvo blanco como el maná del desierto.
La encrucijada
―Quinientos seiscientos, Capitán ―me dicen al otro lado de la línea, confirmándome que lo quieren muerto.
…..Entro al cuarto y lo veo tirado junto a la pared con las manos amarradas en la espalda, sucio, sangrando de una pierna, junto a dos cadáveres tirados por el suelo de tierra. Estoy más que seguro de que lo odio por su crueldad en La Cabaña, que he luchado contra ellos desde mi adolescencia; cuando recuerdo su arrogancia posando con los chinos y los soviéticos, luciendo su abrigo de invierno, siento que los ojos se me llenan de lágrimas. “Al fin te agarramos”, pienso con rabia y alegría y entonces recuerdo las fotos que tomé de su diario en la agenda alemana con fotos entreveradas: un niño en triciclo, una fiesta, una niña en su cuna y un osito de peluche, y súbitamente desfallezco. “Pero si él es el culpable de todo”, pienso con ira, procurando encontrar las fuerzas que se me van agotando. “Coño, muerto te he de ver. Y eso que todos pensábamos que lucharías hasta el final. Te dejaste agarrar, Papakanzal, papá cansado, comandante…”
…..―Lo menos que puede hacer es contestar, usted ha invadido a mi patria ―le increpa Zenteno, pero él permanece en silencio.
…..―A mí nadie me interroga ―es lo primero que me dice cuando quedamos a solas.
…..―Comandante, yo no he venido a interrogarlo―. No sé de dónde me ha salido la voz. ―He venido porque quiero hablar con usted―. Y él se me queda mirando, como tratando de descifrar si le digo la verdad o si me estoy burlando. Cuando me ve serio, me pregunta si se puede sentar y me pide que le quite las amarras. Llamo a un soldado y entre los dos lo ayudamos a sentarse en un banco. Todo lo que le pregunto me lo contesta con evasivas y una sonrisa socarrona.
…..―Ya sabe que no le puedo contestar eso.
…..Y de pronto me espeta:
…..―Tú no eres boliviano.
…..―¿Y de dónde cree que sea, comandante?
…..―Eres cubano por mucho que trates de disfrazarlo y yo no hablo con traidores.
…..Si supiera mi nombre sabría que mi tío era ministro de Batista, pero me quedo callado. Le pide al soldado picadura prometiéndole regalarle la pipa. Terán le entrega dos cigarrillos y los deshace al instante. Prende la pipa y aspira. Yo sabía que los bolivianos lo iban a matar, que tenía que morir ese día y ni yo ni nadie podríamos detener la historia. Saco mi Pentax 35 y su sonrisa se vuelve una mueca de burla. En el otro cuarto hay un disparo y se escucha la sordina de un cuerpo desplomándose sobre el suelo. “Quinientos seiscientos.” Pongo la velocidad en 2.000 y tiro la foto.
…..―Mi capitán, ¿cuándo lo van a matar? ―pregunta la maestra; la noticia de su muerte ya la difunden por todas partes antes de tiempo.
…..―Es mejor así. Díganle a Fidel que pronto habrá una revolución triunfante en América―. Se le olvida que está herido, se levanta y camina sin cojear. ―Y que mi mujer se vuelva a casar, que trate de ser feliz.
…..―Vengo a hablar contigo ―le dice Terán.
…..―Quiero que sepas que vas a matar a un hombre.
…..El chaparro le dispara y el cuerpo del Che se desploma contra el lodo. Le han quedado los ojos abiertos.
…..Afuera se escucha el ruido ensordecedor del helicóptero.
Literatura y revolución
Entrarás sin titubeos y mirarás al guardia en los ojos. Ya lo has hecho tantas veces, fingiendo interesarte en la biblioteca del líder. Nadie lo sospecha; piensan que eres un intelectual interesado en las teorías del arte y te has hecho amigo de la bibliotecaria a quien has deslumbrado con tus conocimientos de la literatura rusa.
…..Recuerdas tu infancia en el país de tu madre, tu adolescencia, la guerra civil, tus estudios en Moscú.
…..Todo ha sido planeado minuciosamente: Jótov, David y los camaradas te lo han repetido hasta la saciedad. Has recorrido tus pasos una y otra vez hasta cincelarlos en la cotidianidad.
…..Ahora dices buenos días y preguntas por él, sabiendo que a esas horas comienza su día escribiendo notas en su diario sobre su vida de revolucionario.
…..El guarda se sonríe contigo, aunque insiste en inspeccionarte el cuerpo, buscando, acaso, tus armas secretas.
…..―Nunca se sabe, compañero.
…..―Es tu deber. Lo entiendo.
…..El sol golpea los almendros de un jardín encantado donde tu madre Caridad juega con tus rizos dorados.
…..La mañana está fresca con olor a azalea y tu locuacidad insólita convence a la bibliotecaria que debe tomar un descanso mientras tú te encargas de organizar los libros.
…..―Gracias, Ramón ―te dice, disponiéndose a salir al patio.
…..―No te preocupes, Silvia, yo le subo el café.
…..Extraes el piolet del armario y sigilosamente subes las escaleras.
…..León se vuelve cuando siente tus pasos; sin titubear un segundo, le hundes en la cabeza el pico con violencia.
…..Nunca te abandonarán sus gritos.
El héroe del Sur
Aquella mañana esplendorosa de junio, Nedjelko y yo nos dirigimos con resolución, aunque muertos de cansancio, a esperar el paso de la ansiada procesión.
…..Sofocado por la tos, la noche anterior no habíamos dejado de consumir cigarrillos y café en la oficina de Dragutin junto con los otros camaradas de la Unión. La desesperación en que vivíamos todos, despojados de nuestras tierras y sin prospectos luego de habernos mudado a la ciudad, sólo había encontrado un respiro de esperanza en las reuniones convocadas por el coronel. Pronto cumpliría veinte años y mi vida sólo veía centrada su esperanza en la unificación que nos devolviera tanto la libertad como la dignidad que nos había arrebatado el imperio.
…..Nedjelko se aseguró de tener a salvo la bomba en la mochila y nos perdimos en la multitud de traidores que vitoreaban desde las aceras la llegada del heredero. …..Sudando a borbotones, nos abrimos paso con sigilo, cuidándonos de no despertar sospechas. Allí venía ya sonriente con Sofía, ese pobre mequetrefe que sólo se constituía en un símbolo de la opresión maldita.
…..A pocos metros de distancia, Francisco Fernando me miró a los ojos y le sostuve la mirada por unos segundos que me parecieron siglos. Si la pequeña que estaba a mi lado no hubiera dejado caer el helado, tal vez mi figura cadavérica con ojeras de tantas noches de insomnio me hubiera delatado. En ese mismo instante Nedjelko extrae la bomba y la arroja con resolución a la carroza imperial, pero con tan mal tino que el taco rebota y cae debajo del coche que les sigue, explotando con gran estruendo. Sin embargo, Francisco Fernando y Sofía quedan indemnes.
…..El torbellino de gente arrastra a los espectadores y militares en todas las direcciones y aprovecho para escaparme y tender mi celada.
…..En el hospital, el heredero llega con su esposa y el General Potiorek para visitar a los heridos. Pienso que es el momento perfecto para asesinar al colaboracionista junto con el indeseado. Entonces saco mi pistola y disparo. El general se aparta a tiempo y cae Sofía junto con su marido el archiduque.
…..Por fin mi patria será libre.
De Triacas, Nueva York: Book Press, 2010.
El sueño de Jean-Jacques
El teléfono timbró a las once de la noche del lunes 4 de octubre de 1965. Don Jacobo quedó estupefacto luego de enterarse que su hija mayor se había suicidado en un restaurante de Bogotá frente a su marido, cuando éste se rehusó a cortarse la coleta.
…..La muerte de Arabella le hizo recordar el suicidio de su propio padre, un farmaceuta suizo acomodado que se había afincado en Centroamérica en 1901 y que, con el correr del tiempo, se había vuelto adicto a la morfina. A los pocos años perdió todo su dinero y sumió a su familia en la penuria. Gracias a la “caridad” de un amigo del padre, la familia pudo vivir con dignidad y, viendo que todas las otras opciones se le habían cerrado, Jacobo aceptó una beca e ingresó como cadete en la Escuela …..Politécnica. Su padre se suicidó dos años después en 1934.
…..Si bien es cierto que había nacido con cuchara de plata y disfrutado de una vida privilegiada en sus primeros años, todo esto no le había preparado para una de estrecheces, aunque se acostumbró y logró descollar en sus estudios.
…..Estas dos muertes signaron su destino y el funeral de Arabella en el D.F. finalmente le permitió regresar a México luego del golpe de estado que le había derrocado en 1954 y hecho viajar incansablemente por varios países hasta encontrar asilo en Cuba.
…..Esta mañana siente que se ahoga en la bañera y procura enderezarse. Recuerda que había luchado tozudamente por redistribuir la tierra entre los campesinos de su patria y que al final lo había logrado. Sonríe por un instante y su sonrisa se convierte en una mueca de amargura. A la postre pudieron más las bananeras, …..Eisenhower y la CIA: derrocaron su gobierno elegido por la vía democrática.
…..Don Jacobo Árbenz finalmente dejó de luchar esa mañana del 27 de enero de 1971 y se ahogó en su bañera mexicana soñando el sueño ginebrino de Jean-Jacques.
Inédito
Miguel Falquez-Certain nació en Barranquilla (Colombia). Licenciado en literaturas iberoamericana y francesa (Hunter College, 1980), cursó estudios de doctorado en literatura comparada en New York University (1981-85). Participó en talleres de narrativa con Manuel Puig (1977); Reinaldo Arenas (1982); Alain Robbe-Grillet (1983); y E.L. Doctorow (1984). Es autor de diez poemarios, seis piezas de teatro, una noveleta, una novela y un libro de narrativa breve por los cuales ha recibido varios galardones. En octubre de 2019, la XIII Feria Hispana/Latina del Libro en Nueva York se celebró en su honor. En 2019, Nueva York Poetry Press publicó su antología personal de poesía Hipótesis del sueño. En octubre 2020, Escarabajo Editorial de Bogotá publicó su novela La fugacidad del instante. Vive en Nueva York desde hace más de cuarenta años y se desempeña como traductor en cinco idiomas desde 1980.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de un fragmento de la obra morte gravida velluto nero con sfera di legno nero de © Jorge Eduardo Eielson. Agradecemos a Martha L. Canfield, presidenta Centro Studi Jorge Eielson, Florencia, Italia.